Por Rocío Bilbao
“¿Es justo llenar la provincia de universidades públicas cuando todos sabemos que quienes nacen en la pobreza nadie que nace en la pobreza llega a la universidad?”, dijo la gobernadora de Buenos Aires, y no conquistó. O por lo menos eso pareció.
Las respuestas de los docentes, estudiantes, egresados y familiares de estudiantes fueron inmediatas. Experiencias personales, datos estadísticos, historias de vidas de personajes célebres que contradecían, discutían o enfrentaban su polémica aseveración. Me pregunto: ¿Desconocía la gobernadora algunos estos datos? ¿Se trata meramente de un exabrupto obsceno, propio de quien goza de inmunidad mediática? ¿Fue una de las tantas barbaridades que escupen a diario, que se viralizó más de lo esperado?
Una primera cuestión que habría que tener en cuenta es que la dicotomía entre priorizar la inversión en educación básica ó en educación universitaria, no es un invento de Vidal. Se trata más bien de uno de los planteos capitales de buena parte de los organismos internacionales y grandes usinas de pensamiento que gozan de sus financiamientos, y que bajo la retórica de la equidad, esconden en el recorte al presupuesto universitario una de las llaves para sus objetivos de ajuste fiscal. No menor es el detalle semántico de suplantar la noción de Justicia por la de Equidad. Sobre todo, cuando se instala en la agenda, esos “debates incómodos”, como los denominó la ex vicejefa del gobierno porteño de Macri.
¿Es necesario profundizar la inversión educativa en los niveles obligatorios (inicial, básico y media)? Pues claro. Ese financiamiento debe provenir necesariamente del recorte a la inversión en educación universitaria. Esa sería la pregunta que habría que hacerle a la gobernadora. Que, dicho sea de paso, debiera enterarse/sabe por demás, que el presupuesto de las universidades nacionales con sede en su jurisdicción, no provienen de las escuetas y malogradas arcas que administra. ¿Y si se prueba con tasas impositivas progresivas, en vez de recortar en uno u otro nivel educativo? No sé, Mariu, para pensar.
Si educación básica y universitaria no son enemigas en términos presupuestarios mucho menos lo son en términos de política educativa. Es más, una visión sistémica de todos los niveles educativos, nos permitirían hablar de complementariedad y de una necesaria perspectiva diacrónica. Ejemplo: si uno invierte en educación básica (extiende la obligatoriedad, construye nuevos edificios, distribuye material, etc.) necesariamente eso va impactar en el sistema de educación superior (universitario y no universitario), a donde más personas estarían en condiciones de ingresar. Entonces resulta esto-de-las-universidades-por-todos-lados.
No son casualidad entonces los datos y cifras rápidamente se viralizaron. Según prensa de la UNDAJ y Chequeado.com, el 94,2% de los estudiantes de la Universidad Nacional de La Matanza tiene padres sin estudios universitarios finalizados. En la Universidad de Moreno, ese porcentaje es del 91% En la UNTREF, el 74% de los estudiantes es primera generación de universitarios, mientras que en la Universidad Arturo Jauretche, en Florencio Varela, ese número asciende a 83%. Los pobres sí van a la universidad, especialmente en el conurbano bonaerense.
Por supuesto que, en términos generales, los sectores de más bajos ingresos están subrepresentados en la composición de la población universitaria, en comparación con los sectores medios y medios/altos. Pero están. Y están, gracias a/en relación con, la posibilidad de contar con alternativas académicas en las que puedan insertarse.
Sería algo así como dispositivos que posibilitan la movilidad social ascendente, rezaría algún paper de pretensiones académicas. Más conocido en la jerga como ascenso social o, aquellos que gustamos de las locuras de las movilizaciones, bombo y choripán, solemos llamar Justicia Social.
Un imaginario que, en nuestro país, es casi indisociable de la educación pública. Movilidad social y educación pública son prácticamente dos términos inescindibles del mito igualitario sobre el que se funda nuestra sociedad. Vuelvo entonces a la pregunta inicial: ¿las declaraciones de la gobernadora fueron dichas al azar o se trata de un mero exabrupto? La contradicción no puede ser mayor para quien, en medio de una coalición gobernante compuesta de apellidos patricios, la figura de Vidal empatiza a partir de su origen plebeyo y humilde.
