Hay consenso entre los distintos estudiosos de la sociedad en que se está frente a un cambio de época, no sólo en lo cultural y civilizatorio sino también en la configuración del poder mundial, es decir la acumulación del capital.
Este modelo económico-cultural el neoliberalismo junto con la pandemia y la guerra en Europa han profundizado este proceso de autonomización del capital del resto de la sociedad.
En este sentido neoliberal, muchos lo llaman tardío, como sea, sigue siendo un modelo económico-cultural que lleva a la catástrofe cultural, en el presente sumando factores como la pandemia y la guerra en Ucrania-Rusia sostenida e iniciada por los Estados Unidos junto con la Unión Europea y su entidad para invadir países soberanos, la OTAN (Organización del tratado del Atlántico Norte) que llevan a más acumulación del capital para unos pocos y catástrofe para la gran mayoría.
Efecto del modelo neoliberal se hunden, desaparecen los derechos conquistados durante la segunda post-guerra y las ideas universalistas pegadas por la revolución francesa.
Esta correlación de fuerzas del modelo político-neoliberal a nivel global determinan y constituyen la política doméstica, es decir lo micro sin duda determinado por lo macro.
En este sentido llegamos a lo nacional determinado por lo macro.
Las extrema polarización y la emergencia de fuerzas antisistema no es sólo un fenómeno argentino o latinoamericano sino también europeo.
El fracaso de la socialdemocracia europea y sus émulos latinoamericanos, el “extremo centro” puso en jaque las concepciones tradicionales de la política que parecen seducir al gobierno de Alberto Fernández. Fundamentalmente se trata de replantear esa idea, propuesta por la política de raigambre anglosajona, de que el camino para ganar las elecciones es adaptar el discurso a un supuesto votante medio enemigo de las posiciones confrontativas.
En este contexto, el ministro de economía, Sergio Massa, ensaya su plan de “estabilización”, este último no es de mi agrado.
Sergio Massa propone recomponer reservas sin pelearse con los exportadores, cumplir con el FMI (Fondo Monetario internacional), sobre el déficit fiscal, frenar la inflación e incrementar el salario real.
El ajuste estabilizador que impulsa el ministro de Economía se da en medio de un boom del consumo privado. Pero lo que puede parecer contradictorio en una primera vista es el resultado de una polarización de la economía Argentina donde se da una acumulación mayor del capital y nada de participación ciudadana, en el producto, sí en la elaboración del mismo (fuerza de trabajo) con su consecuente entrega de plus-valor.
De la marcada caída del poder de compra del salario de los trabajadores surge la necesidad de replantear la política de ingresos ya que la extrema localización en la población más vulnerable o los bonos de suma fija por única vez para los trabajadores, no logran romper la polarización estructural.
En este sentido se abre el debate si el “Frente de todos” coalición electoral, no unidad política, que llevó a la presidencia a Alberto Fernández, se volcará hacia el inexistente extremo centro o pasará urgente a una etapa de redistribución que le permitirá ser competitivo en las elecciones de este año.
Más allá de la decisión de Alberto Fernández de romper la comunicación con el sector mayoritario de la coalición que lo llevó al poder, lo más inquietante de la propuesta de los sectores anti-kirchneristas que se fortalecen en el gobierno es la carencia de un proyecto de desarrollo que vaya más allá de la gestión de la crisis.
Esto contrasta con el documento de los sectores populares Kirchneristas llamado “Unidad nacional por la soberanía con justicia social”. El texto apunta a retomar los temas tradicionales de los gobiernos nacionales y populares; regulación del Estado de la economía en pos de la redistribución y la equidad tributaria, desmercantilizacion de los bienes básicos, ley de medios, establecer un estricto control estatal del comercio exterior, etc.
En definitiva, plantea un programa acorde a los tiempos, en donde haya una estrategia FRENTE a los grandes cambios mundiales, donde el tema de los commodities es central en una Argentina que se proyecta como un gran exportador no sólo en alimentos, sino también de energía y litio.
En la vereda de enfrente la oposición “Juntos por el cambio” y los “Libertarios” de derecha se mueven cómodos en la polarización.
Estos mismos prometen un cambio, una refundación basada en las privatizaciones, ajuste del Estado y desaparición de los derechos, con control autoritario de las calles, tal lo expone Mauricio Macri, referente máximo de “Juntos por el cambio”.
Con este escenario Argentina no tiene un futuro muy prometedor. Algunos indicadores señalan para Latinoamérica y peor para la Argentina debido a la deuda con el Fondo Monetario internacional, crédito otorgado al gobierno de Mauricio Macri, la región oscilará entre recesión e inflación.
En una Argentina de tiempos cortos, mil cosas pueden ocurrir. Pero lo que no debe suceder, si el proyecto nacional y popular quiere ganar este año, es ignorar las necesidades de su pueblo, es decir la política.