Hijo de madre argentina y padre peruano, Juan Palomino regresa a Argentina a los dieciséis años, luego de vivir su infancia en Perú. Imagina que va a estudiar Medicina, pero termina descubriendo el mágico mundo de la actuación, iniciando una trayectoria que se prolonga hasta el presente. Activista y difusor de la cultura latinoamericana, integró el grupo musical “Los Negros de Miércoles”. Llegó a la TV de la mano de Alejandro Doria, luego de integrar numerosos grupos teatrales. Triunfó en el cine y fue dirigente de la Asociación Argentina de Actores.

El lunes pasado, Kranear lo contactó vía WhatsApp para concretar un intercambio de audios que le dieron forma a la entrevista que podrán leer a continuación.

Juan, contale a nuestros lectores, ¿cómo fue tu infancia en Perú y cuando regresaste a Argentina?

Viví un año y medio en la casa de mis abuelos, en La Plata, ciudad en donde nací. En 1961, en el mes de julio, en pleno invierno. Luego, mi papá, que estudiaba Medicina, decidió volver al Perú. Crecí en una zona mítica como Cuzco (considerada el centro u ombligo de la Tierra según los habitantes de ese territorio). Fue una infancia llena de cine, el único entretenimiento que teníamos. Más entrando en la adolescencia apareció lo lúdico, y crecí jugando en esas míticas y ciclópeas construcciones de la arquitectura inca. Me la pasé buscando pedazos de cerámicas como si fuese una especie de arqueólogo al mejor estilo Indiana Jones. Conservo algunos pequeños fragmentos de cerámica de aquellos tiempos. Fue una infancia y un entrar en la adolescencia con mucha curiosidad por el lugar en donde residía. Me tocó vivir a 3.200 metros por sobre el nivel del mar. La altura te hace vivir y respirar de otra manera. A pesar de las asimetrías, desde el punto de vista económico existente en toda Latinoamérica. Fue una infancia feliz. Creo que mi punto de vista con respecto a la política fue incentivado por la revolución peruana de Velazco Alvarado; me permitió entender otra realdad del Perú. Una serie de acontecimientos como la reforma agraria e industrial, la nacionalización del petróleo y las minas, ver a un presidente hablando en quechua con los campesinos movilizados. Dicen que la patria es la infancia y ese descubrimiento tiene que ver conmigo. Me gustaba mucho crear solo, en universos paralelos, crear mundos. Eso soy ahora, un actor que crea y que juega al mismo tiempo, a pesar de tener ya 61 años. Retomando lo que me preguntabas, fue una adolescencia muy noble, con amigos y caminatas interminables por selvas. Una pletórica adolescencia, antes de regresar, cuando terminé el secundario, a Argentina, en 1978.

¿Qué le transmitirías acerca de tus vivencias durante los primeros años estudiando teatro a todos aquellos jóvenes que hoy están descubriendo su vocación y comenzando a formarse en ese lenguaje que los apasiona?

Fundamentalmente creo que hay que preguntarse porque uno quiere ser actor. Porque se elige un camino tan lúdico y luminoso. Una actividad en la vida que tiene con meterse en distintas pieles, memorias, psicologías, prendas. Creo que la clave tiene que ver con el porqué uno elige. Muchas veces es porque uno quiere contar historias del tiempo que le tocó vivir. Esa era mi premisa. En tiempo muy particulares donde existía una dictatura cívico militar. Pero creo que la pasión y la convicción son elementos fundamentales para recorrer este camino tan bello como incierto. La fama y el dinero son harinas de otro costal. Uno puede tener la suerte de vivir de la profesión toda la vida, pero es un gran desafío. La nuestra es una carrera de regularidad donde hay que ser pacientes. Donde hay que dominar la ansiedad y donde uno no siempre hace lo que quiere. Yo quería ser actor porque quería ser actor de cine, un medio y forma de relato en el que crecí y me interesaba. Uno también puede trabajar de otra cosa, yo atravesé todas esas experiencias. Empecé estudiando teatro y le estoy agradecido a mi padre que me invito a estudiar teatro en la Escuela de Teatro de La Plata. Agradecido también a Omar Sánchez, Nora Bevilacqua, Adriana Ferrer, Toni Lorenzo…amigos que me permitieron entender que había elegido ser actor para contar historias que me representaban. Siempre que hablo con jóvenes les pregunto qué es lo que los impulsa.

Luego de cuatro décadas de trayectoria en nuestro medio y habiéndote consagrado en el cine, en el teatro y en la TV, si tuvieras la posibilidad de dialogar con el Juan Palomino que estaba comenzando a dar sus primeros pasos en la profesión, ¿qué consejo le dirías?