Partiendo de la premisa que una de las principales características de Cambiemos es su efectividad para hacer sentido en el imaginario común, a partir de frases simples y posicionamientos en los que cualquier-persona-de-bien se sentiría identificado, un ataque directo y deliberado al corazón del mito aspiracional no pareciera ni ser un error ni una frase librada al azar. Y a 100 años de la Reforma Universitaria, la frase es aún más disruptiva respecto del rol de la educación universitaria pública.
Lejos de las conspiraciones, se sabe que el ajuste fiscal se viene (ya se vino) con una potencia que pareciera arrasarlo todo. Y, se sabe, el presupuesto universitario es uno de los más tentadores de ser sometido a guadaña. A la vez, el recorte no es meramente una amenaza fantasmal: a comienzos del 2018, el gobierno anunció la quita de 3 mil millones de pesos del presupuesto universitario y suspensión de obras de infraestructura pautadas con anterioridad.
Ese ajuste sin consenso implicaría un nivel de conflictividad que hoy, pareciera no poder ser mucho más elástico. También que los cambios o pretendidos ajustes sobre la educación en general y la universidad en particular son fuertemente resistidos y generan particulares rechazos (y si no, hablen con López Murphy, que debe andar pasilleando por ahí).
Horadar en el sentido de porciones mayoritarias de la población, independientemente del sector social al que pertenezcan, es una de las mayores virtudes de Cambiemos. Que su pelotera más valiosa, una de las pocas (sino la única) que pareciera haber salido indemne del último cataclismo financiero, y con la imagen positiva más alta de la alianza restauradora, haya salido a polemizar con uno de los núcleos duros del imaginario social, no pareciera ser una puntada sin hilo.
Porque que los pobres sí van/vamos a la universidad, lo sabemos todos María Eugenia. Y vos también.
“¿Es justo llenar la provincia de universidades públicas cuando todos sabemos que quienes nacen en la pobreza nadie que nace en la pobreza llega a la universidad?”, dijo la gobernadora de Buenos Aires, y no conquistó. O por lo menos eso pareció.
Las respuestas de los docentes, estudiantes, egresados y familiares de estudiantes fueron inmediatas. Experiencias personales, datos estadísticos, historias de vidas de personajes célebres que contradecían, discutían o enfrentaban su polémica aseveración. Me pregunto: ¿Desconocía la gobernadora algunos estos datos? ¿Se trata meramente de un exabrupto obsceno, propio de quien goza de inmunidad mediática? ¿Fue una de las tantas barbaridades que escupen a diario, que se viralizó más de lo esperado?
Una primera cuestión que habría que tener en cuenta es que la dicotomía entre priorizar la inversión en educación básica ó en educación universitaria, no es un invento de Vidal. Se trata más bien de uno de los planteos capitales de buena parte de los organismos internacionales y grandes usinas de pensamiento que gozan de sus financiamientos, y que bajo la retórica de la equidad, esconden en el recorte al presupuesto universitario una de las llaves para sus objetivos de ajuste fiscal. No menor es el detalle semántico de suplantar la noción de Justicia por la de Equidad. Sobre todo, cuando se instala en la agenda, esos “debates incómodos”, como los denominó la ex vicejefa del gobierno porteño de Macri.
¿Es necesario profundizar la inversión educativa en los niveles obligatorios (inicial, básico y media)? Pues claro. Ese financiamiento debe provenir necesariamente del recorte a la inversión en educación universitaria. Esa sería la pregunta que habría que hacerle a la gobernadora. Que, dicho sea de paso, debiera enterarse/sabe por demás, que el presupuesto de las universidades nacionales con sede en su jurisdicción, no provienen de las escuetas y malogradas arcas que administra. ¿Y si se prueba con tasas impositivas progresivas, en vez de recortar en uno u otro nivel educativo? No sé, Mariu, para pensar.
