Medios Editoriales

Cuidarnos entre nosotros

Estuvimos en la misa como tantos otros miles. Volvimos golpeados. Luego de algunas horas de descanso y reflexión, decidimos compartir un análisis que se nutre, ante todo, de nuestra propia experiencia.

13 de Marzo de 2017

Por Kranear

Una buena parte de los que componemos la redacción de la revista viajamos hasta Olavarría para formar parte de una nueva misa india, un fenómeno político, social y cultural único en la Argentina -y muy probablemente en el mundo- que nos atrae e interpela como militantes políticos y de la comunicación, y que nos convoca también como parte de dos o tres generaciones que crecieron bajo la influencia de los acordes y la poesía de un género popular como el rock. Fuimos con hermanos de sangre y del corazón. Uno de ellos cumplía años. No hay mejor regalo que compartir un viaje de esas características con tus seres queridos, dijimos. Así fue. Las fotos de la odisea de un día y medio de viaje ya están en nuestros teléfonos y alguna de esas imágenes quizá termine en un porta retrato. Nos cuidamos entre nosotros, como pidió el Indio en la previa. Pero el viaje significó más que eso, claro.

Nos alarmó que la organización del espectáculo fuese por lo menos deficiente. De parte de la productora En Vivo S.A. que son los que trabajan para Carlos Solari, y también del municipio a cargo del joven Galli, un funcionario de la Alianza Cambiemos que en la previa se paseó por los medios de comunicación para alardear sobre la capacidad de gestión de su gente y un grupo de voluntarios para recibir a los seguidores del ex líder de los Redondos que llegarían de todo el país. La mirada que nos queda de nuestro paso por allá es categórica. Hay que hablar de una tragedia que no fue. Cuando salimos del predio tuvimos miedo de perder la vida. O la de nuestro ser querido que nos apretaba la mano con la fuerza de un desesperado. Lo mismo le sucedió a las miles de personas que se estrujaban contra nuestros cuerpos cansados. No había señalización ni personal de organización que por lo menos diese indicaciones. La iluminación era insuficiente. La desprotección, total. Fallecieron dos personas, todavía no sabemos bien por qué. Pero en el embudo humano de la salida, podrían haber sido cientos.

Nos enojó la falta de presencia estatal en la ciudad. Del municipio o de la provincia. Que ambas gestiones estén en manos del macrismo es un dato coyuntural. La mención se haría de todos modos aunque las responsabilidades le correspondiesen a un gobierno popular, porque creemos en la presencia del Estado. Es una obligación. Una resposabilidad. Aprendimos a defender y promover ese valor desde nuestros espacios de militancia. Acá no hubo nada de eso. O no se lo vio cuando hizo falta. Sí vimos los camiones con los que desecharon a cientos de pibes que habían quedado varados en la ciudad. Una vergüenza.

Nos indignan las declaraciones del Presidente de la Nación con los cadáveres de los dos muchachos todavía tibios, los heridos en los hospitales, cientos de fanáticos varados en la terminal de micros y en las rutas, otros tanto perdidos, lejos de sus casas, y una investigación judicial en curso. Esa intervención oficial, desde la primera magistratura, habla de la moral de los hombres y mujeres que hoy conducen el poder público de la Nación, la provincia y el municipio en el que se realizó el recital del Indio Solari. Están dispuestos a sacar provecho de cualquier circunstancia. Y lo más irónico: Macri nos habla de reglas claras, con un sinfín de acusaciones en su contra que justamente ponen en duda su buena fe y honestidad. Insólito.

Nos indigna también la falta de profesionalismo de los gerentes y editores de agencias de noticias como Telam o portales informativos como Infobae, que sin ningún tipo de rigurosidad periodística y en base a un puñado de tuits, redactaron y publicaron informaciones falsas que despertaron un pánico insoportable entre las cientos de miles de familias que tenían el domingo a la madrugada a sus seres queridos en Olavarría. En ambos casos tenemos el derecho a especular que se trató en realidad de operaciones políticas en contra de la figura del Indio, que desde hace un tiempo dejó atrás las metáforas para castigar de modo explícito al macrismo y a apoyar la gestión de gobierno anterior, entre otras razones, por enfrentar al poder fáctico. Repudiamos el periodismo cloaca en cualquiera de sus formas. Son viles y canallas por responder a intereses corporativos y no a los hechos.

Nos entristece saber que muy probablemente se terminen los recitales del Indio. Como decimos al principio del texto, nos sentimos parte de ese cuerpo social en el que se expresa gran parte de los pliegues de nuestra cultura popular. El folclore, el color, los márgenes, el reviente, el espíritu solidario, la economía informal, la estética y la poesía, la historia viviente de uno de los exponentes más importantes del rock nacional. Algunos escuchamos en vivo a Los Redondos y fuimos parte de esa contracultura que edificaban con su apuesta artística. Fuimos a verlos en vivo y dejamos de hacerlo cuando a mediados de los noventa, y de la mano de un contexto económico que solo vomitaba desempleo y hambre, el asunto comenzó a desmadrarse. Luego de una década en la que no hubo que lamentar represiones o víctimas de la desidia o violencia estatal, ahora volvemos a fojas cero. Justo cuando el Indio mencionó el trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo frente a las trescientas mil almas que lo habían ido a escuchar y celebrar. Justo cuando llamó a los diputados y senadores de la Nación a oponerse a la baja de la edad de imputabilidad de los menores. Justo, también, que había pedido que nos cuidásemos entre nosotros porque estamos pasando un momento oscuro, de franco retroceso en materia de derechos y conquistas populares.

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