"Eugenia, calmate" es un libro potente y perturbador, que se lee con fluidez y el corazón en la mano. La intimidad siempre compromete, con la otra persona, pero también con una misma. Por otro lado pienso: Nunca nadie se calmó porque alguien dijo calmate. Todo lo contrario.

Calmate es tirar leña al fuego, es el imperativo indicado para que todo explote por los aires. Y acá la tenemos a Eugenia, de cualquier forma menos calmada.

Por eso el título es tan acertado: Compartimos esa fuga, esa ausencia, esa rabia, ese cansancio que ella siente y presiente. Eugenia a la noche tiene insomnio y después cuando tiene que estar despierta se duerme.

Cuando Eugenia tiene que trabajar, se duerme. Cuando tiene que rendir, cumplir, manejar, se duerme. Eugenia se duerme todo el tiempo y se entrega a la actividad onírica o mejor dicho, la padece.

El sueño de la razón produce monstruos. Eso anotó Goya en una estampa que pintó allá por 1799. La imagen muestra a una persona que se quedó dormida. Está sentada y tiene una mesa al costado donde cayó su cabeza.

La persona duerme inclinada, vencida, como una planta que le falta agua. Detrás de su espalda están los monstruos. La persona duerme y de su cabeza salen un montón de bichos con alas y ojos saltones. Me corrijo. Los monstruos quizás salen de su cabeza o quizás están a punto de devorarla. O las dos cosas, por qué no.

Al costado, un gato también se encuentra al acecho con esos mismos ojos saltones. En la mesa que sostiene a esa persona que duerme está escrita la famosa frase: El sueño de la razón produce monstruos.

La estampa de Goya.


Casi siempre sabemos que los monstruos son posibles porque nuestra imaginación así lo decide. En ese espacio fronterizo entre el sueño y la vigilia, en el choque a veces pesadillesco entre razón y sueño, se desliza Eugenia. Y nosotros con ella.

El clima es de inminencia. Hay algo que embiste y que se mantiene con la respiración constante de esos monstruos que descansan.

Leemos la novela y escuchamos su cabeza. También escuchamos las otras voces que aparecen pero las escuchamos como las escucha Eugenia. Empecé a leer esta novela como quien empieza a ver una película sin haber leído la sinopsis, sin saber nada de antemano.

Me tiré a la pileta. Con las primeras líneas pensé: Carolina escribió sobre la locura. Después pensé lo demás. "El sistema me va a perseguir sea quien sea que soy", dice Eugenia en un momento.

En la novela estas dos preguntas aparecen juntas: ¿Cómo te trata el sistema? ¿Sacaste la basura? El sistema. Todos los sistemas que componen una vida. De eso también escribió Carolina. La familia, la salud, el trabajo.

Me encanta la última estrofa de un poema de Anne Sexton:

Podría comerme el cielo

como una manzana

pero prefiero preguntarle

a la primera estrella:

¿por qué estoy acá?

¿por qué vivo en esta casa?

¿quién es el responsable?

¿eh?

Todas esas preguntas quedan flotando en el aire sin respuesta. En el poema, en la novela y en nuestra vida también.

Carolina Bugnone es psicoanalista y en una entrevista le preguntaron cómo diagnosticaría a Eugenia. Carolina responde que no la quiere diagnosticar. Amo a Eugenia, dice Carolina. Amo lo extraño, se llama la canción.

Tenemos la locura en la punta de la lengua. El loco dice la verdad es como decir el cuerpo dice la verdad.

Alda Merini, una poeta italiana que lidió toda su vida con una enfermedad mental, dice que la locura es también un vínculo mágico con la realidad. “Es una forma de sacar las púas para enfrentarse a un enemigo que tal vez no existe, pero que sin dudas ha preparado el terreno en la intimidad de su escondite secreto”.

