A pesar de ola de calor extrema que azotó a la Ciudad de Buenos Aires y la mayor parte del país, el sábado 11 de febrero, los y las compañeras camporistas de la UB “Cristina Fernández de Kirchner” lanzaron un ciclo de formación de verano, bautizado “El mito político argentino”, para militantes y adherentes de la casa política del barrio de Boedo, quienes llenaron el salón de la casa política y cultural ubicada en Av. Boedo 1868, en el barrio homónimo, con sus cuadernos, lápices, grabadores, botellas de agua y hasta algún abanico.
El curso de formación arrancó con el primero de tres encuentros, denominado “La proscripción en la Argentina circular”, y estuvo a cargo del militante y asiduo colaborador de Kranear, Gastón Fabián, quien ensayó con elementos de la historia, la filosofía y la política.
A continuación, se ofrecen parte de los contenidos que se trabajaron en la unidad básica, con mucho interés y entusiasmo, estructuras que se repiten a lo largo de nuestra historia, y con las que se puede vislumbrar algunas respuestas para explicar el presente.
Diez escenas históricas
1- Mariano Moreno, Secretario de la Primera Junta, intenta ingresar al lugar donde se celebra el banquete en festejo por la victoria patriótica en la batalla de Suipacha. El centinela que está de guardia no lo reconoce y le prohíbe el paso. Al día siguiente, Moreno se entera que el oficial Atanasio Duarte, en estado de ebriedad, colocó una corona de azúcar en la cabeza de Cornelio Saavedra y brindó por su nombre llamándolo “el primer rey y emperador de América”. La indignación del republicano es proverbial. Como un rayo, se lanza a escribir el decreto para la Supresión de los Honores del Presidente, que irónicamente el propio Saavedra firma. Moreno está preocupado por la continuidad de lo viejo en lo nuevo. En su prólogo a El contrato social, había advertido que “si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede, y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía”. La Revolución de Mayo se propone desde sus comienzos desencadenar un movimiento de ilustración continental, para desterrar las supersticiones del Antiguo Régimen. Pero pertenece a la dialéctica de la Ilustración recaer sin intención en el mito. El nerviosismo que respira el mencionado decreto responde a esta falta de garantía, a la dramática comprensión de que ningún avance se encuentra ganado para siempre. “Se avergonzaría la Junta, y se consideraría acreedora a la indignación de este generoso pueblo, si desde los primeros momentos de su instalación, hubiese desmentido una sola vez los sublimes principios que ha proclamado”. El discurso del Secretario se radicaliza: quiere pasar del versátil pragmatismo de los primeros días de la Revolución a un principismo o maximalismo contundente, que impida las aclamaciones públicas a los magistrados y los privilegios del período virreinal. Entonces resuena la palabra proscripción, que había sido usada por Moreno en el prólogo al libro de Rousseau para indicar lo que harían los tiranos con el fin de contrarrestar “una obra capaz por sí sola de producir la ilustración de todos los pueblos”. En la realidad caliente, sin embargo, al fusilamiento de Liniers sucede la proscripción de Duarte. Se vuelve un arma peligrosamente habitual en las querellas políticas rioplatenses. De alguna manera, el mismo Moreno, al darle entidad política a este casual y llamativo episodio, sellará su propia condena.
