y Ramiro Abrevaya
Lantos creció en una casa de médicos. En lo del padre se escuchaba jazz y música clásica y en lo de la madre folclore latinoamericano. Se leían los diarios, había interés por la realidad del país. Le estimularon la lectura y siendo todavía un chico se leía un libro cada dos días. En la secundaria hizo su primer taller literario y fue ahí que se dio cuenta que tenía cierta facilidad para la escritura. Se acercó al periodismo gráfico. También a la radio, en ese momento barrial, autogestiva. A los 21 empezó a ejercer la profesión. Un tiempo antes, había comenzando a explorar la otra gran pasión de su vida: la música, en el circuito under de Buenos Aires. Hoy, unos veinte años después, se muestra no solo conforme sino también agradecido con un presente marcado por el ejercicio comprometido de su profesión y la dedicación a tocar en una banda que está por cumplir una década de recorrido.
¿Cómo estás en El Destape?
Estoy muy contento, y más teniendo en cuenta que en 2016, luego de que ganase Macri, estuve coqueteando con la idea de abandonar el periodismo. Ahora estoy en el lugar que quiero estar, con un gran equipo de trabajo, varios amigos, donde me tratan bien y donde me pusieron en blanco. Aparte es un medio muy generoso porque el crecimiento se comparte, no como en otros lugares donde las estructuras son más anquilosadas y se hace muy difícil crecer. Estoy disfrutando mucho de este proceso.
Vienen creciendo mucho.
Tal cual. Hoy el medio es una pequeña y mediana empresa, cada día más mediana y menos pequeña, que manejan Roberto, sus dos hijos y Mariano Mogni, que está en todo. No somos un medio autogestionado, pero sí un medio que apunta a vivir de su audiencia y a no depender de la financiación externa. Ahí hay una gran diferencia con otros medios privados. Es un medio que necesita de sus suscriptores pero que no subordina el acceso a la información a un pago. Tenemos una responsabilidad. Tenemos que exigirnos. No podemos defraudar a nuestra audiencia.
Nicolás pone de ejemplo la cobertura que hizo en México, un par de semanas atrás, del viaje de Alberto.
“Como lo hace Clarín, Infobae, Página 12, también fuimos nosotros. Sabíamos que había que realizar un esfuerzo económico grande, pero había que estar porque eso hace la diferencia entre un medio que quiere competir por los primeros lugares y otro que está en el pelotón de la mitad de tabla”. “Aparte”, aclara, “hacer esos viajes te da acceso a cierta información y fuentes que acá en Buenos Aires no tenés. Se sabe que son lugares fértiles para el periodismo”.
Y retoma lo de la audiencia propia: “yo sentía que tenía que hacer una cobertura mejor que la de mis colegas, porque yo tenía que demostrar que toda la plata que se pone en nuestro medio, estaban bien invertidos. Eso a mí y al resto nos resulta una guía. Y es un gran diferencial que genera un sentimiento de comunidad”.
Nicolás conduce todos los días el programa de la primera mañana de la radio, Habrá Consecuencias, junto al colega Ari Lijalad y el resto del equipo. En el portal de noticias, los domingos sostiene una columna sobre el panorama político de la Argentina, la región y el mundo; en la semana también escribe notas sobre política y gobierno, y los sábados a la mañana conduce su propio programa, Palermo Wuhan, junto a Luciana Rosa, en el que abordan y analizan la realidad de la política nacional pero también la internacional, “un flanco que en El Destape recién se está empezando a desarrollar”, señala en su pantalla del Zoom.
Con Kranear buscamos la etimología de Lantos y encontramos que se trata de la combinación entre las palabras 'juglar' y 'bardo', dos representaciones que encajan bastante con vos. ¿Sos un músico disfrazado de periodista, o al revés?
“En el orden cronológico, llegué mucho antes al periodismo. Como muchos, de chico tomé clases de algún instrumento, un ensamble, audio perceptiva, pero no pensaba en todo lo que tengo hoy. Yo empecé a ir a ver recitales de la escena under bastante después de los 17, porque tenía ese prejuicio estúpido de que si te movías ahí era porque no tenías el nivel suficiente para hacerlo en el ámbito profesional. No detectaba que podía haber un lenguaje diferente. Descubrí el punk a los 24 años y me voló la cabeza. Empecé a ir a ver bandas y a entender que había una experiencia de vida que me había perdido hasta entonces. Entre ese momento y la época en la que armé una banda, pasaron seis años. En el medio organicé el festival Festipulenta y también fui manager de algunas bandas que quiero mucho, durante períodos lo suficientemente cortos para seguir queriéndolos después. Recién ahí llegó el momento de ensayar, tocar en vivo, grabar algo, pero jamás de los jamases me imaginé que tocaría en uno de los festivales de Latinoamérica, en México. En ese sentido, la vida a través de la música que me dio cosas que nunca había imaginado”.
