La fiereza de Rivero
Un 3 de enero de 1833 el engreído capitán John James Onslow pisó Puerto Soledad, y a su antojo dominó hombres y territorio, ante la ausencia del gobernador de las islas Luis Vernet, que estaba en Buenos Aires; había sido nombrado por el gobierno argentino. Rápida fue la renuncia de su segundo, de apellido Pinedo. Onslow dejó a cargo al inglés Mathew Brisbane y al francés Jean Simón. Meses después Antonio Rivero junto a José María Luna, Manuel González, Luciano Flores, y los hermanos Marcos y Godoy Latorre, y Juan Brassido, empezaron a matear en los fogones, y darse manija del maltrato de los capataces ingleses. Acostumbrados a los malos pagos, eran estaqueados por alimentarse del ganado cimarrón, y los vales para comprar mercadería servían algo menos que nada. Los gauchos que habían llegado con Vernet, fueron juntando bronca, armas y caballos.
En aquella fría madrugada volvieron a izar la bandera azul y blanca, y arriaron la gringa. Por su puesto fueron apresados y juzgados de manera farsesca en Londres.
La bandera argentina había sido arriada, por la inglesa, que flameaba en el frío sur helado. La noche del 26 de agosto, Antonio “el gaucho” Rivero, junto a Luna y Brassido, clavaron una daga filosa en el cuello de Brisbane, y el de Simón. En aquella fría madrugada volvieron a izar la bandera azul y blanca, y arriaron la gringa. Por su puesto fueron apresados y juzgados de manera farsesca en Londres. Preso en Buenos Aires la vida de Rivero se perdió como su gesta de recuperación de la soberanía, muriendo preso. Sin embargo, fue la primera rebeldía contra la usurpación inglesa, ya en el siglo XIX. Al mando de un tal Dardo Cabo, unos 130 años después, el Operativo Cóndor no olvidaría, la épica criolla de Rivero y los suyos contra los gringos.
Retiro espiritual en Ituzaingó
Fue en una quinta de perteneciente a la Unión Tranviarios Automotor (UTA), en la que se reunieron un grupo de jóvenes, con la excusa de realizar un retiro espiritual y darse fuerza mutua, tomar coraje para el desafío que iban a enfrentar. Eran cristianos, nacionalistas y militantes peronistas. De un bolso verde, uno de ellos comienza a extraer, fotos de la isla, de rostros de personas con las que tendrían que lidiar, y aquellos que tal vez, serían sus posibles rehenes. Corría el 25 de septiembre de 1966, y en aquel día nacía en el hospital de Vicente López, la hija de uno de los que hablaba todo el tiempo para convencer a sus compañeros, el obrero metalúrgico, Norberto Karasewic. La niña que llegaba al mundo desconocía que su padre formaría parte del comando que desviaría un avión en dirección a Malvinas, en un intento de reafirmación de la soberanía argentina sobre las usurpadas islas. El género estaba presente, una mujer sería uno de los cerebros de la operación, María Verrier.
El sol del 28 viene asomando
La noche del 27 setembrino pasaron por la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) de Vicente López, para hacerse de sus bolsos y ropa. De allí salieron hacia Aeroparque Jorge Newbery.
El Douglas DC4 LV-AGG de Aerolíneas Argentinas partió pasada la medianoche de Buenos Aires a Río Gallegos. Cuando los pasajeros dormían comenzó la operación armada, eran alrededor de las 6 de la mañana. Dardo Manuel Lito Cabo y Alejandro Giovenco Romero tomaron el control del vuelo 648. Uno de los pilotos era parte de los cóndores. Primero, calmaron al comandante Fernández García: “Quédese tranquilo, vamos hacia las Islas Malvinas”, le dijeron. Así el avión desvió en la Bahía de San Julián y se encaminó rumbo a las islas del Atlántico Sur. Aterrizaron 8.42 de la mañana, en un terreno tan peligroso como improvisado, en una pista de carrera de caballos. La Isla, abandonada a su suerte por la corona, no tenía aeropuerto. Así se enterró una de las ruedas del avión, que jamás volvió a salir. Asomaba el sol del 28.
Cristina Verrier, CFK y la soberanía sobre las islas
Entre los 18 argentinos que osaron tomar el avión estaba la hija de un juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, María Cristina Verrier, compañera de Dardo Cabo. Los Cóndores cambiaron el nombre de Puerto Stanley por Puerto Rivero, en honor al valiente gaucho rebelde. Ya en tierra escribieron un texto que enfatizaba que no iban a agredir a nadie, y que consideraban a las Islas Malvinas como parte del territorio argentino.
En la gesta de plantar la bandera argentina, en las Islas, fueron descubierto por civiles y militares ingleses. Una de las siete banderas argentinas flameó en las islas durante 36 horas. Casualmente se encontraba viajando en aquel avión el gobernador de las Islas Malvinas, contralmirante de la Marina de Guerra, José María Guzmán. Increíblemente una autoridad del ejército argentino fue a la casa del gobernador inglés a tomar whisky, y asegurarle que iban a ser juzgados cuando pisaran suelo argentino.
Resistiendo con los rehenes, a quienes le brindaron las mantas, y la comida del avión, fueron considerados facciosos por la dictadura de Juan Carlos Onganía. Rodeado el DC-4, tuvieron que rendirse y culminaron en una parroquia de Puerto Stanley, alojados por el sacerdote católico Rodolfo Roel. Por supuesto se negaron a entregarle a los ingleses aquellas banderas que flamearon en las Islas Malvinas Argentinas.
Dardo Cabo fue asesinado años después, por la otra dictadura, la de Videla-Massera y Agosti. Un 5 de marzo de 1977 fue sacado de la Unidad 9 de La Plata, donde se encontraba detenido, bajo mote de “subversivo”. Estaba junto a su compañero de organización Roberto “Palometa” Pirles. Las fuentes oficiales sostienen que fue fusilado cobardemente durante un supuesto “traslado” para evitar un “intento de fuga”.
En el acto del Día de Veteranos de Malvinas del 2 de abril de 2014, la presidenta de la Nación, y vice actual, Cristina Fernández de Kirchner, realizó en la casa de gobierno un gesto conmemorativo por aquellos jóvenes que arriesgaron su vida en aquellos años de plomo. Y en un claro homenaje descubrió una de las siete banderas que flamearon aquel 28 de septiembre de 1966.
A 40 años de la gesta de Malvinas, desde estas líneas rescatamos a jóvenes militantes que tomaron la causa Malvinas como suya, y resistieron a la violencia de los gobiernos de facto.