Se sabe: de cualquier elección y resultado electoral se pueden realizar diversas lecturas y análisis. Y en este caso, y desde este medio, la interpretación que hacemos es entusiasta, y no porque seamos miopes, sino porque los números reflejan una recuperación que, si se tratase de un partido de fútbol, se celebraría.
Teniendo en cuenta la crisis recibida luego del gobierno de Macri, el año y medio de pandemia, y considerando también que en las PASO de septiembre el gobierno popular había recibido un fuerte rechazo -o indiferencia- de una buena parte de su propio electorado, el primer dato para resaltar es que el peronismo logró repuntar en cantidad de electores y votos, y quedar bien parado de cara a los dos años que siguen y a la elección presidencial de 2023. Tal como se lo subrayó ayer sobre el escenario del centro de campaña del Frente de Todos, en el Espacio Cultural C, en Villa Crespo, hoy mismo empieza la segunda etapa del gobierno, luego de haber dejado atrás, por lo menos por ahora, el momento más crítico de la pandemia.
Alivio y entusiasmo son por estas horas las sensaciones con las que probablemente está conviviendo la mayor parte de la dirigencia y militancia del Frente de Todos, centralmente, porque en la provincia de Buenos Aires se hizo una buena elección y se quedó a un punto y monedas debajo de Juntos.
De esta manera, el oficialismo le arrebató tres senadores provinciales a la oposición, y ahora pasará a contar con mayoría en el Senado, ya que el empate técnico de 23 representantes por coalición, será saldado a favor del gobierno de Kicillof por medio de la presidenta del Senado, y vicegobernadora Verónica Magario. Se trata de victoria clave para Axel, que ahora tendrá menos palos en la rueda para avanzar con su plan de transformaciones profundas en la provincia.
Hizo efecto, contagió, sirvió de mucho el trabajo de casa por casa y voto por voto que realizaron los intendentes, los movimientos sociales, algunos sindicatos, los empresarios pymes comprometidos con el destino del país, y los militantes de las organizaciones políticas. El cambio de gabinete, el envión que produjo la serie de medidas económicas tomadas en los últimos dos meses –con el control y congelamiento de precios a la cabeza- y posiblemente la reaparición de Macri el centro de la escena, fungiendo como un espanta votos, también explican que más de 250 mil bonaerenses que no habían votado en las PASO, sí lo hicieran ayer, y para darle forma así a una remontada histórica, en línea con la historia de lucha del kirchnerismo, al que una vez más, los charlatanes y escupidores al cielo de la oposición y la prensa canalla, había dado por muerto.
Esos mismos profetas del odio hoy deben estar lamentando que el oficialismo haya dado vuelta la elección en los partidos de San Martín y Quilmes, por ejemplo, distritos muy populosos de la Provincia, o que en La Matanza, con todas las urgencias que sufren allí sus habitantes, generados en gran parte por la fuerza política de la que forma parte el porteño de Santilli, se haya ganado por más del 50 por ciento de los votos.
Otro dato que los grandes medios esconden: el oficialismo sigue teniendo la mayoría en ambas cámaras del parlamento. Aunque haya perdido fuerza en Diputados, e incluso la posibilidad de acceder al quórum propio en el Senado, el peronismo sigue siendo mayoría.
En CABA, el Frente de Todos hizo una buena elección, con casi 25 puntos, en comparación con la legislativa que se realizó en 2017 (en la que había sacado 21 puntos). Esta cifra se alcanza a pura militancia, en las quince comunas, y en especial en los barrios populares de la zona sur, de cara a las elecciones generales, y de la mano de un comando de campaña diseñado y motorizado por la dirigencia distrital, porque el gobierno nacional no aportó figuras de la Rosada en actos ni recorridas. En Diputados se logró retener las tres bancas en juego –con Santoro a la cabeza- y en la legislatura, ingresan ocho nuevos representantes. Así, el bloque opositor mayoritario gana más volumen: de 17 legisladores, se pasa a 19, para enfrentar a la mayoría de Larreta.
El peronismo es una fuerza política que sobrevivió a todo tipo de persecuciones –también traiciones-, e incluso un genocidio. Con Néstor y Cristina, el movimiento renació con una fuerza revolucionaria, que dio lugar a una generación política que hoy está en el territorio, acompañando y organizando distintos dolores y conflictos, pero también en muchos lugares de decisión y responsabilidad institucional, con todo en contra, porque el enemigo es poderoso y despiadado, y entonces si uno lee los resultados, sin dudas deben ser festejados, sin perder conciencia de lo dura que está la calle y la realidad de una mayoría sufriente y necesitada de trabajo, ingresos y mejoramiento de la calidad de sus condiciones de vida.
Ahora arranca una nueva etapa, ideal para un movimiento político que, por más que lo den por acabado, se sabe, siempre le pone el pecho a los desafíos que impone la historia. El partido más peliagudo, probablemente, sea con el maldito FMI.