Por Fernando Chinellato

Desde hace décadas el pueblo chileno estuvo arrodillado y hoy los jóvenes intentan levantarlo.

Ellos son los «sin miedo», nietos de aquellos que Pinochet intentó erradicar con ese régimen torpe y literal, tan literal que creía que rompiendo las manos de Víctor Jara a martillazos callarían su música.

Los «sin miedo» son los hijos de aquellos que de tanto mirar el piso ya no pudieron alzar sus cabezas olvidando cómo pelear por su dignidad.

La lucha de los jóvenes chilenos no es especulativa, la lucha de los «sin miedo» es totalmente solidaria, vieron el rostro con barro de las trabajadoras y los trabajadores explotados de Chile y salieron a luchar por esa dignidad arrebatada.

Los hermanos chilenos se levantan a reclamar lo que es suyo y por eso los reprimen, los golpean y los matan y aún así no retroceden, porque no hay nada más terco que un pueblo que despierta. Hoy más que nunca suenan las palabras del poeta: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera»