Hablar de Norman Briski es hablar de arte y compromiso. Hablar con Norman Briski es estar frente a un artista dispuesto a involucrarse y manifestarse al respecto de la realidad que lo rodea. En 1974, el director, dramaturgo e intérprete se vio obligado a abandonar el país, y regresó una década después, incidiendo sus años de exilio en una maduración personal y artística, bajo la cual su concepción del teatro enlaza lo colectivo, lo popular y la militancia, en pos de recrear y concientizar la realidad a través del disparador artístico.

Pensemos, por ejemplo, en su trayectoria al frente del grupo Brazo Largo. O en la fundación de su emblemático Teatro Caliban, inaugurado en 1987, recinto que continúa impulsando la actividad teatral independiente y también la docencia, una faceta que lo apasiona.

Habiendo sorteado tiempos en extremo difíciles de transitar, producto de la emergencia sanitaria que tanto afectara al medio, Norman vuelve a abrir las puertas de su inagotable factoría creativa. Incansable, acaba de presentar en la Biblioteca Nacional su libro “Briski + 5” (Editorial Dapertutto, 2022), y viene de dirigir “La Conducta de los Pájaros” (en co-autoría con Vicente Muleiro), una pieza en donde se revisan hechos históricos a través de un encuentro imaginario, en donde los mecanismos de ficción contribuyen a debatir convicciones y posturas, rescatando fundamentales rasgos identitarios.

Norman, integrante del elenco de la flamante película “Argentina, 1985” (Santiago Mitre), encuentra en la experimentación, en la bohemia y en el factor lúdico indispensables aliados a la hora de fomentar el encuentro teatral. Es un incesante buscador de espacios, herramientas y formas de expresión, al encuentro de renovadores estímulos a la hora de crear; en sus manos el elemento artístico es un instrumento para fomentar el pensamiento. En este momento cuenta con tres obras en cartel, de forma simultánea: “La Medicina – Tomo III”, “Sobre el Hilo” y “9.81″, un proyecto que nació durante la pandemia y que le posibilitó adaptarla al medio audiovisual, para dirigir su primer largometraje.

¿Qué nos podés decir sobre “La Medicina-Tomo III”, tu obra próxima a estrenarse en el mes de octubre?

La obra de teatro pone el telescopio en esta medicina que se ejerce, donde los médicos, que tienen que atender cada quince minutos, se empiezan a poner nerviosos cuando están veinte minutos, y el paciente, que ha sido muy paciente, aún por una obra social, para esperar una hora o una hora y media a ser atendido. Y que la manera de ser atendido es tecnológica, o sea que el clínico de antes, que te palpaba y te quería, se convierte ahora en un derivador de aparatos que miden con cierta precisión y exactitud para ser uno medicamentado compulsivamente, no siendo la medicina de hoy una posibilidad de que alguien atienda a tu cuerpo y que lo conozca. Así es que todas estas distorsiones avanzan a pasos redoblados y hacen que la gente se dedique a durar, en vez de dedicarse a sufrir para tener alguna alegría.

¿Podríamos decir que la medicina mata?

Sí, desde el principio de los tiempos, cuando algunos creyeron que sabían sobre el cuerpo humano y analizaban a los muertos para seguir matándolos a ver si tenían la posibilidad de saber cuáles eran las enfermedades. Hay muchísimos cuadros del siglo XVI, XVII y XVIII que muestran siempre el prestigio/jerarquía/aristocracia de quienes ejercían la medicina. Hay muchas medicinas y en general la idea de la medicina es durar; no vivir, digamos, la intensidad de la vida, sino cómo podemos durar por el gran tema de la finitud. Que no debería ser tan grande el tema, ya que todas las religiones están inventadas para la finitud. Para ‘la inmortalidad’, ‘la trascendencia’ y toda esa cantidad de palabras validadas para no morirse nunca.

Existe cierto aspecto premonitorio en lo plasmado en la obra, respecto a las vicisitudes que hemos atravesado en tiempos de pandemia. ¿Cómo trabajás en esta oportunidad la idea de la aceptación de la muerte y las enfermedades?