2 - Es un tema característico de la poesía gauchesca que los pobres están siempre fuera de la ley. En sus Diálogos Patrióticos, Bartolomé Hidalgo se lamentaba de que tras diez años de esforzada y sacrificada Revolución, la vida en los ranchos era igual o peor a cuando todo comenzó. Esteban Echeverría reafirma el diagnóstico en el Salón Literario de Marcos Sastre, en 1837. Pero va mucho más lejos: dice que la Revolución engendró la Contrarrevolución. Utiliza la expresión “hemos perdido el tiempo” para referirse a la fratricida guerra civil, entre unitarios y federales, que divide el país. En ese marco, la Nueva Generación se propone construir una conciencia nacional que supere la antítesis y lleve a la necesidad de un partido de los argentinos. Juan Bautista Alberdi señala que comenzamos nuestra revolución por donde debíamos terminarla: por la acción. Es lo contrario a lo que Gramsci postula de la Revolución Francesa: que los ejércitos de Napoleón encontraron el camino allanado por un ejército de opúsculos, de panfletos, de libros. Aunque nótese bien: el desfasaje, para Alberdi, no responde a torpezas vernáculas, sino a la urgencia, a la inminencia de catástrofe que acompaña desde siempre a nuestra Revolución. Ella, sin desearlo, deviene guerra y la guerra de independencia se escinde en guerra civil. El tiempo parece estar fuera de quicio. Quienes tenían la vocación de poetas y escritores, por un vuelco del destino, acaban muriendo como soldados. Son los mártires que Echeverría enumera en un texto conmovedor, no sin desgarro de conciencia. En una sintonía parecida, ciertamente afín a la dialéctica hegeliana, Alberdi y Sarmiento argumentan que el triunfo de los federales bajo el mando de Rosas fue lo que posibilitó la realización de la idea de los unitarios, que habían perdido. Pero lo que esperan que sea un desenlace feliz no es más que una agudización del drama. Es imprescindible citar la carta que Echeverría, desde el exilio, envía al general Melchor Pacheco y Obes: “si hubiéramos tenido tiempo para difundir nuestras doctrinas y traerles la simpatía de los caudillos y jefes principales (trabajo ya iniciado con éxito sorprendente), la revolución que el país necesitaba se hubiera realizado sin sangre, fundando sólidamente la Democracia”. Si hubiéramos tenido tiempo. No es lo mismo que haber perdido el tiempo, como manifestó una década antes. El tiempo que se pierde es tiempo que se tenía. Lo que, por el contrario, acá señala Echeverría, es que nunca se tuvo el tiempo. El tiempo que falta es uno de los ejes principales del mito político argentino. Dar el tiempo que no se tiene es el tema que atraviesa un bellísimo libro de Jacques Derrida. La solución echeverriana, no lo suficientemente reconocida, se llama militancia.
3 - Después de la batalla de Caseros, Sarmiento entra a Buenos Aires vestido de militar, acompañando al ejército de Urquiza. El ropaje es un símbolo: en Argentina lo político se identifica con lo militar, desde Saavedra y San Martín hasta Roca y Perón, desde las montoneras federales hasta la agrupación Montoneros. De hecho, todos los golpes de Estado del siglo XX se hicieron en nombre de un mito: el de la fundación nacional por el Ejército. Que el terrorismo de Estado de la última dictadura se autoperciba como un proceso de “reorganización nacional” contiene ya la estructura de la repetición. Para ellos, había que volver a hacer la Argentina, retomar el período 1862-1880. En la “guerra contra la subversión” resuenan los ecos de la cacería lanzada por las presidencias de Mitre y Sarmiento contra los gauchos y los caudillos del Interior o la Campaña del Desierto de Roca. Contra este mito es que el metódico y constructivo Alberdi dedica palabras ambivalentes a la figura del Libertador, que ya no debería ser ejemplo a imitar para las nuevas generaciones. La imagen de San Martín lo perturba. No así Sarmiento. En la polémica epistolar entre el sanjuanino y el tucumano se pone en juego esa herencia, pero vinculada a la manera de hacer política en el país. “Somos eximios en el arte de voltear gobernantes, y eso es nuestra vergüenza, no nuestra honra. ¡Qué menos cuando en cuarenta años no hemos hecho otra cosa! Es la industria que hemos cultivado”, exclama con desazón Alberdi en sus Cartas Quillotanas (contra esta mirada, es necesario decir que San Martín, a diferencia de Lavalle, se negó a voltear gobernantes y por eso terminó en el exilio). Como intelectual orgánico de Urquiza en la realización del proyecto constitucional (aunque años más tarde no olvidará su defección, explicando que Urquiza se dividió en dos: el entrerriano y el porteño), Alberdi acusa a Sarmiento, aliado con Mitre, de ser un gaucho malo de la prensa, de combatir a los caudillos de sable con las formas de un caudillo de la pluma (lo que hoy denominamos periodismo de guerra). En el silogismo alberdiano, si Facundo es Rosas y Sarmiento es Facundo, entonces Sarmiento es Rosas. Difamado por el diario La Nación, obligado a exiliarse, Alberdi tildará a los jefes de la Provincia-Metrópoli de neorrosistas. Continuación del rosismoporotrosmedios.
