Militancia Peronismo

El compromiso bajo fuego

Motivado por el aniversario número 48 del asesinato del Padre Carlos Mugica, el historiador quilmeño Matías Scot ofrece un fresco sobre un ícono de la iglesia del Tercer Mundo y el peronismo revolucionario, que dejó una huella que para muchos también es bandera. Unas palabras del teólogo de opción de los pobres, Eduardo de la Serna.

Un documento de la pastoral popular marca la necesidad de una iglesia encarnada en el pueblo, una iglesia de los pobres, los oprimidos, los necesitados. Por ese camino anduvo el hombre, el sacerdote, el militante y el peronista que me exhorta a escribir estas líneas.

Porque algunos textos leídos al calor de las convicciones nos atraviesan, se nos hacen carne. Espíritu y carne, de eso se trata lo humano. Es que Mugica, utilizando la metáfora de Eduardo Galeano, no era un fueguito, era un fuego que encendía, que quemaba verdaderamente.

Carlos Francisco Sergio Mugica Echague nació en octubre de 1930, era el hijo de Adolfo Mugica, fundador del Partido Demócrata Nacional, y radical conservador de la línea de M.T de Alvear. Como familia conservadora, pensaban que su hijo sería un hombre de leyes, pero tuvo un paso fugaz por la Facultad de Derecho, y en 1951 ingresó al Seminario Metropolitano de Buenos Aires. En ese tiempo vivió los rancios festejos del derrocamiento de Juan Domingo Perón, en 1955, y una experiencia lo marcó para siempre:

“Una noche fui al conventillo como de costumbre. Tenía que atravesar un callejón medio a oscuras y de pronto bajo la luz muy tenue de la única bombita, ví escrito con tiza y en letras bien grandes: 'sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos' (los curas)". "La gente humilde estaba de duelo, y si la gente humilde estaba de duelo entonces yo estaba en la vereda de enfrente”.

Advirtió la contradicción, y comenzó a pensar su práctica pastoral, creyó como sacerdote, y como cristiano, que era un deber entrar en la lucha para transformar la sociedad. A mediados de la década del 60, era asesor de la Juventud Estudiantil Católica del Colegio Nacional Buenos Aires, de la que eran alumnos Mario Firmenich, Claudio Ramus y Fernando Abal Medina, los futuros fundadores de Montoneros, la tendencia peronista. En 1967 adhirió al mensaje de los 18 Obispos para el Tercer Mundo, junto a 270 sacerdotes. En 1968 eran unos 400 y se transformaron en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Mugica fue un sacerdote en tiempos de la encíclica Populorum Progressio de Paulo VI y parte de un grupo de sacerdotes que interpretó que la iglesia debía hacer y decir sobre la desigualdad del mundo que arrojaba a miles de habitantes de países periféricos, a la pobreza estructural.


¿Cuándo predicaba, cuándo hablaba de Jesús?, se pregunta desde una cristiandad ortodoxa, “si el hombre está siendo ahogado por estructuras injustas, el sacerdote que antes de ser sacerdote es cristiano, y antes de ser cristiano, es hombre, debe realizar una acción política, no partidaria, pero sí política”.


Para Mugica predicar el evangelio era comprometerse con el pueblo, participar de la creación de un orden más justo, y una vida más digna para los humildes. Porque donde había opresión e injusticia, no estaba el amor de Cristo. Así lo hizo, en los años de plomo, a partir de 1970, entre los pobres, desde su parroquia Cristo Obrero, con sus marginados habitantes de la Villa 31, donde los asistía y contenía, en jornadas de trabajo pastoral de doce horas. Con justicia, a este lugar, en 1999 fueron trasladados, junto a los suyos, los restos de Carlos Mugica.


El último 11 de mayo se cumplieron 48 años de su asesinato. Una balacera cuando se disponía a subir al Renault 4, saliendo de dar misa en la parroquia San Francisco Solano en el Barrio de Mataderos, lo dejó moribundo. Los autores fueron de la Triple A, a cargo de López Rega. A las nueve de la noche, en el Hospital Juan Salaberry, se apagó su vida. ¿Se apagó su fuego?


Dice el sacerdote, y teólogo de opción por los pobres, Eduardo de la Serna, que quiere hacer presente la historia de Mugica, una historia que marque huella. “Porque las huellas integran el pasado de donde provienen, con el presente, donde está marcada la última, pero también una dirección, es decir el futuro. Los judíos dicen que el pasado no queda atrás, sino que está adelante para marcarnos el camino. Por eso Carlos Mugica, ¡Presente! ¡Ahora y Siempre!”.

author: Matías Escot

Matías Escot

Docente de Historia y aficionado a la literatura. Profesor en escuelas públicas y privadas. Creador del sitio web www.relatosdelsur.com. Participa del proyecto Pensar el Pasado en la Escuela del Futuro, en la Universidad Nacional de Quilmes.

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