El 5 de abril, en Fundación Cazadores, Chacarita, comienza el taller “Actuar el espacio. Formas de habitar la escena”, a cargo de las actrices Clara Seckel y Rosina Fraschina.

Kranear conversó con ellas sobre su nuevo proyecto, el arte, el teatro y las condiciones laborales de los y las trabajadoras de la Cultura, aparte de la salida de la pandemia y sus experiencias durante el encierro. Ambas ponderan el valor del taller, dirigido a personas con un mínimo de experiencia previa, en tanto zona de investigación y estímulo actoral, y llaman a sumarse a “un laboratorio abierto, dinámico, experimental”.

¿En qué consiste la propuesta del taller?

Rosina: El taller propone pensar y trabajar el espacio en diferentes ejes. Para esto planteamos instancias cortas de dos meses. Está dirigido a personas con un mínimo de experiencia previa. En esta primera etapa buscamos investigar distintas zonas de pensamiento sobre lo espacial, tomando diferentes procedimientos a modo de ejercitación y exploración: el espacio como zona de investigación y estímulo actoral, el vínculo entre el cuerpo escénico y lo espacial, lo espacial como generador de afectaciones en el despliegue físico escénico.

Nos interesa jugar con la idea de significar y resignificar un espacio ya dado, tomando distintos recursos que nos permitan pensar formas de mirarlo y ocuparlo.

En una segunda instancia, el taller plantea el despliegue de dispositivos escénicos concretos que funcionen como campo de prueba. El espacio como territorio que se funda.

¿Qué expectativas tienen y con qué desafíos piensan que pueden encontrarse?

Clara: En principio este taller es un modo de iniciarnos como equipo de trabajo. Si bien cada una tiene su propio recorrido en la docencia, una de las cosas que más nos entusiasma de esta experiencia es el encuentro entre ambas formas de encarar las clases. Hay una intención de búsqueda y una forma de pensar los lugares de formación, que compartimos, y a su vez también sentimos que estamos construyendo. Un espacio para pensar la docencia desde la investigación.

Nos interesa proponer un encuentro donde exista un constante intercambio con lxs alumnxs, sin transmitir fórmulas ya establecidas. Estamos pensando el espacio de formación como un laboratorio abierto, dinámico, experimental. La ejercitación es una excusa para darle lugar a expresiones que necesitan y quieren aparecer. Expresiones singulares, auténticas. No hay fórmula para eso. Por supuesto que trabajaremos con ciertas técnicas y herramientas escénicas, que posibiliten la búsqueda. Pero lo más valioso en un espacio de taller es entender que cada alumno construye su propia experiencia. La clase no es más que una invitación a descubrir una expresión poética y singular.


¿Qué implica para ustedes, después de dos años de pandemia, lanzar un taller presencial? Sobre todo teniendo en cuenta el parate cultural que vino aparejado con la crisis sanitaria.

Rosina: Durante la pandemia se puso en crisis el tema de la presencialidad y más en las artes escénicas donde se hacía imprescindible la necesidad de la cercanía y el contacto. Si bien vimos experiencias fructíferas, nos atacó la pregunta por el sentido de los espacios en donde se entrena el cuerpo para la escena, es decir, los espacios de creación, investigación, aprendizaje sobre lo teatral.

La necesidad de trasladar los encuentros formativos y creativos al plano virtual, generó nuevas formas de pensar la actividad teatral. El diálogo con el lenguaje audiovisual, la aparición del espacio cotidiano como espacio escénico y la posibilidad de trasladar la escena a espacios exteriores y públicos, nos fue generando la sensación de que lo espacial se ampliaba, difundía y se ramificaba de maneras inesperadas.

Por esto es que durante el tiempo de encierro empezamos a pensar en lugares que, por el contrario, no estuvieran cargados de una semántica previa para que nos permitieran potenciar lo interno. Más que un impedimento o un condicionamiento, empezaba a surgir la idea de potencia de la fuerza física que es la presencia de un cuerpo escénico por un contexto/espacio particular.

Al momento de ponernos a idear la posibilidad de gestar encuentros teatrales, nació como primera condición la cercanía de nuestros hogares, como un modo de habitar el barrio. Ahí está el germen de nuestro pensamiento, tomando lo territorial como disparador para pensar nuestro trabajo.

Clara: Queremos expandir el campo de investigación sobre lo espacial, cuestionando nuestras propias nociones. Pensamos de manera profunda sobre el vínculo entre el espacio y las distintas formas escénicas de habitarlo. Acortar las distancias en esa relación, desterrar la antigua creencia de que el espacio debe ser funcional a la escena, y entender el tratamiento sobre lo espacial como un lenguaje a investigar. Un lenguaje portador de teatralidad y de imaginario escénico.

