Crédito foto: Presidencia
Diego por fin descasa en paz, en un jardín privado, luego de ser despedido primero por el pueblo, en la Plaza de Mayo, y por su familia, después, en una ceremonia íntima, lejos de los flashes, los cánticos, los brazos levantados, el llanto desconsolado, los torsos transpirados. Atrás quedó una jornada conmovedora, histórica, caótica, maradoniana, a tono con la vida que eligió vivir.
Atrás también quedó su carrera deportiva, signada por el éxito, la gloria, endiosado por haber tenido rendido el mundo a sus pies a fuerza de un talento imposible de imitar, por la conquista del futbol mundial, por haberle conquistado al pueblo napolitano una historia de dignidad que no olvidarán jamás., entre otras hazañas, que por supuesto incluye entre otros clubes, a Argentinos Juniors y Boca.
Atrás quedó su carrera como director técnico, dispar en los resultados, pero siempre hecho con el corazón abierto, a pura pasión, y cuyo último capítulo se escribió en casa, finalmente, luego de dar vueltas por el mundo. Fue acá, el año pasado, que las dirigencias, jugadores y tribunas de nuestro fútbol, enrojecieron sus manos y gastaron sus gargantas, para homenajearlo, devolverle aunque sea un poco de todas las alegrías que Pelusa le dio a nuestro pueblo, cada vez que Gimnasia jugó de visitante.
Atrás quedó su historia de vida privada, atravesada por un sin fin de incovenientes, internas y denuncias. De ese capítulo, es probable que los garrapatas de siempre, sigan chupando sangre.
Atrás también quedó su despedida en la Casa de Gobierno, un hecho de carácter histórico, y político, que de ninguna manera se empaña por los incidentes y desbordes que hubo en el ingreso a la Rosada y en los alrededores de la Plaza de Mayo, que en la cabeza de propios y ajenos siempre fue una posiblidad, teniendo en cuenta la magnitud del hecho. Maradona es el máximo ídolo popular de nuestra historia y a lo largo de los años mostró su apoyo a los gobiernos populares de nuestro país y la región. Que su familia haya aceptado la propuesta de armar allí el velorio, de cara al pueblo que acudió de manera incesante para dedicarle unas últimas palabras, denota una sintonía y afinidad con Alberto, Cristina y el gobierno del Frente de Todos, que no hubiese sido posible por ejemplo durante el gobierno de Cambiemos.
La Casa Rosada, en manos de un gobierno popular, lo sabemos, es la casa del pueblo. No había mejor lugar en el mundo para despedir a Diego, que ese, ahí mismo, en la Galería de los Patriotas donde despedimos a Néstor Kirchner, otro patriota.
Es un orgullo que el último adiós que una figura tan popular, de tanto arraigo en el corazón de los y las argentinas, se haya realizado en la Casa Rosada, y que en especial la celebración haya sido copada por los sectores más humildes, el hincha de fútbol, la familia del conurbano bonaerense, que hoy coparon la Plaza de Mayo, la autopista por la que se trasladó la caravana con el féretro, y el barrio Mariló, la zona humilde que rodea el cementerio de Bella Vista. Son los invisibles, los que nunca están en la tele, los que ninguneados de la agenda mediática, una cifra, un prejuicio, una discriminación, que hoy fueron a despedir al tipo que les dio alegrías incomparables.
Alberto jugó fuerte y fue probablemente el gran artífice de que la familia Maradona haya estado en la Casa de Gobierno, junto al gabinete -el ingreso de Cristina fue conmovedor, histórico-, aparte de planteles de futbol, ex jugadores y distintas personalidades de la vida nacional y las cientos de miles de personas en la plaza. El presidente es futbolero, tiene una sensibilidad y admiración única por Maradona, y tiene muy claro que el Diez es un héroe colectivo, uno de los máximos exponentes de la argentinidad, que nació en el barro y nunca pero nunca se olvidó de su origen y clase, y que por eso una de las opciones para que la familia lo despida, debía ser la Rosada.
El gesto de colocar sobre el cajón el pañuelo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo tiene un peso simbólico muy importante, de continuidad histórica, fundamental para lo que sigue, y en linea con los posicionamientos de Diego.
Atrás quedó la magia, gloria, sentido del humor y generosidad de Diego Armando Maradona. A partir del atardecer de ayer, cuando el cielo se tiñó de naranja, y la calma volvió a apoderarse de nuestro suelo, el Diego vive en forma de leyenda, de goles, de pueblo.
