Por Roberto Scolari.
Durante las últimas semanas, la prensa española se mostró enardecida, como nunca había sucedido, contra los nuevos fenómenos digitales masivos: “Youtubers” y “Twitcheros”. El fenómeno es relativamente reciente porque, como expresa Ibai, allá por el año 2010, cuando empezaron sus transmisiones quienes actualmente cuentan con millones de seguidores, jamás imaginaron que de un día para el otro la industria del entretenimiento por redes sociales se convertiría en una industria millonaria.
Un dato para dar cuenta de la envergadura del fenómeno: en las últimas horas, Ibai anunció en sus redes sociales que "el próximo domingo a las 20:45 podréis ver el debut de Leo Messi con el PSG de manera totalmente gratuita en mi canal de Twitch. Con imagen, obviamente. Va a ser un día realmente histórico para todos los que nos dedicamos a esto así que os pediría que reventáramos la plataforma".
¿Cómo funcionan? En Youtube los jóvenes se filman a sí mismos e interactúan con sus seguidores; hablan de sus vidas, de sus problemas, hacen reír y escuchan a su comunidad, reproducen sus inquietudes, etc. Algo parecido a una comunidad pero en la virtualidad, en tiempos en donde lo comunitario, en todos los ámbitos, parece degradarse día a día.
En Twitch el proceso es similar aunque con un agregado: el anfitrión o host reproduce un video y lo comenta, o juega a un videojuego mientras millones de personas miran su partida. Se produce un fenómeno de doble expectación, porque quien mira al anfitrión se convierte en el espectador de un espectador-comentador. Tanto creció el fenómeno que hoy millones de jóvenes en todo el mundo sueñan con ganarse la vida haciendo lo que más les gusta: jugar a los videojuegos.
Muchos youtubers/twitcheros alcanzaron fama mundial como el vasco Ibai Llanos, que actualmente tiene una comunidad de seis millones de personas en todo el mundo y que factura enormes cantidades de dinero. El propio Ibai, junto al defensor de la selección española Gerard Piqué, compraron los derechos para Europa de la Copa América que Argentina ganó en Brasil, para transmitirla con exclusividad a través de Twitch; el primer fenómeno deportivo masivo que se le escapa a la televisión y a los medios tradicionales, en un proceso que avanza a zancadas y parece ser irreversible.
En parte, de aquí se desprende la furia de la prensa con los fenómenos digitales: de repente, estos jóvenes pueden acceder a entrevistas con Messi que casi no le brinda notas a la prensa tradicional, facturan millones de dólares (muy por encima cualquier periodista) y poseen su propio vehículo, para prender la cámara cuando les plazca y comunicar lo que deseen, con mucha más libertad que la que obtiene cualquier periodista frente a la línea editorial del medio para el que trabaja.
Sin embargo, más allá del evidente recelo, el enojo estalló por un fenómeno que viene ocurriendo unos años, pero que se agudizó en los últimos meses con la partida de Rubius, el Youtuber más famoso del mundo, hacia Andorra.
Andorra y los impuestos
En España, al igual que en todas las grandes economías europeas, los impuestos a las ganancias sobre las grandes riquezas superan el 45% y muchos de estos jóvenes, que ya han logrado ingresar en esa categoría, dejan una buena parte de la millonada que producen en las arcas del Estado nacional. Pero Andorra, la pequeña nación ubicada entre España y Francia, ofrece condiciones inmejorables para estos nuevos millonarios, ya que cobra el impuesto que le cobran a las grandes riquezas es del 10%.
Así, Willyrex, Vegetta777, The Gregf, Lolito, Staxx, Alexby, Ampeter y otros, todos radicados en Andorra, recibieron a Rubius para agrandar la gran familia youtuber/twitchera española radicada fuera de sus fronteras. Esta fuga generó todo tipo de contradicciones.
La primera se produce entre los mismos jóvenes, dado que el propio Ibai Llanos decidió quedarse en España, despertando el enojo de muchos youtubers/twitcheros que lo acusan de haber traicionado su cruzada contra el Estado español. El discurso de los jóvenes residentes en Andorra se torna peligroso por algo que el propio Ibai señala en la entrevista de Julio Leiva: la consigna “no pago impuestos en España porque los políticos se roban el dinero”, monta un mito difícil de comprobar y aparte tiende a favorecer lo individual por sobre lo solidario.