En nuestras charlas de planificación, siempre aparecen películas, autores, cuadros, etc. Son expresiones que nos estimulan, nos movilizan, y van generando puntos de referencia para nuestro trabajo. Hablamos mucho de los relatos de Selva Almada en El desapego es una manera de querernos, y de cómo hay ciertos puntos de contacto con la película La Ciénaga de Lucrecia Martel, por ejemplo. En ambas hay una forma de narrar que nos convoca: el espacio como trama. Lo territorial como un todo que amalgama.

Hay una convivencia de los distintos componentes que arman la historia, sin la necesidad de que la historia avance en un sentido tradicional. La historia es eso: ese espacio, ese clima, esos personajes y su forma de estar ahí. Los personajes son estampas del lugar al que pertenecen. La actuación toda puede pensarse así: como un espacio de pertenencia y a su vez, un territorio de búsqueda constante. Esa visión nos atraviesa y es una de las zonas a investigar.

Así empezó a surgir la posibilidad de pensar la espacialidad por fuera de la convención teatral, y la cacería de espacios que nos permitan seguir en esa búsqueda. De este modo, llegamos a Fundación Cazadores, aportando una multidisciplinariedad, colaborando a las ideas que se nos vienen cruzando sobre cómo pensar la actuación, casi como un site specific.

El taller arranca el 5 de abril.


¿Qué significa para ustedes el teatro?

Rosina: es un espacio de existencia, de re-pregunta, de transformación, de lucha, en el sentido de expresión política, de resistencia. Es un gran ejercicio de pensar la existencia, las relaciones humanas, políticas, y socioculturales. Así parecería complejo pero en un simple ejercicio teatral se despliegan todas esas fuerzas que vemos actuar en la vida cotidiana, sea en esferas de poder claramente visibles, así como también las vemos haciendo la fila para pagar en el chino.

Pienso al teatro como ese lugar de libertad, no en el sentido romántico de la palabra, sabemos que hay condiciones y reglas siempre como en cualquier espacio, pero sí con permisos para quebrar ciertos órdenes de los que la mayoría de las veces me siento presa. En el teatro encuentro la forma para decir sin querer romper todo. Me refiero a poder transformar poéticamente las expresiones, sensaciones, o pensamientos dolorosos e injustos en materialidades artísticas que resignifican los sentidos.

Y estoy hablando de un primer acercamiento a lo creativo, porque el paso siguiente, que eso se exponga escénicamente, depende de otras miles de circunstancias, en donde juegan otros factores, económicos por sobre todo, de producción, que es lo que más padecemos en el teatro independiente. Pero en mi hábitat, mi territorio “interno”, el teatro significa algo de todo esto.

Clara: Para mí el teatro es una fiesta (risas!). Y sí, está bárbaro dedicarse a esto. Hay una parte dura, como en toda profesión. Como trabajadoras de la cultura atravesamos dificultades y desafíos que son propios de la actividad como tal. Porque también es difícil estar en el mundo. Pero a su vez, bello. Y el teatro para mí siempre va a ser una celebración. Aunque sea difícil, aunque a veces tenga miedo de salir a actuar, aunque a veces cueste que las cosas salgan como una se lo imagina, lo voy a seguir haciendo.

Cuando era niña, me encerraba sola en la habitación de mi casa. Y armaba fantasía. Personajes, escenas, imitaba gente conocida, familiares, actuaba melodramas intensísimos, hacía de gaucho y recitaba textos inventados. A todo le imprimía un nivel de verdad extraordinario. Aunque sabía que en ese momento debía estar haciendo la tarea para la escuela. En cualquier instante llegaría mi mamá, abriría la puerta, y toda la fantasía se venía abajo, todo el universo inventado se desvanecía de un momento a otro. A pesar de eso, yo seguía. Seguía viajando, jugando. Porque esa forma de jugar era, para mí, un tesoro. Una elección. Mi cuarto, durante un rato, se convertía en el mejor espacio del mundo. Ese aspecto de la infancia, siempre fue una inspiración para actuar. Invocar esa forma de jugar, de estar presente en el territorio de juego.

Y definitivamente el encuentro con compañerxs es la mejor parte de hacer teatro. Juntarse con pares, compartir formas de ver y de pensar. Es casi imposible hacer teatro en soledad. Armar equipo, juntarse, reunirse, intercambiar. Amigxs que son familia, que te salvan, que te escuchan, te conocen profundamente. No hay teatro sin amor. Seremos una especie rara, sí, pero sabemos estar juntxs, y sobre todo, si hay algo que sabemos, es pasarla bien.


En relación a esto último, y llevándolo a un plano más material y concreto, ¿qué perspectiva tienen en relación a los y las trabajadoras de la cultura y las condiciones de trabajo que atraviesan?

