Por Manuel Dios Cedrés
“Algunas cosas
no se arreglan desde afuera
se arreglan acá
y nada más…”
Cruces y flores, Civilización (Los Piojos)
Ya pasó casi una semana desde que el pueblo argentino, que a mi gusto casi nunca se equivoca, eligió a Javier Milei para que sea presidente desde el 10 de diciembre. Esto quizá no me impactó tanto, porque intuía que no ganaríamos el balotaje. Y eso tiene una sola explicación: lo que más le importa a la mayor parte de la sociedad es llegar a fin de mes, y lo cierto es que nuestro gobierno del Frente de Todos no cumplió esa expectativa, ni otras.
Es cierto que veníamos de un gobierno nefasto, como el de Macri, quien nos volvió a endeudar como el deudor más pertinaz del FMI, como también es cierto que hubo una pandemia en el medio, y una guerra y una sequía, pero poco importa porque en el 2019 prometimos volver mejores y no lo hicimos.
Siempre me pregunté qué era volver mejores, si al fin y al cabo, sin echarle la culpa a nadie, estuvimos casi cuatro años con internas feroces, y en muchos de los casos, sin sentido. Porque mientras Alberto y Cristina se tiraban con todo, mucha gente sufría graves problemas económicos. Y eso hizo que un tipo como Milei, diciendo locuras, le llegue al votante pobre.
También creo hay que hacer un mea culpa de desde la militancia, ya que muchas veces se cantó que si la tocaba a Cristina se iba a armar quilombo, y hace más de un año, los que ahora van a gobernar el país la quisieron asesinar frente a las cámaras, y no hubo ningún quilombo.
A su vez también creo que hubo muchos de nosotros que dudaban en votar a Massa porque seis años atrás fue un traidor, y entiendo perfectamente el porqué. Pero también es cierto que del otro lado nos tratan como si fuésemos sus enemigos y a los pocos días de que el futuro presidente le diga tira bombas a una candidata al cargo presidencial, se juntaron y nos ganaron en las urnas.
Por eso creo que muchas veces, aunque cueste, tenemos que dejar los egos de lado, y lo más esperanza me despertó, en la campaña, fue el llamado a la Unidad Nacional.
No tenía pensado escribir sobre el resultado de las elecciones, pero en estos días crucé mensajes con gente que quiero mucho y ahora estoy en medio de una incertidumbre sobre el futuro que es peor que el miedo. Se trató de dos situaciones: un audio que me llegó de una amiga, el lunes al mediodía después de la elección, quien lloraba de angustia porque no sabía qué iba a pasar con ella, y eso me partió el alma, porque pude sentir el dolor que estaba sintiendo. Y la otra es la charla tuve con mi hermano de toda la vida, laburante del CONICET, que me dijo yo creía que podía ser de los primeros en ser echados.
Para cerrar: gracias a la familia en la que me crié, que me enseñó que es más importante lo colectivo que lo individual –y es por eso que estoy sufriendo en este momento-, en los próximos años vamos a dar la pelea desde el lugar que nos toque, porque si algo aprendí de las luchas de mi abuela, a quien la dictadura le chupó parte de su familia, es que en ninguna circunstancia hay que bajar los brazos