Lo dijo Cristina en el acto que el Frente de Todos realizó en el barrio porteño de Villa Crespo el 27 de octubre último pasado, luego de recuperar el gobierno central y también ganar el de la provincia de Buenos Aires: “Quiero pedirles a todos que por favor nunca más rompan la unidad que se requiere para enfrentar estos proyectos neoliberales”.
En estos casi tres meses de gobierno, la unidad se mantuvo en todos los niveles de gobierno y armados políticos hacia el interior del Frente. Es más: algunos dirigentes están convencidos de que cuanto más se amplíe la alianza, más chances se tendrá de volver a poner a funcionar el país en beneficio de las mayorías y por qué no, de dar vuelta la taba para siempre y que los proyectos neoliberales queden en el olvido.
Es justamente porque la unidad en la coalición de fuerzas populares está sellada a pura convicción y patriotismo, que las fuerzas del mal, encarnadas en especial por la línea editorial de los medios masivos de comunicación, y algunos de sus sicarios más famosos, apuntan sus micrófonos, ríos de tinta, horas de pantalla e hilos de Twitter, a esmerilar esa confluencia estratégica de fuerzas políticas que le permitió recuperar, al campo nacional y popular, el mando del poder ejecutivo nacional y la administración del Estado.
La estrategia del periodismo de guerra es entonces tirarle a matar a esa unidad para que de modo indefectible la coalición de gobierno se desmorone, se pulverice. Es probable que ahí esté la garantía del fracaso del gobierno de Alberto y Cristina, a costa del sufrimiento de millones de compatriotas, por supuesto. Tienen ese propósito porque son odiadores seriales del kirchnerismo como proyecto político que no solo habilitó que una buena parte de la sociedad dejase de comprar su relato hegemónico de la realidad, sino que les perjudicó sus intereses económicos a partir de la estatización del sistema previsional argentino, la ley de medios de la democracia y el Fútbol para Todos.
La campaña de desprestigio y persecución contra Cristina de parte de los medios masivos de comunicación fue y sigue siendo la más despiadada de la que se tenga memoria, incluso mayor a la que le tiraron por la cabeza a Juan Domingo Perón o a Eva Perón.
Nicolás Wiñasky, un sicario desesperado.
Les duele hasta el hueso el amor, la lealtad y el agradecimiento que millones de argentinos y argentinas tienen con ella por su obra de gobierno, por su firmeza, sus convicciones, por no haberse arrodillado ni en las más duras circunstancias personales. Están agradecidos/as por haber hecho lo que tiene que hacer un dirigente: representar sus intereses. Por haber pergeñado la unidad que terminó con el peor gobierno de la historia democrática. Por haber hecho campaña con el libro más vendido de la historia editorial de nuestro país. Por presidir con firmeza el Senado.
Con todo ese marco, y luego de la celebración de la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso nacional, encabezada por el presidente Alberto Fernández, el sicario de Nicolás Wiñasky escribió una nota para el pasquín que le paga millones por operar en contra del kirchnerismo durante las veinticuatro horas, en el que advierte una posible grieta entre el jefe de Estado y su vice, debido a determinados gestos corporales de la ex presidenta y la interpretación de sus labios que realizó una especialista en lenguaje de señas que prefirió no dar a conocer su identidad.
Eso es todo lo que tienen desde el Grupo Clarín para informarle a sus lectores sobre un “vínculo roto” entre Alberto y Cristina, debido a una supuesta “disputa explícita” que solo ellos ven a través de sus alucinaciones y deseos inconfesables. Es una buena noticia. No tienen nada.
Que el gobierno sostenga la unidad por siempre y e siga impulsando leyes para fortalecer la soberanía nacional, reformar el poder judicial para acercarlo a las necesidades de las mayorías, terminar con la relación entre los servicios de inteligencia del Estado nacional y el poder real de la Argentina, o la demandada ley para legalizar la interrupción voluntaria del embarazo, como se anunció el domingo pasado, y que el periodismo de guerra no tenga nada más para operar más que una supuesta lectura de labios y dos vehementes movimientos de manos.