Política Militancia

La invasión de la enciclopedia libertaria

Desde Mar del Plata, la joven Paloma Doti reflexiona sobre la realidad del país con un pie en el pasado reciente. Habla de déficit, inflación, un Estado benefactor debilitado luego del endeudamiento de Macri, una autocrítica desmedida. “El error no fue mucho peronismo, sino demasiado poco”, señala, y llama a rebelarse contra la narrativa oficial.

15 de Abril de 2024

Por Paloma Doti

Decreto tras decreto, tweet polémico tras tweet polémico e imagen generada por IA tras imagen generada por IA, la indignación progresista crece. Entonces creamos argumentos para resistir a las salvajes medidas anti-pueblo, anti-cultura, anti-educación y anti-vida con que nos bombardean todos los días. Y en procura de convencer a los votantes del oficialismo de que se equivocaron, articulamos argumentos que buscan detener el ataque. Ante el cierre de las instituciones de cultura, alzamos la voz para afirmar que no siempre son deficitarias, que pueden generar ganancias y que por lo tanto, deben mantenerse abiertas. Les recordamos a todos que el ajuste, contrariamente a lo que se había prometido, no fue a “la casta”, sino a los trabajadores. A la hora de cuestionarnos qué es lo que pasó para que llegaran al poder, le echamos la culpa a un mal gobierno que llevó al famoso “voto bronca”. De repente, dejamos de defender la cultura porque es esencial para la identidad de un pueblo, ya no nos parece terrible disminuir las funciones del Estado y coincidimos con la oposición sobre que los culpables de todo somos nosotros. Si estas son nuestras discusiones, ¿realmente ofrecemos resistencia?  Parece entonces que la batalla cultural está perdida: caímos, sin darnos cuenta, en el discurso libertario. 

Sin querer, nos ponemos de su lado. Ese lado utilitarista que piensa la vida unidimensionalmente: solo importa aquello que conviene económicamente. No existe otra dimensión de la realidad. No existe la alegría, la emoción, la identidad, la reflexión. Nada de eso es relevante. ¡Afuera teatro! ¡Afuera cine! ¡Afuera entretenimiento! ¡Afuera música! ¡Afuera educación! ¡Afuera arte! ¡Afuera todo lo que nos hace argentinos! El pobre solo tiene que preocuparse por comer: ¿para qué querría ver películas? ¿Para qué necesitaría conmoverse o reflexionar? Como si solo de pan viviera el hombre. Cuando defendemos los institutos culturales sólo por sus posibles ganancias, caemos en su concepción reduccionista de la vida. Un proyecto vacío de creatividad y sensibilidad. Si repetimos que el INCAA solo debe mantenerse abierto porque se autofinancia, y no porque es uno de los pilares de la sociedad y de la personalidad argentinas, repetimos su definición del mundo sin verdadera libertad, sin pasión, sin sentimiento, y sin arte.

Entramos una vez más en su lógica cuando nos reímos en “señal de venganza” indicando que el ajuste no fue a la clase política como decían los referentes libertarios en campaña. Pero si el ajuste hubiera sido a la casta, ¿estaría bien? Al final del día, el recorte brutal a la política no es más que otra manera de justificar que el Estado esté ausente. Cuando desaparecen aquellos organismos que defienden la voluntad del pueblo, y cuando aceptamos la demonización de las extensiones del Estado que protegen a las mujeres, a la salud, a la educación, y a los marginados, el ajuste también cae sobre los trabajadores. Y cuando reclamamos que la casta sufra, inconscientemente apoyamos que el pueblo también lo haga. Una vez más, nos vemos enredados en un discurso que no es el nuestro.

Nos encontramos constantemente dudando y contradiciendo nuestros ideales. El peronismo se diferencia haciendo la gran y famosa “autocrítica”. Criticamos el gobierno que constituimos. Señalamos casos de corrupción, destacamos el déficit, hablamos de la inflación. Traemos el concepto de que el voto al partido libertario fue un voto de enojo provocado por nuestros propios errores. Nunca se ataca al votante, ni a las ideas contrarias, porque se supone que en ello radica la gran separación entre las dos ideologías opuestas. En este intento, el peronismo se acerca involuntariamente a la oposición que intenta combatir. Mansos y sumisos, agachamos la cabeza, permitiendo que solo se escuche el discurso libertario que, por todo el espacio que ocupa, se cree león. Casi como si sintiéramos culpa, la oposición no se opone, y asentimos ante los dichos que castigan, manchan y critican severamente no solo a nuestro último gobierno, si no a los pilares de nuestra propia doctrina.

¿Había cosas para mejorar? La respuesta es sí. Pero la justificación a por qué sí es donde realmente tenemos que enfocarnos para diferenciarnos del odioso mileismo. Las fallas del gobierno no fueron consecuencia de un estado “demasiado presente”, sino de un gobierno anterior ausente, con tintes neoliberales y endeudador, que nos llevó a una nueva crisis económica. En todo caso, no falló el modelo de un Estado benefactor, sino de uno que tuvo que haberse extendido aún más. El error no fue mucho peronismo, sino demasiado poco.

Los ideales neoliberales se han orquestado para introducirse tan profundamente en el día a día de la gente, que parecen incluso haber llegado a convertir a sus enemigos en aliados. De manera silenciosa, casi imperceptible, los defensores de los gobiernos populares empezaron a reproducir discursos que caen una y otra vez en una lógica empresarial e individualista. Ganaron el campo del discurso, ganaron el poder. Solo basta con escuchar a los representantes peronistas hablar para notar que todos nos hemos corrido un poco a la derecha. Nos hemos convertido todos en reproductores de “ideas meme” que decimos porque todos las dicen: repetimos automáticamente y sin pensar.

Antes de que sea demasiado tarde, es hora de volver a tejer argumentos que presenten un adversario ante el reinado de un sentido común que toma como obvio principios anti-cultura, anti-educación, anti-igualdad y anti-patria. Eliminar nuestras palabras del diccionario, utilizar las categorías del enemigo, ver el mundo bajo sus mismos lentes y ceder nuestros ideales mientras asentimos ante los suyos, nos convierte en los reales “gatitos mimosos del poder”, y les permite a ellos creerse leones que nadie puede cazar.

Formemos un oponente de la misma especie, y debatamos para defender el verdadero discurso que prioriza el amor sobre el odio: fijemos la mirada sobre la responsabilidad real de la toma de la deuda con el FMI, y ataquemos las medidas neoliberales que generaron la crisis económica. Rujamos fuerte para defender la cultura y la educación,  y que el ruido calle a quienes no les conviene que tengamos acceso a pensar este mundo de manera crítica. Marquemos el territorio, para que sepan que hay conquistas nuestras que no pueden tocar. Ocupemos el espacio en la batalla, usemos nuestra propias palabras, nuestros propios términos. Es hora de poner sobre la mesa nuestra propia enciclopedia.

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