Visionaria obra autoría de un referente de nuestro teatro como Mauricio Kartun, “La Madonnita”, fue reestrenada veinte años después de su concepción, en el distinguido Complejo Teatral Ítaca(Humahuaca 4027, Abasto, CABA), con dirección de Malena Miramontes Boim. Tres años de ensayos solventan la enorme labor de investigación tras un proyecto pospuesto por la emergencia sanitaria recientemente atravesada. Luego de presentarse durante cuarenta funciones agotadas durante la temporada 2022, la pieza regresó nuevamente a los escenarios porteños, interpretada por Natalia Pascale, Fito Pérez y Darío Serantes.
“La Madonnita” se interna en el ambiente de la fotografía de principios de siglo pasado: un estudio de revelado funciona en un altillo de Parque Lezama; allí se exhiben fotos pornográficas próximas a ser comercializadas. Los dispositivos activan ciertos negocios subterráneos de la perversión. La obra realiza una semblanza de antiguos emprendedores del oficio, quienes, a la manera de retratistas pintores, se abocan a la concepción de la imagen erótica. En un cuarto privado, la luz cobra entidad de presencia divina. El ojo del observador invade la intimidad de su objeto de deseo. Es la artesana y mística labor de un taxidermista, acaso la alquimia del acto artístico, en busca del detalle preciso, obsceno, morboso: un pezón, un rubor, un lunar, una erección. Congelar, capturar y multiplicar el instante perfecto del sketch erótico.
Es hora de buscar el momento exacto, entre las motas de polvo suspendidas en el aire. La mirada escudriña un obsceno primer plano. El grano expandido mostrará todo lo que no se deba de la anatomía, a medida que el ingrediente nostálgico otorgue expresión estética a la emulsión negativa. La imagen falsea la realidad, lista para reproducir en cantidades ese tesoro profano de hombres solos, acompañados únicamente por su imaginación. Dueños de esa clase de fotos de cuerpos traficados para mirar y guardar entre los pliegues del pasaporte. ¿Cuál es la mejor forma de recordar a esa mujer con tal de creerse que se la pudo poseer? Todo es cuestión de subjetividad…en la habitación contigua, rollos y revelados se amontonan.
El universo poético se expande en tamaño y calidad: la iluminación escenográfica se convierte en soporte para la fotografía. Mediante un notable trabajo a cargo de Micaela Sleigh, y una acertada recreación de vestuario por parte de Cecilia Gómez García, viajamos en el tiempo hacia el núcleo de una obra con perspectiva de género. En dicha condición y con pionera perspectiva, reside la aguda, certera y siempre atenta mirada de Kartun, quien, radiografía a la perfección el contexto social y cultural de la época, adelantándose varios años a la denuncia de la explotación sexual, la privación de la libertad, el maltrato psicológico, la cosificación y la banalización de lo erótico. Imágenes de mercancía para garitos y prostíbulos, como elemento fundamental para la foto que más cotiza y más calienta. Nos enfrentamos a un problema de luz, de mando y poder. La dramaturgia pulsa el botón indicado mientras pone el acento en lo moral. La traslación temporal nos devuelve la lucha de hoy como contrapartida y compensación a aquellas voces silenciadas.
La dificultad motriz y el mutismo describen la condición de una mujer nacida a comienzos de siglo XX. Su rebeldía contenida se pronuncia sobre el acto abyecto. Recurriendo al grotesco criollo y a los modismos propios del contexto, el humor, en su justo tono, pone de manifiesto lo terrible y desgraciado de la situación. El descubrimiento del cuerpo de una mujer cobra tono controversial. Tomamos dimensión de la imagen viva postergada en un cuadrado de papel sensible: la mujer objeto, de brazos de uno en brazos de otro. ¡Cuánta falta de amor profundo con la cama tan caliente! Porque el amor no se negocia y el valor no se regatea. Tiempos de matar, perseguir, encasillar. Resuena en el presente el machismo rancio de antaño, la lucha y el avance del feminismo conquista derechos ante cercenados.
La pieza aborda espacios culturales vigentes y predominantes, indagando en la desigual posición de mujeres y varones de la época, como constituyentes de un tejido social en completa inequidad. La mirada social se expande sobre un barrio de canallas, malevos e inmigrantes. El contexto de época desliza su parecer respecto a la discriminación: corren tiempos de sumisión y en la conversación mandan dos hombres de armas tomar. La discusión puede salirse de cauce demasiado pronto. Un disparo, el filo de un cuchillo. O, simplemente, las palabras, De esas que hacen doler, por arrebato: el ser humano compite con su semejante; por una mujer, o su idealización. Fotógrafo y comerciante son dos caras opuestas de una misma moneda.
“La Madonnita”, interpretada por un solvente trío actoral, desnuda las formas opresivas de la masculinidad. ¿Con qué ojos miraríamos en la actualidad a Filomena? En el altillo, se respira la sordidez que se esconde entre cuatro paredes. El encierro decadente reformula deseos y fantasías del trabajo sexual con fines artísticos. Como forma sobre fondo, las manos hacen un hueco para conservar aquello que más se añora. Pero, como todo objeto artístico, la mirada del espectador renovará el sentido. La pluma de Kartun ya se encargó de friccionar contra las telas ultrajadas. Vemos a contraluz la marca de la violencia ayer ejercida.