Eloy Rossen

Yegua se inserta en la escena teatral de la Ciudad de Buenos Aires como una propuesta que viene a redescubrir los límites entre el teatro, la performance, la música y la literatura, en una puesta que trabaja lo sensible y lo contestatario como un mismo cuerpo escénico integrado.

La obra invita al adentramiento en el universo de Tortón, un llanero solitario en el desierto de una ruta bonaerense. Ni masculinidad ni feminidad, ni motoquero ni lesbiana, ni tortillera ni chabón, Tortón revive para sigo misma -¿mismo?- y para su moto, Daisy, los dolores de un romance desencontrado en una propia Via Crucis que atraviesa doce estaciones, pero vueltas queer. Dialogando con el dogma eclesiástico, el binarismo, la naturaleza y la poesía como campo de batalla, Yegua no regala ninguna respuesta de las muchas preguntas que se hace: ese es el presente que le deja al público en cada función que termina.

La obra fue ganadora de la convocatoria Ciudad Diversa, un programa de la Ciudad de Buenos Aires que invita a artistas del colectivo LGBTIQ+ a presentar propuestas artísticas que puedan variar entre la performance, la danza, el teatro, la música y la literatura. Además de recibir un premio económico, quienes ganan resultan seleccionades para la Agenda Cultural del Verano en Buenos Aires.

La pieza fue presentada en la convocatoria por Bel Gatti, le dramaturgue -quien se formó en actuación en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y en dramaturgia en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD)-, junto con la dirección de Maruja Bustamante, además de la participación como intérpretes de Melina Milone -“Tortón”-, Jorge Thefs -“la yegua”-, Analía Ayalah -“Daisy, la moto”- y Pablo Viotti -“la monja”-.

En una charla con Jorge Thefs, Melina Milone y Analía Ayalah, les interpretes profundizaron en el proceso de ensayos y la elaboración escénica del material, poniendo un énfasis en la búsqueda de algo que se encuentre por fuera de lo solemne.

“Atraviesa pasajes de la biblia, de las tres caídas de Jesus… Pero no tiene por qué ponerse solemne”, explica Melina Milone.

Desde esta propuesta es, elles cuentan, que ingresaron al texto dramatúrgico a partir del juego y la prueba, indagando los detalles de un espacio escénico e interpretativo que pudiese albergar al texto de Bel Gatti.

En relación con esto, Jorge Thefs afirma: “En estos materiales narratúrgicos se permite más la aparición y sumatoria de caprichos colectivos que hacen al universo de la obra: aparece la novicia rebelde, la madre superiora, Almodóvar, entre muchos otros.”

La libertad que encarna la poesía de Gatti permite explorar una variedad de lenguajes y símbolos para las estrofas de Tortón, que se resignifican en la escenografía, el vestuario, la música y la interpretación. Otros universos se despliegan en el abanico estético y simbólico que desenfunda las estrofas tortilleras: en la obra no se habla sólo y únicamente de lo queer, sino también del vínculo con la naturaleza, de las violencias y de los desamores.

¿Se puede calificar a Yegua como una pieza teatral diversa, que levanta la bandera LGBTIQ+? La premiación de la obra por parte de Ciudad Diversa dispara múltiples reflexiones entre les intérpetes.

Dice Jorge Thefs: “Siento que hoy en día hay muchos materiales pululando por la escena porteña que manejan como una suerte de pink washing pero no se permiten preguntarse sobre la temática: la lesbianidad no es una temática ni las transiciones son una temática”.

Cuando la agenda política se vuelve campaña partidaria, solo existen grandes afirmaciones y estamentos. Sin dudas la cuestión no pasa por desvalorar o minimizar las luchas y logros del colectivo disidente, sino de permitirse ahondar en las preguntas que resuenan en la propia grupalidad y apropiarse de los espacios para realizarse esas mismas preguntas.

En la obra, la moto Daisy tiene corporalidad y canta, la yegua tiene voluntad y consiente al amor y Tortón permite borrar las huellas de un binarismo humano para volverse unidad con todo el universo de objetos y seres que la rodea.