4 - Pero también Sarmiento es testigo del drama. Durante su estadía en Buenos Aires en febrero de 1852, contempla estupefacto cómo los vencedores de Caseros se transforman en el vencido. Para congraciarse con las masas, Urquiza y sus funcionarios se ponen la cinta colorada, que habían prometido no volver a colocarse jamás. En el retrato pintado por Sarmiento en su Campaña en el Ejército Grande, que por supuesto tiene mucho de literario y no hay que tomar al pie de la letra, el pueblo llano se saca aliviado la divisa punzó y son los conquistadores quienes deciden llevarla puesta, sin razón alguna. O, más bien, digamos que existe una razón: el mito. En la Carta de Yungay, donde Sarmiento formaliza su ruptura con Urquiza, recuerda una conversación en la que el entrerriano insinuaba sus miedos previos a Caseros y, ante sus preguntas inquisitivas, el ex lugarteniente del Restaurador le contesta sobresaltado: “¡Miedo yo, cuando he desafiado el poder de Rosas!”. La conclusión de Sarmiento es apoteósica: “Miedo a fantasmas, general. Así son los hombres”. Eso explica los fusilamientos a mansalva que Urquiza reparte entre los derrotados, además de las proscripciones. Es inevitable en este punto revisitar Operación Masacre de Rodolfo Walsh: “Giunta, como Gavino, llega a la estación Chilavert. Probablemente ninguno de los dos sabía que ése era el nombre de otro fusilado, el vencido de Caseros…” La historia se repite otra vez y nombres olvidados recuperan actualidad de modo retroactivo. Escribe Sarmiento: “El General permanece de ordinario con su sombrero de paisano con cinta puesta; otra vez se presenta con chaleco colorado, aunque dice que eso no lo exige de nadie (…) La corte de Palermo como antes, el chaleco y la cintacomo antes, lossalvajesunitarioscomo antes, las matanzas de hombres enlosalrededorescomo antes”. Como antes. Estas dos palabras esconden la secreta y terrorífica sustancia del mito. También como antes, Sarmiento le escribe a Mitre después del abandono de Urquiza en Pavón: Southampton o la horca.
5 - El 17 de octubre de 1945 fue un acontecimiento único, pero como todo acontecimiento, redescubre antecedentes en la tradición, postula sus propios precursores. Es el caso de la “Revolución de los Restauradores” organizada por Encarnación Ezcurra, mientras Rosas hacía la campaña del desierto. Los hechos son conocidos: la facción apostólica, liderada por la compañera de Rosas, empapeló la ciudad con la noticia de que el gobierno quería enjuiciar al “Restaurador de las Leyes”, que era un periódico rosista. La población entendió que se trataba de un intento de juzgar a Rosas y reaccionó. Con la retirada a Barracas, se produjo la primera huelga general de la historia argentina. Las autoridades esperaban una carta de Rosas para desactivar la insurrección. La carta llegó, pero justificando a los rebeldes y hablando de “funcionarios que no funcionan”. Balcarce tuvo que renunciar, la calle quedó en manos de la Sociedad Popular Restauradora y no mucho tiempo después, tras el asesinato de Facundo Quiroga, Rosas sería llamado a gobernar con la suma del poder público. En 1945, Perón es detenido por la cúpula militar de entonces. Una carta a Evita, que llega a oídos ajenos, incrementa el nivel de tensión. Las masas obreras, antes que lo previsto por la CGT, realizan una huelga espontánea y se movilizan hasta la Plaza de Mayo, donde se quedarán hasta que aparezca Perón a dar su mensaje, mensaje que inaugura un nuevo tiempo, a pesar de que le pidieron que tranquilice a la multitud. El coronel repite a Rosas, al oficiar de Restaurador de las Leyes (dijo que su primera ley sería la de hacer cumplir todas las leyes). El “queremos a Perón” es un “queremos a Rosas”. Pero se trata de una repetición débil, en tanto no es asumida como tal. De igual forma, la temprana muerte de Encarnación Ezcurra prefigura la temprana muerte de Evita. Ambas son dos componentes fundamentales del mito.
