Arturo Jauretche y su denuncia contra el plan Prebisch
El pasado 21 de mayo, Roberto Baschetti fue invitado a la Facultad de Ciencias Sociales de la Ciudad de La Plata, para participar de una jornada académica organizada por la Cátedra de Pensamiento Nacional, la Cátedra de Historia de las Ideas, el Seminario Problemas de Filosofía Latinoamericana, el Foro del Pensamiento Nacional y la Agrupación “La Jauretche”. Allí, frente a un aula llena, entusiasta, detallista, leyó el texto que preparó en su casa, denominado “Arturo Jauretche y su denuncia y oposión al plan Prebisch”.
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Arturo Martín Jauretche nació en Lincoln, provincia de Buenos Aires, el 13 de noviembre de 1901 y falleció en Buenos Aires en la madrugada del 25 de mayo de 1974 a los 72 años. Seguramente no quería vivir lo que se veía venir y eligió una fecha patria para irse de este mundo.
Proveniente de un hogar de recursos limitados. Hijo de un funcionario de la comuna lincoleña y de una maestra.
Don Arturo era corpulento, con alguna tendencia a la obesidad, de estatura más bien alta. Era un hombre que siempre parecía como viniendo del campo que lo vio nacer y era un orador nato, por momentos brillante y de una garra excepcional, chispeante e ingenioso. Contaba que:
“Una noche –en algún año de la Década Infame- el comisario de la sección se llevaba detenidos a dos parroquianos, seguramente radicales y conocidos o amigos del recordado. Mi amigo se dirigió en su tono habitual al comisario para protestar por las detenciones y como no tuviera éxito tuvo una salida muy de las suyas:
- Usted los lleva por radicales ¡Lléveme a mí también...!
El comisario le contestó:
- Hoy no llevo más que radicales. Mañana llevo a los boludos. Venga mañana.
Jauretche pasó de una juventud conservadora en su pueblo natal a una posición revolucionaria antiimperialista consecuente, o como él acostumbraba a señalar con su chispeante modo criollo:
“Al revés de tantos políticos yo subí al caballo por la derecha y terminé bajándolo por la izquierda”.
Jauretche con Perón
Fue revolucionario en Paso de los Libres y político yrigoyenista con FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Se sumó al peronismo desde un principio.
Producida la “Revolución Fusiladora” de 1955, el diario que Jauretche dirigía (“El 45”) salió a la calle entre noviembre y diciembre de ese mismo año, llegando a tirar 100 mil ejemplares. Fue cerrado por decreto de los “gorilas” (tan amantes ellos de la “libertad de prensa” cuando les conviene) y su director perseguido.
Jauretche debió exiliarse en Montevideo.
Se hizo tiempo para enfrentarse y defenderse de los bien-pensantes en el poder:
“Me acusan de falta de ecuanimidad, de excesivo apasionamiento... Con una sensibilidad de pétalo de rosa consideran falta de ecuanimidad la menor violencia, así sea de verdad, de los oprimidos, del país oficialmente inexistente, pero sobre el que carga el peso de todos los sacrificios y responsabilidades”.
(Y dedica otra definición, para ellos, los bien-pensantes, nuevamente …)
“El país debe ser austero, prudente, amoroso, mientras les desborda la grasa, a los que, colocados en lo ancho del embudo, gozan de todos los privilegios, ejercen el monopolio de los derechos cívicos y sociales y pueden injuriar y calificar duramente a todos”
Y del mismo modo, “ignoran que la multitud no odia; odian las minorías. Porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor”.
Sabía palabras, don Arturo…
Juan Domingo Perón dejó por escrito cómo encontró económicamente el país en 1946, y cómo lo dejó en 1955.
“Cuando nos hicimos cargo del gobierno existía una deuda externa de 3.500 millones de dólares, créditos por 1.500 millones de la misma moneda, pero bloqueados, con un servicio anual en divisas que se acercaba a los mil millones de dólares para el pago de los beneficios de las empresas extranjeras, que explotaban nuestros servicios públicos y otras radicadas en el país: seguros, reaseguros, comercialización agraria, pago de la deuda, etc. Y los balances de pago al exterior nos eran desfavorables”.
“En 1955, cuando caímos, no teníamos deuda externa, disponíamos de una reserva financiera del orden de los 1.500 millones de dólares, la balanza de pagos al exterior nos era favorable (lo que era otro medio de capitalizarnos). Y los servicios financieros en divisas para el pago de los beneficios a las empresas extranjeras radicadas en el país, no pasaban el diez por ciento de los de 1946”.
(J.D.P. Memorándum a las bases. Octubre 1965).
Por esa misma razón, Jauretche apuntó sus dardos a la entrega de la riqueza nacional: (vil entrega que se comenzó a hacer con Lonardi, Aramburu y Rojas en el ’55 y sigue exactamente igual, ahora con Milei).
Si prestamos atención, asombrará la misma metodología utilizada, antes y ahora:
Dirá Jauretche: “El ‘Plan Prebisch’ significará la transferencia de una parte substancial de nuestra riqueza y de nuestra renta hacia las tierras de ultramar. Los argentinos reduciremos el consumo, en virtud de la elevación del costo de vida y del auge de la desocupación (...) la mayor parte de nuestra industria, que se sustentaba en el fuerte poder de compra de las masas populares, no tardará en entrar en liquidación. Los argentinos apenas tendremos para pagarnos la comida de todos los días y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida.
Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada.
