Un general galopando la patria
Ahí galopa levantando tierra, Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, un intelectual recibido en Salamanca, un doctor sin entrenamiento en la guerra, al servicio de una tierra americana en armas. El generalísimo José de San Martín, le habría dicho personalmente en una tienda de campaña, en Yatasto, “Usted es el verdadero cerebro de la revolución”.
Por allí anda galopando la patria, con un grupo de soldados vencidos, que viene de ser derrotado de manera lapidaria en Huaqui, en el Alto Perú, al mando del primo de Belgrano, Juan José Castelli. El gran orador de la revolución que el Triunvirato ya relevó y le abrirá proceso militar. Cabalga la pampa abierta para pelear no sólo contra los españoles, sino contra otro enemigo, bien de acá, el unitarismo porteño, contra los celos y la enemistad de un tal Bernardino González Rivadavia. Bernardino, que como premio tuvo la calle más larga de la ciudad de Buenos Aires. Es este el contexto del general Belgrano, guerreando contra enemigos internos y externos.
Entre el amor, la rebeldía y los enemigos
Es un hombre bajito, y se está haciendo a los golpes como General, inmerso en el torbellino de la historia argentina- que también se hace a los golpes-. Belgrano lucha contra los españoles, ama en secreto a una mujer, a una tucumana aristocrática, prohibida para la moral conservadora, ya casada: María Dolores Helguera, un amor tan apasionado como esquivo. Anda en esa el general, y como si fuese poco, tendrá el gesto de mayor rebeldía, contra el poder central porteño. Crear una bandera, como símbolo de una nación libre.
Como dice el politólogo e historiador Hernán Brienza, en uno de sus textos, la bandera de Belgrano: “es un arma cargada de futuro, la punta de la flecha de esa desobediencia americana que aún hoy, doscientos años después, las principales potencias del mundo intentan domesticar”.
Preocupado, el doctor Belgrano ahora General del Ejército, se expresa en una carta al Triunvirato: “Nos urge un pabellón, las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado”. Paso, Chiclana, Sarratea, y un secretario que será el enemigo interno de Belgrano, Rivadavia. Para el Triunvirato no es tiempo, para la burguesía porteña, con buenos lazos con Inglaterra, tampoco. La declaración de independencia o el mínimo gesto -como una bandera patria- incomodaría a los británicos, socio de la corona española en su lucha contra Napoleón que se expande por Europa.
La Rebeldía de Belgrano y la sanción del Triunvirato
A las 18.30 de aquel 27 de febrero las nubes amenazaban el cielo, mientras el sol caía, y la Batería Independencia estaba sobre el Paraná, soldados a caballo, a unos 600 metros de donde está el monumento a la bandera, junto a mujeres, niños, parroquianos que observaban un acto rebelde que quedó en la historia.
El general Belgrano a caballo, desenvainó su sable y les habló a los soldados de la patria, y dijo palabras que no fueron al azar: “Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur, será el templo de la Independencia y la libertad, en fin, de que así lo jurais decid conmigo, ¡Viva la patria!”.
Los soldados respondieron la arenga y hubo salvas de batería, mientras se izaba la bandera por primera vez. Las mujeres también estaban presentes, aquella celeste y blanca de dos franjas horizontales, había sido cocida por las mujeres de los sectores populares, por las hilanderas de este Pago de los Arroyos.
La noticia descolocará a Rivadavia y los suyos, más cuando Belgrano, como marcaba la tradición de la época, en la Catedral de Jujuy, y con la plaza central llena de soldados y el pueblo norteño entronice la bandera, en presencia del sacerdote Juan Gorriti.
Con furia los unitarios triunviros escribieron: “El gobierno deja a la prudencia de V.S. mismo la reparación de tamaño desorden (la jura de la bandera), pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los intereses de la nación que preside y forma...”
Manuel Belgrano será sancionado, su acto de rebeldía lejos estuvo de ser perdonado por el poder porteño.
Palabras de Cristina Fernández
¿Se imaginan si Belgrano se hubiese excusado, hubiese hablado de las correlaciones de fuerza, y hubiese hecho foco en las imposibilidades por tener que dirigir un ejército que tenía muchas chances de ser derrotado? El coraje, la decisión y la convicción política, también hacen la diferencia. Es en esta lógica que Cristina Fernández lee el legado belgraniano.
El 27 de febrero de 2012, en el 200 aniversario, mientras anochece, de pie y frente al Monumento de la Bandera, la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner hace la siguiente valoración de Manuel Belgrano.
“El que no era militar, sino abogado y economista, no dudó en tomar las armas para defender a la patria, claro que molestaba, le habían ordenado retirarse, si hubiera sido por el Triunvirato batallas como de Salta y Tucumán no hubieran tenido lugar. Fue su coraje, su valentía y su patriotismo, lo que distinguió. Aquello que tiene que tener un hombre, la decisión de defender sus convicciones y sus valores.”