Militancia Peronismo

Cristina y nosotres

El militante Manuel Saralegui tiene un gran virtud: le pone palabras a sentimientos colectivos en distintos momentos de la coyuntura. Luego de que Máximo dijese que no creía que Cristina sea candidata en 2023, compartió un análisis político y llamado a la militancia, en su cuenta de Twitter, que acá se reproduce con algunos agregados y actualizaciones.

Por primera vez tengo miedo
de no hacer bien mi papel

(Patricio Rey)

El lunes por la mañana, entrevistado por Roberto Navarro en El Destape, Máximo Kirchner sacudió a medio país cuando dijo “no creo que Cristina sea candidata”, en alusión a una posible fórmula presidencial en 2023. En esa misma conversación afirmó que como militante y como ciudadano cree que nos tienen que gobernar las y los mejores, y que efectivamente Cristina es la mejor. ¿Entonces? ¿CFK 2023 sí o no? Para reflexionar colectivamente, va una posible interpretación y una propuesta.

Junto a Néstor Kirchner, Cristina nos dio los doce años más bellos. Mejora paulatina de la calidad de vida, ampliación de derechos, recuperación de la política como herramienta de transformación de la realidad. Habiendo perdido a su compañero en el camino, se fue del gobierno el 9 de diciembre de 2015 con una Plaza de Mayo llena, diciendo que ella siempre iba a estar pero que cada argentino y cada argentina tenía un dirigente dentro suyo.

Prácticamente desde el día siguiente, le pedimos que fuera ella quien encabezara la resistencia contra el neoliberalismo. Y así lo hizo, arrancando el 13 de abril de 2016, Cristina propuso una salida política al macrismo que entendía ella, había protagonizado una monumental estafa electoral al prometer en campaña durazno sin pelusa para luego gobernar ajustando y reprimiendo.

Primero lo llamó Frente Ciudadano, luego fue Unidad Ciudadana, y finalmente en 2019 terminó confluyendo en el Frente de Todes con Alberto Fernández como candidato a presidente. Puso todo de sí para cumplir con la promesa que cantábamos: “vamos a volver”. Se bancó allanamientos, pedidos de detención, la persecución contra su hija, la filtración de sus conversaciones privadas, la violencia verbal, el hostigamiento, la mentira, el odio. Todo por nosotres.

Cristina podría haberse retirado con la gloria de la plaza llena, nunca derrotada, encabezando una boleta y con los salarios más altos de América Latina. Sin embargo, se metió en el barro y caminó entre nosotres para liderar con su ejemplo. En 2017 se puso al frente de una campaña a senadora por la Provincia de Buenos Aires para perder su invicto contra un ignoto Esteban Bullrich. ¿Se acuerdan aquella maratón infinita de entrevistas en la tele y recorridas por el conurbano? Novaresio, Chiche Gelblung, la Negra Vernacci por las mañanas; Matanza, Pilar o Hurlingham por las tardes. En zapatillas blancas embarradas; caminando, abrazando, escuchando. En los actos mandaba a la dirigencia política a la platea y subía al escenario a gente de a pie, personas empoderadas durante sus gobiernos y ajustadas por las políticas neoliberales.

  Cristina podría haberse retirado con la gloria de la plaza llena, nunca derrotada, encabezando una boleta y con los salarios más altos de América Latina. Sin embargo, se metió en el barro y caminó entre nosotres para liderar con su ejemplo

Porque lo importante no era ganar sino, como dijo en Mar del Plata en el segundo acto de Unidad Ciudadana:

“Mi misión es darles esperanza. Una esperanza. Yo estoy en esta campaña por una sola razón, para darles fuerza y esperanza, y para que estén todos unidos. Es lo único que me mueve de estar acá”.

Y funcionó. La esperanza se difundió entre el pueblo, creando y sosteniendo militancia para defender los derechos conquistados, para articular desde la calle una alternativa politica, para construir una unidad que no fuera dirigencial sino popular. Para vencer a Macri, para vencer al tiempo.