Es difícil darse consejos a uno mismo. Mirando para atrás pienso que tuve mucha fuerza motora para conseguir lo que yo quería. Pequeños papeles en el cine, mientras tenía mi grupo independiente de investigación teatral (GIT). Seguiría reafirmando mis convicciones, porque el teatro me permitió formar le primer grupo de teatro en el neuropsiquiátrico Alejandro Korn en Melchor Romero. El arte ha seguido procesando y se ha extendido a través del tiempo como una forma de terapia para mitigar las enfermades mentales. Aquella experiencia comenzó en 1983. La televisión me llegó de la mano de Alejandro Doria, de Miguel Angel Solá, de Juan Leryado. Le estoy muy agradecido, especialmente, a Doria y a Gustavo Yankelevich por haberme permitido dar mis primeros pasos. Empecé en el cine como extra y el teatro me cobijó. Ingresé el Teatro San Martín por concurso, algo que me permitió recorrer la historia del teatro argentino y los grandes clásicos. El Cervantes me permitió formar parte de sus elencos. No estoy arrepentido de nada, porque todo tuvo que ver con el tiempo. Por ejemplo, en los ’90, cuando empecé a hacer TV, me aventuraba al diálogo político acerca de la historia contemporánea latinoamericana, me involucraba, como me pronuncié acerca del zapatismo mexicano en el verano de 1994, mientras aquí yo estrenaba “Quereme”. Soy consecuente con eso que construí a través de mis convicciones. Ha sido largo un camino recorrido.

Recuerdo haberte visto en teatro, hace algunos años, personificando a Juan Domingo Perón en “Encuentro de Genios”, la obra autoría de Beto Casella. ¿Qué podés contarnos acerca de cómo abordaste a una de las personalidades más atractivas y complejas del siglo XX en nuestro país?

Perón fue una experiencia inolvidable, formando parte de una obra irreverente que a mí me permitió conectar con este personaje emblemático. También lo interpreté en “Cita con Perón” (Jorge Gaggero, 2015), y ambas oportunidades me permitieron transitar dos momentos distintos. Desde la métrica del teatro, desde la imaginación de Beto Casella. Luego, desde el documento taquigráfico acerca de cuando Perón se reúne con el poder económico del momento, denominado el círculo rojo. En lo personal empecé conectar puntos en común, como parte del gran desafío. Un actor, al margen de la figura y del pysique du rol con relación al personaje que le toca interpretar, busca encontrar esos puntos en común. Los que hacen aparecer la conexión, para que sea posible la convicción. Me divertí mucho con ambos proyectos. Creo que la política también gravita en mi instinto, en el deseo de la construcción de una sociedad que sea inclusiva y más justa. Y la justicia social es un factor fundamental. Por eso te hablaba antes acerca de Velazco Alvarado, que fue una especie de peronismo virado a la izquierda. Por eso, desde niño, intente escarbar en la memoria y en la historia, en el porqué de algunos acontecimientos políticos tan grandes con personalidades tan complejas y carismáticas. Así es como tuve que interpretar a Manuel Dorrego en “La Tentación” (de Pacho O´Donnell, dirigido por Alejandro Doria). También, en “La Revolución es un Sueño Eterno” -sobre la novela de Andrés Rivera-, dirigida por Nemesio Juárez, me tocó interpretar a Bernardo de Monteagudo. Podría también nombrarte mi participación en “Martín Fierro, el Ave Solitaria” de Gerardo Vallejo. En ese sentido, tiene que ver la mirada que el actor tiene sobre la vida, y esa circunstancia hace que algunos directores piensen en mí para determinado personaje.

En línea similar a lo anterior, ¿cuáles fueron los principales desafíos de componer a un personaje tan popular e icónico del ser nacional como Diego Maradona, para la serie “Maradona: Sueño Bendito”? ¿Cómo llegó a vos esta oportunidad y qué aportó dicha experiencia a tu trayectoria?

