Por la licenciada Norma Kisel

El 13 de octubre se conmemora el Día del Psicólogo y la Psicóloga, con motivo del primero encuentro nacional de psicólogos y estudiantes de Psicología que se realizó en Córdoba, entre el 11 y el 13 de octubre de 1974. La convocatoria la realizó la Federación de Psicólogos de la República Argentina (FEPRA) y significó un hito en la lucha de por legalizar la profesión.

Hoy, 47 años después, resulta imprescindible mencionar, recordar y reivindicar, a la entonces presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), y también de la FEPRA, licenciada Beatriz L. Perosio, una militante popular que sería secuestrada el 8 de agosto de 1978 en el jardín de infantes en el que trabajaba.

Hoy la reivindicamos como representante de los miles de trabajadores/as de salud mental que fueron perseguidos, torturados y asesinados por la dictadura militar del 76.

El Estado genocida no solo secuestró y desapareció personas, sino que también pretendió desaparecer sus saberes, sus prácticas, sus experiencias que ponían el foco en las tareas comunitarias y cuyo objetivo era recuperar la dignidad de los sujetos con padecimientos mentales.

Fueron 110 los psicólogos/as desaparecidos/as y cientos los estudiantes perseguidos, torturados y asesinados.

En el año 1974 se cerraron las carreras de Psicología, y miles de profesores fueron despedidos y obligados a partir al exilio. Quedaron prohibidas las actividades gremiales. El ingreso a la casa de estudio estaba custodiado por la policía.
Ser estudiante de Psicología era peligroso.

En el ámbito de la practica privada solo algunos psicoanalistas continuaban asistiendo a sus pacientes, las reuniones eran clandestinas y en muchas oportunidades, tanto pacientes como analistas se vieron obligados a huir por los techos al producirse un allanamiento.

Hoy –por ayer- es un día de homenaje y conmemoración. Recordamos a los que lucharon para que nuestra profesión sea reconocida.

La pandemia nos planteó infinidad de desafíos que aún estamos sorteando. El cuidado y la escucha atenta para alojar el padecimiento. En nombre de los que ya no están, queremos honrar la profesión cada día, todos los días.