Estamos frente a un nuevo feriado de Carnaval y las calles de Gualeguaychú están preparadas para la fuerza alegre. El carnaval es un tiempo en el que se ejercitan las capacidades de interrumpir la crueldad. En tiempos difíciles, nada mejor que insistir en las tramas comunes.

Cada año, miles y miles de personas viajan especialmente para vivir la fiesta popular tanto en el Corsódromo como en las calles. Todo se llena de color, músicas, algarabía y aquelarre de las disidencias. Corsos barriales y tradición carnavalesca de antaño.

En la ciudad las historias del carnaval siempre se remontan a la infancia. Queda un asombro epifánico en la gurisada que no se va nunca. Y se re edita cada vez con la majestuosidad del carnaval, con sus carrozas, sus trajes y esa magia imponente en movimiento. Pura fantasía, danza e insurrección poética.

El carnaval también es esa fiesta popular que activa el recuerdo de quiénes somos y es bandera de nuestra diversidad cultural y sensible. “Esta fiesta que conoce todo el mundo y se ha transformado en un símbolo cultural de nuestro país existe en gran medida gracias a la comunidad LGTBNBIQ+. Gualeguaychú es cuna de la diversidad y eso se debe al Carnaval”, dice Manuela González, carnavalera de toda la vida, primera docente trans de la ciudad de Gualeguaychú y quien ha sido también primera funcionaria trans de la provincia de Entre Ríos.

Por su parte Martín Ayala, profesor de Historia, artista visual, carnavalesco, curador e investigador del carnaval también lo remarca: “La comunidad LGTBNBIQ+ ha sido indispensable para el carnaval. Por la construcción de los espacios artísticos, estéticos, por las nuevas miradas, por el talento, por la alegría y la expresión de personajes entrañables de la comunidad LGTB+ y también por su resistencia sobre todo en épocas muy oscuras de nuestro país que estamos viendo aparecer nuevamente”.

Martín Ayala. Crédito: José Cardoso.


El carnaval es de todes, pero sin la comunidad LGTB+ no sería posible. Es una realidad y es uno de los lemas que subrayaron desde Orgullo Gchú en las vísperas de la Marcha Antifascista que se impulsó luego de los dichos violentos, homofóbicos y discriminatorios del Presidente Milei. Como aquella marcha sucedió un sábado, día en el que se enciende el Corsódromo para el Carnaval del País, se propuso que las distintas comparsas se manifestaran en respaldo a la comunidad LGTB+. Las reinas de las cuatro comparsas –Marí Marí, Papelitos, Ará Yeví y Kamarr- grabaron un video en conjunto “contra todo tipo de odio y discriminación”. Como representantes de las comparsas, invitaron tanto a los integrantes del carnaval como a los espectadores a vestir los colores del orgullo para llevar “el mensaje de respeto y amor a cada rincón de la pista”.

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La primera vez que Manuela González salió en el carnaval tenía 15 años. “Yo transicioné en el carnaval. La primera vez que bailé era adolescente. Mi primer traje fue de romano, me rodeaban unas odaliscas. Con el tiempo, cuando ya fui construyendo mi identidad, di el paso para desfilar como la mujer que soy y que siempre fui. El carnaval me ha ayudado muchísimo en mi vida. Me enseñó y me dio herramientas. Muchas personas LGTBNBIQ+ eligen nuestra ciudad porque se sienten seguras y contenidas. Somos una comunidad que tiene que estar orgullosa de lo que ha construido y del pacto social que tiene. Y el carnaval ha sido y es fundamental para lograrlo”, cuenta Manuela González para Revista Kranear.

La última dictadura militar argentina suprimió los feriados de carnaval. Los restituyó el gobierno de Cristina Fernández Kirchner en 2010. Los gobiernos autoritarios siempre pretendieron olvidar, perseguir y prohibir la memoria y la identidad de las fiestas populares. “Allá en los setenta, el gran Juancho Martínez irrumpe en el Corso Popular, en nuestro corso barrial, con una murga de mujeres y personas travestidas. Eso marcó un antes y un después sobre todo teniendo en cuenta el contexto. Estábamos en plena dictadura y aun así este grupo de personas se atrevió a participar con valentía y alegría. También es importante destacar que la comunidad LGTB+ encontró en el carnaval un lugar desde donde desarrollar y profesionalizar una carrera, un trabajo, una vocación. Artistas, diseñadores, bailarines, coreógrafos. Gualeguaychú es una comunidad que aprendió a convivir respetuosamente con la diversidad”, dice Manuela González, quien subraya la importancia del carnaval como un espacio para la libertad de expresión y visibilización y también como un lugar de inserción laboral para el colectivo LGTB+.

