Los tiempos de la política, por lo menos en la Argentina, suceden a mayor velocidad que otro tipo de acontecimientos. En especial desde marzo de 2008, cuando los sectores más poderosos de nuestro país asumieron que el kirchnerismo era una amenaza para sus intereses. Ahora gobierna Macri, pero el centro de la escena política y mediática lo sigue ocupando Cristina. ¿Las razones? Lo dijo ella en la entrevista con la rockera Vernaci y el periodista Bercovich: el peronismo -que ocupó la Casa Rosada entre 2003 y 2015- es el único que incomoda al poder.
El acto de lanzamiento de Unidad Ciudadana, en Arsenal, parece que hubiese ocurrido hace varios años. Ni siquiera supimos si CFK sería candidata o no. Ella manejó los tiempos electorales con maestría, hasta el último minuto, como todo gran estratega. Soy candidata porque me lo pide la gente, reveló, finalmente. Los medios de comunicación oficialistas llenaron páginas y pantallas con análisis, acusaciones y deseos inconfesables.
CFK se cargó la campaña hacia las PASO, que constó en ir a visitar a los damnificados por el modelo económico de la Alianza Cambiemos, en un esquema en el que el protagonismo no lo tuvieron los dirigentes ni la militancia, sino los ciudadanos de carne y hueso. Sin agravios ni nombres propios sino menciones del tipo oficialismo o neoliberalismo, con propuestas ancladas en un presente aciago. Todos los hechos políticos se difundían por medio de las redes sociales. Lo mismo hizo el resto de los candidatos de Unidad Ciudadana (todos con algún tipo de representación sindical, social, política, cultural). Y llegó el 13 de agosto.
En Lomas de Zamora, CFK celebró junto a Insaurralde el Día del Jubilado.
Luego de esperar los resultados finales hasta la madrugada, Cristina celebró haberle ganado al dispositivo oficial -gobierno, poder mediático, poder judicial, servicios de inteligencia- con una fuerza política nueva, escasos recursos económicos y sin haber ido a un solo estudio de televisión. Por los porcentajes de votos propios y ajenos, por la manipulación informativa de parte del oficialismo, u algún otro elemento, en la segunda parte de la campaña habría cambio de planes.
La vimos primero en los estudios de Infobae, junto al interrogador Novaresio. Luego se repetiría el esquema del mano a mano, pero con el polémico y popular Chiche Gelblung, en Crónica Televisión. Luego llegó el turno de ir a ver a Beto Casella, en un estudio de Palermo con vista a la calle, y por último, hace solo unas horas, a la radio Con vos, para conversar con Elisabeth "La Negra" Vernaci. En todos los casos, los encuentros fueron transmitidos en vivo por las redes sociales.
En González Catan hubo caravana.
En todos los casos nos encontramos con una ex presidenta descontracturada, "humanizada" como la describieron los periodistas, que se animó a ventilar algunos rasgos de su vida personal y tuvo que ofrecer respuestas sobre temas de los que no había hablando nunca. Así, se supo que aparte de organizar a la fuerza política opositora al proyecto restaurador que hoy gobierna el país, Cristina cocina, mira series y juega con sus tres nietos. También que tiene un gran sentido del humor y que su risa es muy contagiosa.
Pero también modificó su discurso. Se puso más dura. En cada uno de los puntos del conurbano profundo que visitó – La Plata, Ensenada, Varela, Lomas de Zamora, Merlo, Malvinas Argentinas, Moreno, Escobar, Laferrere, entre otros partidos, puso los puntos sobre las íes. Hay que frenar el ajuste del gobierno para unos pocos, son un grupo de empresarios que se apropiaron del Estado para hacer negocios, cuando el gobierno habla de reforma laboral quiere decir ajuste y flexibilización, no podemos permitir que nos endeuden por cien años, y para colmo, aparte de perseguir y criminalizar a los opositores, encubren al principal sospecho de la desaparición forzada de un argentino. Vergüenza nacional. Así no se puede seguir.
Los encuentros con periodistas fueron claves para irradiar su palabra más allá de sus propios seguidores.
Así fue que la principal opositora del gobierno, en el marco de una conferencia de prensa en el Instituto Patria, hizo responsable al presidente Macri de jugar sucio, ya que está impulsando que el juez federal Claudio Bonadío manipule la intención de voto de unos cuantos, al crear un clima de persecución política con la causa Amia. Justo a ella. "Ya basta hay que levantar la voz y hay que denunciar la persecución, el acoso y el deterioro grave de nuestras calidad democrática", afirmó Cristina, enfundada en un trajecito blanco, frente a un atril y con la gráfica de Unidad Ciudadana de fondo.
Cuando finalizan los actos en los partidos del conurbano, masivos, y transmitidos en vivo en las distintas plataformas digitales con cientos de miles de interacciones, ella saluda, besa, se saca fotos y baila. Con ganas. Suelta, contenta, convencida. Está ahí porque es su lugar en el mundo, pero también por el mandato popular, al que nunca le dio la espalda. Todo lo contrario. Es la dirigente nacional que mayor legitimidad tiene, por definiciones como esta -que expresó en Hurlingham-: "Lo que le preocupa al poder son las fuerzas políticas que se organizan y llevan al pueblo a la victoria".
No más trajecitos ni tacos.
Ahora se viene el acto en Racing. Es muy probable que se mantenga la estética comunicacional de la campaña, banderitas argentinas más las enormes banderas partidarias sostenidas con cañas, familias más que militantes que golpean parches, pero siendo en Racing, en la víspera de un nuevo 17 de octubre, en el tramo final de la campaña de una elección clave, pensando en 2019, muy probablemente el acto se gane un lugar en el álbum de las campañas políticas del campo nacional y popular. Una enorme foto, o mural, que en las PASO, era improbable. Ya lo dijimos: los tiempos políticos en la Argentina son vertiginosos.