El “mal escritor” en su contexto

Las fuentes son difusas, era abril, o tal vez mayo. Hace más de ochenta años un hombre sentado en un bar con un vaso de ginebra y sin nada por hacer escucha una discusión de dos hombres. Uno le endilgaba al otro de hacerlo conocido, de la infamia de nombrarlo para poner en su boca pensamientos ajenos. Yo estoy hablando por vos, le gritaba. El otro escuchaba menos atento que resignado a los reclamos. Aquellos pedidos salían de la boca de un tipo de mirada extraña, a quien en el bar le decían El Astrólogo. Atendía recriminaciones Roberto Arlt, y tal vez aquella persona de rostro extraviado, le había dado vida a uno de sus personajes.

Otra versión cuenta también que aquel escritor e historiador de la izquierda peronista, Jorge Abelardo Ramos, en un bar del Once saludó a un hombre. Su compañero de copas preguntó por él, y Ramos contestó, es Haffner, el Rufián Melancólico. Aquel hombre era, aparentemente el personaje cafisho de la novela Los Siete Locos de Roberto Arlt.

Se cumplieron el último 26 de abril 125 años del nacimiento de uno de los grandes escritores argentinos; dijo de él Osvaldo Soriano, en Piratas, fantasmas y dinosaurios:

“Naturalmente negado, ninguneado, Arlt –que no era profeta– intuyó como nadie la decadencia y el horror que iba a sufrir la Argentina. Escribía mal. Es decir: si lo que hacía Lugones era escribir bien, entonces Arlt escribía con los pies. Y, así, con los pies y el corazón destrozado, fue nuestro Balzac pequeño, a la medida de una comedia humana modesta y analfabeta, fue nuestro Dos Passos atónito y desmañado, pero, sobre todo, nuestro Dostoievski desnaturalizado y furioso”. 

Roberto Arlt escapa de la buena escritura y del canon de las letras; ácido, incorrecto, burlón, de novelas feroces, un hijo de nadie y heredero de la nada. Arlt, con incómoda énfasis en la ele, hijo único de un prusiano que lo molía a palos en su niñez y de una madre austrohúngara, vivió en una humilde casa de Flores sur, teniendo que salir a trabajar a los 11, 12 años.

En una de sus novelas retrató la angustia de la vida moderna, el complot, la conspiración en la década del 30, la del quiebre del sueño de la generación del 80.Tras el crack mundial de la bolsa de New York, ya no resultaba ser el granero del mundo.

Los Siete Locos (1929) y su segunda parte, Los Lanzallamas (1931), ganan la calle en años de crisis existencial y económica “cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol”, como escribió Enrique Santos Discépolo en su tema Yira-Yira (re popularizado por Los Piojos). Un condimento más es el fascismo uriburista, tras el golpe de Estado contra el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen. A partir del 6 de Septiembre de 1930 las fuerzas armadas gobiernan, una antesala del derrotero verde oliva que tendrá gran parte del siglo XX argento.

En ese contexto el escritor de los desesperados, escribe una novela premonitoria, que incluso tiene vigencia hasta nuestros días. En esa obra hay ciertos términos que encajan en la escena local, en aquellos discursos, que hoy se viven, circulan, se respira: crueldad, política y locura. Además es una licuadora de discursos, fascistas, anarquistas, liberales, científicos, místicos.

Ser a través de una estafa

En una Argentina modelo siglo XXI con un poder económico y político que estafa a millones de personas, trabajadores y trabajadoras cuyos sueldos no alcanzan a saciar sus necesidades básicas, que pasaría si en la novela arltiana de aquellos años se inviertiese la carga. Un mediocre empleado de una compañía azucarera, vencido por la rutina diaria, y un futuro negado, le roba seiscientos pesos a su empresa, y es el estafador.

Circula sus días como un sonámbulo, y espera un hecho extraordinario que cambie su vida de una vez y para siempre. Deambulando por las calles porteñas, angustiado y abandonado por su mujer se cruzará con El Astrólogo, un personaje delirante que encabeza una célula revolucionaria; este le va a proponer ser parte de su grupo a cambio de un cheque con los seiscientos pesos que le permita saldar su estafa con la empresa y no terminar preso.

El Astrólogo es un personaje mesiánico, líder de una incipiente célula revolucionaria además, portador de una voz cínica, y cruel.

Los personajes de Arlt son desclasados, marginados y hacen de la locura una manera de escapar de la realidad cotidiana. Haffner, el Rufián Melancólico, Ergueta, el Hombre que vio a la Partera, El Buscador de Oro, Gregorio Barsut y Bromberg- fueron inspirados, según Arlt, en personas que él mismo conocía: ninguno tiene dinero, ni futuro, están desbordados de tristeza y frustración.

Por momentos el discurso del líder, se torna anticapitalista:

“Se asusta de los millones de hombres destrozados en la última guerra, y a nadie se le ocurre hacer el cálculo de los millones de obreros, de mujeres y niños que año tras año destruyen las fundiciones, los talleres, las minas, las profesiones antihigiénicas, las explotaciones de productos, las enfermedades sociales (…) Si se hiciera una estadística universal de todos los hombres que mueren anualmente al servicio del capitalismo, y al capitalismo lo constituyen un millar de multimillonarios”.

Reiteramos que el texto es de 1929, sin embargo la operatoria imperial de Estados Unidos que se describe es muy actual. Se propone una revolución para que caiga el gobierno local, luego asume un gobierno cuyo gabinete tiene el visto bueno de Estados Unidos. Luego estos gobiernos toman deuda externa, y como corolario son favorecidas empresas norteamericanas, que invierten en dicho país, para propósito del imperio.

