Por Marina Mariasch. Foto: Laura Szenkierman.

Hace diez años y poco discutíamos la creación del feriado http://distraccionmasiva.blogspot.com.ar Diez años después algunas cosas están claras. Si no fuera por La Chilinga (cómo me gustaba esa cosa de los blogs de poner links a cualquier cosa) y otros bombos, fue triste la marcha del 24. Eso pensaba cuando me iba y les mandaba mensajes a mis amigos, contándoles. Y eso me quedé pensando.

Pensaba por qué y a la luz de esta nota https://www.pagina12.com.ar/27662-por-que-marcho de Victoria Ginzberg puedo explicarlo. Vicky dice “Por qué marcho”. Yo lo venía pensando en plural, por qué marchamos, y no porque no esté atravesada en la médula de la historia personal, es algo también que me hicieron estos años. Qué te hicieron, pensaba mientras leía cierto cinismo canchero de mitades de los 2.000. Seguro escribía mejor, pero ahora soy mejor persona.

El cinismo se lo quedaron ellos. El feriado no lo tocan, y son 30 mil los detenidos desaparecidos por la dictadura cívico militar. Fue un genocidio. Lo repetimos como un mantra en la marcha, en los carteles, en las pintadas, para que quede claro, para que quede vivo. Esa es nuestra certeza que no se negocia, que no se regala. Pero entonces, ¿por qué necesitamos afianzarla con tanta furia, con tanta fuerza? Cuando una verdad está arraigada no hace falta reforzarla. Nadie saldría con carteles que dijeran Somos Argentina o Maradona la mano de dios.

No son números. Es, como dice Vicky, la batalla por el sentido, por la Historia que se escribe y queda. Parece una bomba de neutrones en algunos planos: no se ponen en tela de juicio los juicios, aunque algunos genocidas arañan discretos beneficios, pero se destruye ostensiblemente un consenso gestado en años de construcción colectiva donde se podía pensar, dudar, hilar más fino.

Hoy tenemos que volver a los trazos gruesos, a decir son 30 mil, fue genocidio. Es triste. Por eso lloraban tantxs como hace mucho no se veía. No eran las lágrimas del comienzo, de la primavera recuperada y la emoción de volver a la calle. Eran las lágrimas de volver atrás, a volver a sembrar sentido, a combatir con un nuevo orden de legitimación que sale sin empacho a decir cosas que pensábamos ya no se inscribían en el bosque de los signos, no podían pensarse, pero sobre todo que si se pensaban -porque sabemos que se siguieron pensando- se había caído la red de consenso para expresarlas. Hoy esas cosas (no se puede escribir sobre "cosas" pero no tengo ganas de replicarlas) las dicen, ministros, funcionarios de todo orden, diputados.

Algunos negacionistas (qué era eso sino un término estrictamente ligado al holocausto nazi?) marcharon entre nosotrxs. ¿Por qué marcharon? ¿Por el número de ellos? ¿Por sus muertos en el placard? ¿Por el abismo moral del que habla Levi y que cita Vicky entre cívico y militar en un mismo personaje ocupando un puesto de poder?

Nos dejan sin medias tintas. No nos confundamos, nunca las hubo en relación al Golpe, la Dictadura y el 24. Pero las construcciones colectivas, incluso del mismo color, tienen internas y quiebres, tienen históricamente caminos que se bifurcan, y no son noticia para titular, como lo hizo Clarín al otro día de la multitudinaria movilización callejera. Y eso es lo que pesa este año. La lucha es mucha. Es con Gieco y con con Los dinosaurios y eso además es cruel, porque es una batalla ya dada y ya ganada. Pero también es una, porque ya no hay lugar para reclamos particulares, es un bloque de sentido que frente a otro se fortalece.