La banda se llama Krupoviesa, como el ex número 3 de Boca, un lateral que raspaba lindo y que siempre será recordado por una patada -que algunos no dudaron en catalogar como criminal- que le encajó al 'Rolfi' Montenegro –jugaba en River- en la cancha de Boca. Nicolás toca el bajo, canta y compone la mayor parte de las canciones.
Krupoviesa. Foto: Lucía Lourdes Calderón (para La Diaria, Uruguay)
¿Cómo lo ves a Alberto, su gestión de gobierno, el enfrentamiento cada vez más claro con los poderes fácticos?
“Creo que está en un lugar y en una posición muy difícil porque el plan A que tenía no funcionó y ahora tiene que evaluar un plan B. Claramente en su relación con el poder judicial él tenía otra idea, y lo mismo pasa con el reemplazo de Losardo, la ministra de Justicia. Cada una de estas nuevas decisiones generan resistencias, y la pregunta es hasta dónde está dispuesto a tensar o se va a endurecer para negociar. Es difícil de saber porque si uno mira sus trayectorias, nunca fueron líneas rectas. ¿Cuál es el punto de no retorno?”, interroga y menciona algunas de las cartas que tiró el poder judicial en las últimas semanas: la decisión de la Corte Suprema de confirmar un fallo contra Milagro Sala, no ofrecer un solo argumento sobre la confirmación de la condena a Amado Boudou, la complicidad de Eduardo Casal, titular interino del Ministerio Público Fiscal, con el fiscal federal Carlos Stornelli, al mantenerlo en el cargo.
“La confrontación es un hecho,, y no por decisión del peronismo, que hizo un intento, por parte de Cristina, al elegir a como candidato a presidente a Alberto, de que las cosas no fueran de esta manera”, advierte
La industria musical de la Argentina es una higuera de la que solo unos pocos pueden comer. ¿A qué le adjudicás esta situación?
“En la Argentina necesitaríamos ser 100 millones de habitantes para tener un mercado interno que se banque darle laburo a todo el mundo. Somos muy chicos para algunas cosas y muy grandes para otras. Esto también se da en el periodismo, en la literatura y hasta en la industria. No hay escala para que aparezcan más de cuatro o cinco artistas a los que les vaya muy bien”.
¿Cómo ves la escena ahora?
“Creo que después de la tragedia de Cromañón se generaron condiciones para dar rienda suelta a la creatividad. Era tan inalcanzable la idea de pegarla después lo de Once, porque no había ni lugares para tocar, que muchas bandas empezaron a hacer lo que realmente les pintaba. Y ahí fue surgiendo una generación, desde finales de la década pasada y hasta el 2010, ponele, muy interesante, que incluyó la presencia de muchas mujeres arriba del escenario, un hecho que enriqueció mucho la escena, y hoy por primera vez creo que se están abriendo lugares en ese pequeño mercado para que surjan algunas figuras nuevas. Aún con los condicionamientos que pone nuestra realidad, la Argentina se las arregló para parir muchas generaciones de gente muy talentosa a lo largo de medio siglo, desde que empezó lo que se denominó Rock Nacional”.
Recorrido profesional
Después de terminar el secundario en el Liceo 9 de Belgrano, CABA, Nicolás entró a la UBA para estudiar Ciencias Políticas, por un lado, y Periodismo en TEA, por el otro. La carrera universitaria la haría hasta la mitad, pero la experiencia le sería útil. En 2005 entró a trabajar en el Diario Perfil, que salía a la calle en formato dominical. Pasó por las secciones Política internacional, Deportes, Sociedad, Cultura. “Era joven y agarraba cualquier cosa porque quería hacerme notar”, recuerda. Después de un conflicto gremial de dos meses, entendió que era hora de buscar nuevos rumbos. Y pasó por experiencias inolvidables, como trabajar en un call center de una empresa yanqui en el que daban consejos sentimentales, o laburar en el equipo de noticias de Yahoo Argentina, hasta la crisis financiera del 2008, cuando lo echaron. En 2009 ingresó a Página 12.
