Por Maximiliano Curcio. Fotos: Alberto Brescia (@albertobrescia.ph)
A veinte años del lanzamiento “Azules Turquesas”, su debut discográfico, Lisandro Aristimuño presentó, el pasado sábado, su flamante disco “El Rostro de los Acantilados (https://kranear.com.ar/nota/como-cuando-ves-tu-luz_8628), ganador de un Premio Gardel (en la categoría Mejor Álbum Canción de Autor), apenas días antes. La cita fue en el Estadio Luna Park, mismo recinto en donde presentara el CD “Constelaciones” (2016), siete años atrás.
Pocos minutos después de las 21hs., las luces del emblemático Palacio de los Deportes se apagaron, y las siete mil almas presentes se entregaron a la atenta escucha y celebración de la obra de uno de las figuras más queridas del ambiente y más representativas de nuestro rock nacional contemporáneo. Frente a su público, el nativo de Viedma, vestido con una remera negra con el rostro de Peter Gabriel -portada del disco editado en 1978-, interpretó con entusiasmo y una enorme sonrisa en la cara cada paisaje sonoro de un disco que reúne las características tímbricas marca registrada de su prolífico catálogo musical. Acaso, trece estaciones concebidas como rostros y partes vitales de una trayectoria en continua expansión.
A propósito de ello, es que el itinerario pensado para la velada orbitó mayormente en derredor de las más recientes composiciones, tocando, de principio a fin, los temas integrantes de su nuevo trabajo, (solo con excepción de “Devolver tu Amor”, en coautoría con Pedro Aznar). Una decisión conceptual más que loable -aunque de infrecuente hallazgo-, y toda una declaración de principios por parte de un músico decidido a dar a conocer su flamante material. “El Rostro de los Acantilados”, vale mencionar, es un álbum que en su registro contó con la participación de voces bien diversas (desde David Lebón a Jono McClery); sin embargo, aspecto llamativo, no hubo invitados especiales durante la noche porteña.
Lisandro dedicó la primera parte del show al disco nuevo.
A todo volumen, el concierto no tardó en tomar velocidad, poniendo en marcha una gira que se extenderá por distintos puntos del interior de nuestro país. Lisandro, se lució al comando de una impecable banda de habituales conocidos, conformada por Carli Aristide (guitarra eléctrica y coros), Rocío Aristimuño (percusión y coros), Ariel Polenta (teclados y coros), Lucas Argomedo (bajo y cello), Martín Casado (batería), Pablo Jivotovschii (violín) y Tano Pumara (violín); un núcleo potente y afinadísimo que se complementa a la perfección en la tarea de entregar una veintena de interpretaciones notables.
De buen humor, el anfitrión indicó que, sabiamente, el tiempo sabrá colocar en su lugar a cada una de las nuevas canciones. Por el momento, era hora de aprenderse la letra, a medida que logradas versiones de “Príncipe de Lata” y “No Ves Tal Vez”, sendos singles de la placa editada por Viento Azul en octubre de 2023, mostraron las dotes y el carisma de un cantante en excelente forma vocal. Promediando la velada, y prueba de su inalterable vigencia, hicieron su aparición aquellos clásicos que los fans siempre desean escuchar: “Me Hice Cargo de tu Cruz” -en versión más rockera-, “Para Vestirte Hoy” y “Tu Nombre y el Mío” -track uno, y apertura, en cierto modo, su carrera profesional-.
La creciente inclinación del cantautor por la experimentación (elocuente prueba es el disco “Set1”, 2022) revela las múltiples texturas sonoras que se manifestaron en el tramo más novedoso del repertorio, integrado por “1986” -dedicado a su hermano, quien nació en el año mundialista donde Diego nos llevó a la cima-, “Por Encima del Fuego”, “Los Niños del Amanecer”, “Tres de Abril”, “Tu Mundo”, “Sweet Gloria” y “A lo Mejor”. Lisandro, como es costumbre, cruza los límites establecidos para fusionar géneros e influencias; del rock al pop, el folclore al tecno, va y viene con absoluta ductilidad. Mixtura de tradición y espíritu moderno, a simple vista destaca la impronta vanguardista y la capacidad de improvisación de un artista imposible de encasillar.
7 mil personas colmaron el Luna Park.
Sopla fuerte el viento azul del sur, y las raíces del compositor se dejan ver con claridad. Al grito de ‘viva la democracia y los derechos humanos’, y con especial dedicatoria a la memoria de Nora Cortiñas -emblema cofundador de Madres de Plaza de Mayo y fallecida la pasada semana-, “Green Lover” se conformó como uno de los instantes más emotivos de todo el show. Lo mismo podríamos apuntar de “Sombra 1”, con sentida mención a su amigo y colega Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu Machu, y un pedido por su pronta mejoría.
Camino a los bises y el desenlace, infaltables como “La Última Prosa”, “Pozo”, “Tu Corazón” y “Elefantes” fueron coreados desde lo alto de la pullman. Minutos después, “Bailar” precedió el segmento electrónico/dance que Lisandro gusta explorar con más frecuencia en vivo, echando mano a su máquina de ritmos y samplers, acto que levantó la temperatura de una platea excesivamente pasiva durante la mayor parte de una presentación que se prolongó por un largo de dos horas y media de duración, y cuyo generoso recorrido culminó, en clave festiva, con “Es Todo lo que Tengo y Todo lo que Hay”.
Podríamos pensar en grandes personalidades de nuestra música que pisaron el escenario del mítico recinto de Bouchard y Madero, legándonos consagratorias performances. Tocar allí tiene esa cuota extra de magia y, a la vez, representa un tamaño desafío. Lisandro, bastión de la autogestión, la libertad creativa y la independencia, se mostró a la altura de lo esperado, en otra fiel muestra de su superlativo talento y magnetismo. Porque sabe que historia, sí, es lo que dejás.