Jóvenes que (al igual que muchos futbolistas) reconocen que todo lo que obtuvieron lo lograron por sí solos y entonces, si alguien desea ser millonario, simplemente debe hacer el mismo esfuerzo que ellos. Un discurso que se prende a la ola anti-política y anti-estado que recorre el mundo, con representantes domésticos como Javier Milei, que sostienen que si se le permitiera a los millonarios absorber todas sus ganancias, estos la “derramarían” para que los de abajo disfruten de alguna sobra.
Entre los “fugados” se encuentra Lolito Fdez, Youtuber con más de 7 millones de suscriptores y especialista en Fortnite, quien le declaró a la prensa española:
“(En Andorra) se pagan impuestos, pero no te sablean como aquí en España. A mí España me ha dado muy poco; yo no he ido al instituto prácticamente, he sido un desgraciado toda mi vida, y... qué le voy a hacer, España me ha dado muy poco”.
Estos jóvenes que rondan los treinta años son hijos de la fusión entre el neoliberalismo y la socialdemocracia europea, que se degradó hasta estallar con la crisis 2008 provocada por el crack financiero en Estados Unidos; hijos de un Estado ausente, siempre tarde para reconocer las demandas sociales, siempre vetusto frente a las demandas individuales, poco solidario y a merced de los vaivenes de la economía internacional.
En la entrevista del programa Caja Negra, Ibai Llanos le cuenta a Julio Leiva cuánto sufrió la crisis financiera y cómo ello repercutió en su familia, que se vio obligada a buscar la escapatoria que le ofrecieron los videojuegos y su comunidad digital. Por eso, el discurso antisistema de los jóvenes youtubers/twitcheros es peligroso por el mensaje que reproducen ante millones de espectadores, pero al mismo tiempo es genuino y difícil de rebatir.
Poco ha hecho el Estado nacional español por la vida de estos jóvenes que se han inventado su propia fortuna, y más recalcitrante es la crítica cuando proviene de la gran prensa española, aliada inquebrantable de la expoliación neoliberal. Subyace (aunque cueste creerlo), en el debate entre youtubers y twitcheros, una disputa de sentido entre dos cosmovisiones del Estado y la política que atravesó casi todo el siglo XX y el joven siglo XXI. A las palabras de Lolito y otros, respondió Wissmichu, historietista, youtuber y caster de eSports, se quedó a tributar en Barcelona:
“Es normal que a los ricos les quiten muchísimo dinero, y más que les deberían quitar. Yo vivo de puta madre, a mí me da igual que me quiten la mitad porque sigo viviendo de sobra”.
Jeff Bezos, Larry Page y Sergei Brin
No obstante, debemos sumar otra dimensión para complejizar aún más la cuestión. Las plataformas Youtube y Twitch pertenecen a las dos empresas más grandes de Occidente: Google y Amazon. Dos empresas globales que se niegan a pagar ganancias en todos los países en los que operan, y tributan solo en sus casas matrices, en los Estados Unidos.
¿Cómo es el recorrido de las ganancias?
Google y Amazon ganan miles de millones de dólares por reproducir el contenido que los jóvenes generan, proveyéndose de su propia materia prima (computadoras, monitores, cámaras) y de su propio talento. De esas ganancias, Google y Amazon les devuelven un porcentaje de esas ganancias en relación a la cantidad de visitas que hayan obtenido y de la cantidad de contenido (horas de streaming) que produjeron, entre otros factores. Se trata del proceso conocido como “monetización” de las redes sociales. Luego, los jóvenes tributan el 45,6% de esas ganancias al Estado nacional español, mientras que Google y Amazon, a pesar de tener gran parte de su industria en España, solo pagan impuestos en Estados Unidos. Y como si fuera poco, hasta principios del año 2020 ambas empresas tenían sus oficinas centrales en Irlanda y Holanda, países que les ofrecían condiciones mejores para tributar aún menos de lo que tributan en Estados Unidos.
¿Quiénes son entonces los grandes ganadores?
