Franco Vitali es el director general de Cultura del Senado de la Nación. Trabaja ahí por decisión de su jefa política, Cristina Fernández de Kirchner. Tiene 40 años y cuenta con una larga experiencia de gestión de gobierno y militancia política, en especial, en el ámbito de la Cultura.
En su despacho, acomodado sobre un sillón de un cuerpo de color bermellón, Franco se dispone a conversar con Kranear sobre sus grandes pasiones: el peronismo, la política, la militancia, el mundo de las ideas y el desafío que tiene por delante si logra acceder a una banca en la legislatura porteña, por el Frente de Todos. También la Cultura, por supuesto, el tema, el asunto en el que más se formó, desde chico, cuando su padre Elvio, recién regresado del exilio forzado en México, fundó la librería Gandhi.
En la Ciudad más rica del país, el gobierno porteño saca pecho con su programa de financiamiento conocido como Mecenazgo, en el que se impone el criterio del mercado, en especial de la mano de los bancos, que son los que financian este tipo de proyectos. Durante la pandemia, Larreta no asistió a los sectores productivos, ni a los comerciantes, ni mucho menos a los docentes y personal de salud. Tampoco al sector de la Cultura, por supuesto, aunque en julio de 2020, y con esa falsa afectación que lo caracteriza, mandó un proyecto de ley a la legislatura para que el bloque oficialista vote y sancione la condonación del ABL- durante junio y julio de aquel año- para teatros, cines, librerías y otros espacios culturales.
Franco enciende un cigarrillo rubio, y lanza su primera reflexión:
“Buenos Aires es una ciudad dormida, está gobernada hace catorce años por la misma fuerza política, y si tenés que pensar en un gran hecho cultural de envergadura en el distrito, aparecen Tecnópolis o los Festejos del Bicentenario, ambos de Cristina. Hablamos de una ciudad en la que por ejemplo nació el tango. Yo la veo dormida, aburrida, que iguala todo para abajo, que a todo le pone criterio de mercado, y entonces no hay diferencias entre una propuesta del sector privado con alguna política de Estado para el sector de la Cultura. Y aclaremos: no hay que pedirles por favor una política, porque es un derecho consagrado en los tratados internacionales de derechos humanos, en la Constitución Nacional y también en la de la Ciudad. Por eso hay que reclamar, exigir y echar luz sobre lo que esté pasando”.
Ahí te chocás de frente con el blindaje mediático del que goza Larreta, ¿no?
“De una. Todo el poder y la potencia que tiene la derecha para tergiversar, mentir y criticar las medidas de un gobierno popular, en la Ciudad la usan para esconder, y eso es mucho más difícil de denunciar. En la legislatura tienen mayoría hace muchos años y no recuerdo una sola ley sancionada y difundido, orgullosos, de cara a la sociedad, diciendo mirá los derechos que conquistamos o la mano que le estamos dando a tal sector. En la legislatura es todo muy oscuro. Casi todo lo que sancionan, por lo menos en materia urbanística, son excepciones a la regla, y en beneficio de los desarrolladores inmobiliarios”.
Lo mismo corre para el plano judicial, con el escándalo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), que derivó en un acto histórico de parte de muchas organizaciones gremiales y profesionales.
“Exacto. Si querés hablar de cooptación de la justicia, mirá hacia la Ciudad de Buenos Aires. Tienen varias generaciones de jueces que pusieron ellos, con mayorías absolutas, y ahora encima inventaron una especie de Var para los fallos de la justicia nacional, que si no les gusta, van a parar al TSJ. La falta de independencia judicial que tienen esos jueces es escandalosa. Son ex funcionarios de Macri o de Larreta. Los vínculos políticos y el sesgo partidario de todos estos jueces es totalmente evidente”.
Si se repiten los números de las PASO, vos ingresarías a la legislatura, en la que el Frente de Todos se viene fortaleciendo por ejemplo a través de la pelea contra la rezonificación y venta de Costa Salguero, un agenda que activó una fuerte participación ciudadana. El sector de la Cultura, en ese sentido, ¿está organizada acá en CABA?
