El primero de marzo, en un recinto raleado por la ausencia de los legisladores de Unión por la Patria, el Presidente de los Pies de Ninfa repitió su rutina de standapero con desbordes emocionales, pero ya sin el interés que generaba en sus comienzos. La crisis autoinfligida por su participación activa en una estafa global lo castigó en lo único que le interesa preservar: su condición imaginaria de gurú de las finanzas y la economía, e incluso de futuro Premio Nobel, si tomamos en serio los anhelos del Compañero Felpudo, su secretario de Turismo, olvidado candidato presidencial del peronismo posta post, libre de gluten y de kirchnerismo.
El discurso, un texto elemental leído con el titubeo propio de un alumno de tercer grado, ofreció una cantidad de falsedades asombrosa, aún para el generoso estándar del gobierno de la motosierra. Según el papá de Conan, bajó la pobreza y aumentaron los sueldos y el empleo. Resta a saber en qué país.
El dato más relevante fue la mención a un inminente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que deberá ser convalidado por el Congreso. Teniendo en cuenta el profundo desprecio que el Presidente de los Pies de Ninfa le profesa al Poder Legislativo, podemos imaginar que la convalidación es una imposición del propio Fondo. El objetivo de ese nuevo préstamo es “sanear las cuentas del Banco Central”, es decir, que con esa plata el Tesoro le cancele deudas al Banco Central. Así, pasaremos de tener una deuda intra-Estado, que carece de urgencia y de condicionamientos, a padecer otra con el FMI, aumentando la condicionalidad de ese organismo sobre nuestra política económica. Por supuesto, como ya lo oímos de parte de Carlos Menem, Fernando de la Rúa o Mauricio Macri, este nuevo acuerdo permitirá que la Argentina encuentra por fin el camino al desarrollo y la felicidad. En realidad, de llegar a concretarse, esa deuda nueva terminará alimentando la fuga, siguiendo el mismo destino de la estafa colosal del 2018.
Al final del discurso, en los pasillos del Congreso, el asesor presidencial estrella Santiago Caputo amenazó al diputado Neuromanes y, según el radical, uno de los matones del asesor lo agredió. Al parecer, los gestos del diputado durante el discurso presidencial, al mostrar repetidas veces un ejemplar de la Constitución Nacional, molestaron al entorno oficialista.
Para el radicalismo, fue mñas grave el apriete de Caputo que el intento de asesinato de CFK.
Teniendo en cuenta que ni el agresor ni el agredido son kirchneristas, la indignación de los medios fue más bien tenue. Algunos periodistas serios incluso se arrojaron sobre la granada, como la ineludible Clara Mariño, quien consideró que “ningún legislador debe interrumpir a gritos el mensaje de un mandatario” (https://x.com/marinoclara/status/1896223222410137849). El diputado radical llevaba la pollerita muy corta.
En el otro extremo, Franja Morada consideró que la agresión al diputado radical fue “un hecho gravísimo que no tiene precedentes en democracia”. Se ve que sus militantes son muy jóvenes y no habían nacido el 1 de septiembre del 2022, cuando intentaron asesinar a la vicepresidenta CFK, un hecho que tal vez revista una gravedad algo mayor. Por su lado, Neuromanes consideró que “Milei hace kirchnerismo de derecha”. No sabemos bien qué significa eso -si se refiere a las políticas del gobierno o a la escena de pugilato en los pasillos del Congreso- pero en estos meses comprendimos que cualquier crítica referida al oficialismo que provenga de la oposición amable debe ser acompañada de una mención negativa al kirchnerismo. Así lo estipula un manual de estilo no escrito.
La crítica del diputado radical fue más allá, al considerar que “Milei quiere que la Argentina sea un país latinoamericano típico, con un 30% que le va bien y un 70% muy pobre (...) En ese esquema no hay ganas de discutir un país desarrollado que incluya a más gente” (https://x.com/mdzol/status/1896592301528596544). Para Neuromanes, el Presidente de los Pies de Ninfa nos quiere llevar a la Argentina anterior a Yrigoyen y Perón, es decir, hacia un país con mayorías excluidas.