“Cuando arranqué a hacer periodismo si me preguntaban qué sección me gustaba, decía cualquiera menos política. Es un barro, te pegan por todos lados, me estresa, decía. Y terminé haciendo política; aunque antes sucedieron dos hechos claves”, advierte. “En el diario aprendí a hacer crónicas políticas, y a partir del conflicto por la Resolución 125, me acerqué al peronismo”.
En poco tiempo se convirtió en un referente en política nacional e internacional. Durante los siguientes años cubriría tres campañas presidenciales en Argentina (2011, 2015, 2019) y una en los Estados Unidos (2016).
De traje y corbata, en la tele.
¿Qué tal la experiencia con Mauro Viale en América 24?
“Mauro es de las dos o tres personas que más conocen el medio en la Argentina. El primer día de trabajo, cuando llego al estudio, bastante nervioso, se me acercó y me dijo 'Nico, yo leo tus notas, conozco tu laburo, sos un gran periodista, pero esto es tele, cuando la cámara te enfoque, vos tenés que tener tres oraciones en la cabeza, sujeto, verbo y predicado, por tres, y se fue la cámara. Si te enredás como si estuvieras escribiendo, no te van a entender y no te va a servir a vos’. Y con eso me ahorró seis meses de lo que hubiera tardado yo en darme cuenta de cómo funciona esa dinámica. Aprendí mucho durante esos tres años. Por el programa, que tenía buena audiencia, pasaban todos, y yo trataba de aprovechar eso desde lo periodístico. Conseguí algunos textuales que no hubiese podido lograr en cualquier otro medio. De aquel espectáculo televisivo a veces brotaba buen periodismo”.
Este año Krupoviesa cumple diez años. ¿Qué balance hacés?
“Mis expectativas eran mucho más modestas de lo que terminó pasando con la banda. Haber ido a México en 2019 para participar del Festival Mervin, en el que tocan las bandas más importantes de Latinoamérica, y compartir escenario con bandas del calibre de Wire (banda de punk inglesa) o Damo Suzuki (Japón), fue algo inimaginable. Aparte, después hicimos una gira de dos semanas. Eso de subirse a un avión con el estuche del bajo, a tocar afuera, fue un sueño cumplido, y más aún para alguien como yo que tuvo su primer ensayo a los treinta años. En Montevideo tenemos un público y bandas amigas. Acá en Buenos Aires, el hecho de haber tocado en los lugares donde íbamos a ver a las bandas que nos gustaban, como Niceto, Matienzo, el Salón Pueyerredón, el Festival Emergente en la Usina del Arte, tocamos con bandas que admiramos y que queremos mucho, como Acorazado Potemkin, Los Riel, Perdedores Pop, entre tantos otros, son todos motivos para estar muy pero muy contento y conforme. La música medio mucho más de lo que le di yo”.
¿Durante la pandemia no les pintó hacer un show por streaming?
“Pensamos que el esfuerzo y el costo no valen la pena. Y aparte, lo más importante, al ser una banda muy enérgica, digamos, la presencia del público, sean pocas o muchas, nos estimulan mucho. Durante este tiempo nos dedicamos a preparar un EP de versiones de la banda británica The Fall, que se va a llamar The Fault”.
Se te escucha muy conforme con todo lo logrado.
“Nosotros elegimos hacer una música que sabemos que no va a sonar en una FM, y por más que nos guste el formato canción, los estribillos, laburamos con unos timbres, sonidos e intensidad que sabemos que nos auto excluimos del público masivo. Cuando tu objetivo es no tener que cargar el amplificador a las tres de la mañana, porque podes pagar un flete, todo lo viene por encima de eso, lo tomo como yapa, y soy un agradecido”.
Pauta oficial. ¿Cómo crees que debería gestionarse?
“Si aceptamos que la información es de un derecho humano esencial, debería haber mayor regulación del mercado de parte del Estado. Regulación para sancionar a aquellos que publican contenidos que atentan contra la salud pública, por ejemplo, y siempre de la mano de una autoridad que no esté sospechada de arbitrariedades. Se debe tratar de una herramienta que vos estés dispuesto a darle en la mano al que viene después, algo que se perdió en la Argentina en los últimos años. Hay que establecer instituciones fuertes. La derecha no se puede apropiar de estas banderas”.
“Tememos que repensar qué significa comunicar. Hasta hace no mucho tiempo atrás, en un medio importante, grande, comunicar era consignar los hechos. Hoy eso ya no sucede. Se comunica cualquier cosa, y hay un sector que te va a creer y otro que no. Tampoco hay inventivos para que la gente trate de acercarse a la verdad. Es más fácil confirmar tus pre conceptos. Entonces informar hoy es proveer de herramientas para que la gente pueda diferenciar entre lo verdadero y lo falso”.