“Sí, en general, sí. En la ciudad hay una larga tradición de organización y lucha. Fijate las murgas, un claro ejemplo de cómo trata Larreta a la Cultura. Después de una larga pelea, reconocen al movimiento murguero y le dan la estructura para que armen los corsos, pero después la Ciudad, en lugar de difundirlo como un hecho cultural típico de la Ciudad de Buenos Aires, lo difunde como corte de calles. Lo esconden, lo evitan, lo tratan como si fuese un piquete”.
“Otro caso claro es el de los centros culturales, que si bien nace con nuestra generación, continúa con las nuevas, y su origen tiene que ver con la organización y la lucha. Hablamos de un grupo de pibes y pibas que se juntan con necesidades que no son lucrativas, pero que necesitan medios para el escenario, el sonido, la banda, armar una barra de precios populares. Son actividades comunitarias, y ahí también tenemos una larga tradición en la Ciudad”.
Las murgas, expresión cultural y popular de la Ciudad de Buenos Aires.
Franco nació en México, en 1980, durante el exilio de sus padres. Ya en la Argentina, durante los años de la recuperación democrática, el actual director del área de Cultura del Senado hace un primer contacto, en Gandhi, con los acalorados debates políticos entre los militantes del peronismo y la izquierda que sobrevivieron al Estado genocida, artistas, intelectuales, hasta altas horas de la noche, cuando la librería se convertía en bar y la atmósfera que flotaba en el ambiente hacía que el lugar fuese “un circo hermoso, donde se mezclaba todo”, tal como lo define ahora él mismo a través de sus recuerdos. “Toda esa época me marcó muchísimo”, señala.
La secundaria la hizo en el colegio Carlos Pellegrini, y aunque no militó orgánicamente, sí estuvo atento a todo lo que sucedía a su alrededor, como si de alguna manera fuese consciente de que toda aquella vivencia sumaría porotos a su futura carrera política. Ahora, de todas maneras, con un nuevo cigarrillo entre los dedos, asume que “siempre me quedé con ganas de militar en el secundario”.
En la Facultad de Derecho, donde se recibiría de abogado, como su padre, sí militó a fondo, en la agrupación estudiantil NBI, un espacio que fungiría como semillero de varios cuadros políticos de una generación militante que hoy tienen alrededor de cuarenta años, como Mariano Recalde –es el mayor, tiene algunos lustros más-, Eduardo "Wado" De Pedro, Santiago Álvarez -Patucho-, Carlos Figueroa y Julia Mengolini.
Franco nunca fue candidato a un cargo legislativo. Ahora utiliza el eufemismo “lavarropas” para referirse a la vorágine de la campaña electoral, que en esta segunda etapa, de cara a las generales, se basa en los recorridos territoriales y la escucha activa. “Estoy muy contento”, resume, “comprometido a fondo, redoblando la apuesta militante”.
En algunos barrios del sur de la Ciudad hubo fuga de votos con respecto al 2019. ¿Con qué mensaje se está yendo hoy a tratar de recuperar esas voluntades?
“La pandemia todavía tiene efectos que uno no conoce. En lo electoral, y mucho más profundo también. El peronismo se diferencia de la derecha y de la izquierda en un aspecto fundamental -Cristina lo dijo el otro día en el Espacio Memoria: no somos ni de derecha ni de izquierda, recuerda-. El neoliberalismo te propone que te sacrifiques ahora para ver el resultado después. Primero sufrí, flexibilízate, que ya van a venir las inversiones. Y la izquierda, en algún punto, también comparte esta idea, ya que te propone un presente constante de lucha, para luego tomar los medios de producción, acceder al poder con un gobierno de los trabajadores. El peronismo, en cambio, te propone una vida mejor ya, ahora. Primero recuperamos y ampliamos derechos, y después vemos quién se enoja. En eso la pandemia nos frenó, nos limitó físicamente. Ahora que estamos saliendo, apuesto a que podamos cumplir con las expectativas que el pueblo puso en el peronismo”.