Allí se desnuda la grandísima hipocresía de la prensa española. El mes pasado, los países miembros del G20 votaron un impuesto global del 15% a las grandes multinacionales tecnológicas (incluidas Google y Amazon) para paliar la crisis provocada por el coronavirus. Ante ello, la ministra de Economía española, Nadia Calviño, declaró que con este impuesto se iniciaba un camino de regulación que seguirá desarrollándose para achicar la brecha de la desigualdad (recordemos que el ministro de Economía argentino, Martín Guzmán, pidió elevar ese monto al 25%).
Durante varios días la parte mayoritaria de la prensa española, financiada por grandes capitales, se enardeció contra la ministra Calviño por sus declaraciones, alegando que el impuesto atenta contra las libertades económicas de las empresas, y que su puesta en marcha solo generaría que las empresas siguieran desviando fondos para evitar los impuestos, sea a través de cuentas en paraísos fiscales, sea bajando la calidad operativa dentro de los propios países.
Resulta entonces que para la prensa europea los jóvenes millonarios son traidores por no pagar impuestos en España pero los impuestos a las trasnacionales de la comunicación, que generan millones de dólares, en parte, gracias al contenido de esos jóvenes, afectan las libertades económicas e individuales.
Para la prensa española, entonces, el dilema parece andar, en simultáneo, por dos carriles.
El primero es la disciplina: si esos jóvenes, con mejores beneficios económicos, más reconocidos popularmente y que acceden a lugares a los que la mayoría de los periodistas ya no acceden, deciden marcharse de España, deben ser castigados públicamente. No se ganarán el cambio de época, de mundo, de paradigma, gratuitamente.
El segundo carril es más material, más simple y más evidente: Google y Amazon financian a gran parte de la prensa internacional; son conglomerados de empresas de comunicación que tienen distintos nombres en sus países respectivos pero que responden a los mismos capitales. Y conviene, para Jeff Bezos (Amazon) y la dupla Page/Brin (Google), que la prensa se dedique durante semanas enteras, en sus portadas en papel y digitales (hecho que está sucediendo actualmente) a castigar a los youtubers que, aunque millonarios, son los eslabones más débiles de la cadena. Mientras eso suceda, podrá evadirse la discusión de fondo que indudablemente es cómo y cuánto tributan, en todo el mundo, los grandes holdings de comunicación.
Durante las últimas semanas, la prensa española se mostró enardecida, como nunca había sucedido, contra los nuevos fenómenos digitales masivos: “Youtubers” y “Twitcheros”. El fenómeno es relativamente reciente porque, como expresa Ibai, allá por el año 2010, cuando empezaron sus transmisiones quienes actualmente cuentan con millones de seguidores, jamás imaginaron que de un día para el otro la industria del entretenimiento por redes sociales se convertiría en una industria millonaria.
Un dato para dar cuenta de la envergadura del fenómeno: en las últimas horas, Ibai anunció en sus redes sociales que "el próximo domingo a las 20:45 podréis ver el debut de Leo Messi con el PSG de manera totalmente gratuita en mi canal de Twitch. Con imagen, obviamente. Va a ser un día realmente histórico para todos los que nos dedicamos a esto así que os pediría que reventáramos la plataforma".
¿Cómo funcionan? En Youtube los jóvenes se filman a sí mismos e interactúan con sus seguidores; hablan de sus vidas, de sus problemas, hacen reír y escuchan a su comunidad, reproducen sus inquietudes, etc. Algo parecido a una comunidad pero en la virtualidad, en tiempos en donde lo comunitario, en todos los ámbitos, parece degradarse día a día.
En Twitch el proceso es similar aunque con un agregado: el anfitrión o host reproduce un video y lo comenta, o juega a un videojuego mientras millones de personas miran su partida. Se produce un fenómeno de doble expectación, porque quien mira al anfitrión se convierte en el espectador de un espectador-comentador. Tanto creció el fenómeno que hoy millones de jóvenes en todo el mundo sueñan con ganarse la vida haciendo lo que más les gusta: jugar a los videojuegos.
Muchos youtubers/twitcheros alcanzaron fama mundial como el vasco Ibai Llanos, que actualmente tiene una comunidad de seis millones de personas en todo el mundo y que factura enormes cantidades de dinero. El propio Ibai, junto al defensor de la selección española Gerard Piqué, compraron los derechos para Europa de la Copa América que Argentina ganó en Brasil, para transmitirla con exclusividad a través de Twitch; el primer fenómeno deportivo masivo que se le escapa a la televisión y a los medios tradicionales, en un proceso que avanza a zancadas y parece ser irreversible.