6 - En septiembre de 1955, el general Eduardo Lonardi entra en Buenos Aires disfrazado de Urquiza, bajo la proclama “ni vencedores ni vencidos”. Sin éxito, intentará construir un “peronismo sin Perón”, como Sarmiento dice de Urquiza que quiso hacer un “rosismo sin Rosas”. La resistencia del ala gorila del golpismo desplaza fácilmente a Lonardi de la presidencia, quien además muere pronto. Entonces la ofensiva gorila se acrecienta y con el decreto 4161 se decide la proscripción del peronismo. Una proscripción que va mucho más allá de lo electoral, como habían sido las anteriores. Una proscripción que pretendía erradicar el peronismo de la faz de la tierra. Los fusilamientos de junio del 56 repiten los de un siglo atrás: la Libertadora se vuelve Revolución Fusiladora (expresión acuñada por José Luis Torres, el creador del concepto “década infame” para referirse a los años 30). El odio irracional, clasista, revanchista, lleva a destruir obras sociales del peronismo como las piscinas populares, algo que Gerardo Moráles en Jujuy imitó con saña. Perón es convertido en el “Tirano Prófugo”, en el “innombrable”. Sus gobiernos son calificados de “Segunda Tiranía”. De esta manera, comparte obligadamente su destino con Rosas. Es una repetición fuerte, agravada. Pero el régimen también teme a fantasmas. ¿Qué representa, sino, el secuestro del cadáver de Evita? Los perseguidores están perseguidos. Se los había advertido el general Valle, en su carta de mártir: “Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones”. Walsh, evocando otra imagen del pasado, llamará a este proceso la segunda década infame. La década larga concluye con la llegada de Néstor al gobierno, que repite al primer Perón.
7 - Cuando en 1970 Montoneros hace su carta de presentación, dando a conocer el ajusticiamiento del general Aramburu, menciona en su comunicado tres nombres propios: Perón, Evita, Valle. En principio, se trata de una respuesta a todos los crímenes cometidos, de los que Aramburu es el principal responsable. Pero si el mito es la fiesta de los símbolos, quizá debamos interpretar que Montoneros, cuya identificación rememora la revuelta de las montoneras federales y, al ser una organización revolucionaria urbana, sintomatiza la introducción de la barbarie en la ciudad liberal (no ya como asalto repentino, sino como permanencia), al fusilar a Aramburu no está fusilando a Aramburu. Está fusilando un símbolo. Está fusilando al segundo Urquiza (recordemos que el primero es Lonardi). En 1870, cien años antes, los gauchos de López Jordán se metieron en el Palacio de San José para asesinar al traidor. Se rumorea que Perón, en privado, manifestaba su decepción de que el elegido hubiese sido Aramburu y no el almirante Rojas. En la lógica simbólica que aquí describimos, Rojas es Mitre, que relegado políticamente por el roquismo, terminó sus días escribiendo la historia argentina. Ese fallido posibilitó que el marino concluyera su vida abrazado con Carlos Saúl Menem.
8 - Los exilios largos y dolorosos provocan una poderosa expectativa de retorno. En Una excursión a los indios ranqueles, de 1870, Lucio V. Mansilla da cuenta de su conversación con un desertor negro que se había refugiado más allá de la frontera: “Mi amo, yo soy federal. Cuando cayó nuestro padre Rosas, que nos dio la libertad a los negros, estaba de baja. Me hicieron veterano otra vez. Estuve en el Azul con el General Rivas. De allí me deserté y me vine para acá. Y no he de salir de aquí hasta que no venga el Restaurador, que ha de ser pronto”. En la novela Pablo o la vida en las pampas, su hermana, Eduarda Mansilla, también puso en boca de una negra la siguiente afirmación: “Han publicado una ley nueva contra los desertores, una ley horrible hecha para las circunstancias. Pícaros… le tienen miedo al que viene… al que viene de lejos como un torbellino para inflamar el corazón de los buenos patriotas”. El que viene de lejos, por supuesto, es Rosas hecho mito. Cuando hay proscripción, siempre se anhela un regreso. Rosas vuelve, Perón vuelve. En una carta de Cooke al General, le dice que “hay una fe argentina, una voluntad argentina, una juramentada pasión argentina que espera la hora-que presiente cercana-en que terminará esta lamentable etapa. Entonces volverán a resonar nuestros cantos, a ondear nuestras banderas, y Ud. vendrá a cumplir con la gran tradición de nuestra tierra y a realizar el porvenir anhelado de Justicia y Libertad”. En la línea de Cristina, es el pueblo el que vuelve, siguiendo la secularización de la escatología que Evita hace en Mi Mensaje, al interpretar el Día del Juicio como el día de los pueblos o la hora de los pueblos. Pero desde la perspectiva del pueblo necesitado, del pueblo sufriente, del pueblo que no olvida, es Cristina la que debe volver.