Vos fuiste uno de los organizadores del acto “Néstor le habla a la juventud, la juventud le habla a Néstor”, en aquel hecho fundante del Luna Park, en 2009. ¿Crees que hoy el proceso de transformación que hoy interpela a la juventud tiene que ver con los feminismos y al ambientalismo popular?
“Creo que la juventud no necesita ser interpelada, la juventud es juventud cuando irrumpe sin pedir permiso. Yo no me acuerdo un momento en el que el kirchnerismo haya dicho vamos a hace política con la juventud, sino que de pronto la juventud era el corazón del kirchnerismo por las políticas de fondo de ese mismo kirchnerismo”.
Néstor en el 2007 mandó a organizar la juventud acá en CABA.
“Sí, pero tenía que ver también con la necesidad de hacer nuestra propia experiencia política, ver qué estaba pasando, porque Néstor nos rompió la cabeza. Éramos re desconfiados, por todo lo que venía pasando, éramos re peronistas pero la versión del PJ que nos tocó en la adolescencia era muy complicada para sumarse a su gobierno. Néstor nos convocó con hechos políticos concretos y muy contundentes. Mostró una rebeldía que acercó a la juventud”.
Hoy parecen lejanos aquellos años.
“El desafío es ir creando nuevas generaciones políticas. Tenemos cuadros re contra maduros, y la representación y la legitimidad hay que construirla todos los días. Por suerte nosotros tenemos dirigentes que confían en los plazos largos. Hay cuestiones conyunturales para atender –como una elección- pero también hay apuestas que no están en los diarios y que son justamente las de largo plazo. A nosotros no nos sacaron del plano político cuando ganó Macri. Acá estamos. Las elecciones se pueden ganar o perder, uno no es dueño de nada, Cristina sigue representando a los sectores populares de una gran parte de la población, a pesar de que la persiguieron, acá está, acá estamos. Eso no tiene retorno”.
¿Qué análisis hacés del rol de contención y asistencia que realizó la militancia durante la pandemia?
“Tuvimos un re laburo, sí, y en todo el país, en general poco reconocido por los medios y todos los que no nos quieren, y que está en línea con lo que hizo la juventud organizada durante las inundaciones de La Plata, en 2013, y tantas otras jornadas solidarias, en todo el país, cuando los pibes y las pibas dan una mano. Por otro lado, entendemos como un triunfo cada vez que dejamos de hacer una olla popular. Es un indicador muy simbólico de lo que está pasando en el territorio. Arrancaron con el macrismo y se incrementaron con la pandemia, y ahora que estamos saliendo, el primer indicador de que estamos mejorando es que ya no hagan falta las ollas. Ojalá que en el corto plazo dejemos de organizarlas”.
Durante la pandemia, la militancia jugó un rol clave, ante la ausencia del gobierno porteño, en la contención alimentaria.
Franco le mete un sorbo al café que trajo una colaboradora, enciende otro cigarrillo y aborda un asunto central: la deuda externa que dejó Macri, y cuyo pago el gobierno del Frente de Todos viene negociando con el FMI a través de Martín Guzmán. También aparece la enorme figura de Néstor Kirchner, a once años de su partida física. Hace dos días La Cámpora viralizó un video, lleno de jóvenes militantes de las provincias, en el Espacio Memoria y Derechos Humanos –el encuentro lo cerró Cristina-, cuyo estribillo alude al no pago de la deuda. Franco, en una pausa que mete para terminarse el café, la tararea, y sonríe, pícaro. Los que lo conocen saben que es fanático de Boca y que delira con las canciones de cancha (la melodía del tema nuevo pertenece a una canción de la orquesta de cumbia La Delio Valdez).
“Néstor, para impulsar un modelo económico de desarrollo y producción, con industria, creación sostenida de trabajo, primero se tuvo que sacar de encima al FMI, que le ponía condicionamientos insólitos. Para construir una Argentina normal, como decía Néstor, o una grande, como decía Perón, lo primero es lo primero: desendeudarse”.