Poco a poco se irá reconstruyendo el estatuto del coloniaje, reduciendo a nuestro pueblo a la miseria, frustrando los grandes ideales nacionales y humillándonos en las condiciones de país satélite (...) Y como nuestra balanza de pagos será deficitaria, en la razón de la caída de nuestros precios y de la carga de las remesas al exterior, no habrá más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles, la flota mercante o las usinas...”.
Don Arturo habla del “Plan Prebisch”. ¿Qué fue eso?
El 26 de octubre de 1955 se da a conocer, en edición oficial, el Informe preliminar acerca de la situación económica que el asesor económico –precisamente- Raúl Prebisch, realizara y que se transformaría en el primer plan económico de la autodenominada “Revolución Libertadora”, rebautizada por nuestro pueblo “Fusiladora”, luego de los hechos acaecidos el 9 de junio de 1956 y días subsiguientes.
El tucumano Prebisch, nacido en 1901, por entonces era secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y fue contratado para asesorar al gobierno de facto de Eduardo Lonardi.
El informe comienza diciendo que: “La Argentina atraviesa la crisis más aguda de su desarrollo económico”, concepto que luego repitieron todos los ministros liberales, fuesen de Economía o de Hacienda, para demostrar que todo estaba mal y sin reconocer que precisamente se estaba mal por las recetas económicas que se empeñaban en imponer a cualquier costo social beneficiando a minorías.
Fue entonces que se devaluó el peso, se desnacionalizaron los depósitos bancarios, se puso fin a los controles sobre el comercio.
Esa ausencia de controles aumentó las importaciones de bienes de consumo con el consiguiente drenaje de reservas y los precios internacionales aumentaron mucho más allá de lo calculado.
El resultado general fue una drástica redistribución del ingreso que se desplazó desde los asalariados hacia los sectores de mayores recursos.
Quien denunció aquel informe como antipatriótico, como antinacional y que llevaba a la restauración del liberalismo oligárquico fue Jauretche.
Don Arturo.
Años después esa denuncia tomaría forma de libro bajo el título de “Plan Prebisch. Retorno al coloniaje”, de su autoría.
Lo increíble de este caso es que, para la realización de su informe, Prebisch contó con la ayuda y asesoramiento de varios economistas como Brignone, Solá, Alizón García, Folcini, Vernier y Krieger Vasena, todos ligados al imperialismo y a la oligarquía vernácula, que luego ocuparon cargos ministeriales o de alto rango.
Es interesante destacar que años después, Raúl Prebisch reconoció que sus trabajos de 1955 habían sido redactados en base a la información y a las sugerencias de sus colaboradores y que él reconocía no eran reales ni verdaderos, sino que habían sido bastantes tendenciosos; razón por la cual tenía la convicción de haber hecho y apoyado sugerencias que no fueron favorables al país.
Insólito pero cierto. Sin embargo, hasta el día de hoy, Raúl Prebisch sigue siendo como una “vaca sagrada” para los economistas estructuralistas que lo glorifican.
Quiero cerrar mi intervención con un aspecto de la vida de Jauretche que poco se conoce. Y es su convicción de enfrentar siempre al cipayaje vernáculo y ponerse del lado de nuestro sufrido pueblo argentino.
Contaba César Marcos -uno de los primeros en organizar la Resistencia Peronista luego del golpe sangriento del ´55- que los peronistas más decididos, los más resueltos a la acción, para volver a organizarse recorrían los barrios de Capital y Gran Buenos Aires y allí se sentían como pez en el agua. Y no era para menos.
"...siempre había una cocina amiga donde tomar unos mates y un sitio seguro donde poder guardarse si era necesario. ¡Las cocinas que habremos conocido! En esos años, el que más o el que menos, los trabajadores ya tenían su casita y su cocina hospitalaria, abrigada en invierno y fresca en verano. Cocinas alegres, limpitas, con su heladera en un rincón, la mesa con el hule, las sillas acogedoras. Y el mate o una cervecita helada y, a veces en ese entonces, claro, la carne para el asadito en el fondo.
No sé hacer poemas, (sigue diciendo Marcos) pero sugiero ese pequeño homenaje que todavía no se ha rendido a las cocinas humildes de nuestras barriadas, que fueron verdaderos fortines del Movimiento Peronista. Allí se realizaban las reuniones con los compañeros barriales, se distribuía la propaganda, se establecían enlaces, se programaban las pintadas, se planeaba la acción.
Allí nos reuníamos, en el ámbito mimético de las cocinas, donde todos son iguales y se confunden, donde nadie llama la atención, como en una gran familia”.
Doy fe que entre las múltiples actividades que allí se efectuaban, había una que emocionaba a todos los presentes sin excepción: la lectura de un poema que pasaba de mano en mano y que había escrito el mismísimo Jauretche; era de por sí un himno a la fe y a la esperanza, al regreso de Perón a la Patria más temprano que tarde.
Se llamaba “La Canción del No Me Olvides” y hacía referencia a una flor con ese nombre que era un símbolo de reconocimiento entre los peronistas que la usaban en la solapa de sus sacos. Ya que esa misma flor también se usaba cómo homenaje a la Madre en su día.
En alguna parte del mismo decía:
NO ME OLVIDES, NO ME OLVIDES …
“NO ME OLVIDES”, ES LA FLOR DEL QUE SE FUE.
NO ME OLVIDES, NO ME OLVIDES,
VOLVEREMOS OTRA VEZ.
En el cierre de la actividad, La Jauretche le regaló a Roberto una remera de la agrupación.
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