Definitivamente, Yegua no se entiende como un canto a la reivindicación lésbica, ni tampoco como una denuncia enfática a la norma eclesiástica, sino que se para sobre un terreno más incierto: propone la imaginación de otros mundos y que esa imaginación sea puramente colectiva y libre.

“Torton lo dice: sería capaz de cortarse las tetas. Está ahí en el límite; en esa transición. Hay una busqueda, y creo que hay que abrirse a no encasillar y que los deseos se expresen como se tengan que expresar”, resuelve Melina.

Otra pregunta atraviesa la construcción de Yegua: ¿sobre qué tópicos se les permite hablar a la comunidad LGBTIQ+?

Contesta Analía Ayalah: “Yo me considero gorda y no es que voy a hablar de ser gorda; sino que soy una cuerpa gorda contando una historia, y la historia es esta.”

Desde una complicidad política, la obra también intenta superar cierto piso de debate, abarcando la inmensidad de preguntas que se denotan en la historia de Tortón: no sólo desde lo propiamernte queer, sino desde una humanidad pura y sensiblemente cuestionadora de todo.

De manera colaborativa, una vez finalizada la función, el Galpón de Guevara invita al público a quedarse un rato más, y así Yegua se vuelve Tertulia Lesbo-poética, con la lectura de textos queer y el cierre cumbiero de la banda Rebelión en la Zanja. De esta manera es que la función atraviesa las paredes de la sala, y se extiende hasta la puerta del teatro, resignificando con otro sentido lo que sucedió hace un rato en la ficción. Lesbodramas, una página de Instagram que cruza los memes con la poesía, en el último tiempo creció masivamente hasta traspasar la virtualidad para concretar encuentros grupales, y uno de ellos es el espacio de la tertulia lésbica. Luego de la lectura poética, la cumbia ocupa el after teatral con Rebelión en la Zanja, una banda transfeminista y disidente que bucea entre el rap, la cumbia y el reggaeton. El amor libre, el rechazo al neoliberalismo, la amistad y la lucha transfeminista son algunos de los tintes que resuenan en la noche que propone el equipo creativo de Yegua, sembrando un ambiente de encuentro que respira puro goce.

¿A qué se debe este cruce con Lesbodramas y Rebelión en la Zanja?

“Lesbianidades que lleguen a este material”, contesta Jorge Thefs.

La convivencia de la obra con una banda de cumbia y una lectura de poesía lésbica también abraza lo ilimitado del teatro y aporta a la apropiación del material por parte de la audiencia. Yegua no permite que el discurso que construye se reliegue a las cuatro paredes de la sala, y empuja a la ficción a traspasar el umbral con la realidad.

Agrega Jorge: “El teatro no puede abarcar los espacios sociales donde estas organizaciones se fomentan; hay algo ahi que siempre el teatro queda por fuera, y en Yegua eso es todo lo contrario: lo que pasa adentro es una fiesta y es una fiesta para esas personas.”

Sin importar el desamor, ni la soledad, ni lo crudo de su relato, la obra se yergue por fuera de la solemnidad, y llama al conjunto de la comunidad a primero festejar el encuentro, para después reflexionar sobre las propias humanidades, ya por fuera de una consigna política y por dentro de una reflexión interpeladora.

Si Yegua sostiene una bandera, es la bandera de la transición como espacio a habitar. La duda parece protagonizar la pieza junto con el personaje de Tortón y permite al público abrir otros puentes imaginativos. Políticamente disruptiva, solamente se permite ser clasificada dentro de una consigna LGBTIQ+ si se cuestiona sobre la misma, si se embarca en la tarea de reunir a todas las individualidades a reflexionar sobre su tránsito colectivo. Tortón viaja en su moto Daisy por un camino puramente desértico, pero las últimas estrofas de su travesía no finalizan en el cierre de la doceava estación divina, sino que abren el juego a la construcción de una Via Crucis infinita, poderosa y colectiva.

Las funciones de Yegua se realizan los martes a las 21 hs. en el Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA)