Por Lalo Recanatini Méndez
Guan) La "marcha" (?) del sábado 24 en apoyo (?) al "macrismo" tuvo un origen bien orquestado. Desde Madrid, y un par de días antes de la entrada triunfal de los bastones a la plaza, el actor Luis Brandoni y el director de cine Juan Campanella, connotados militantes macristas, oficiaron de influencers de una movida pergeñada por Jefatura de Gabinete. El objetivo final era generar un hecho noticiable que desentierre, al menos por unas horas, la campaña del oficialismo de cara al 27 de octubre.
Chu) La pregunta que flota, que vuelve una y otra vez es: ¿A favor de qué era la marchita? Y la respuesta invariable: A favor de estar en contra del peronismo. El promedio de edad, permite inferir que más de uno era joven o adolescente cuando los bombardeos del 55´. Tal vez hayan llegado a celebrar desde sus balcones "la inminente muerte del tirano" que no fue. Entre las toneladas de corega, bastones y tapados de piel, lo único audible era un bramido selvático contra lo irremediable de ese país que no odian, el país de unos tipos que no están dispuestos a morir de hambre silenciosamente en sus taperas. Los 50 mil gerontes que se congregaron a despedir al ingeniero son una muestra cabal del apoyo a la alianza gobernante. Ni un voto más, ni uno menos.
Tri) Restando la dimensión política del asunto, que no la tiene, concentrémonos en la arista comunicacional de la cosa. Un oficialismo gobernante, en franca decadencia, sostenido en el ring por su propio oponente (Argentina, un caso perdido en el mundo) sin una sola noticia positiva para anunciar, sin capacidad política ni siquiera para hacer cumplir la ley, necesitaba desesperadamente una acción que le permita tirar, cuando menos, un último golpe. Ese fue el objeto de la marchita del sábado. No se asusten almas frágiles y temerosas. No fue política, sino una acción de marketing a muy bajo costo. Marcos Peña tiene una fotito, el presidente se despidió desde el balcón, sin bailecito, hay que destacarlo y la comisión del Fondo Monetario Internacional (sí, justo estaban reunidos un sábado, en Plaza de Mayo y a la misma hora) observaba por la ventana del primer piso del Palacio de Hacienda, como los viejitos van a vivar a su caudillo. . Tal vez algún spot levante alguna imagen de la marchita. No mucho más que eso
For) Concluyendo que todo se trató de un montaje de extras para la campaña de un gobierno que agoniza, lo que haya podido generar de repercusión en los medios, conversaciones en las redes y una foto para que Mr. Macri cuelgue sobre la chimenea al lado de las cabezas de ciervos. Eso. Importante fue la cobertura de los medios no macristas. Amplificar las voces de esos señorones, sus improperios, su violencia, su odio y sus dentaduras postizas harán el resto. Cómo dijo el ex asesor presidencial, Durán Barba, "...fue el reconocimiento de una realidad que las urnas confirmaron plenamente, ampliada por Alberto Fernández, un buen candidato al que no supimos interpretar".
Nos vemos en octubre.
Guan) La "marcha" (?) del sábado 24 en apoyo (?) al "macrismo" tuvo un origen bien orquestado. Desde Madrid, y un par de días antes de la entrada triunfal de los bastones a la plaza, el actor Luis Brandoni y el director de cine Juan Campanella, connotados militantes macristas, oficiaron de influencers de una movida pergeñada por Jefatura de Gabinete. El objetivo final era generar un hecho noticiable que desentierre, al menos por unas horas, la campaña del oficialismo de cara al 27 de octubre.
Chu) La pregunta que flota, que vuelve una y otra vez es: ¿A favor de qué era la marchita? Y la respuesta invariable: A favor de estar en contra del peronismo. El promedio de edad, permite inferir que más de uno era joven o adolescente cuando los bombardeos del 55´. Tal vez hayan llegado a celebrar desde sus balcones "la inminente muerte del tirano" que no fue. Entre las toneladas de corega, bastones y tapados de piel, lo único audible era un bramido selvático contra lo irremediable de ese país que no odian, el país de unos tipos que no están dispuestos a morir de hambre silenciosamente en sus taperas. Los 50 mil gerontes que se congregaron a despedir al ingeniero son una muestra cabal del apoyo a la alianza gobernante. Ni un voto más, ni uno menos.
Tri) Restando la dimensión política del asunto, que no la tiene, concentrémonos en la arista comunicacional de la cosa. Un oficialismo gobernante, en franca decadencia, sostenido en el ring por su propio oponente (Argentina, un caso perdido en el mundo) sin una sola noticia positiva para anunciar, sin capacidad política ni siquiera para hacer cumplir la ley, necesitaba desesperadamente una acción que le permita tirar, cuando menos, un último golpe. Ese fue el objeto de la marchita del sábado. No se asusten almas frágiles y temerosas. No fue política, sino una acción de marketing a muy bajo costo. Marcos Peña tiene una fotito, el presidente se despidió desde el balcón, sin bailecito, hay que destacarlo y la comisión del Fondo Monetario Internacional (sí, justo estaban reunidos un sábado, en Plaza de Mayo y a la misma hora) observaba por la ventana del primer piso del Palacio de Hacienda, como los viejitos van a vivar a su caudillo. . Tal vez algún spot levante alguna imagen de la marchita. No mucho más que eso
For) Concluyendo que todo se trató de un montaje de extras para la campaña de un gobierno que agoniza, lo que haya podido generar de repercusión en los medios, conversaciones en las redes y una foto para que Mr. Macri cuelgue sobre la chimenea al lado de las cabezas de ciervos. Eso. Importante fue la cobertura de los medios no macristas. Amplificar las voces de esos señorones, sus improperios, su violencia, su odio y sus dentaduras postizas harán el resto. Cómo dijo el ex asesor presidencial, Durán Barba, "...fue el reconocimiento de una realidad que las urnas confirmaron plenamente, ampliada por Alberto Fernández, un buen candidato al que no supimos interpretar".
Nos vemos en octubre.