“Por eso hoy urge dar una discusión seria con el FMI porque uno no puede mentirle a la gente y decirle que se van a generar puestos de trabajo y que van a llover las inversiones por arte de magia como hace el macrismo. En algún punto, esto es matemático. La rueda gira si se pone en movimiento la cadena de la producción –con insumos importados- y el consumo, para crecer y ahí tomar nuevos puestos de trabajo. Tenemos vencimientos de deuda impagables. Por eso el acuerdo tiene que ser beneficioso para el país”.
¿Qué expectativa tenes en relación a las elecciones del 14/11?
“Soy optimista, eh. Creo que hay mucha gente que no votó para no votarnos en contra, y hay que ir a buscarla, volver a enamorarla, levantarle el autoestima porque tenemos muchos argumentos, a los que aparte en la calle sometemos a discusión de manera permanente, ya que sabemos que esa misma discusión es la que enriquece nuestros argumentos. El desafío de convencer a alguien con tu idea me parece alucinante. Eso mismo, a nivel masivo, es el motor de la política. Es lo más lindo que puede haber. Hay que confiar en las ideas y siempre estar abierto a las nuevas”.
Franco enciende un cuarto cigarrillo, pita, exhala y engancha la ida de la soberanía con el concepto o valor de la libertad, tan cínicamente manoseado ayer y hoy por la dirigencia del PRO, el radicalismo conservador, los denunciantes seriales de la Coalición Cívica.
“Hay algunas ideas que se presentan como nuevas pero son más viejas que el olor a pata. Mi papá decía que a los liberales les gusta la libertad para dormir debajo de un puente. La libertad está en la libertad de empresa cuando sos monopólica y no queres que te intervengan, y también en nuestra consigna ‘Libres o muertos, jamás esclavos’”.
Algunos a esto lo denominan disputa por la subjetividad.
“Sí, y por más avances tecnológicos que haya, en el fondo la discusión es la misma. Ellos, los poderosos, tienen sus herramientas, que son la mentira, la imposición, la violencia, el poder y el dinero, y nosotros, las ideas, la discusión, la movilización, la organización; somos menos poderosos pero somos muchos más. Es una pelea histórica que todavía no se resolvió. Es una tensión con la que tenemos que convivir, y tener siempre la expectativa de que el futuro será mejor. Eso es fundamental, es nuestro motor. Con la frase donde hay una necesidad hay un derecho, tenés para caminar toda la vida”.
Más allá de la gestión acá en el Senado, con la organización, ¿qué venías haciendo hasta la campaña?
“Estamos construyendo el Frente Cultural, en todo el país. Está buenísimo porque te permite conocer la diversidad de la orga en todos lados, con responsables en cada provincia. Hay que expresiones muy propias en cada lugar, y el laburo pasa por potenciarlas”.
Franco es uno de los fundadores de La Cámpora, junto a algunos de los integrantes de NBI, aparte de otras expresiones, espacios y referentes que provenían de distintas experiencias militantes en los derechos humanos, la cultura, el territorio y hasta la gestión pública. Así se empezaba a dejar atrás una década nefasta para aquella generación de jóvenes, marcada por la impunidad, la antipolítica y un Estado al servicio de los poderes concentrados. “El 2001 fue camión que nos chocó de frente”, remarca ahora, “y con Néstor, que cambió todas las reglas, ahora había que avanzar con la transformación del Estado para encarar las transformaciones de fondo”.
Por aquellos años Franco escribía junto a Patucho en el blog , muy leído y consultado por la militancia, un sector de la prensa y la política en general, con un tono y un estilo muy propio, audaz, fresco, propio de una generación que pedía pista, y que luego se trasladaría a la narrativa oficial de La Cámpora en los comunicados y notas del sitio web. También era el responsable de unas de las primeras -y más grande, amplia- unidades básicas de la organización, sobre la avenida Caseros, frente al Parque Patricios, un espacio que cuando caía la noche, se transformaba en una milonga o fiesta de la organización.