Uno de los desafíos más complejos y difíciles de mi trayectoria fue encarnar a Diego. La gran responsabilidad fue, de alguna manera, tamizada por la dirección de Alejandro Aimetta. Tanto Nicolas Goldsmith como Nazareno Casero tuvimos la posibilidad de ser conducidos por un director con paciencia, decisión y destreza. Mas allá de donde uno esté parado, o del futbol en sí mismo, Maradona es universal y uno de los íconos populares más emblemáticos que hemos conocido. Él es el hombre y sus circunstancias, quien, con su visión a trescientos sesenta grados -dentro y fuera de la cancha- me permitió poner de manifiesto “mi Maradona”, el “Maradona” que lo llevo adentro. Y se conjugaron. No pretendí imitarlo ni hablar como Maradona. Pero me ocupé de los silencios de Maradona, de la soledad de Maradona. Que, obviamente, es inalcanzable…porque hay que estar en el cuero de uno de los personajes más conocidos del mundo. Tuve que aumentar de peso, tuve que sentir la gordofobia. La mirada del otro, de aquel que no quiere ver a un actor con kilos de más, sin pensar que yo podía estar enfermo. Otro componente que me puso a prueba; yo no podía decir nada que estaba preparándome para hacer de Maradona. Aunque mi estatura no sea la de Diego, puedo decir que salí bastante airoso, aunque no me toca la gloria de la historia, pero si tengo la responsabilidad de contar a ese Maradona y sus conflictos. Y estoy feliz con que me hayan elegido en un papel en el que yo, en principio, no me veía. El director fue más allá de la figura y me ayudó a conectar con datos que tiene que ver con mi historia; y eso también es un director.

Teniendo en cuenta tu vasta trayectoria y experiencia, ¿cuán importante considerás es la intuición para un actor a la hora de elegir proyectos o preparar un personaje?

Es fundamental, parto desde allí, ya sea en teatro cine o tv. Necesito tener un buen director y un buen texto. Creo mucho en la capacidad del juego. Si hay que fallar, se falla. Para eso están los ensayos. Es el gran desafío: disfrutar, incluso, de la equivocación. Y ser consciente de ello. O no. No soy un actor del método. Intuitivamente, me conecto con las emociones. Jugar con la verdad de lo posible, para abordar una obra, un personaje de TV o de cine. Suelo decir que los personajes me eligen a mí, muy pocas veces he elegido yo a los personajes. Es algo producto de las circunstancias. Cuando hacía “Zíngara” con Andrea del Boca, al mismo tiempo actuaba en “El Avaro”, de Moliére, dirigido por Juan Carlos Gené, o en “Medida por Medida”, dirigido por Omar Grasso, con Patricio Contreras y Leonor Manso. He tratado de equilibrar la balanza siempre, porque en la TV uno no siempre pude abordar materiales que lo completen. Le estoy agradecido a la telenovela como género, porque me dio la popularidad.

Hablemos de gustos personales. ¿Qué tipo de arte te gusta consumir? ¿Hay algo que hayas visto o leído últimamente que te ha cautivado en especial y nos quieras recomendar?

Me gusta consumir el cine. En plataforma veo muchas películas y documentales. La lectura es un hecho que estoy retomando nuevamente. Con títulos como “Las Aventuras de la China Iron”, de Gabriela Cabezón Cámara, y “Frankie”, de Daniel Villaverde. Me gustan las historias que remitan a lo autobiográfico. A la historia. La literatura es un universo que me apasiona. Soy un mal espectador de teatro, paradójicamente, un mal exponente del público. Me cuesta consumir teatro y es una cuenta pendiente que tengo para conmigo mismo. Me gusta mucho el diseño, también. Vivo con una compañera que es música, periodista, actriz, bailarina, cantante y gestora cultural, quien acompaña mis días y podemos intercambiar nuestras miradas y puntos de vista. Amo la música también y amo cuando la música se mixtura, como es el caso de Tonolec, que, para mí fue una revelación cuando ví que incorporaba elementos de la música originaria con la electrónica; un punto de contacto con los tiempos modernos que construyen identidades. Soy muy admirador de esas estéticas, de esos contenidos. Ese tipo de mixturas a mí también me permitieron formar parte de una agrupación llamada “Los Negros de Miércoles”, donde hacíamos música afroperuana, y gracias a la cual pude dirigir mi primer documental (“Causas”), donde habla lo que significa ser afroperuano en una Buenos Aires calificada como la París de Sudamericana. La poesía y la pintura son, también, elementos que me componen.

Sé de tu activismo por la cultura tradicional y por la unión latinoamericana. ¿Por qué crees importante el hecho de difundir nuestros valores y esencia? ¿Por qué un artista debe involucrarse?

