Cuarenta años atrás. A Graciela Daleo la buscaron en Capucha. Le sacaron el tabique de los ojos y las esposas. Le dieron maquillaje. Y ropa del Pañol. Iban a festejar. Cruzaron Avenida Libertador, siguieron hasta Cabildo. La animaron a que se asomara por el techo del auto. Vio la exaltación triunfalista de la Dictadura, el jubileo de nacionalismo condensado en el evento deportivo más significativo de la cultura popular de los argentinos y las argentinas. "Si ahora grito que soy una secuestrada, nadie va a escucharme", pensó.
Un rato más tarde, los oficiales del Grupo de Tareas 3.3.2 se sentaban a la mesa de unos de los restaurantes más caros de Buenos Aires con Graciela y otras detenidas desaparecidas. Se lucían con ellas, con su juventud. También gozaban del sometimiento que implicaba tenerlas ahí, en el epicentro de los festejos, de gentes con sus familias, sus banderas. Ellas volvían a dormir a la ESMA. Volvían a los traslados, a las vejaciones. Al fin y al cabo, la violencia sexual no es un acto erótico de la libido. Es un acto del poder, sentencia Rita Segato. Daleo pidió ir al baño. Sacó un rouge rojo carmesí de la cartera y escribió en el espejo "milicos asesinos". Esa fue su resistencia ante la ceguera que acosó a gran parte de la sociedad argentina en 1978. Porque también lxs hubo aquellxs que salieron a la calle porque era territorio prohibido, porque gritar y marchar era romper la censura y el terror.
Cuarenta años más tarde, el Mundial nos asalta en un contexto económico que, como con una cinta de Moebius, repite las mismas recetas que la Dictadura instaló a fuerza de desapariciones y campos de concentración: FMI, despidos, ajuste fiscal, bicicleta financiera, congelamiento de salarios y jubilaciones, inflación, devaluación. Presos políticos, censura. Neoliberalismo al palo.
Si los romanos creían que el Coliseo era pan y circo para mantener adormecida a la plebe, es probable que la Alianza que gobierna hoy la Argentina vea en el Mundial un punto táctico distractivo de la crisis, que crean que les pueda jugar a su favor. Lo mismo decían del programa Fútbol para todos, “pan y circo populista”. En su momento, Cristina Kirchner proclamó que estábamos recuperando los goles que nos habían secuestrado. Difícil analogía, por la que fue duramente criticada. Pero lo que ella denunciaba era la censura que implicó privar a buena parte de la población de la alegría, de palpitar esa pasión de multitudes que también tiene que ver con la dignidad del acceso al entretenimiento, al disfrute.
Cabecitas paternalistas que ven con condescendencia a los sectores populares solamente si sufren, si padecen. “Ustedes son merecedores de mirar por la tele las tribunas rozagantes de hinchas compenetradxs con el partido, pero hasta ahí nomás.” Precisamente ahí radica la persecución política y judicial que sufre hoy Víctor Hugo Morales por haber osado, en el año 2000 -año caliente para los argentinos y argentinas-, transmitir fragmentos de la final intercontinental entre Boca y el Real Madrid. Es también la misma y exacta ecuación de dar una limosna sintiendo pena, pero vociferar que #vagosychoriplaneros si asoma una antena de DirecTV en alguna villa.
En la Argentina el fútbol también es Patria. Existe cierto progresismo que juzga desde un tribunal ético a quien se atreva a “distraerse” con un Mundial. ¿Quién levanta la vara para medir qué puede darnos placer y qué no? No queremos solamente que no nos maten, queremos una vida libre y deseante, repite como mantra el Movimiento de Mujeres, convirtiéndose una vez más en la punta de lanza de los reclamos por nuestros derechos.
Incluso Christine Lagarde, Presidenta del Fondo Monetario Internacional, se permitió correr por izquierda al actual Ministro de Hacienda Nicolás Dujovne. “Estás un poco corto de mujeres”, ironizó cuando él le presentaba al equipo, integrado exclusivamente por varones, que lo acompañó a Washington para negociar los términos de la deuda.
Paradójico que la autoridad de un organismo que no tiene prurito en dictar los lineamientos de una política económica adversa y perjudicial para los sectores más vulnerados, y en particular con un impacto diferencial para las mujeres, corra por izquierda (¿corre por izquierda?) al representante de un gobierno que intenta capitalizar las luchas de un feminismo cada vez más pujante por su explosión de masividad, su convocatoria, y fortaleza.
Es precisamente la Alianza Cambiemos la que decide poner en la agenda del Congreso el debate por la legalización del aborto, compelido por el trabajo incesante de las pioneras en la lucha por el aborto en la Argentina. Una ley que, de aprobarse en el Senado, implicaría un avance fenomenal en los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, además de la salida de la clandestinidad, las muertes precarias, y la maternidad como un mandato natural e irrenunciable.
Sin embargo, el ingreso del FMI en los asuntos político-económicos del país, con el ajuste consecuente, va a impactar de forma directa en la aplicación de una legislación que necesariamente va a requerir la disposición de recursos por parte de un Estado que insiste en seguir achicando su función social. Esa falsa sororidad de Christine Lagarde no puede entonces ser más que una hipocresía violenta y descarada que poco tiene que ver con las luchas feministas.