“Creo que urge que se replantee el uso de la pauta oficial, porque hoy por un lado va para las grandes corporaciones como Google y Facebook, y en segundo lugar, para los grandes medios, cuando en realidad se debería encontrar algún mecanismo para que esa técnica denominada Fast Checking, que te canta qué es cierto y qué no, y que en una época le decíamos periodismo, deje de estar en manos de una corporación financiada por tal oenegé, empresa o país, y que sea algo descentralizado”.
“Es muy interesante todo lo que está sucediendo con la tecnología blockchain, que permite descentralizar esto de que alguien te diga si algo es auténtico o no. Antes eso era validado por una autoridad superior, que podía ser un colegio, una galería de arte, el Estado, y con esta tecnología eso va a quedar democratizado. Hay que ponerse a pensar cómo hacemos para aplicar esto en la generación de contenido periodístico, y para avanzar con esa idea hace falta una inversión que no va a llegar del sector privado, porque les resulta muy cómodo mantener el estatus quo”.
“Yo la pauta la pondría en el desarrollo de labs que permitan el surgimiento de medios que partan de otra concepción, y que florezcan mil flores. Con que haya una que pueda hacerle frente al aparato mediático que hoy tiene el poder económico, es mucho más que lo que tenemos ahora. Sería revolucionario. Creo en el largo plazo, si el Estado va a dedicar una parte de su presupuesto a garantizar el derecho a estar informado, la vía es encontrar nuevas formas de informar que no sean las que están establecidas ahora”.
Todos los sábados, en El Destape, Nicolas conduce su propio programa de radio.
¿Te parece que el arribo de Slim a la Argentina puede llegar a restarle poder de fuego a Clarín?
“La primicia la di yo, con El Destape, cuando volví de México”, cuenta, y sonríe, orgulloso. “No es una solución estructural, sino más bien táctica, que puede funcionar, o no, pero en principio me parece que siempre es mejor más que menos competencia. Acá tenemos un gran problema con el asunto de la concentración. La tierra, los alimentos, los medios. Hay que ver qué pasa, ya que todavía es una movida que está verde. Pero insisto: acá estamos discutiendo quién va a venir a sacarle poder de fuego a Clarín, pero la discusión será vieja en cualquier momento, porque hay una cuestión estructural de la comunicación y el periodismo que está siendo convulsionada”.
“Como periodista me parece tenemos que pensar qué podemos hacer para que nuestro laburo tenga sentido, por lo menos los que consideramos que nuestro trabajo hace efectivo el derecho de la gente a estar informada. El sujeto de la libre expresión es la sociedad, no el que expresa. Hablamos de información para tomar decisiones. A la hora de ir a votar, elegir una marca en el supermercado, si conviene o no buscar un nuevo trabajo, o si es momento oportuno de cambiar el auto. Todas las decisiones que toma una persona las hace en función de un input que es abrir Google, Twitter, prender la radio, encender la televisión o leer los portales de noticias. Cuando a esa gente le mienten, toma decisiones sub optimas para su vida. Yo como periodista tengo que ser consecuente con la idea del derecho a estar informado. Cristina lo dijo hace poco: la verdadera víctima del Lawfare fue el pueblo, no nosotros. Y Macri ganó en parte por la incidencia de los medios”.
Cerramos con un ping-pong, ¿te parece?
“Uf, dale”.
¿Prócer del rock nacional?
Charly, sin ninguna duda.
¿Un músico?
Robert Polard (“sí”, asume, “soy de esos que eligen a uno que hay que googlear”).
Un bajista
Dee Dee Ramone.
Una banda
Krupoviesa.
Una canción
Gimme Shelter.
Un disco
The idiot, de Iggy Pop.
Un show en vivo
Tres pecados en un Festipulenta.
Un libro
El arcoíris de la gravedad, de Thomas Pynchon.
Un escritor/a.
Philip Dick.
Un periodista musical argentino de la vieja guarda
Pablo Schanton.
Un periodista musical argentino de nuestra generación
Juan Manuel Strassburger.
Un periodista político de la vieja guarda
Mario Wainfeld.
Un periodista político de nuestra generación
Iván Schargrodsky.
Una bebida sin alcohol
Soda.
Una bebida con alcohol
Whisky.
Una comida
Milanesas.
Una achura
Chinchulines.
Un postre
--
Una ciudad
Buenos Aires.
Una canción de Krupoviesa
Flores porteñas.
--
Acá se puede escuchar a Krupoviesa.