La cultura forma parte de nuestro día a día. Y uno no solo habla de arte, sino de elementos de costumbre y rasgos que tienen que ver con nuestros orígenes y nos acompañan. La identidad de esta Indoamérica está conformada por rasgos que tiene que ver con nuestra tierra profunda (Mayas, Aztecas, Guaraníes, Quechuas, Aimaras, Mapuches, Quilmes, Tehuelches, Mocovíes) …uno no puede dejar de soslayar esa identidad. ¿Cómo no ser un vocero? Me parece que toda persona que se dedica al arte debe tener ese componente en su gen para poder seguir transmitiendo desde la obra, la opinión y el pensamiento. Lo importante que significa visibilizar las problemáticas de los pueblos originarios. ¿Cómo negar la posibilidad si te la brinda un medio? El artista se construye en cómo compone su obra y qué decide hacer y decir fuera de la obra; cómo se manifiesta como ciudadano, dentro de una sociedad de la que forma parte, habiendo elegido vivir el camino de la expresión. En el punto de observación, el artista tiene que ser crítico, tiene que reconocer que la política también es un juego complejo y debe leer entre líneas el juego de la información, de los medios. El potencial allí es una forma de construcción de la identidad de un pueblo y esa forma potencial genera una opinión. Un artista tiene que estar comprometido con su tiempo y emitir posturas al respecto.

¿Qué reflexión podrías darnos acerca de la realidad política y social que atraviesa nuestro país? ¿Cómo ves a los argentinos hoy?

A nivel global, a nivel latino o indoamericano, y a nivel nacional también, son tiempos complejos, después de una pandemia como la que hemos atravesado. Desde el punto de vista económico y político estamos atravesados por una forma de construcción de la política que responde a intereses estructurales; no es casual que el neoliberalismo este ahora nuevamente cabalgando nuestros territorios. Hay una crisis económica, a nivel mundial, y un país como el nuestro está inmerso en aguas turbulentas. Mas allá de las políticas macroeconómicas que indican que vamos por buen camino, la inflación es un tema difícil de sobrellevar. La realidad, el día a día, de los sectores más desposeídos es compleja. Es una situación de la que nos va a costar volver a cierto estado de bienestar, que es algo que se construye con justicia social, puestos de trabajo, inclusión y políticas reivindicativas de lo que tiene que ver con nuestro componente identitario. Tenemos un territorio extenso con distintas coloraturas y eso es muy complejo de conjugar. Pareciera que vivimos en puja. Es una situación dificilísima y ojalá podamos tener la certeza de participar activamente, ya sea por nuestros representantes o en las calles, y no solamente para un sector, en tiempos donde muchos tienen muy poco y muy poca gente tiene un poder económico enorme. Mientras esas asimetrías continúen, la situación va a seguir siendo compleja.

Para finalizar, ¿cuáles son tus proyectos actuales en cine y TV? ¿Qué nos podés compartir al respecto y dónde podremos verte?

Me encuentro escribiendo un guion junto a Nicolás Galvaño, una historia recreada titulada “El Día del Reptil”, para llevar al cine, sobre el atentado a Anastasio Somoza Debayle en Asunción del Paraguay, en el gobierno de Alfredo Stroessner; lo que se denominó una juventud que estaba jugada por sus ideales. Una historia que permite hacer un análisis complementario a lo que fueron los movimientos insurreccionales en los 70. Sobre los hombres y mujeres que sobrevivieron a la dictadura y siguieron el camino de las armas para seguir transformando la realidad. El tiempo, la distancia y la edad me permiten hacer una pequeña metáfora de lo que fueron esos momentos, a partir de un atentado. También, acabo de terminar “Mamá Frida” de Cristian Jure, una miniserie filmada en el Teatro Argentino y enteramente en la ciudad de La Plata, junto a Diego Cremonesi y varios actores oriundos de dicha ciudad. Ahora me voy a grabar una serie que se llama “Eternal White “, dirigida por Cristofer Bell (director alemán que vive en Argentina), perteneciente al género de ciencia ficción. Filmaré en Catamarca, junto a Lautaro Delgado, este producto que plantea el despojo del ser humano y lo que significa vivir en otros planetas y ser el representante de los trabajadores en aquellos tiempos. Fundamentalmente, estoy anclado en esto, muy activo desde la escritura y también esperando la segunda temporada de “Maradona: Sueño Bendito”. Siempre acompañando a mi compañera en sus recitales, junto a la poesía de Nicómedes Santa Cruz, el poeta afroperuano; he sido invitado por ella para recitar y complementar su arte. Además, trabajando la posibilidad de realizar la tercera edición del Festival de Cine de las Tres Fronteras en Iguazú (junto a Daniel Valenzuela, que pretende reivindicar la zona de las tres fronteras estigmatizadas por el País del Norte). Hay que proteger nuestra cultura y el cine es la herramienta para defender la reserva acuífera más importante del mundo y demostrar que esta zona de Argentina, en donde se conjugan tres países, es un lugar de encuentro.