El debate por la legalización del aborto coincide temporalmente con el desarrollo del Mundial de Fútbol. ¿Logra un Mundial solapar el contexto político y económico crítico de un país? Todos los gobiernos creen especular con eso, y sin embargo, a las historia nos remitimos para desmentirlo.
La Dictadura cívico militar no pudo evitar la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el ´79, del mismo modo que Alfonsín cayó después de que la Argentina triunfara en el ´86 de la mano de Dios. Las consignas y cantitos en contra de la Dictadura empezaron justamente en las canchas, bastiones de la cultura popular, al igual que el “hit del verano” -Mauricio Macri la puta que te parió-. Una cultura popular que sin dudas observa formas de resistencia ante gobiernos opresivos, pero de la que no puede dejar de señalarse el machismo que emana de ahí, incidiendo de modo inevitable en la construcción de un imaginario social que refuerza y reproduce estereotipos y expectativas que pesan como bloques de acero sobre los géneros.
El “folklore” futbolístico que exhibió la publicidad de TyC Sports (dada de baja a las pocas horas), fue en realidad un conjunto de escenas de discriminación explícita, que en un intento de producir un mensaje transgresor e incluso de denuncia de la situación de la comunidad homosexual en Rusia, cae de lleno en estigmatizaciones pueriles y vacías. Una cofradía de varones futboleros, en la que el homoerotismo es permitido incluso como signo de virilidad, pero en donde ningún puto puede entrar. Porque no, porque incomoda, porque pone precisamente en duda la virilidad del resto. Esa misma cofradía que no vacila en arrojar de la tribuna a un hincha del equipo contrario, produciéndole una parálisis cerebral seguida de muerte, como sucedió hace unos meses durante el clásico de Talleres y Belgrano, en la provincia de Córdoba. Violencia que también es de género cuando la operatoria que se realiza es someter a prueba el mandato de masculinidad, en función de mantenerse miembro de la corporación.
Bajo esa lógica, en el marco de una charla para dirigentes, entrenadores, jugadores y periodistas que concurren a la Copa del Mundo, la Asociación de Fútbol de Argentina, distribuyó un manual con consejos para “tener una oportunidad con una chica rusa”. Para la AFA es todavía necesario aclarar que hay que tratar a la mujer “como alguien de valor, con sus propias ideas y deseos”. Algunos hinchas argentinos se lo tomaron a pecho, y violentaron a mujeres rusas, engañándolas y humillándolas, en videos que se viralizaron, aunque no tanto por la “vivada”, sino con un sentido de denuncia y condena social.
Pareciera que en los contextos futbolísticos las mujeres quedamos relegadas al rol de promotoras que posamos exuberantes detrás de los jugadores al final del partido, o quizás a las preguntontas que no logran entender en qué consiste la posición adelantada, o mejor aún, a las que se dedican a hablar de los abdominales del 19 de Islandia.
Cuando una mujer incumple esos mandatos, puede correr el mismo destino que Eva Analía “Higui” De Jesús. Higui, apodo que lleva en honor al arquero colombiano René Higuita y porque es arquera y fanática del fútbol, fue atacada en octubre de 2016 en el Partido de San Martín (Provincia de Buenos Aires) por una patota de diez varones que hacía años la perseguía por prejuicios por su orientación sexual. Para defenderse de una violación “correctiva” que pretendía “hacerla mujer”, ella mató a uno de sus atacantes con un cuchillo. Higui estuvo presa injustamente en el penal de Magdalena, en Provincia de Buenos Aires, durante más de 200 días. Hace unos días, ya en libertad, festejó su cumpleaños 44 con un picadito de fútbol, en la plaza junto al Hospital Garrahan. La leyenda que se leía en la instalación del escenario rezaba “nuestra venganza es ser felices”.
¿Cuál es el lado B de las mujeres en el mundo del fútbol? Esa invisibilización que opera en el ámbito de la política, la literatura o cualquier otro espacio público donde se dispute poder, también tiene su eco en el deporte.
Hace unas semanas, unas amigas crearon el grupo de WhatsApp “Mundial 2018”. Ocho mujeres que desde la Copa del Mundo 2006 nos juntamos religiosamente a ver los partidos. Y a comer. Porque #putitasgolosas antes que nada. Son encuentros que se viven con pasión, risas, y mucho agite. Pero especialmente son espacios libres de mandatos, para hacer y decir sin ataduras ni miedo a la incorrección.
La relación de las mujeres con el fútbol se transformó. La exclusividad masculina en esos lares va perdiendo hegemonía. Hoy las mujeres jugamos al fútbol, nos calzamos las canilleras, metemos, trabamos. Y disfrutamos de eso. También salimos a la cancha para comunicar: en 2010, durante el Mundial de Sudáfrica, las periodistas acreditadas fueron dos, en Brasil 2014, cinco. En Rusia superan por primera vez los dedos de una mano.
La marca de rouge en el espejo, en la pelota, en el pasto. Nosotras también jugamos. En estas semanas, tendremos el partido más importante. El 8 de Agosto el Senado va a debatir la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Ya metimos un primer gol: el proyecto no va a pasar por la comisión de Presupuesto, que preside el autor del poema al feto. Tenemos una hinchada infinita, empoderada, vestida de verde. Y con toneladas de glitter.