Como si la única gran frase que conozco es “se curan solas”, pero las distorsiones que han hecho las sociedades, especialmente con el capitalismo, haría que aparezcan todos los días bacterias más punzantes, virus más virulentos. Está la medicina según cuál te pueden decir “no te calentés” y la otra, que te puede decir “te van a meter cuarenta y cuatro químicas que enferman tanto como la enfermedad que tenes”…la modernidad hace que aparezca una especie de velocidad en la curación, cuyo alto precio se paga.

En otro orden, ¿de qué nos habla tu obra en cartelera “Sobre el Hilo”?

Es más lindo como suena en francés: “Sour le file”. Es, una vez más, el tema del humano en términos de la excepción. Se trata de la conducta excepcional de una nadadora que gana cuando nada. Gana las competencias porque sabe que ella tiene un devenir de una especie acuática y, al mismo tiempo, el ser ganadora en ese injerto de humano con cetáceo tendría otra lógica y otro devenir, otra existencia que, en la obra, por los acontecimientos que atraviesa, va a acercándose a humanizarse y conserva los valores distintos del éxito y del reconocimiento. Es una idea de cómo podríamos aprender fuera de hábitos, costumbres y alienaciones del ser humano de hoy.

Con “9.81” abordás, simultáneamente, el medio teatral y audiovisual ¿Qué representa para vos la concreción de “9.81”, y qué historia se nos narra allí?

La obra ya ha sido superada, por haberla hecho y pensada, creyendo que la inercia era uno de los problemas más intensos que está viviendo la realidad. El tratamiento de la inercia en la obra está también relacionado al miedo al cambio, al terror al cambio, y eso hace que la inercia tenga una duración más, de más tiempo inclusive, referida a la propia inercia…dura más de lo que debería durar.

Podemos indagar en la condición humana situándonos en coordenadas o parámetros históricos, sociales y culturales puntuales, en búsqueda de comprender nuestro comportamiento, en lo individual y en lo colectivo. ¿Cuál es, a tu criterio, el principal problema que enfrentamos?

Arrastramos lo no resuelto históricamente, arrastramos lo no resuelto del amor, del trabajo, el valor o la idea de que no se podría vivir sin cierta inercia. Pero ahora, en estos días, digo, el problema grave no es la inercia sino la gravedad y, probablemente, la próxima obra va a tratar cómo en cada día pesa sobre los hombros la idea de caerse. Me da la impresión de que la inercia delata/denuncia una conducta relativa a la Tierra, a la Galia, y que, quizás, sea resuelto, pero sea distinta en cada planeta.

Si los cuerpos, la materia, tienen la propiedad de oponer resistencia al modificar su estado, ¿cuál es hoy nuestra mayor carencia o incapacidad?

Duelos, reivindicaciones, revoluciones, todo se pospone y la clave de posponer está relacionada al deseo. Cada vez que deseamos posponemos y la clave, no es una clave solamente política, es una clave biológica; porque a un bebé que no le den la teta –que es su deseo- va a expresarlo con toda su potencia, aun cuando se sabe que, cuando se reitera el posponer en un bebé aprende a patetizar su deseo, y esto no es necesariamente posponerlo. La inercia es una materia relacionada a la gravedad, y la gravedad es una cosa relacionada a que vivimos inventando sistemas donde los que no sufren la inercia, porque el deseo lo tienen cercano, son los que, probablemente, se suicidan.

“9.81”, versión película (por Maximiliano Curcio).

Luego de protagonizar casi un centenar de films, con este proyecto, Norman Briski dirige su ópera prima. Curiosamente, la pandemia estimula el deseo de concretar un proyecto postergado. Si bien todo es relativo, lo sabemos, jamás su cuerpo artístico permanecerá en reposo. En continua inquietud, el desafío se convierte una obsesión, y la idea comienza a germinar…

Para el director y dramaturgo, la inercia es una palabra que adquiere feroz aspecto, con respecto a lo atravesado históricamente y en las coordenadas actuales. Somos testigos de un tiempo extraño. Ensaya la palabra escrita una idea sobre la política, y la inercia adquiere forma de ventana para mirar a través de ella nuestra condición. Acumulando víctimas, de la pandemia o del sistema, implacables ambos…nos asomamos a una nueva era, el efecto ‘inercia’ es preocupante. ¿Qué queda en pie después del fin? Cosas demasiado vivas para hacer inercia de lo que pasó. Hagamos memoria, es un instrumento de poder. Valiente es la labor de introducirse en el propio vacío existencial que propulse el andar continuo.