9 - En la superposición de líneas temporales que ocurre con la dialéctica en reposo, que entiende la historia como imagen que relampaguea y que no espera dos veces a que prestemos atención, el Frente de Todos repite como farsa (comedia) la tragedia del Frente Justicialista de Liberación. Alberto, por una parte, simboliza a Jorge Daniel Paladino, de quien Alicia Eguren dijo que debía ser el delegado de Perón ante Lanusse y terminó siendo el delegado de Lanusse ante Perón. Simboliza, también, el gobierno de Isabel, que en lugar de confrontar con la derecha reaccionaria, ataca al peronismo combativo (los dos peronismos que Eguren, en su carta abierta, le recordó a Perón). Por último, simboliza a Alfonsín, impotente para lidiar con la herencia de la dictadura. Porque el macrismo, como señaló Diego Tatián, fue la continuación de la dictadura por otros medios. El gobierno se mueve, a paso torpe, en la inminencia del desastre, hasta el punto de que los neoliberales quieren vender que los años 90 fueron la mejor década argentina. La delegación de Cristina pasa a ser entonces la organización, lo colectivo (Cámpora simboliza la lealtad, ya no como cualidad individual sino como cualidad militante, como metamorfosis del príncipe convocado por Maquiavelo al príncipe moderno de Gramsci). Los nombres los obsequia la historia. Pero como todo don, esto conlleva una maldición, una responsabilidad.
10 - Decir “Perón es Perón”, como se ensayó durante los 70, para desidentificarse del pasado mítico (porque ni San Martín ni Rosas habían regresado a pesar del deseo), nos arroja al equívoco, porque tan gastada estaba la moneda, de tanta circulación, de tantas manos por las que pasó, que Perón se había convertido en un significante vacío. ¿Cuál Perón? Perón podía significar las cosas más opuestas. La tautología Cristina es Cristina no surte el mismo efecto, porque Cristina no es todavía un mito. Por eso invoca a Perón. Para repetirlo en la diferencia. Pero repetirlo implica barajar hipótesis que no contengan el desenlace. Perón antes del 17, Perón antes de la proscripción, Perón antes de la muerte. La vida y la centralidad de Cristina son hoy las cuestiones estratégicas más importantes para el campo popular. De ella se puede plantear lo que Cooke le escribió a Perón en 1964, es decir, cuando el vínculo era un plato servido frío:
“San Martín murió en el exilio; Rosas también. El primero se sacrificó por principios, haya tenido o no acierto al tomar la decisión; el segundo, aun cuando fue volteado por una coalición de extranjeros y argentinos vendidos y con él haya desaparecido la Argentina soberana y orgullosa, había terminado su cielo y dentro de sus propias filas no surgieron las fuerzas capaces de renovarlo y continuarlo. Pero Ud., a diferencia de estos casos insignes en nuestra historia, con los cuales tiene de común la grandeza, ‘no ha concluido su obra’. La adversidad hizo que quedara a mitad de camino en 1955 la fortuna quiere que, en 1964, todavía cuente con las masas capaces de acompañarlo en la liberación nacional que no tiene otro abanderado posible. Han desfilado todos los políticos y politiqueros que tenía el régimen, todos los partidos, grupos, equipos, etc. y solo un prestigio queda en pie, solo un nombre hace vibrar de esperanza a los argentinos, el suyo. Ud. no es un recuerdo melancólico, como San Martín o Rosas exiliados, sino un hecho vivo y palpitante, con el cual la masa popular se siente obligada, y el cual, a su vez, tiene obligaciones para con la masa popular”.
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La próxima reunión del ciclo de formación se realizará el sábado 25 de febrero, a las 15 horas, y versará sobre “La metáfora de la Casa Tomada”, que involucra la dialéctica civilización y barbarie, ciudad y campo, élites y masas, a lo largo de nuestra historia.
“Tampoco ahí el mito descansa”, alertaron los organizadores del ciclo.
Para anotarse, hay que enviar un whatsapp al 113.023.4316