Por Karina Muzzupappa

Las cosas que se caían y hacían ruido, las botas que pisaban fuerte arriba de mi cabeza y las voces gruesas. Papi me había dicho mil veces que no hiciera ni un ruidito, que cuando llegaran me escondiera en el sótano que él me iba a venir a buscar cuando se fueran. Pero no quería escuchar y canté en voz bajita, ni yo me escuchaba de tan bajito, “estaba la paloma blanca, sentada en un verde limón”, los gritos de mamá y papi que se quejaba mucho, seguro le dolía algo. Quería salir, pero le hice caso a papi, total cuando se fueran él me prometió que me vendría a buscar y seguí cantando en voz bien bajita, ahora la muñeca vestida de azul y los gritos y la farolera que tropezó y papito que cada vez le dolía más y la marinerita y las voces gruesas y un auto que se fue rápido rápido y nada más.

Un silencio como un globo grande, finito, tirante, un silencio enorme que no se terminaba. Me quedé esperando, total papito me había prometido que cuando se fueran me iba a venir a buscar.