Franco fue uno del los directores del suplemento Ni a palos.
En 2011 le llegó la posibilidad de trabajar –y militar- en la gestión del gobierno nacional. Fue en la Dirección Nacional para el Fortalecimiento de la Democracia, que dependía de la Jefatura de Gabinete de Ministros, en ese edificio enorme vidriado de Diagonal Sur y Belgrano. El subsecretario a cargo del área, Andrés “El Cuervo” Larroque, poco tiempo después asumió una banca en la Cámara de Diputados y Franco ocupó su lugar, hasta 2014.
Durante aquellos años, Franco y un grupo de compañeros –entre los que estaban Julia Mengolini, que ya había incursionado en el ambiente de los medios-, un suplemento cultural que también fue muy leído por la militancia: Ni a Palos, que le competía espacio y audiencia al Sí de Clarín y el No de Página 12. Aparte, era uno de los editores de una revista en papel, de muy buena tirada, mensual, federal, de La Cámpora.
En mayo de 2014, Cristina creó el Ministerio de Cultura, designó como ministra a la artista popular Teresa Parodi, y a Franco lo convocaron para que se ponga el frente de la Secretaría de Políticas Socioculturales. ”Armamos un equipo lleno de pibes y pibas y sacamos el ministerio a la calle, con todo lo que había adentro, y hacia todo el país, todo en el marco de un clima de época y con la conducción de Cristina”, cuenta ahora, orgulloso.
Con Cambiemos en la Rosada, entre 2016 y 2020, Franco fue asesor de Máximo Kirchner, mientras ejercía su primero mandato como diputado nacional. Desde finales de 2019, con el gobierno popular una vez más a cargo del Poder Ejecutivo Nacional, preside el área de Cultura del Senado, en el edificio con frente de mármol que ocupa la esquina de Bernardo de Yrigoyen y Solís, frente a la Plaza del Congreso. Desde una ventana del despacho se puede apreciar la esquina en la que se produjo uno de los enfrentamientos más duros entre los manifestantes y la policía, durante la represión que el gobierno de Macri metió en la calle ante las protestas por el intento oficial de sancionar una reforma previsional, a finales de 2017.
¿Qué temas te gustaría trabajar como legislador?
“Me interesa mucho lo que tiene que ver con el AMBA, porque uno se miente a sí mismo si no piensa a la Ciudad de Buenos Aires en el plano de lo metropolitano. La mitad de los puestos de trabajo de la CABA son de personas que van y vienen de la provincia de Buenos Aires. No podes desatender eso de cualquier planificación de la Ciudad. Otro dato: el 90 por ciento de las verduras que se consumen en el distrito vienen del conurbano. Hay que tener una mirada regional y federal. La Ciudad no deja de ser la Capital Federal de todos los argentinos y argentinas. También me interesa todo toda la legislación que tiene que ver con una ciudad que tiene un río, aunque hoy le demos la espalda”.
La CABA también tiene un jefe de gobierno que se proyecta como candidato a presidente por el PRO, en 2023.
“Es tan fácil gestionar una Ciudad tan grosa, tan mágica, con tantos recursos, que hasta te hace pensar que un Macri, De La Rúa o Larreta son capaces de gobernar un país. Un intendente tiene que lidiar con dos tenedores contra miles de problemas. Y Axel, el gobernador, tiene que atender toda la demanda del conurbano y no puede cobrar, entre otros, el mismo importe por ingresos brutos que se cobra en la Ciudad, ponele, que como dije, recibe al 50 por ciento de sus trabajadores desde la provincia. Acá, por los recursos que manejan, la vara tendría que estar mucho más alta, y por ejemplo, terminar con la desigualdad entre el norte y el sur, que es escandalosa”.
Si los números acompañan, y Franco logra ingresar a la legislatura porteña, sumará así otra coincidencia con su padre Elvio, un militante de toda la vida que entre otras responsabilidades instituciones, fue legislador porteño, por el entonces Frente para la Victoria, entre 2005 y 2008, cuando falleció.