¿Por qué es tan importante el carnaval para el colectivo travesti trans? Históricamente fueron personas perseguidas y criminalizadas por la policía. Durante el resto del año, les detenían sólo por andar en la calle. Llegaba el carnaval y se pasaba del encierro al baile, a los aplausos y a las plumas en la vía pública. “Como dicen desde el Archivo de la Memoria Trans, estuvimos obligades al mundo de lo privado. Estaba todo bien si no nos mostrábamos, si no atacábamos las morales y las buenas costumbres. Entonces el carnaval era ese espacio donde los putos y las travestis podíamos salir libremente a expresarnos. Todo el año esperábamos estos 6 días de libertad. Durante mucho tiempo, el único espacio que tenía la comunidad LGTB+ era el carnaval. El único momento del año en el que podíamos ser en libertad. Eso sucedió en todos lados, en todos los carnavales del mundo”, dice Ayala, uno de los impulsores y responsables de que el Corsódromo se llame José Luis Gestro en homenaje al emblemático artista que tanto legó a Gualeguaychú y a su identidad carnavalera.

'Yo transicioné en el carnaval', contó Manuela.

Martín Ayala cuenta una postal que quedó para la historia. Corría el año 98, 99. “José Luis Gestro le da un traje a Arena para que sea bastonera. Algunos directivos e integrantes empiezan a decir que si salía Arena, nadie desfilaba. Decían que no era mujer y que por eso no podía desfilar así. En seguida José Luis Gestro se subió a la carroza de los músicos, agarró un micrófono y dijo que Arena iba a salir sí o sí y que si alguien tenía algún inconveniente que vaya y deje el traje. Nadie dejó el traje y Arena salió por primera vez. Desde entonces, Arena deslumbró en la pasarela tanto en Marí Marí como en Kamarr hasta su fallecimiento”.

El carnaval y los corsos barriales son viajes al corazón del pueblo. Es preciso encontrarnos en cada carnaval sabiendo que todo es frágil y necesario. “En el carnaval somos lo que queremos ser. Siempre fue un espacio en donde muches pudieron transicionar y se transformaron en lo que siempre soñaron. Es un tiempo para la inversión. Pensemos en el carnaval antiguo donde el esclavo se vestía de amo, los locos de reyes, los hombres podían disfrazarse de mujeres y viceversa. El carnaval siempre fue un espacio artístico y profundamente político. Desde su origen, el carnaval se caracteriza por ser una fiesta que rompe con lo cotidiano y busca lo festivo desde la ruptura de las jerarquías. El carnaval rompe con todo aquello que está estipulado, normalizado o jerarquizado. El carnaval a todos nos iguala, nadie es más que otro”, dice Ayala y agrega: “Yo encontré en el carnaval un espacio de expresión donde construir mi identidad. Gracias al carnaval me di cuenta que había otros como yo porque cuando sos niño o adolescente, creés que sos el único, te hacen sentir que sos el único. A mí el carnaval me permitió ser quién soy”.

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El carnaval es bandera de resistencia, igualdad y diversidad para que cuerpos amorosos, cuerpos de fiesta y de lucha se lancen al movimiento y ocupen la calle. Es urgente y es ahora. Hay que encender la memoria y el amor en cada esquina de esta patria. Es tiempo de abrazarse a la poesía, a la música, a las artes, a nuestras fiestas populares. No para dejar la política sino para sostener nuestra fuerza alegre de sabernos comunidad frente a un gobierno cuya verdad última es la destrucción de todo lo común.

“Los dichos del Presidente Milei son violentos y generan violencia. Sucede en nuestro país pero es la agenda de la ultraderecha en todo el mundo. Tenemos que alzar la voz en todos los espacios que habitamos”, dice Ayala, quien también ha sido director del Museo del Carnaval en Gualeguaychú. Desde su creación, el Museo montó “un espacio destacado para el transformismo, para la comunidad LGTB+, para las mujeres trans que siempre han sido tan importantes en la creación de las comparsas”.

El carnaval rechaza la crueldad como política y horizonte. Estalla en el corazón de las sumisiones. “Es preocupante y es amenazante la violencia que se promueve desde el poder. Hablamos de discriminación, xenofobia, racismo, homofobia. Todo el tiempo se están cuestionando derechos ya adquiridos. Pienso qué va a suceder con nosotres, con las personas más viejas del colectivo, las trans, las travestis que ya han tenido que enfrentar situaciones de violencia institucional y violencias de las más variadas. Me preocupa cuál es la sociedad que queremos formar o hacia dónde vamos”, dice Manuela González, quien se prepara para una nueva jornada carnavalera donde saldrá a la pasarela una vez más con toda su fuerza alegre.

Que viva el carnaval. Contra el odio, la crueldad y el disciplinamiento feroz. Que viva el carnaval. Insurgente, diverso, popular, profundo, mítico y potente.