Diego por fin descasa en paz, en un jardín privado, luego de ser despedido primero por el pueblo, en la Plaza de Mayo, y por su familia, después, en una ceremonia íntima, lejos de los flashes, los cánticos, los brazos levantados, el llanto desconsolado, los torsos transpirados. Atrás quedó una jornada conmovedora, histórica, caótica, maradoniana, a tono con la vida que eligió vivir.
Atrás también quedó su carrera deportiva, signada por el éxito, la gloria, endiosado por haber tenido rendido el mundo a sus pies a fuerza de un talento imposible de imitar, por la conquista del futbol mundial, por haberle conquistado al pueblo napolitano una historia de dignidad que no olvidarán jamás., entre otras hazañas, que por supuesto incluye entre otros clubes, a Argentinos Juniors y Boca.
Atrás quedó su carrera como director técnico, dispar en los resultados, pero siempre hecho con el corazón abierto, a pura pasión, y cuyo último capítulo se escribió en casa, finalmente, luego de dar vueltas por el mundo. Fue acá, el año pasado, que las dirigencias, jugadores y tribunas de nuestro fútbol, enrojecieron sus manos y gastaron sus gargantas, para homenajearlo, devolverle aunque sea un poco de todas las alegrías que Pelusa le dio a nuestro pueblo, cada vez que Gimnasia jugó de visitante.
Atrás quedó su historia de vida privada, atravesada por un sin fin de incovenientes, internas y denuncias. De ese capítulo, es probable que los garrapatas de siempre, sigan chupando sangre.
Atrás también quedó su despedida en la Casa de Gobierno, un hecho de carácter histórico, y político, que de ninguna manera se empaña por los incidentes y desbordes que hubo en el ingreso a la Rosada y en los alrededores de la Plaza de Mayo, que en la cabeza de propios y ajenos siempre fue una posiblidad, teniendo en cuenta la magnitud del hecho. Maradona es el máximo ídolo popular de nuestra historia y a lo largo de los años mostró su apoyo a los gobiernos populares de nuestro país y la región. Que su familia haya aceptado la propuesta de armar allí el velorio, de cara al pueblo que acudió de manera incesante para dedicarle unas últimas palabras, denota una sintonía y afinidad con Alberto, Cristina y el gobierno del Frente de Todos, que no hubiese sido posible por ejemplo durante el gobierno de Cambiemos.
La Casa Rosada, en manos de un gobierno popular, lo sabemos, es la casa del pueblo. No había mejor lugar en el mundo para despedir a Diego, que ese, ahí mismo, en la Galería de los Patriotas donde despedimos a Néstor Kirchner, otro patriota.
Es un orgullo que el último adiós que una figura tan popular, de tanto arraigo en el corazón de los y las argentinas, se haya realizado en la Casa Rosada, y que en especial la celebración haya sido copada por los sectores más humildes, el hincha de fútbol, la familia del conurbano bonaerense, que hoy coparon la Plaza de Mayo, la autopista por la que se trasladó la caravana con el féretro, y el barrio Mariló, la zona humilde que rodea el cementerio de Bella Vista. Son los invisibles, los que nunca están en la tele, los que ninguneados de la agenda mediática, una cifra, un prejuicio, una discriminación, que hoy fueron a despedir al tipo que les dio alegrías incomparables.
Alberto jugó fuerte y fue probablemente el gran artífice de que la familia Maradona haya estado en la Casa de Gobierno, junto al gabinete -el ingreso de Cristina fue conmovedor, histórico-, aparte de planteles de futbol, ex jugadores y distintas personalidades de la vida nacional y las cientos de miles de personas en la plaza. El presidente es futbolero, tiene una sensibilidad y admiración única por Maradona, y tiene muy claro que el Diez es un héroe colectivo, uno de los máximos exponentes de la argentinidad, que nació en el barro y nunca pero nunca se olvidó de su origen y clase, y que por eso una de las opciones para que la familia lo despida, debía ser la Rosada.
El gesto de colocar sobre el cajón el pañuelo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo tiene un peso simbólico muy importante, de continuidad histórica, fundamental para lo que sigue, y en linea con los posicionamientos de Diego.
Atrás quedó la magia, gloria, sentido del humor y generosidad de Diego Armando Maradona. A partir del atardecer de ayer, cuando el cielo se tiñó de naranja, y la calma volvió a apoderarse de nuestro suelo, el Diego vive en forma de leyenda, de goles, de pueblo.