Este 8M, el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis, trans, y no binaries, se manifestó masivamente en plazas de todo el país, en el marco del Día Internacional de la Mujer, y la consigna principal, surgida de las asambleas que se realizaron de cara a la fecha, fue “la deuda es con nosotres y nosotras”.

Después de dos años de pandemia, los feminismos volvimos a tomar las calles, para seguir exigiendo demandas históricas que quedaron reflejadas en el documento colectivo que se leyó desde el escenario. Entre los principales reclamos, aparecen el cumplimiento efectivo de los derechos laborales de la ley de Educación Sexual e Integral (ESI), una reforma judicial feminista y transdisciplinar, y el respeto a la autonomía de los cuerpos y territorios.

En una semana que quedó teñida por la violación colectiva a una joven en Palermo, fue necesario volver a dar discusiones que creíamos, no saldadas, pero sí con un mayor grado de avance.

De pronto Rita Segato tuvo que explicar una vez más que la violación no es un acto erótico, sino de poder, y el violador un moralizador, que busca pertenecer a una cofradía masculina. De pronto, también, hubo que salir a hacer pedagogía sobre por qué la salida punitivista, producto del dolor, no es la respuesta a una problemática histórica, estructural y social. De pronto, otra vez la ciudad de Buenos Aires como único escenario visible de la Argentina, y a su vez Palermo reproduciendo esa misma lógica. De pronto, otra vez hay que dar cuenta de que la inmensa mayoría de los abusos suceden cada día, en el marco de las familias, con parientes cercanos. De pronto, otra vez hubo explicar que no se trata de casos aislados ni excepcionales, ni que no son monstruos ni psicópatas, sino hermanos, primos y tíos, como dijo la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta.

Mientras que en las asambleas, el eje sobre el que se quería poner el acento eran los cuidados, entre muchas otras urgencias, para avanzar sobre las bases mismas de las violencias contra mujeres y LGBTIQ+, la lucha contra uno de esos tipos de violencia, quizás la más visible, cobró protagonismo en las calles. Y ese sentimiento visceral que despierta fue notorio, se vio en carteles, en canciones y consignas, y en miles de jóvenes que salieron a gritar las injusticias.

Sin embargo, la plaza de este 8M en la Ciudad de Buenos Aires reflejó mucha organización alrededor de ese dolor y esa bronca. Van largos años de militancia, de debate, de pensar y reflexionar sobre las formas de lucha. Nos mueve la igualdad, y nosotras movemos el mundo. Estamos organizadas. El dolor estaba, sí. Pero a diferencia del 2015, de esa primera plaza del Ni una Menos, desbordada de mujeres desbordadas por el dolor, en este 8M, ese dolor se percibió organizado. Y cuán necesaria es esa organización para canalizar la bronca en herramientas concretas que transformen nuestras vidas. Somos militantes feministas, y saldremos a dar las discusiones las veces que sea necesario. Nos mueve la igualdad, y nuestro motor es la ternura.

Algunos datos para resaltar hoy más que nunca (fuente: Cenital.com): la tasa de desocupación de las mujeres es 30% superior a la de los varones, el porcentaje de varones en puestos de jefatura es 75% más alta al de las mujeres, y las mujeres se ocupan de más del 75% del trabajo no remunerado. En 2021, se registraron 256 femicidios en el país, uno cada 34 horas; en lo que va del año hubo 54 femicidios, entre ellos 2 trans-travesticidios.