Lo notable es que ese es el diagnóstico que sostiene sobre LLA el tan detestado kirchnerismo. Sin embargo, la UCR -el partido de Neuromanes- ha sido un pilar parlamentario del modelo de exclusión que el diputado denuncia. Si quedara alguna duda al respecto, su colega Rodrigo De Loredo suele despejarla -cada vez que deja de llorar por los insultos oficialistas- al explicar que la función del radicalismo es “dar las herramientas al presidente para que pueda gobernar.”
La necesidad de diferenciarse del kirchnerismo -aun en medio de los insultos y agresiones del oficialismo que, justamente, el kirchnerismo enfrenta en soledad- ilustra una de las grandes paradojas de la política argentina. Pablo Avelluto, ex ministro de Cultura de Cambiemos, suele describirla como una adicción de la que, por suerte, pudo salir: “el antikirchnerismo es una droga que un día dejás”.
Mientras el radicalismo padece los efectos de esa adicción, el Presidente de los Pies de Ninfa, pese a prometernos conducirnos hacia Francia o Alemania, en realidad nos lleva hacia Perú. Un país “serio”, en el que el Banco Central es “independiente”. De hecho, el año que viene, Julio Velarde cumplirá veinte años como titular del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). En ese mismo lapso se sucedieron ocho presidentes de la república, con escaso o nulo poder, algunos de los cuales terminaron presos. Perú es un ejemplo de lo que teme Neuromanes: un país con una pequeña minoría que vive en un paraíso de consumo y una enorme mayoría excluida y en el que el verdadero poder no depende del voto ciudadano.
Evitar ese destino no pasa por denunciar las formas rudas, los insultos o los aprietes en los pasillos del Congreso, sino por frenar lo que no es más que un plan de negocios a favor del 0,1% más rico. El apoyo que la oposición amable le da a ese modelo económico deja a la intemperie a las grandes mayorías, condenadas al cuentapropismo precarizado que nos venden como “emprendedorismo”. No hay nada nuevo bajo el sol: la última dictadura cívico-militar con José Alfredo Martínez de Hoz a la cabeza, Carlos Menem y Fernando de la Rúa con el superministro Domingo Cavallo o Mauricio Macri junto al Toto Caputo -el Timbero con la Tuya- ya nos hicieron transitar ese camino de destrucción de la industria, alto endeudamiento y caída del empleo y los salarios.
La droga del antikirchnerismo fomenta todo tipo de alucinaciones, como la de invocar la necesidad del desarrollo industrial, de la inversión en ciencia y tecnología, del impulso a la universidad pública y gratuita y del aumento de las jubilaciones, cuando desde el Congreso se apuntala un modelo que busca lo contrario: destruir todos los pilares de lo que fue históricamente el diferencial de la Argentina en la región.
Ese es el destino latinoamericano que preocupa al diputado radical, cuyo espacio político vota a favor de lo que dice querer evitar, mientras siguen denunciando al kirchnerismo. El rol de Unión por la Patria, la única oposición real, es ofrecer otro modelo posible. Hablar de desarrollo, ciencia y tecnología, gasoductos, puertos, rutas, empleo, conectividad, fábricas o embalses y no de timba financiera o nuevos acuerdos desastrosos con el FMI. No se trata de debatir sobre el sexo de los ángeles sino de defender una política económica que ya fue probada con éxito durante los gobiernos de Néstor y CFK. También esa única oposición real debería advertirle a propios y extraños que todo lo que decida este gobierno de monos con navaja será revisado y anulado cuando el peronismo vuelva al poder, como lo señaló el año pasado Agustín Rossi (https://x.com/ElEconomista_/status/1815507338867962327). Y el primer paso debería ser oponerse frontalmente a este nuevo préstamo del Fondo.
Topadora contra motosierra.