En parte, de aquí se desprende la furia de la prensa con los fenómenos digitales: de repente, estos jóvenes pueden acceder a entrevistas con Messi que casi no le brinda notas a la prensa tradicional, facturan millones de dólares (muy por encima cualquier periodista) y poseen su propio vehículo, para prender la cámara cuando les plazca y comunicar lo que deseen, con mucha más libertad que la que obtiene cualquier periodista frente a la línea editorial del medio para el que trabaja.
Sin embargo, más allá del evidente recelo, el enojo estalló por un fenómeno que viene ocurriendo unos años, pero que se agudizó en los últimos meses con la partida de Rubius, el Youtuber más famoso del mundo, hacia Andorra.
Andorra y los impuestos
En España, al igual que en todas las grandes economías europeas, los impuestos a las ganancias sobre las grandes riquezas superan el 45% y muchos de estos jóvenes, que ya han logrado ingresar en esa categoría, dejan una buena parte de la millonada que producen en las arcas del Estado nacional. Pero Andorra, la pequeña nación ubicada entre España y Francia, ofrece condiciones inmejorables para estos nuevos millonarios, ya que cobra el impuesto que le cobran a las grandes riquezas es del 10%.
Así, Willyrex, Vegetta777, The Gregf, Lolito, Staxx, Alexby, Ampeter y otros, todos radicados en Andorra, recibieron a Rubius para agrandar la gran familia youtuber/twitchera española radicada fuera de sus fronteras. Esta fuga generó todo tipo de contradicciones.
La primera se produce entre los mismos jóvenes, dado que el propio Ibai Llanos decidió quedarse en España, despertando el enojo de muchos youtubers/twitcheros que lo acusan de haber traicionado su cruzada contra el Estado español. El discurso de los jóvenes residentes en Andorra se torna peligroso por algo que el propio Ibai señala en la entrevista de Julio Leiva: la consigna “no pago impuestos en España porque los políticos se roban el dinero”, monta un mito difícil de comprobar y aparte tiende a favorecer lo individual por sobre lo solidario.
Jóvenes que (al igual que muchos futbolistas) reconocen que todo lo que obtuvieron lo lograron por sí solos y entonces, si alguien desea ser millonario, simplemente debe hacer el mismo esfuerzo que ellos. Un discurso que se prende a la ola anti-política y anti-estado que recorre el mundo, con representantes domésticos como Javier Milei, que sostienen que si se le permitiera a los millonarios absorber todas sus ganancias, estos la “derramarían” para que los de abajo disfruten de alguna sobra.
Entre los “fugados” se encuentra Lolito Fdez, Youtuber con más de 7 millones de suscriptores y especialista en Fortnite, quien le declaró a la prensa española:
“(En Andorra) se pagan impuestos, pero no te sablean como aquí en España. A mí España me ha dado muy poco; yo no he ido al instituto prácticamente, he sido un desgraciado toda mi vida, y... qué le voy a hacer, España me ha dado muy poco”.
Estos jóvenes que rondan los treinta años son hijos de la fusión entre el neoliberalismo y la socialdemocracia europea, que se degradó hasta estallar con la crisis 2008 provocada por el crack financiero en Estados Unidos; hijos de un Estado ausente, siempre tarde para reconocer las demandas sociales, siempre vetusto frente a las demandas individuales, poco solidario y a merced de los vaivenes de la economía internacional.
En la entrevista del programa Caja Negra, Ibai Llanos le cuenta a Julio Leiva cuánto sufrió la crisis financiera y cómo ello repercutió en su familia, que se vio obligada a buscar la escapatoria que le ofrecieron los videojuegos y su comunidad digital. Por eso, el discurso antisistema de los jóvenes youtubers/twitcheros es peligroso por el mensaje que reproducen ante millones de espectadores, pero al mismo tiempo es genuino y difícil de rebatir.
