Internacionales

Apuntes sobre la caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria

La caída de Damasco, capital de Siria, en manos de fuerzas rebeldes de un grupo islamista, marca un punto de inflexión no solo en la región, sino también en el concierto internacional de naciones. El análisis del rosarino Jesús Rivero

El régimen de Bashar al-Assad fue derrocado por fuerzas rebeldes del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), entre otros, por medio de una estrategia planificada por las potencias extranjeras. En este territorio fértil y bélico se pondrán en juego las infiltraciones de Rusia, Irán y Estados Unidos con Israel como aliado táctico geopolítico.

En una ofensiva relámpago, el grupo islamista ha puesto fin al gobierno de Bashar al-Assad, quien huyó en avión hacia Rusia (Moscú), nación que le concedió asilo por razones humanitarias,  tal como lo confirmó el Kremlin.

Las calles de Damasco, una ciudad con milenios de historia, se convirtió en el escenario de un cambio político regional. Este punto de inflexión es impensado sin la geopolítica  y sus determinantes. La futura asunción de Donald Trump también repercutió en la política internacional, ya que Recep Erdogan, presidente de Turquía, había admitido su apoyo a los rebeldes.

El hasta ahora presidente Bashar al-Assad encabezó un régimen que dominó Siria durante cincuenta y cuatro años. Días antes de su caída, la HTS y sus aliados habían lanzado ataques coordinados desde su bastión en la provincia de Idlid, y avanzaron hacia el sur hasta tomar Damasco, la capital.

El líder del Organismo de Liberación del Levante, quien encabezó la ofensiva insurgente en Siria, visitó el domingo pasado 8/12, la Mezquita de los Omeyas, en Damasco, y allí aseguró que “esta victoria es una victoria para toda la Umma (nación) islámica y para toda la región. El Asad ha dejado a Siria como una finca para las ambiciones iraníes, y propagó el sectarismo y la corrupción”.

La velocidad de los avances militares evidenció la complicidad de las potencias internacionales en juego.

La caída de Damasco marca el fin de una etapa que se había iniciado en 1970 cuando Hafez al-Assad, padre de Bashar, tomó el poder por medio de un golpe de Estado. Bajo su liderazgo Siria se convirtió en un actor clave en la política de Medio Oriente. Bashar al-Assad asumió la presidencia en 2000, y prometió reformas que nunca se materializaron de manera plena.

Este es el primer gran desafío al que se enfrenta la nueva alta representante de Exteriores de la Unión Europea, Kaja Mallas, quien aseguró que “el fin del régimen de Assad es un acontecimiento largamente esperado', pero también muestra la debilidad o complicidad de los partidarios de El Asad: Rusia e Irán. “Nuestra prioridad es garantizar la seguridad en la región. Trabajaré con todos los socios constructivos en Siria y en la región”, afirmó.

Tras la caída de los mandatarios Zin el Abidin Ben Alí en Túnez y Hosni Mubarak en Egipto, la primavera árabe floreció en Siria en 2011 con un grafiti anónimo en la ciudad sureña de Deraa: “Te llegó el turno, el doctor', en alusión a Bachar el Asad, licenciado en medicina. Trece años de sangrienta guerra civil más tarde y en apenas once días de ofensiva relámpago, las tropas rebeldes tomaron Damasco, la capital del país y poseedora del poder.

En las horas posteriores a la entrada de Damasco de los rebeldes, la ciudad ha experimentado escenas de caos y furia. Miles de presos políticos han sido liberados y los símbolos del antiguo régimen demolidos. Sin embargo la incertidumbre prevalece.

La comunidad internacional observa con cautela consciente que la caída de un régimen no garantiza la transición pacífica. Las facciones rebeldes, aunque unidas en su oposición a Assad, sin duda repetirán conflictos bélicos internos con muchos muertos; esto no ha terminado.

author: Jesús Ariel Rivero

Jesús Ariel Rivero

Fundador del Frente de Liberación Socialista, ayudante de la cátedra Psicología Social y Comunitaria de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario.

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