Lantos creció en una casa de médicos. En lo del padre se escuchaba jazz y música clásica y en lo de la madre folclore latinoamericano. Se leían los diarios, había interés por la realidad del país. Le estimularon la lectura y siendo todavía un chico se leía un libro cada dos días. En la secundaria hizo su primer taller literario y fue ahí que se dio cuenta que tenía cierta facilidad para la escritura. Se acercó al periodismo gráfico. También a la radio, en ese momento barrial, autogestiva. A los 21 empezó a ejercer la profesión. Un tiempo antes, había comenzando a explorar la otra gran pasión de su vida: la música, en el circuito under de Buenos Aires. Hoy, unos veinte años después, se muestra no solo conforme sino también agradecido con un presente marcado por el ejercicio comprometido de su profesión y la dedicación a tocar en una banda que está por cumplir una década de recorrido.
¿Cómo estás en El Destape?
Estoy muy contento, y más teniendo en cuenta que en 2016, luego de que ganase Macri, estuve coqueteando con la idea de abandonar el periodismo. Ahora estoy en el lugar que quiero estar, con un gran equipo de trabajo, varios amigos, donde me tratan bien y donde me pusieron en blanco. Aparte es un medio muy generoso porque el crecimiento se comparte, no como en otros lugares donde las estructuras son más anquilosadas y se hace muy difícil crecer. Estoy disfrutando mucho de este proceso.
Vienen creciendo mucho.
Tal cual. Hoy el medio es una pequeña y mediana empresa, cada día más mediana y menos pequeña, que manejan Roberto, sus dos hijos y Mariano Mogni, que está en todo. No somos un medio autogestionado, pero sí un medio que apunta a vivir de su audiencia y a no depender de la financiación externa. Ahí hay una gran diferencia con otros medios privados. Es un medio que necesita de sus suscriptores pero que no subordina el acceso a la información a un pago. Tenemos una responsabilidad. Tenemos que exigirnos. No podemos defraudar a nuestra audiencia.
Nicolás pone de ejemplo la cobertura que hizo en México, un par de semanas atrás, del viaje de Alberto.
“Como lo hace Clarín, Infobae, Página 12, también fuimos nosotros. Sabíamos que había que realizar un esfuerzo económico grande, pero había que estar porque eso hace la diferencia entre un medio que quiere competir por los primeros lugares y otro que está en el pelotón de la mitad de tabla”. “Aparte”, aclara, “hacer esos viajes te da acceso a cierta información y fuentes que acá en Buenos Aires no tenés. Se sabe que son lugares fértiles para el periodismo”.
Y retoma lo de la audiencia propia: “yo sentía que tenía que hacer una cobertura mejor que la de mis colegas, porque yo tenía que demostrar que toda la plata que se pone en nuestro medio, estaban bien invertidos. Eso a mí y al resto nos resulta una guía. Y es un gran diferencial que genera un sentimiento de comunidad”.
Nicolás conduce todos los días el programa de la primera mañana de la radio, Habrá Consecuencias, junto al colega Ari Lijalad y el resto del equipo. En el portal de noticias, los domingos sostiene una columna sobre el panorama político de la Argentina, la región y el mundo; en la semana también escribe notas sobre política y gobierno, y los sábados a la mañana conduce su propio programa, Palermo Wuhan, junto a Luciana Rosa, en el que abordan y analizan la realidad de la política nacional pero también la internacional, “un flanco que en El Destape recién se está empezando a desarrollar”, señala en su pantalla del Zoom.
Con Kranear buscamos la etimología de Lantos y encontramos que se trata de la combinación entre las palabras 'juglar' y 'bardo', dos representaciones que encajan bastante con vos. ¿Sos un músico disfrazado de periodista, o al revés?
“En el orden cronológico, llegué mucho antes al periodismo. Como muchos, de chico tomé clases de algún instrumento, un ensamble, audio perceptiva, pero no pensaba en todo lo que tengo hoy. Yo empecé a ir a ver recitales de la escena under bastante después de los 17, porque tenía ese prejuicio estúpido de que si te movías ahí era porque no tenías el nivel suficiente para hacerlo en el ámbito profesional. No detectaba que podía haber un lenguaje diferente. Descubrí el punk a los 24 años y me voló la cabeza. Empecé a ir a ver bandas y a entender que había una experiencia de vida que me había perdido hasta entonces. Entre ese momento y la época en la que armé una banda, pasaron seis años. En el medio organicé el festival Festipulenta y también fui manager de algunas bandas que quiero mucho, durante períodos lo suficientemente cortos para seguir queriéndolos después. Recién ahí llegó el momento de ensayar, tocar en vivo, grabar algo, pero jamás de los jamases me imaginé que tocaría en uno de los festivales de Latinoamérica, en México. En ese sentido, la vida a través de la música que me dio cosas que nunca había imaginado”.
La banda se llama Krupoviesa, como el ex número 3 de Boca, un lateral que raspaba lindo y que siempre será recordado por una patada -que algunos no dudaron en catalogar como criminal- que le encajó al 'Rolfi' Montenegro –jugaba en River- en la cancha de Boca. Nicolás toca el bajo, canta y compone la mayor parte de las canciones.
Krupoviesa. Foto: Lucía Lourdes Calderón (para La Diaria, Uruguay)
¿Cómo lo ves a Alberto, su gestión de gobierno, el enfrentamiento cada vez más claro con los poderes fácticos?
“Creo que está en un lugar y en una posición muy difícil porque el plan A que tenía no funcionó y ahora tiene que evaluar un plan B. Claramente en su relación con el poder judicial él tenía otra idea, y lo mismo pasa con el reemplazo de Losardo, la ministra de Justicia. Cada una de estas nuevas decisiones generan resistencias, y la pregunta es hasta dónde está dispuesto a tensar o se va a endurecer para negociar. Es difícil de saber porque si uno mira sus trayectorias, nunca fueron líneas rectas. ¿Cuál es el punto de no retorno?”, interroga y menciona algunas de las cartas que tiró el poder judicial en las últimas semanas: la decisión de la Corte Suprema de confirmar un fallo contra Milagro Sala, no ofrecer un solo argumento sobre la confirmación de la condena a Amado Boudou, la complicidad de Eduardo Casal, titular interino del Ministerio Público Fiscal, con el fiscal federal Carlos Stornelli, al mantenerlo en el cargo.
“La confrontación es un hecho,, y no por decisión del peronismo, que hizo un intento, por parte de Cristina, al elegir a como candidato a presidente a Alberto, de que las cosas no fueran de esta manera”, advierte
La industria musical de la Argentina es una higuera de la que solo unos pocos pueden comer. ¿A qué le adjudicás esta situación?
“En la Argentina necesitaríamos ser 100 millones de habitantes para tener un mercado interno que se banque darle laburo a todo el mundo. Somos muy chicos para algunas cosas y muy grandes para otras. Esto también se da en el periodismo, en la literatura y hasta en la industria. No hay escala para que aparezcan más de cuatro o cinco artistas a los que les vaya muy bien”.
¿Cómo ves la escena ahora?
“Creo que después de la tragedia de Cromañón se generaron condiciones para dar rienda suelta a la creatividad. Era tan inalcanzable la idea de pegarla después lo de Once, porque no había ni lugares para tocar, que muchas bandas empezaron a hacer lo que realmente les pintaba. Y ahí fue surgiendo una generación, desde finales de la década pasada y hasta el 2010, ponele, muy interesante, que incluyó la presencia de muchas mujeres arriba del escenario, un hecho que enriqueció mucho la escena, y hoy por primera vez creo que se están abriendo lugares en ese pequeño mercado para que surjan algunas figuras nuevas. Aún con los condicionamientos que pone nuestra realidad, la Argentina se las arregló para parir muchas generaciones de gente muy talentosa a lo largo de medio siglo, desde que empezó lo que se denominó Rock Nacional”.
Recorrido profesional
Después de terminar el secundario en el Liceo 9 de Belgrano, CABA, Nicolás entró a la UBA para estudiar Ciencias Políticas, por un lado, y Periodismo en TEA, por el otro. La carrera universitaria la haría hasta la mitad, pero la experiencia le sería útil. En 2005 entró a trabajar en el Diario Perfil, que salía a la calle en formato dominical. Pasó por las secciones Política internacional, Deportes, Sociedad, Cultura. “Era joven y agarraba cualquier cosa porque quería hacerme notar”, recuerda. Después de un conflicto gremial de dos meses, entendió que era hora de buscar nuevos rumbos. Y pasó por experiencias inolvidables, como trabajar en un call center de una empresa yanqui en el que daban consejos sentimentales, o laburar en el equipo de noticias de Yahoo Argentina, hasta la crisis financiera del 2008, cuando lo echaron. En 2009 ingresó a Página 12.
“Cuando arranqué a hacer periodismo si me preguntaban qué sección me gustaba, decía cualquiera menos política. Es un barro, te pegan por todos lados, me estresa, decía. Y terminé haciendo política; aunque antes sucedieron dos hechos claves”, advierte. “En el diario aprendí a hacer crónicas políticas, y a partir del conflicto por la Resolución 125, me acerqué al peronismo”.
En poco tiempo se convirtió en un referente en política nacional e internacional. Durante los siguientes años cubriría tres campañas presidenciales en Argentina (2011, 2015, 2019) y una en los Estados Unidos (2016).
De traje y corbata, en la tele.
¿Qué tal la experiencia con Mauro Viale en América 24?
“Mauro es de las dos o tres personas que más conocen el medio en la Argentina. El primer día de trabajo, cuando llego al estudio, bastante nervioso, se me acercó y me dijo 'Nico, yo leo tus notas, conozco tu laburo, sos un gran periodista, pero esto es tele, cuando la cámara te enfoque, vos tenés que tener tres oraciones en la cabeza, sujeto, verbo y predicado, por tres, y se fue la cámara. Si te enredás como si estuvieras escribiendo, no te van a entender y no te va a servir a vos’. Y con eso me ahorró seis meses de lo que hubiera tardado yo en darme cuenta de cómo funciona esa dinámica. Aprendí mucho durante esos tres años. Por el programa, que tenía buena audiencia, pasaban todos, y yo trataba de aprovechar eso desde lo periodístico. Conseguí algunos textuales que no hubiese podido lograr en cualquier otro medio. De aquel espectáculo televisivo a veces brotaba buen periodismo”.
Este año Krupoviesa cumple diez años. ¿Qué balance hacés?
“Mis expectativas eran mucho más modestas de lo que terminó pasando con la banda. Haber ido a México en 2019 para participar del Festival Mervin, en el que tocan las bandas más importantes de Latinoamérica, y compartir escenario con bandas del calibre de Wire (banda de punk inglesa) o Damo Suzuki (Japón), fue algo inimaginable. Aparte, después hicimos una gira de dos semanas. Eso de subirse a un avión con el estuche del bajo, a tocar afuera, fue un sueño cumplido, y más aún para alguien como yo que tuvo su primer ensayo a los treinta años. En Montevideo tenemos un público y bandas amigas. Acá en Buenos Aires, el hecho de haber tocado en los lugares donde íbamos a ver a las bandas que nos gustaban, como Niceto, Matienzo, el Salón Pueyerredón, el Festival Emergente en la Usina del Arte, tocamos con bandas que admiramos y que queremos mucho, como Acorazado Potemkin, Los Riel, Perdedores Pop, entre tantos otros, son todos motivos para estar muy pero muy contento y conforme. La música medio mucho más de lo que le di yo”.
¿Durante la pandemia no les pintó hacer un show por streaming?
“Pensamos que el esfuerzo y el costo no valen la pena. Y aparte, lo más importante, al ser una banda muy enérgica, digamos, la presencia del público, sean pocas o muchas, nos estimulan mucho. Durante este tiempo nos dedicamos a preparar un EP de versiones de la banda británica The Fall, que se va a llamar The Fault”.
Se te escucha muy conforme con todo lo logrado.
“Nosotros elegimos hacer una música que sabemos que no va a sonar en una FM, y por más que nos guste el formato canción, los estribillos, laburamos con unos timbres, sonidos e intensidad que sabemos que nos auto excluimos del público masivo. Cuando tu objetivo es no tener que cargar el amplificador a las tres de la mañana, porque podes pagar un flete, todo lo viene por encima de eso, lo tomo como yapa, y soy un agradecido”.
Pauta oficial. ¿Cómo crees que debería gestionarse?
“Si aceptamos que la información es de un derecho humano esencial, debería haber mayor regulación del mercado de parte del Estado. Regulación para sancionar a aquellos que publican contenidos que atentan contra la salud pública, por ejemplo, y siempre de la mano de una autoridad que no esté sospechada de arbitrariedades. Se debe tratar de una herramienta que vos estés dispuesto a darle en la mano al que viene después, algo que se perdió en la Argentina en los últimos años. Hay que establecer instituciones fuertes. La derecha no se puede apropiar de estas banderas”.
“Tememos que repensar qué significa comunicar. Hasta hace no mucho tiempo atrás, en un medio importante, grande, comunicar era consignar los hechos. Hoy eso ya no sucede. Se comunica cualquier cosa, y hay un sector que te va a creer y otro que no. Tampoco hay inventivos para que la gente trate de acercarse a la verdad. Es más fácil confirmar tus pre conceptos. Entonces informar hoy es proveer de herramientas para que la gente pueda diferenciar entre lo verdadero y lo falso”.
“Creo que urge que se replantee el uso de la pauta oficial, porque hoy por un lado va para las grandes corporaciones como Google y Facebook, y en segundo lugar, para los grandes medios, cuando en realidad se debería encontrar algún mecanismo para que esa técnica denominada Fast Checking, que te canta qué es cierto y qué no, y que en una época le decíamos periodismo, deje de estar en manos de una corporación financiada por tal oenegé, empresa o país, y que sea algo descentralizado”.
“Es muy interesante todo lo que está sucediendo con la tecnología blockchain, que permite descentralizar esto de que alguien te diga si algo es auténtico o no. Antes eso era validado por una autoridad superior, que podía ser un colegio, una galería de arte, el Estado, y con esta tecnología eso va a quedar democratizado. Hay que ponerse a pensar cómo hacemos para aplicar esto en la generación de contenido periodístico, y para avanzar con esa idea hace falta una inversión que no va a llegar del sector privado, porque les resulta muy cómodo mantener el estatus quo”.
“Yo la pauta la pondría en el desarrollo de labs que permitan el surgimiento de medios que partan de otra concepción, y que florezcan mil flores. Con que haya una que pueda hacerle frente al aparato mediático que hoy tiene el poder económico, es mucho más que lo que tenemos ahora. Sería revolucionario. Creo en el largo plazo, si el Estado va a dedicar una parte de su presupuesto a garantizar el derecho a estar informado, la vía es encontrar nuevas formas de informar que no sean las que están establecidas ahora”.
Todos los sábados, en El Destape, Nicolas conduce su propio programa de radio.
¿Te parece que el arribo de Slim a la Argentina puede llegar a restarle poder de fuego a Clarín?
“La primicia la di yo, con El Destape, cuando volví de México”, cuenta, y sonríe, orgulloso. “No es una solución estructural, sino más bien táctica, que puede funcionar, o no, pero en principio me parece que siempre es mejor más que menos competencia. Acá tenemos un gran problema con el asunto de la concentración. La tierra, los alimentos, los medios. Hay que ver qué pasa, ya que todavía es una movida que está verde. Pero insisto: acá estamos discutiendo quién va a venir a sacarle poder de fuego a Clarín, pero la discusión será vieja en cualquier momento, porque hay una cuestión estructural de la comunicación y el periodismo que está siendo convulsionada”.
“Como periodista me parece tenemos que pensar qué podemos hacer para que nuestro laburo tenga sentido, por lo menos los que consideramos que nuestro trabajo hace efectivo el derecho de la gente a estar informada. El sujeto de la libre expresión es la sociedad, no el que expresa. Hablamos de información para tomar decisiones. A la hora de ir a votar, elegir una marca en el supermercado, si conviene o no buscar un nuevo trabajo, o si es momento oportuno de cambiar el auto. Todas las decisiones que toma una persona las hace en función de un input que es abrir Google, Twitter, prender la radio, encender la televisión o leer los portales de noticias. Cuando a esa gente le mienten, toma decisiones sub optimas para su vida. Yo como periodista tengo que ser consecuente con la idea del derecho a estar informado. Cristina lo dijo hace poco: la verdadera víctima del Lawfare fue el pueblo, no nosotros. Y Macri ganó en parte por la incidencia de los medios”.
Cerramos con un ping-pong, ¿te parece?
“Uf, dale”.
¿Prócer del rock nacional?
Charly, sin ninguna duda.
¿Un músico?
Robert Polard (“sí”, asume, “soy de esos que eligen a uno que hay que googlear”).
Un bajista
Dee Dee Ramone.
Una banda
Krupoviesa.
Una canción
Gimme Shelter.
Un disco
The idiot, de Iggy Pop.
Un show en vivo
Tres pecados en un Festipulenta.
Un libro
El arcoíris de la gravedad, de Thomas Pynchon.
Un escritor/a.
Philip Dick.
Un periodista musical argentino de la vieja guarda
Pablo Schanton.
Un periodista musical argentino de nuestra generación
Juan Manuel Strassburger.
Un periodista político de la vieja guarda
Mario Wainfeld.
Un periodista político de nuestra generación
Iván Schargrodsky.
Una bebida sin alcohol
Soda.
Una bebida con alcohol
Whisky.
Una comida
Milanesas.
Una achura
Chinchulines.
Un postre
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Una ciudad
Buenos Aires.
Una canción de Krupoviesa
Flores porteñas.
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Acá se puede escuchar a Krupoviesa.