"Eugenia, calmate" se lee de un tirón y se escucha como un aullido. Se lee con la intensidad de todo eso que desconocemos y se está cocinando en nuestros escondites secretos.

El cuerpo es un misterio difícil.

Carolina narra con precisión, se adentra en la experiencia, magnética, cruda, filosa. Hay cierta atmósfera afiebrada, la sensación de estar en carne viva. Así como lo siente Eugenia. Así como lo ve, lo toca, lo huele y lo roza.

Como si el universo, lento y brillante, revelara su cara monstruosa solo para ella.

Entrevista

Podemos decir que “Eugenia, calmate” está escrito con el lenguaje de los sueños y del insomnio. Una vez leí que el insomnio es soñar con los ojos abiertos. Y el no dormir está muy asociado con perder la cabeza o al menos empezar a habitar los bordes. ¿Por qué Eugenia no puede dormir? ¿Durante el insomnio vemos algo que nos oculta durante el día?

Eugenia no nos devela de modo directo por qué no duerme, porque ni ella lo sabe. Sólo sabe que una extraña figura en forma de vieja, en sueños o en  estado de somnoliencia, la increpa, le pide que sea otra. El insomnio en Eugenia es más bien una excusa para los sueños intensos que la asaltan en momentos de vigilia, por estar agotada. Así que creo que si hay algo develado (¿desvelado?) para ella, eso está más en su dormir fuera de lugar y de toda lógica que en sus ojos abiertos. También hay otros factores, muy concretos, por los que no duerme, esas razones por las que ninguno de nosotros dormiría: cuotas del crédito, crianza de la hija, problemas laborales...

¿Qué te interesó indagar al narrar la relación entre Eugenia y el personaje del linyera?

A mí me parece que en esa relación confluyen varias cosas: el acercamiento de ella al que está en desgracia (ella se siente en desgracia, también), la atracción por el deshecho, la basura. Y en una contradicción que percibí poética, encuentra algo de luz ahí. El linyera es el desterrado del sistema, es el extranjero, el que se pudre en la calle, es el que nadie mira (no miramos a los linyeras a los ojos, a los que piden limosna o limpian los parabrisas del auto, sobre todo en las grandes urbes). Y Eugenia lo mira a los ojos y hasta nos dice de qué color los tiene. Algo de conectar con lo desechado, con el más olvidado, se condensa en esa relación. Es, a la vez, el amor fantaseado, el que sólo se cumple en la ilusión. En la imaginación. O en el sueño.

Eugenia está desbordada y siente que el sistema la oprime. Esa atmósfera de opresión está presente todo el tiempo. Creo que una de las riquezas de este personaje es que nos sentimos identificadas con ese desborde, en cualquier momento, cualquier vida puede empezar a desordenarse, por decirlo de algún modo. Además de escritora, sos psicoanalista. ¿Cómo impacta en nuestra vida una situación de crisis social? Pienso en la violencia cuando se instala, cuando se extreman los discursos y también pienso en no llegar a fin de mes, perder el trabajo o buscarlo sin éxito o tener varios trabajos y que no alcance, por ejemplo.

Creo que no hay que ser psicoanalista para saber que no somos seres sueltos de nuestro tiempo, y cuando nuestro contexto oprime, angustia, desespera, así andamos, desesperados. Claro que nunca una sola cuestión explica lo que sentimos o qué nos enferma. Sí sabemos que la violencia enferma, y si se habilita desde lugares de poder, eso nos deja mucho más vulnerables a algunos, y envalentonados en su ejercicio a otros. Eugenia está un poco loca, o es el contexto el que la enloquece y ella sólo es alguien que no puede escapar. Por eso duerme, no duerme, sueña, vuela, ama al roto, se transforma en animal, estalla.

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Carolina Bugnone nació en 1974 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, pero vive en Mar del Plata hace unos cuantos años. Es psicoanalista y editora en CEPES ediciones, y coordina talleres de narrativa y poesía. Publicó media docena de libros.