El 18 de mayo de 2019, cuando anunció la fórmula AF-CFK en aquel tremendo video, dijo que lo hacía no para ganar las elecciones sino para poder gobernar. Terminó siendo, paradójicamente, al revés.

La candidatura de Alberto sirvió para ganar las elecciones pero su gobierno –más allá de una valiosa gestión de la pandemia– no logró construir una síntesis superadora, ni cumplir el mandato electoral, ni recuperar la felicidad del pueblo -que es, en última instancia, la razón de porqué militamos-.

Desde los primeros momentos Cristina alertó (y sigue alertando) sobre la falta de voluntad, decisión y firmeza del gobierno para enfrentar a los poderosos –lo que luego se conoció como el tema de “la lapicera”. En reuniones privadas con el presidente, en cartas públicas, en tuits, en discursos, en actos; hasta en arameo la vicepresidenta le dijo a Alberto –y a todes nosotres por extensión– que así la cosa no andaba.

Pidió que el crecimiento no se lo lleven tres o cuatro vivos, y sucedió exactamente eso. Planteó que había que negociar duramente con el FMI, y sucedió lo contrario. Propuso reformar el sistema de salud en función de los desafíos de la pandemia, y nadie recogió el guante. Marcó como el lawfare disciplinaba a la política, y al Partido Judicial no le tocamos ni un pelo. Las advertencias fueron hechas, pero el gobierno no supo, no pudo o no quiso cambiar el rumbo.

Entonces la persecución se agudizó. Envalentonada por la desmovilización popular, las batallas no dadas y las flaquezas gubernamentales, la derecha se radicaliza y avanza en proscribir, encarcelar e incluso intentar asesinar a Cristina. Las sentencias ya están escritas. Ya no ocultan el salvaje ajuste que desean hacer, muestran los dientes con la Policía porteña, avisan que habrá muertos, prometen cárcel o bala y la desaparición del kirchnerismo. La palabra “fascismo” cada vez es menos exagerada para describir los comportamientos antiperonistas.

Y sin embargo el pueblo vuelve. Fue la persecución televisada, unas criminales vallas y un grupo terrorista que quiso asesinarla lo que despertó a las masas. Triste pero esperanzado, herido pero decidido, el pueblo peronista salió de a centenares de miles a las calles en defensa del peronismo y de la democracia. El 2 de septiembre, al igual que el 17 de octubre, la Plaza de Mayo tuvo un único clamor: CRISTINA PRESIDENTA.

Pero la advertencia de Máximo el lunes nos devuelve la pelota: ¿en estas condiciones le vamos a pedir a Cristina que vuelva a ser candidata a presidenta? ¿Sabiendo el desgaste que significa? ¿Sabiendo que las chances de una derrota son significativas? ¿Le vamos a pedir que ponga la cara por un gobierno que decide hacer oídos sordos a su liderazgo? ¿Le pedimos que vuelva a la Casa Rosada para gobernar un país donde le pusieron una pistola gatillando sobre su cabeza y ni siquiera se logró un repudio unánime de la oposición? ¿Con sus adversarios políticos financiando grupos falangistas en su contra sin que eso suponga ningún tipo de escándalo nacional? ¿Qué le estamos pidiendo a Cristina?

El dilema podría delinearse de la siguiente manera: nuestras limitaciones, nuestras carencias y fallas reconducen a Cristina. Pero también nuestros anhelos, convicciones y esperanzas. Todos los caminos nos llevan a ella. Porque es el faro de nuestro tiempo, porque en su nombre se cifran la política, el peronismo, el pueblo, la patria y también la esperanza. Solo ella aparece capaz de liderar al pueblo argentino ante tremendos peligros. Pero acá viene el tema: ella sola no puede. Si no fue magia, tampoco lo será. Si le vamos a pedir semejante sacrificio a Cristina, ¿qué estamos nosotres dispuestos a poner? ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar?