Con astucia el autor desentraña una maniobra de dependencia económica muy discutida años más adelante, en la agitada década del 70: la teoría de la dependencia.

Complot y Paranoia

Uno de los rasgos de la novela es que va a suceder algo que se oculta, un acontecimiento entre bambalinas que la clase política está pergeñando en las sombras. Eso velado que no se narra genera paranoia, y a su vez un discurso delirante de una parte de la sociedad.

¿Se acuerda usted cuando en el 2008, en pleno conflicto de la Ley 125, una dirigente generaba paranoia civil, cuando paseaba por los canales de los medios hegémonicos diciéndole a los sectores agrarios que no fueran con sus tractores a la Capital Federal porque Kirchner y La Cámpora preparaban una emboscada? ¿Acaso no es un lenguaje atravesado por la paranoia, el complot y el delirio? ¡Y en la actualidad no hay paranoia en el gobierno de los hermanos Milei, que un día violentan a los artistas, otro al periodismo, a los y las investigadoras del Conicet, estudiantes, jubilados?

En un texto extraordinario de entrevistas, el escritor argentino Ricardo Piglia, en Crítica y Ficción, construye una serie de ideas sobre el cruce de ficción y política. Por momentos, dice Piglia, no se sabe que es más ficcional, si la propuesta estatal narrada por la clase política, o la novela argentina.

Para el autor,  todo Estado se sostiene desde una narrativa y también esos condimentos de paranoia, complot, secretismo son la esencia del Estado de ayer, de la actualidad y lo seguirá siendo. “El complot, el poder, el crimen son la esencia del poder en la Argentina: eso narra Arlt”. Son los elementos que cruzan el poder político y económico, tanto en dictadura como en democracia. Para Piglia, en términos sociales, “Arlt captó el núcleo paranoico”, es decir hay una operación velada a la sociedad, y esta sospecha que se trama un plan siniestro a sus espaldas.

Política y Locura

En la novela, el farmaceútico Ergueta es un delirante místico y los hermanos Espila, personajes periféricos de la segunda parte de la obra, Los LanzallamasEstos pueden estar contando las canaletas de las chapas, obsesivamente, no comer por dos días y salir por la calle a juntar colillas de cigarrillos. Sin estarlo, muchos de los personajes de la novela dudan de su cordura, presienten que la locura los invade, Erdosain en un momento de esta aventura busca convencerse a sí mismo y afirma: “No estoy loco, ya que se pensar, razonar”. Y en otro momento ante la idea esquizoide de Ergueta citando a la biblia, Erdosain le dice, hablás a la gente del cuarto sello y del caballo amarillo…”, lo escruta con su mirada y luego le pregunta, ¿Cómo no querés que te tengan por loco?.

El que realiza un trabajo más que interesante sobre el tema es Horacio González, el sociólogo ya fallecido, quien publica “Arlt: Política y Locura” (1996); en la introducción del texto marca que la maquinaria narrativa arltiana es “una alarmante profecía acerca de nuestro tiempo”,  en referencia a aquellos años 90´; nosotros alegamos: y de este momento también. La locura en este escrito no intenta diagnosticar clínicamente sino establecer discursos delirantes dentro de los actores de la política contemporánea, que permiten una diagonal con el texto.

Si bien en la ficción los textos son exacerbados en cuanto a la locura y no se pueden remitir de manera directa a la actualidad, ¿no hay locura cuando Javier Milei niega el cambio climático, o una diputada asegura que la tierra es plana? ¿No hay un delirio místico cuando el Presidente dice ser Aaron y su hermana Moisés? ¿O cuando sectores que hoy integran el gobierno de manera paranoica, decían que existía una complot para encerrar a la población en plena pandemia?

La crueldad como signo de época

En la Década Infame surge una companía teatral con aspiraciones de comprometerse con la cuestión social: el Teatro del Pueblo, dirigido por Leónidas Barletta. Arlt va a escribir algunas piezas teatrales y viajará a Europa en 1936 para cubrir la Guerra Civil Española, en el viejo mundo tendrá referencias de los movimientos fascistas y el ascenso de Hitler, además de la experiencia del franquismo.

Una de sus obras será Saverio, el cruel, cuyo argumento es el siguiente: “unos nenes bien” de familia acomodada, toman como punto de burla a un jóven gris, de vida mediocre, a un mantequero, una persona sumisa y maltratada. Simulan coronarlo rey de manera burlesca, este comienza a ejercer su poder y a actuar con malicia, hasta convertirse en un personaje cruel e inhumano.

Arlt, a través de su ficción, anticipó comportamientos de una sector de nuestra sociedad.

Saverio en la ficción es un mantequero, pero podría ser un delivery, un rappi, alguien que trabaja en un Mc Donald. ¿Qué pasaría si un hombre violentado en su infancia, solitario en su adolescencia, y con inestabilidad  como adulto llegara a ser Presidente? ¿Sería un arquetipo de Saverio, un libertario carajeador? “Van a llorar zurdos de m…”, “econochantas”, “periodistas ensobrados”, junto al ajuste fiscal y el látigo de la chequera contra la sociedad ejercería una política cruel.

Los textos del escritor nacido en el sector más pobre del barrio de Flores hoy cobran vigencia, y como una premonición forman parte del paisaje actual. En perspectiva la literatura Arltiana trató sin pensarlo, males de la actualidad captó los males de aquel y este siglo. Basado en los personajes de Los Siete Locos, Fito Paez produzco un trabajo de 22 temas, una obra conceptual y casi todas las composiciones instrumentales: la llamó Futurología Arlt.

Tal vez de eso se trate Arlt: más que ser un escritor del mundo y el contexto que le tocó vivir, fue un escritor del futuro.