"Y si mi lengua de fuego no tiene ni un pelo
Y no te gusta que cuente la realidad"
(La Renga)
El resultado electoral es elocuente. Dos años después del triunfo del Frente de Todes (FDT), instrumento político que construyó Cristina en su rol de conducción estratégica, el campo popular recibió una derrota catastrófica. Es cierto, la pandemia no estaba en los planes de nadie y la herencia del macrismo es enorme; pero la única verdad es la realidad. Millones de argentines no fueron a votar, y muches de quienes en 2019 apostaron al gobierno de Alberto Fernández hoy dudan en darle su apoyo.
Como siempre, la pregunta de la militancia es: qué hacer. Qué hacer para evitar el retorno del neoliberalismo en 2023, qué hacer para lograr la felicidad del pueblo, qué hacer para profundizar la organización popular, qué hacer para cumplir con el contrato electoral que firmamos con la ciudadanía hace apenas dos lustros.
"Si uno no sabe cómo llegó es probable que tampoco sepa como ir", dijo CFK a fines de 2020 en el Estadio Diego Armando Maradona de la Ciudad de La Plata ante la plana mayor del FDT. Una lectura incorrecta de la victoria en 2019 puede llevar a que se repitan los resultados de las PASO de hace unas semanas y que la experiencia política que se inauguró con la consagración de Alberto como presidente, naufrague.
Ver base para apreciar; apreciar base para resolver; y resolver base para actuar. Estamos a tiempo, esto recién empieza.
Unidad suma cero
En abril de 2016, mientras el poder concentrado intentaba encarcelar a Cristina, el Partido Justicialista (PJ) buscaba una nueva unidad sumando a Sergio Massa, a gobernadores, sindicatos. Retazos del campo popular que habían abandonado al gobierno a partir de 2008. El PJ Nacional renovó sus autoridades ofreciéndole a Cristina apenas un puñado de cargos menores. Querían encanar a la líder popular más importante del siglo XXI en la Argentina, y una porción importante de su propio partido político parecía no acusar recibo.
¿Qué respondió CFK? En una conversación con Oscar Parrilli, con su teléfono pinchado por los servicios de inteligencia, dijo: “Que se suturen el orto”. Entonces, ¿Cristina estaba en contra de la unidad? No, bajo ningún concepto. El kirchnerismo buscaba la unidad del campo nacional, pero no una unidad politiquera, vacía y sin sentido, sino una unidad para -en palabras de John William Cooke-, “dar las grandes batallas por la soberanía nacional y la revolución social”.
La unidad que se comenzó a gestar en 2018 tuvo componentes muy distintos a la que se ensayó en 2016: la movilización contra el macrismo, la puesta en valor de la experiencia kirchnerista, la autoestima de haber gobernado por y para el pueblo, la centralidad de Cristina como conducción estratégica del Movimiento Nacional Justicialista. Esa fue la unidad que triunfó en 2019, no la unidad de la autocrítica de 2016.
Sin embargo, el FDT, ya instalado en Casa Rosada, pareció haber leído de forma incorrecta el sentido de aquella unidad política. Un sector pide un Ministerio, otro una Secretaría, otro una Dirección Nacional, aquel quiere un lugar en una lista. Tal organización reclama por una demanda, tal gremial empresaria pide exenciones, aquella corporación pide que no se confronte tanto.
Le damos a todo el mundo lo que todo el mundo pide, contenemos a cada grupo, a cada dirigente, tratamos de que nadie quede de garpe, o lastimado. Finalmente, se da un resultado paradójico: la única forma de que nadie se enoje es que nada cambie, que todo siga igual.
Una unidad suma cero donde los equilibrios, las compensaciones, el reparto del poder que hay impide la creación de nuevo poder, la convocatoria a la participación y la militancia, la ampliación de los márgenes de maniobra del pueblo.
El acontecimiento es el kirchnerismo
Dijo alguna vez Jorge Luis Borges que al antiperonismo no lo unía el amor, sino el espanto. El resultado electoral de las PASO 2021 creemos, se funda en una lectura errónea sobre qué tipo de unidad encarna el Frente de Todes.
¿Ganamos en 2019 tan solo porque nos unimos, o jugó algo más? ¿Cuál es el gran factor aglutinante de nuestro proyecto político, el espanto al macrismo o el liderazgo de Cristina? ¿Cuál es el punto de acumulación? ¿Desde dónde se marca el rumbo? Si estamos juntes solo porque los de enfrente son malos, muy malos, estamos condenades a desvanecer en la irrelevancia. La ausencia de Mal no es necesariamente el Bien.
En el mundo, lo normal es Macri. Lo normal es que gobiernen los poderes concentrados a través de sus títeres políticos. Lo normal es el ajuste, la concentración, la desigualdad, la represión, la precarización de la vida. Lo normal es el neoliberalismo. En cambio, lo singular, lo extraordinario, lo potente y transformador fue, es y será el kirchnerismo. O el peronismo, que en este caso sería lo mismo. Perón distinguía al pueblo de la masa. Una masa es atomizada, disgregada, caótica. Un pueblo está organizado, tiene una doctrina y sobre todo una conducción.
El acontecimiento político de nuestro tiempo se llama Cristina y la organización popular que emana de su creación de pueblo, de su vínculo con la masa que deviene en pueblo a través de la conducción. Nuestra razón de ser no es evitar lo malo, sino construir lo bueno. No defendernos, sino atacar. No frenar los retrocesos, sino avanzar.
Es urgente y necesario que el FDT en su conjunto escuche decididamente la voz de Cristina, que es lo mismo que escuchar la voz del pueblo. En sus discursos y sus cartas del último año está la más acabada explicación del resultado electoral de septiembre y la más precisa hoja de ruta para revertirlo. No hay que hacer más que leer y escuchar su palabra profética que marca un rumbo claro y conciso para honrar nuestro compromiso con el pueblo.
Es realmente sencillo: un gobierno que funcione, una voluntad política que se anime a más, que escuche el malestar en nuestro pueblo y responda en consecuencia. Un gobierno militante, porque para el ajuste ya existe el neoliberalismo. No vinimos a la política para administrar lo que hay, sino para cambiar la realidad. Y tampoco hay que inventar la rueda. Lo hicimos antes, y hay que volver a hacerlo.
Lo que fue, no fue magia, y lo que viene tampoco lo será. El tiempo extraordinario que comenzó en la Argentina con la llegada del kirchnerismo, ese acontecimiento inesperado que permitió el tecnicolor de los días felices y que convocó a miles y miles de personas a la militancia perdurará en el tiempo si lo reafirmamos en cada acción política, en cada decisión militante, en cada acto de gobierno. Tuvimos la fortuna de ser contemporáneos de Néstor y Cristina, y tenemos la enorme responsabilidad de que su potencia perdure en el tiempo. Su luz sólo ilumina si continuamos creyendo en ella, si somos leales a ella. En otras palabras, sólo la organización (del acontecimiento) vence al tiempo.
La hora de la calle
El poder que le faltó al gobierno en estos dos años fue el poder de la movilización. El poder del pueblo en la calle que apareció de manera fugaz el 17 de octubre del 2020, un mes después con el día del militante peronista, y durante la aprobación de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (ILE). Las medidas de cuidado nos restringieron durante largo tiempo, pero hoy que la pandemia ha cedido ante la exitosísima campaña de vacunación organizada por el Gobierno nacional, podemos permitirnos desplegar la potencia militante en todo su esplendor.
Pues bien, se acabó el aislamiento popular. Es momento de volver a la calle y hacer la más grande demostración de conciencia cívica de la que tengamos memoria. Una gran movilización popular que surja de las entrañas del subsuelo sublevado, que provenga de lo profundo de nuestra patria, que recorra cada calle, cada esquina, cada barrio, cada pueblo, cada ciudad. Las condiciones son adversas, pero también lo eran el 17 de octubre de 1945, también lo eran el 17 de noviembre de 1973, también lo eran en marzo de 2008, en diciembre de 2015 o el 13 de abril de 2016. La correlación de fuerzas es adversa. Es hora de revertirla como mejor sabemos hacerlo: en la calle.
Salir a la calle para demostrar que el pueblo vive y está dispuesto a luchar. Salir a la calle para decir que si los números sólo cierran con la gente afuera, tenemos que cambiar los números. Salir a la calle para mostrarle a los poderes concentrados, al Fondo Monetario, a los imperios y las corporaciones que la Argentina se está poniendo de pie y no será doblegada. Salir a la calle para pedir por la libertad de Milagro Sala, para ponerle fin a la persecución canalla y reformar el Poder Judicial de una vez por todas. Salir a la calle para que nuestros pibes tengan qué comer. Salir a la calle para decirle al Presidente que acá estamos para bancar la parada, como siempre. Salir a la calle para decirle a Alberto que se anime, que vaya a fondo, que se la juegue una vez más junto a Cristina.
No es momento de excusas. Si no salimos nosotres, tarde o temprano nos encontraremos que alguien más copó la calle, que ahí se dice algo que no sabremos interpretar y nos preguntaremos qué pasó. Estamos a tiempo de evitarlo y de retomar decididamente el sendero al que nos convoca Cristina. Nuestro pueblo está sufriendo y es nuestra responsabilidad poner el cuerpo.
Volvamos a la Plaza. Porque la Plaza es de las Madres y no de los cobardes.