Foto: 0KM Prensa

Llevando a cabo funciones en simultáneo en las salas El Vitorial y El Vitral, “Kapuska: un peronista suelto en Moscú” estrenó durante el pasado mes de mayo y ya comienza a transitar una incipiente gira que tuvo su primera parada fuera de C.A.B.A. en el Cine Teatro Victoria de Berisso, localidad de fuerte arraigo peronista. El regreso a esos orígenes es mucho más que geográfico: desde el kilómetro cero del peronismo, Berisso y Ensenada marcharon hacia Plaza de Mayo en aquel histórico 17 de octubre.

La obra, protagonizada por Carlos Belloso, José Luis Arias, Beto Bernuez, Eduardo Marcos y Alejandra Oteiza, nos retrotrae a mediados de los años cuarenta, cuando Juan Domingo Perón instaurara la figura de agregado obrero en las embajadas del mundo. Allí aparece Pedro Conde Magdaleno, protagonista fundamental del presente relato. Por entonces dirigente del Gremio de panaderos, pasteleros y afines, persiste como un personaje desconocido, acaso desdibujado, de la historia no solo peronista sino argentina.

‘Kapuska’ (palabra que en ruso significa “cabeza de repollo”) es también ese hombre: gran líder de masas, un peronista de ley que, junto a su mujer, sus hijos y su doctrina, parte rumbo al paraíso de los trabajadores. No todo resultará como esperado: en Moscú se sentirá un extraño, vulnerable a la delincuencia y las hostiles condiciones climáticas. Conocerá fábricas donde se trabaja de forma insalubre, también padecerá la realidad de niños y mujeres en pésimas condiciones de subsistencia. En Argentina, esto era muy distinto. Y, por si hiciera falta anoticiar a algún desmemoriado, nos recuerda algunos de los muchos derechos instaurados por Perón. Seguridad, bienestar, prosperidad y condiciones dignas para todos los trabajadores. Un modelo de nación que se adaptará a distintos contextos políticos e históricos, preservándose hasta hoy.

Un peronista sin derechos en un gobierno totalitario camina las inhóspitas calles de aquella ajena ciudad, sufriendo en carne propia la viva hipocresía de un régimen monopólico, dónde todos los días se muere de frío. Así tomará noción de un sistema nefasto: esto también es Rusia. Porque, en el fondo, todo sistema es opresor. Protagonista de un hecho internacional grave en tiempos de la Guerra Fría, se convierte en testigo —y víctima— de un sistema que defraudará sus convicciones. Pedro se pregunta: ¿Qué queda hoy de la utopía peronista? ¿Aún existen ideales? Mientras las bases del peronismo enfrentan los totalitarismos de la fría Europa, la pantalla ubicada detrás del escenario proyecta postales de época que acompañan el devenir de una misión hecha por obligación ética y amorosa. Durante una hora y quince de duración, el disparate surte efecto en la conjunción de espionaje y emoción. Cuatro ideologías y cuatro idiomas distintos persiguen, juntos, el mismo camino de salida.

El milagro de la actuación se consuma a cada instante: el inmenso Belloso —también director general de la propuesta— recurre a recursos de clown para hacernos descostillar de risa. Kapuska, no piensa dar el brazo a torcer, entonces acciona por sentimiento y sentido de dignidad. La lucha es por los que vienen, porque cuando la justicia social no existe -diría el General- es menester de un hombre hacer lo que sienta que debe. Y preguntarse: ¿Es posible otra Argentina? ¿Es posible, acaso, pensarla de pie? ¿Qué será del país cuando vuelva el General? Corren tiempos de proscripción y el fantasma rojo del comunismo sobrevuela…

Con dramaturgia de Florencia Aroldi y Max Delupi, y dirección de Hernán Jiménez, “Kapuska” rescata lo valioso de luchar por firmes convicciones. Reivindica al peronismo como una fuerza que no se ubica ni a la derecha ni a la izquierda. Su líder es intocable y distinto a todos. La Unión Soviética no entendería, aunque Pedro Conde Magdaleno no se cansó de gritarlo a viva voz. ¿Quieren saber quién es Perón? Perón es la levadura del pueblo.