Hace unos meses –antes de la renuncia de Guzmán y la debacle que generó– se realizó en la Legislatura Bonaerense un debate sobre el Salario Básico Universal donde el “Cuervo” Larroque utilizó una metáfora para graficar este problema:

“Yo formé parte de una agrupación que es el kirchnerismo místico, que es creer que todo lo va a resolver en su momento Néstor, que todo lo va a resolver Cristina. Y pobre Cristina le seguimos pidiendo a ella. Vino Cristina, puso una Ferrari Cero Kilómetro el 10 de diciembre de 2019 y ahora le devuelven un Fitito chocado y le piden que gane el Gran Premio de Mónaco. Y no es así, loco. No es así. Yo creo que nosotros tenemos que fijarnos ya a esta altura… Ella lo sacó a Macri. Queríamos que se fuera Macri, lo sacó a Macri. Empecemos a ver que hacemos nosotros.”

Cuando a principios de 2019, el Frente Patria Grande de Juan Grabois lanzó la consigna “ELLA LE GANA”, impulsando la candidatura de CFK contra Macri, desde Caballito el compañero Osvaldo Balossi empezó a militar una idea un poco diferente a esa, para corregir una posible desviación. Osvaldo usaba una remera que decía: “ELLA ESTÁ, FALTÁS VOS”. ¿Por qué? Porque la idea de que Cristina vuelva a ser presidenta –vale para el 2019 como para el 2023– puede tener un efecto desmovilizador. Te quedás tranquilo que vuelve Cristina, que ella te representa, que ella va a gobernar bien, que todo se va a resolver por arte de magia.

Pero tiene que ser al revés. Cristina tiene que ser una fuerza que movilice, que active, que te llame a hacerte cargo. No que te represente, sino que te llame a hacerte presente.

Cristina te da pero también te pide. Si la gente se queda sentada en el sillón, si la militancia se encierra y se mira el ombligo, si la dirigencia política del peronismo si la dirigencia política del peronismo no deja de conspirar en su contra, la cosa no va a caminar. ¿Le vamos a pedir a Cristina que se ponga nuevamente la patria al hombro? Si es así, debemos todes hacerlo con ella.

Me decían les compañeres de Nestornautas, pasamos de “La vida por Perón” a “Que Cristina de la vida por nosotros”. No podemos pedirle a Cristina un sacrificio que no estemos todes dispuestos a hacer con ella. Tiene que ser comparable, tenemos que encontrarla a mitad de camino. ¿Qué vas a aportar vos? ¿Qué voy a aportar yo? ¿Como vamos a ser mejores juntes? ¿Qué estamos dispuestos a dejar de lado por la Patria? ¿Qué vamos a hacer? No puede ser lo mismo que hicimos hasta ahora. Tiene que ser mejor.

Vale para todes, empezando por uno mismo. Enfrente tenemos a una derecha radicalizada, al Lawfare y al FMI. En nuestro suelo, riquezas naturales que serán botín de guerra si no defendemos con inteligencia y determinación. Por delante, la enorme batalla de recuperar el 50/50 en la distribución del ingreso en la Argentina.

Franco Montali lo resumía como la maduración de un pueblo que pase de demandar representación a ofrecer militancia. Pero también sumemos la maduración de una militancia política que destierre el egoísmo y el sectarismo; y también sumemos la maduración de una dirigencia política que asuma plenamente el rol de conducción que el pueblo y la historia le han dado a Cristina: ella es Perón en nuestro tiempo.

Tenemos el exigente desafío de ser las mejores versiones de nosotres mismes, de desenroscarnos, de sacarnos de encima la queja, la mufa, la comodidad. Si le vamos a pedir a ella que deje todo, empecemos nosotres mostrando que vamos a estar ahí con ella, dejándolo todo. Aportando, sumando, sin vanidades ni egos. A su altura, construyendo junto a ella la patria que soñamos . Cristina tiene que ser el nombre de un renovado compromiso, una nueva esperanza, un juramento íntimo y colectivo a la vez. Juremos ser como ella. Seremos como Cristina o no seremos nada. Porque ella tiene que ser el nombre no del pasado, sino del futuro. Y ahí sí, vamos a volver.

author: Manuel Saralegui

Manuel Saralegui

Militante peronista. Los viernes a las 16hs sale por AM530. Publicó el libro 'Kirchnerismo sin grieta' (2017, Punto de Encuentro).

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