Rosina: La verdad que la cuestión es bastante compleja, pero podría decir en mi opinión que la pandemia puso en evidencia la precariedad y la falta de institucionalización que ha tenido durante tantos años la actividad teatral y artística en general. Hay todo un circuito enorme que es el teatro independiente, incluso más grande que el comercial, ese off que mueve el mayor porcentaje de la actividad, incluso también la comercial. Podemos pensar que son los cursos/talleres autogestivos, como este que estamos planificando, en donde se forman personas que más tarde van a hacer funcionar ese circuito que es el que da dinero. También las salas independientes que mantienen viva la actividad mientras que su sustento vive de nuestros talleres y las entradas que venden de obras producidas de manera también autogestiva. Y así cada una de las partes del teatro off. Cuando vino este parate obligado evidenció la cantidad de personas que vivíamos de esa manera, ya acostumbrades, ni siquiera resignades, sino como parte de una elección de vida y de una construcción de identidad.

Creo que esto en algún sentido puede ser bueno, siempre y cuando hoy, “después de”, haya una reflexión y una reestructuración de la actividad. Es muy difícil la autogestión sin espalda, pero lo que tiene que emerger es un nuevo lugar de lo cultural en nuestro país. Dejar de pensarlo como un adorno, un escaparate, y se lo empiece a pensar como espacio de apropiación, de pensamiento, de investigación y de potencial injerencia en la producción de pensamiento, acción e intervención de lo viviente.


El taller de Clara y Rosina empezará el 5 abril, y se extenderá hasta fines de mayo, en Fundación Cazadores, en el barrio de Chacarita. Los encuentros serán semanales, los martes de 18 a 20:30, y las inscripciones se realizan al correo teatrorosinayclara@gmail.com.

Rosina Fraschina

Es egresada de la Diplomatura en Dramaturgia CCPU, y estudiante avanzada de la carrera Cs- de la Comunicación, UBA. Su formación como actriz y clown: Alejandro catalán, Marcelo Savignone, Ricardo Bartis, Ciro Zorzoli, Guillermo Cacacce, Carmen Baliero, Gabriel Chame Buendía, Tony Lestingi, Daniel Casablanca. Actuó: “El último Hombre” (Largometraje 2019) “Rockertias” (Performer) “Los remedios de la sed” (UNAM Mex. 2017) “Caracachumba a la carta” (Clown 2015-2018) “Arlequín, servidor de dos patrones”, de Alicia Zanca (2007), “Pepino el 88” (2009), de Daniel Suárez Marzal, y “Todo a la basura”, CIA. Los Macocos (2011) en el complejo Teatral San Martín.“De Noche” (2008/09) “El Deseado” (2009/10), Direc: Marcelo Savignone. Escribió y dirigió RALA(una comedia Negra- 2018), Me sigo contando (unipersonal CLown- 2019) Escribió y actuó ”Volví” (Unipersonal clown- 2011 2019) Rauch (género: clown 2015-2018) “El Amarre” (comedia dramática-2012-2014). Formadora: Realiza desde el año 2013 seminarios, talleres y cursos por diferentes ciudades de Argentina (Prov de Bs AS, Mendoza, Entre Ríos, Santa Fé, Misiones) y en diferentes países (México, Chile, España). Realizó coach actoral y clown para la compañía en residencia artística Circo Hechizo en Chile, 2020.


Clara Sofía Seckel

Es Licenciada en Actuación por la Universidad Nacional de las Artes. Continuó su formación en el ”Sportivo Teatral” con Ricardo Bartís, y en el “Excéntrico de la 18” con Cristina Banegas.

Se ha desempeñado en varias obras y experiencias teatrales, como Actriz, desde el año 2006. Algunas de ellas: Las Cholas, el día de todos los muertos (2008 – 2009) La máquina del día (2009 – 2010), La Maciel, de todas la más cruel (2011-2012), El Faro del fin del mundo (2019). En 2017 formó parte de La liebre y la Tortuga, resultado del Laboratorio de Creación del Teatro Nacional Cervantes. Como Asistente de Dirección de Ricardo Bartís, ha trabajado en las obras Hambre y amor y La máquina idiota, participando de distintos festivales internacionales. Actuó en el Archivo Piglia en el ”Sportivo Teatral”, experiencia teatral sobre textos de Ricardo Piglia.

Como docente, en el Sportivo Teatral coordinó talleres de Formación Actoral. Fue Asistente en los cursos de Entrenamiento y Construcción para actores y directores, dictados por Ricardo Bartís. Actualmente dicta clases de Teatro para niñes y adolescentes en la Asociación Cultural Pestalozzi.