Poco ha hecho el Estado nacional español por la vida de estos jóvenes que se han inventado su propia fortuna, y más recalcitrante es la crítica cuando proviene de la gran prensa española, aliada inquebrantable de la expoliación neoliberal. Subyace (aunque cueste creerlo), en el debate entre youtubers y twitcheros, una disputa de sentido entre dos cosmovisiones del Estado y la política que atravesó casi todo el siglo XX y el joven siglo XXI. A las palabras de Lolito y otros, respondió Wissmichu, historietista, youtuber y caster de eSports, se quedó a tributar en Barcelona:
“Es normal que a los ricos les quiten muchísimo dinero, y más que les deberían quitar. Yo vivo de puta madre, a mí me da igual que me quiten la mitad porque sigo viviendo de sobra”.
Jeff Bezos, Larry Page y Sergei Brin
No obstante, debemos sumar otra dimensión para complejizar aún más la cuestión. Las plataformas Youtube y Twitch pertenecen a las dos empresas más grandes de Occidente: Google y Amazon. Dos empresas globales que se niegan a pagar ganancias en todos los países en los que operan, y tributan solo en sus casas matrices, en los Estados Unidos.
¿Cómo es el recorrido de las ganancias?
Google y Amazon ganan miles de millones de dólares por reproducir el contenido que los jóvenes generan, proveyéndose de su propia materia prima (computadoras, monitores, cámaras) y de su propio talento. De esas ganancias, Google y Amazon les devuelven un porcentaje de esas ganancias en relación a la cantidad de visitas que hayan obtenido y de la cantidad de contenido (horas de streaming) que produjeron, entre otros factores. Se trata del proceso conocido como “monetización” de las redes sociales. Luego, los jóvenes tributan el 45,6% de esas ganancias al Estado nacional español, mientras que Google y Amazon, a pesar de tener gran parte de su industria en España, solo pagan impuestos en Estados Unidos. Y como si fuera poco, hasta principios del año 2020 ambas empresas tenían sus oficinas centrales en Irlanda y Holanda, países que les ofrecían condiciones mejores para tributar aún menos de lo que tributan en Estados Unidos.
¿Quiénes son entonces los grandes ganadores?
Allí se desnuda la grandísima hipocresía de la prensa española. El mes pasado, los países miembros del G20 votaron un impuesto global del 15% a las grandes multinacionales tecnológicas (incluidas Google y Amazon) para paliar la crisis provocada por el coronavirus. Ante ello, la ministra de Economía española, Nadia Calviño, declaró que con este impuesto se iniciaba un camino de regulación que seguirá desarrollándose para achicar la brecha de la desigualdad (recordemos que el ministro de Economía argentino, Martín Guzmán, pidió elevar ese monto al 25%).
Durante varios días la parte mayoritaria de la prensa española, financiada por grandes capitales, se enardeció contra la ministra Calviño por sus declaraciones, alegando que el impuesto atenta contra las libertades económicas de las empresas, y que su puesta en marcha solo generaría que las empresas siguieran desviando fondos para evitar los impuestos, sea a través de cuentas en paraísos fiscales, sea bajando la calidad operativa dentro de los propios países.
Resulta entonces que para la prensa europea los jóvenes millonarios son traidores por no pagar impuestos en España pero los impuestos a las trasnacionales de la comunicación, que generan millones de dólares, en parte, gracias al contenido de esos jóvenes, afectan las libertades económicas e individuales.
Para la prensa española, entonces, el dilema parece andar, en simultáneo, por dos carriles.
El primero es la disciplina: si esos jóvenes, con mejores beneficios económicos, más reconocidos popularmente y que acceden a lugares a los que la mayoría de los periodistas ya no acceden, deciden marcharse de España, deben ser castigados públicamente. No se ganarán el cambio de época, de mundo, de paradigma, gratuitamente.
El segundo carril es más material, más simple y más evidente: Google y Amazon financian a gran parte de la prensa internacional; son conglomerados de empresas de comunicación que tienen distintos nombres en sus países respectivos pero que responden a los mismos capitales. Y conviene, para Jeff Bezos (Amazon) y la dupla Page/Brin (Google), que la prensa se dedique durante semanas enteras, en sus portadas en papel y digitales (hecho que está sucediendo actualmente) a castigar a los youtubers que, aunque millonarios, son los eslabones más débiles de la cadena. Mientras eso suceda, podrá evadirse la discusión de fondo que indudablemente es cómo y cuánto tributan, en todo el mundo, los grandes holdings de comunicación.