Por Juan Martín Grigera
Anoche volvía en el subte después de un largo día de trabajo, reuniones y estudio, cuando una noticia me golpea el mentón. Todavía procesando el tema de Alberto Fernández, aparece en los medios el tema de Córdoba (evidentemente me niego a nombrarlo tal como es) y uno empieza a sentir una angustia y un dolor insoportable. Me doy cuenta que frente a estas situaciones suelo escribir (en realidad frente a cualquier situación lo hago) y disparo el primer mensaje dirigido a un gran compañero algo más grande y una gran compañera mucho más chica:
“Estoy destrozado, con ganas de tirar todo a la mierda, nos están entrando todas las balas. Nosotros en el piso, revolcándonos entre nuestra propia mierda. Ellos regodeándose, disfrutando, llenándose la boca de nuestra doble moral y nuestra hipocresía.”
Me costó dormir, como si no pudiera digerir este presente que nos toca y hoy tempranito, mate de por medio, me puse a reflexionar lo que pasó, lo que escribí, en definitiva, lo que nos pasa.
Lo primero que se me ocurre es pensar que no fue casualidad el hablar de NOSOTROS y de ELLOS. Muy a pesar de lo que sostienen algunos, soy de los que creen que la grieta no sólo existe, sino que además es necesaria. Conocer a quien está en la vereda de enfrente nos define y en muchos casos hasta nos enorgullece. Aclaro que mi NOSOTROS es mucho más amplio que el Peronismo, es un NOSOTROS que nace desde la solidaridad, de la necesidad de justicia, de concebir que la comida, la educación, la vivienda digna y el trabajo registrado son derechos inalienables del ser humano. Un NOSOTROS inclusivo, que respeta la diversidad y que trabaja día a día para reducir las enormes diferencias que se observan sólo por una cuestión de género. Ese NOSOTROS que defiende a capa y espada que cuando los argentinos y argentinas dijimos NUNA MÁS fue para que sea NUNCA MÁS de verdad.
Viéndolo de este modo, podemos empezar a comprender porque sufrimos y padecemos estos casos de “doble moral”, donde las miserias humanas fluyen en forma contradictoria con el discurso. Para decirlo en términos claros y precisos, para tener “doble moral” es condición sine qua non tener una de ellas buena, la del discurso y la militancia, que llora desconsoladamente cuando aparece, en la realidad de las acciones humanas, la mala.
ELLOS en cambio no tienen ese inconveniente, tienen una sola inmoralidad y son consecuentes en su accionar con ella. ELLOS estafan y matan a familiares o amigo por plata sin ningún remordimiento ni contradicción. Jamás tendrían doble vara por pegarle a su esposa, porque para ellos la violencia de género no existe (es sólo violencia). ELLOS visitan represores en la cárcel y piden su liberación porque siguen reivindicando la Dictadura. ELLOS festejan la reforma laboral porque ahora pueden tener trabajadores no registrados sin pagar multas. En definitiva, a ELLOS la marginalidad y la pobreza no les preocupan, porque pobres hubo siempre y es “natural” que los haya.
Termino estas tontas líneas y me siento un poco más aliviado. Seguiré orgullosamente expuesto a mis contradicciones como ser humano y al peligro de incurrir en la “doble moral”, pero jamás atrapado en la “inmoralidad” de celebrar las injusticias.