Si educación básica y universitaria no son enemigas en términos presupuestarios mucho menos lo son en términos de política educativa. Es más, una visión sistémica de todos los niveles educativos, nos permitirían hablar de complementariedad y de una necesaria perspectiva diacrónica. Ejemplo: si uno invierte en educación básica (extiende la obligatoriedad, construye nuevos edificios, distribuye material, etc.) necesariamente eso va impactar en el sistema de educación superior (universitario y no universitario), a donde más personas estarían en condiciones de ingresar. Entonces resulta esto-de-las-universidades-por-todos-lados.
No son casualidad entonces los datos y cifras rápidamente se viralizaron. Según prensa de la UNDAJ y Chequeado.com, el 94,2% de los estudiantes de la Universidad Nacional de La Matanza tiene padres sin estudios universitarios finalizados. En la Universidad de Moreno, ese porcentaje es del 91% En la UNTREF, el 74% de los estudiantes es primera generación de universitarios, mientras que en la Universidad Arturo Jauretche, en Florencio Varela, ese número asciende a 83%. Los pobres sí van a la universidad, especialmente en el conurbano bonaerense.
Por supuesto que, en términos generales, los sectores de más bajos ingresos están subrepresentados en la composición de la población universitaria, en comparación con los sectores medios y medios/altos. Pero están. Y están, gracias a/en relación con, la posibilidad de contar con alternativas académicas en las que puedan insertarse.
Sería algo así como dispositivos que posibilitan la movilidad social ascendente, rezaría algún paper de pretensiones académicas. Más conocido en la jerga como ascenso social o, aquellos que gustamos de las locuras de las movilizaciones, bombo y choripán, solemos llamar Justicia Social.
Un imaginario que, en nuestro país, es casi indisociable de la educación pública. Movilidad social y educación pública son prácticamente dos términos inescindibles del mito igualitario sobre el que se funda nuestra sociedad. Vuelvo entonces a la pregunta inicial: ¿las declaraciones de la gobernadora fueron dichas al azar o se trata de un mero exabrupto? La contradicción no puede ser mayor para quien, en medio de una coalición gobernante compuesta de apellidos patricios, la figura de Vidal empatiza a partir de su origen plebeyo y humilde.
Partiendo de la premisa que una de las principales características de Cambiemos es su efectividad para hacer sentido en el imaginario común, a partir de frases simples y posicionamientos en los que cualquier-persona-de-bien se sentiría identificado, un ataque directo y deliberado al corazón del mito aspiracional no pareciera ni ser un error ni una frase librada al azar. Y a 100 años de la Reforma Universitaria, la frase es aún más disruptiva respecto del rol de la educación universitaria pública.
Lejos de las conspiraciones, se sabe que el ajuste fiscal se viene (ya se vino) con una potencia que pareciera arrasarlo todo. Y, se sabe, el presupuesto universitario es uno de los más tentadores de ser sometido a guadaña. A la vez, el recorte no es meramente una amenaza fantasmal: a comienzos del 2018, el gobierno anunció la quita de 3 mil millones de pesos del presupuesto universitario y suspensión de obras de infraestructura pautadas con anterioridad.
Ese ajuste sin consenso implicaría un nivel de conflictividad que hoy, pareciera no poder ser mucho más elástico. También que los cambios o pretendidos ajustes sobre la educación en general y la universidad en particular son fuertemente resistidos y generan particulares rechazos (y si no, hablen con López Murphy, que debe andar pasilleando por ahí).
Horadar en el sentido de porciones mayoritarias de la población, independientemente del sector social al que pertenezcan, es una de las mayores virtudes de Cambiemos. Que su pelotera más valiosa, una de las pocas (sino la única) que pareciera haber salido indemne del último cataclismo financiero, y con la imagen positiva más alta de la alianza restauradora, haya salido a polemizar con uno de los núcleos duros del imaginario social, no pareciera ser una puntada sin hilo.
Porque que los pobres sí van/vamos a la universidad, lo sabemos todos María Eugenia. Y vos también.