Por Nicolás Gort

Supongamos por un momento que todo este contexto político y cultural no está sucediendo como si fuese una distopía y pongamos los pies en esta realidad construida siendo partícipes necesarios de los hechos. Supongamos que no estamos perplejos e impávidos. Supongamos que, libertad, revolución y derechos, siguen teniendo el peso simbólico y semántico que siempre tuvieron y pensemos cómo, en el mundo de las herramientas de transformación social, cambiamos esta realidad.

En un aluvión de normas que pretenden mostrar eficiencia administrativa, el poder ejecutivo desconoce pedante y violentamente años de construcción colectiva. Utiliza el bolsón de preconceptos de la opinión pública para desembarcar regulaciones y desregulaciones inconexas de temas que son parte del acervo institucional de la Argentina. Es así como forma parte del mismo documento, una ley del año 1972 de administración pública  junto a normas y artículos del año 2000 concerniente a la actividad cultural.

Un asesor sin cargo político ni eleccionario, le comunica a la gente que en realidad el problema es que no saben manejar la libertad y por eso “se resisten” al cambio.

Como si no hubiese sido justamente la libertad, el motor de los encuentros que parieron colectivamente (no por decisión unipersonal) la ley de la música, la del cine, la de la danza, la de derechos de autor, intérprete y producción. Todas normas pensadas por las bases y puestas en manos de representantes para que instrumenten las acciones administrativas. Todas pensadas para ser parte de la producción diversa y federal de la cultura argentina.

El último año la UNDAV y el SINCA mostraron que el 2.8% del PBI pertenecía a la actividad cultural. Esto para contrastar la idea instalada de manera prepotente y mendaz de que no hay eficiencia en la articulación privada y estatal a la hora de llevar adelante la industria cultural, que de ninguna manera está en estado de crisis como presupone la norma bíblica que detentan. Nunca hubo más música, ni danza, ni cine, ni series, ni teatro, ni literatura como ahora. Lo que está en crisis es la economía.

Plagada además de errores de referencias a artículos y leyes, este panfleto dictatorial, se autopercibe modelo superador de los últimos 200 años de normativa, haciendo referencia que el camino de la Argentina se había alejado del liberalismo, como si hubiese habido en todos esos años un solo signo político. Obviando el loop destructivo que una y otra vez significaron estás ideas en manos de militares y políticos tradicionales, ninguno capaz, en toda la historia, de sostener el pleno empleo más de dos años seguidos.

El ataque es directo y frontal a cada una de las organizaciones que construyó cada sector del arte. Pretende disponer y reglamentar el manejo de los institutos desde un escritorio. Como si necesitaramos un dueño que dirija nuestra actividad.

Es triste y lamentable asumir que este abuso de poder, también es producto de haber forzado las normas institucionales para generar cambios populares, sin tener en cuenta que la vida es una rueda, y a veces se está arriba, pero si sigue el movimiento, tarde o temprano llegaremos abajo. Este espejo acelerado de la realidad es casi idéntico al desarme de la ley de radiodifusión que escribió todo el sector de la comunicación con años de debates y fue desarticulado de un plumazo con un DNU de Macri en la primera semana de su mandato.

No es posible que construyamos cambios tan fundamentales de participación democrática expuestos al tiro de muerte de un decreto unipersonal.

Ahora con una mano en el corazón… ¿Confiamos en que el Congreso esté a la altura de defender cabalmente estas construcciones colectivas o flaquearán como lo hicieron con los fondos buitre a la hora de negociar con genuflexión condiciones particulares? ¿Darán quórum para votar negativamente y refrendar frente a la derecha un sesgo proteccionista o se excusarán de presentarse para evitar posicionarse cabalmente?

Por otra parte, y no menos importante porque es trasladable a casi todos los aspectos de gobierno, estamos frente a esta fragilidad institucional porque las instituciones llevan años sin funcionar en respuesta de sus integrantes. Este proyecto (Dejo el link para que lean los capítulos de cultura) desregula la gestión de derechos que tiene el poder de policía para recaudar. Por ejemplo SADAIC. Asociación que recauda derechos de autor pero que no recuerdo a nadie que no haya puteado por lo mal que gestiona. Basta con ingresar a su página web para saber que tus derechos están desprotegidos. Sabemos que el INCAA tiene sus “manejos discrecionales” a la hora de asignar partidas para producción, el INT, el INAMU, la Conabip o el FNA, seguramente tienen sus observaciones de gestión y es llamativamente sorprendente el silencio que guardamos los artistas por la conducción del Ministerio de Cultura de la Nación este último ejercicio que fue prácticamente un expendedor de vouchers.

Anquilosado, excusándose de la imposibilidad de realizar acciones ejecutivas de base, porque “el Estado tiene muchas regulaciones” (SIC de un altísimo funcionario nac & pop de camisa entallada) sosteniendo consumos culturales de mercado sin hacer ni un movimiento en sentido contrario. Promoviendo el “emprendedurismo” cultural para que seas gestor de tu proyecto, como si la producción cultural necesitara de un ordenamiento sistemático que lo haga efectivo, mientras las plataformas uberizaron el trabajo audiovisual, se degradó el trabajo formal (si era eso posible) se abandonó la lucha contra la concentración económica de las multinacionales del sector, se estimuló como nunca la capacitación de gente que sepa llenar formularios de subsidios y los artistas convirtiéndose en coleros digitales para ver si podían producir un video para Youtube y seguiría la lista...

Sin embargo, y volviendo al programa enviado por este gobierno pero escrito antes de que nadie lo imaginase gobierno, las organizaciones creadas por los trabajadores de la Cultura son los espacios en donde se deben dirimir, con las herramientas estatutarias, los acuerdos para mejorar sus políticas y sus metodologías. De ninguna manera se pueden dirigir a dedo, por capricho o unilateralmente en ningún momento de su vida institucional.

Tenemos una tarea urgente y otra importante.

Urgente es hacer que este proyecto de ley se caiga, pero además se exponga abiertamente la falacia de los argumentos que la comprenden.

Con respecto a lo importante: revisar, reordenar, desenkioscar y mejorar hacia adentro, escuchando las necesidades de todxs, nuestras instituciones del arte. Modernizarlas, hacerlas eficientes para nosotrxs, construir un campo de trabajo fertil, protegiendo la producción con regulaciones consensuadas, derivadas del estudio del sector y no del lobby político o empresarial. 

Los gobiernos pasan… El arte es eterno.