Allí aparece otra palabra que al autor emociona: la gravedad. Entonces, el concepto de la antigua física, la inercia, se multiplica. El presente se complejiza y, en los hechos, más o menos inconscientes, se configura nuestra identidad. Tal vez, fantasmas del pasado; las sociedades no pueden enterrarse.

Con notable hondura filosófica, “9.81” es una producción del mítico Teatro Calibán y, quizás, sea la obra más significativa en su carrera, en palabras del propio autor, quien reflexiona acerca de lo que queda después de ‘lo que fue’, si es que algo, acaso, quedara en pie. La ecuación atañe al amor, a la política y a circunstancias que atraviesan cuerpo y alma de quien confía en que ‘la estela de lo que queda en nuestra vida es imposible de negar y va a existir mientras seamos humanos’. ¿Qué nos otorga semejante singularidad? Entendemos y sentimos lo que significa experimentar la inercia de lo indeseable. En otras palabras, el asunto que aqueja cuando se apaga la máquina porque, a pesar de todo, sigue rodando el deseo. Indetenible. Nos hacemos de paradojas.

La sensación de encierro y opresión que nos transmite el film se ha vuelto algo exageradamente familiar en los últimos años; es la cruel historia que llevamos encima como partícipes de un tiempo extremadamente arduo.

Briski, con belleza y contundencia, apela a una búsqueda conceptual y experimental, prefiriendo la predominancia del blanco/negro para reflexionar acerca de un tiempo hecho de instantes en donde no son los sentimientos los que priman, sino la física, que, con sus leyes, gravita sobre ‘la materia perezosa’. Son las consecuencias imprevisibles del desamor que alimentamos.

“Las ruinas son la inercia de las guerras”, afirma el protagonista de esta película, mientras sublimes soliloquios nos iluminan con maestría, abundantes de profundas verdades que hallarán en la ‘débil naturaleza inerte de la amabilidad’ un acto de traición.

Briski es un experimentador de las formas y su estética nos sumerge en aguas profundas del pensamiento, a lo largo de la hora de metraje. Se nos advierte del entrenamiento que conlleva el equilibrio elástico sobre la inercia de lo previsible, tramando cierta idea concreta de mortalidad (¿la inercia de la locura?, se pregunta el personaje principal). Una idea ni entusiasta ni obediente, tampoco sumisa, ni aún menos independiente, se afirma. La película siembra poderosos interrogantes, apelando a la riqueza discursiva de un Briski agudo y sublime. Hemos nacido para un solo combate, solo resta dar pelea.

Sergio Barattucci encarna de forma magistral el rol protagónico, mientras Martín Martínez, Romeo St. Phard, Tomás Finkel, Guillermo Bechthold, Daniela Colucci, Sofía Molinari, Patricio Bettini y Carolina Vojvoditch completan el elenco de una obra cinematográfica de carácter necesario en su visionado,contando con música original de Martín Pavlovsky.

“9.81”, en versión teatral

Sinópsis: el hombre que está en frenar para neutralizar la inercia, es el protagónico que Sergio Barattucci asume con todo su cuerpo de ingeniero al servicio del hallazgo. Quien arriesga hasta su vida para lograr el cheque y, por incidentes inherentes a la dependencia, decide emanciparse y, en la milonga del encuentro, halla la Margarita bailando y repara su destino de muerte

Ficha técnico artística

Dramaturgia: Norman Briski
Actúan: Sergio Barattucci, Guillermo Bechthold, Daniela Colucci, German Cunese, Tomás Finkelstein, Luigi Longone, Guadalupe Mesples, @wandy_murga, Helena Pérez, Maximiliano Pinget, Romeo Saint-phard
Voz en Off: Norman Briski
Vestuario: Pedro Ventura Briski
Percusión: Tomás Finkelstein
Diseño de escenografía: Norman Briski
Realización escenográfica: Sergio Barattucci, Guillermo Bechthold
Prensa: Carolina Alfonso
Dirección: Norman Briski

Entradas disponibles en: www.alterantivateatral.com.ar