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Apuntes sobre la definición más esperada
18 de Mayo de 2019
Por KranearEn el arranque nomás de la larga noche de Cambiemos, hubo una voz lúcida, dentro de nuestra revista, que arriesgó una apuesta que hoy vuelve a resonar con fuerza en nuestro análisis: “La salida de este gobierno será, con suerte, por el centro”. Mucha agua corrió por debajo del puente desde aquel entonces. Por ejemplo, la centralidad política de Cristina Fernández de Kirchner, que ya en abril de 2016, frente a los lúgubres y e inquisidores tribunales de Comodoro Py, y en compañía de una multitud, llamó a conformar un frente ciudadano que albergue y contenga a todos y todas las agredidas por el neoliberalismo salvaje de Macri y compañía.
En los últimos diez días, Cristina le puso el moño al estruendoso anuncio político que realizó hace unas horas. Lo vemos ahora, con la película completa. Primero, con la mención de Alberto Fernández en su mesurado y estratégico discurso en la Feria del Libro, y luego, con su aparición en la cumbre del PJ nacional, que dejó un título y una foto en favor de la unidad, que incomodó al poder real.
La ex presidenta lo dice con mucha claridad en el video que tiró a circular hoy a la mañana (y que al mediodía arañaba las 400 mil reproducciones en su cuenta de Facebook y las 300 mil en su canal de Youtube): dejo de mi lado cualquier aspiración personal, para priorizar el interés nacional. Un mensaje que, por otro lado, podría tomarse como gran parte de la plataforma electoral del esquema Unidad Ciudadana-PJ, con el desendeudamiento en el centro de la escena.
En medio de la efervescencia y entre tanta convusión entre propios, ajenos y “ni”, algunos apuntes y preguntas aparecen en el medio de la polvareda.
1. Los propios hablan de una jugada brillante. Una jugada que cierra filas hacia adentro. Del aparato puede prescindirse. Y Cristina prescindió y mal no le fue. Pero más importante es no tenerlo en contra. Alberto es la figura que sutura ese frente. Apura a los dubitativos (por ser generosos) a definirse y a sentar posición, si es que estas son congruentes con las banderas que dicen levantar. Si no quieren sumar, al menos no resten.
2. Desconsertados en el odio y fuera del libreto obediente del marketin, las primeras expresiones del otro lado llegaron de forma previsible. Como previsible también fueron las dos líneas argumentativas. La primera, que se trataría de un doble comando, con Alberto al gobierno y ella al poder. Este es un argumento poco original. ¿Recuerdan a “Nestor como Chirolita de Dhualde”? También en su momento dijeron que Cristina lo manejaba a Nestor. Y, por supuesto, cuando Cristina asumió la presidencia, que Néstor la manejaba a Cristina. En fin. ¿Tanto van a subestimar al tipo que armó con Massa y Randazo como alternativa al FPV? Pero no contentos con ello, el segundo argumento es que esto es una muestra más que los peronistas no son más que una bolsa de gatos. En seguida, La Nación se apuró a publicar un video con los vituperios que en su momento el hoy precandidato a presidente Fernández le dirigió a la que ahora será su compañera de fórmula. Ambas líneas se repelen entre sí: o es un monocomando disfrazado, o es un doble comando de odios y egos, que se juntan por ambición. Y sí, la unidad es con todxs, eso que primero se pelean y después se juntan no hace más que abonar la idea que Cristina cede (es la candidata con mayor intensión de votos y va segunda en la fórmula) en favor de la unidad, si mesura su discruso, si está abierta al diálogo ¿dónde queda la Cristina megalómana que manejará los hilos cual titritero? Todo no, muchaches.
3. Lo anterior no es sólo para detractores. La idea del titiritero detrás de bambalinas no suma, si lo que se quiere es una unidad de hecho y efectiva. Y tampoco el exitismo de quienes ante el anuncio de una fórmula piensan en el salto automático a un festejo rabioso en octubre. No maten al adversario, menos si cuenta con los fierros del Estado y cuyo núcleo duro sigue siendo el poder real, que no dudó en bancar genocidios ni de dilapidar por dentro, en plena democracia formal, el Estado de Derecho. Neoliberalismo, todavía con traje de Cambiemos, también moverá sus fichas, y su estrategia principal pareciera ser el miedo (esto que “si no es por amor, será por terror” no es una novedad de las ficciones televisivas contemporáneas)
4. Y si con Alberto se cierra el frente interno y hace más fuerte el núcleo duro ¿alcanza para ampliar la base electoral de cara a octubre? Los del centro, los que no están en ningún círculo, los que se autodenominan fuera de la grieta (como si eso fuera posible), los que dicen que no están atraídos por ninguno de los dos polos ¿Es FF la fórmula competitiva capaz de atraer a esos corazones oscilantes, bolsillos empobrecidos, y demandas legítimas insatisfechas? Cristina atenuó su discurso. Promete un contrato, no una revolución. Y habla de orden, habla de previsibilidad. Suntuoso bien para aquellos que defienden el centro como el lugar del necesario equilibrio y equidistancia sana. ¿Lograrán ser interpelados por la fórmula Fernández Fernández? ¿O tanto habrá horadado el discurso del odio, el hostigamiento y la verborragia acusadora de quienes imponen expedientes judiciales desde los estudios de TV?
5. Tampoco pensemos en el “poder real” como un núcleo homogéneo. ¿Quiénes son los que ven con buenos ojos la capacidad de diálogo del Fernández varón y que se resistían a la Fenández mujer? La deuda, dice Cristina en el video, es el principal lastre que dejaría de pesada herencia el macrismo. Resolver eso requiere de propuestas –y presencias- que puedan prescindir de maximalismos. Pero que jamás podrán ser neutrales.
Cristina Fernández de Kirchner es la dirigente más brillante de las últimas décadas, una estadista que trasciende la arena local, que una vez más movió una ficha sin que nadie lo esperase, un sábado a la mañana, para dejar con la cabeza llena de preguntas a sus enemigos, volver a asombrar a sus adversarios, y emocionar a sus admiradores y admiradoras, entre los que nos contamos nosotros y nosotras, siempre, pero siempre, en favor de los derechos de las mayorías y el interés general de la Nación. Desde que fue legisladora, hasta hoy.
Estamos, entonces, ante una estadista, un armador y un mismo apellido. Un contrato social, que promete futuro, pero que también asigna responsabilidades, pareciera haberse sintetizado, después de tanta espera y como un estallido, en un nombre propio: Fernández/Fernández.
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