
“El arte tiene que incomodar para hacernos pensar”
Con una mirada filosa sobre la discriminación y la violencia, Una muerte compartida, de Paolo Giuliano, pone en escena los vínculos y prejuicios que atraviesan a la sociedad argentina. La obra narra la historia de la familia Benavídez. Nora llora la muerte de su hija Laura, cuya supuesta causa fue una enfermedad. Sin embargo, la llegada de Marcos —su otro hijo, desconocido para el pueblo— sacude la versión oficial. Una serie de eventos inesperados obliga a Nora y a los habitantes del lugar a confrontar sus prejuicios sobre la identidad, la verdad y los vínculos familiares.
En tiempos de retroceso en materia de derechos, y con discursos de odio instalados desde el poder, el teatro se vuelve un acto de resistencia: un espacio para incomodar, denunciar y visibilizar lo que muchas veces se oculta. Con una nueva temporada por delante —la cuarta—, Giuliano reflexiona sobre el impacto de la obra, los discursos de odio y el rol del arte en tiempos adversos.
La obra expone los vínculos, las identidades y los prejuicios con una crudeza que resuena fuerte en el presente. ¿Cómo dialoga Una muerte compartida con el contexto sociopolítico actual, donde el discurso del odio parece haberse instalado como forma dominante?
Creo que la obra actúa como un espejo de lo que estamos viviendo hoy. La historia transcurre en un pueblo —que podría ser Córdoba u otra provincia cercana a una gran ciudad— y se adentra en las dinámicas propias de esos contextos, con esa lógica de “pueblo chico, infierno grande”. Los discursos de odio que hoy circulan desde el Estado hacia la sociedad terminan reproduciéndose en crímenes y ataques a nuestra comunidad LGTBQI+. Hay una idea instalada de que nuestras identidades tienen algo malo, incorrecto o monstruoso. La obra cruza estos elementos y busca mostrar cómo los prejuicios pueden generar vínculos peligrosos.
Desde la primera temporada hasta hoy, ¿cómo sentís que se transformó el vínculo del público con la obra? ¿Qué reacciones permanecen y cuáles te sorprendieron con el tiempo?
Estrenamos la cuarta temporada en agosto en el Teatro El Método Kairós, y estamos muy felices. Es muy fuerte tener en cartel un espectáculo con tanta duración: estamos por cumplir cincuenta funciones. También se proyectó en Cuba y en Miami, y siempre recibimos devoluciones muy positivas. El público se siente representado en la vida de esa familia: empieza riéndose, y a medida que avanza la obra, el tono se vuelve más crudo; lo cómico da paso a la incomodidad. Se generan silencios muy intensos en la sala. Al principio pensaba que era por aburrimiento, pero después entendí que estaban completamente concentrados. Eso tiene que ver también con las actuaciones, que son profundamente verosímiles. En este sentido, me gustaría destacar el trabajo que hacen Laura Correa, Luciano Diani, Sergio Janusas, Patricia Guillermina Rozas y Facundo Salomón. Los espectadores salen tocados emocionalmente, muchas veces llorando, diciendo que se van cuestionando sus propios prejuicios. Creo que hoy es importante ir al teatro y recibir algo que nos movilice, que nos invite a pensarnos como sociedad.
La obra ser podrá ver los sábados de agosto próximo.
Se ha señalado que la obra reflexiona con crudeza sobre la existencia trans. ¿Cómo ves que evolucionó esa reflexión en la sociedad desde el estreno hasta hoy?
Hay un poco más de información sobre las identidades trans y sobre los derechos y luchas de nuestra comunidad LGTBQI+, pero esa información circula sobre todo en las grandes ciudades. Si uno se aleja de la capital, la realidad cambia mucho. En los pueblos persisten fuertes prejuicios. Sinceramente, no creo que hayamos avanzado como sociedad en este tema; al contrario. Los crímenes de odio siguen ocurriendo, y desde el Estado nos encasillan en representaciones horrorosas solo por existir, con discursos cargados de ignorancia y violencia. La obra es cruda en muchos aspectos, no solo en ese, y eso moviliza.
¿Creés que estamos viviendo un retroceso en materia de diversidad e igualdad de géneros? ¿Qué lectura hacés del rol del actual gobierno frente a estos temas?
Sin dudas estamos viviendo un retroceso. Es increíble cómo retrocedimos en derechos que creíamos conquistados. Hoy estamos luchando para que no nos los quiten, con el miedo constante de perderlos. En cuanto al rol del gobierno, creo —aunque suene polémico— que se recurre a discursos de odio para provocar reacciones, para que salgamos a la calle a defendernos. Está bien que lo hagamos, pero también pienso que, como somos una minoría, ese discurso se usa para desviar la atención de otras atrocidades que están ocurriendo en el país.
En este contexto, ¿sentís que el teatro —y el arte en general— están dando batalla? ¿De qué modo Una muerte compartida resiste desde lo estético y lo político?
La realidad del teatro independiente es durísima. Como muchos oficios hoy, estamos subsistiendo. Pero seguimos apostando al teatro como forma de resistencia, de lucha y de visibilidad. No sé si el teatro puede resistir a todo, pero mientras exista, puede hacernos reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo. Creo que tenemos esa responsabilidad, más allá de entretener: que el teatro nos haga pensar, emocionarnos, imaginar otros mundos posibles. Eso ya es una forma de lucha. De hecho, esa fue una de las razones que me llevó a escribir esta obra.
Paolo Giuliano es actor, director y dramaturgo.
¿Cuál es, para vos, el poder real del arte para transformar la realidad? ¿Dónde lo ves más claro en esta obra?
Lo veo claramente cuando termina el espectáculo y el público queda en silencio, conmocionado, casi paralizado. Hablan bajito, salen agarrándose el pecho, secándose las lágrimas. Ese impacto hace que el espectador pueda pensarse como individuo, pero también como parte de una sociedad. Y eso es transformador.
¿Qué tipo de experiencia se lleva el público después de ver la obra? ¿Qué conversación se genera?
El público suele salir profundamente movilizado. Dicen que empezaron riéndose y terminaron sacudidos. Muchos comentan que sienten que están espiando por la mirilla de una puerta la intimidad de una familia. Nos comparten cosas hermosas: incluso nos dicen que quieren ver una película basada en la obra.
¿Hubo algún momento bisagra durante la puesta o las funciones que te hizo repensar algo del guion o la puesta en escena?
Sí, claramente. Hay una escena en particular, muy fuerte, con mucho contenido de violencia, que me generaba miedo por la reacción que podía tener el público. Pensé que podía incomodarlos demasiado. Y es lo que ocurre. Pero los actores están tan comprometidos que la escena se vuelve muy creíble y genera una gran conmoción. Dudé si dejarla o no, pero decidí que sí, porque creo que el arte tiene que incomodar para hacernos pensar, para sacudirnos, para poner en movimiento nuestras emociones y nuestras ideas.
Datos útiles
Instagram de la obra: @unamcompartida
Funciones: Los sábados de agosto en el teatro El Método Kairós
Entradas a la venta en @alternativaescena
Actúan
@patriciaguillerminarozas
@sergiojanusas
@facundo.salomon
@correa.lau
@luciano_diani
Diseño de sonido y música original: @fmartinezmina
Escenografía y vestuario: Gabriela Delmastro y @esperanzasantangelo
Dramaturgia y dirección: @paogiuliano
Diseño gráfico: @nahlamoglia
Contenidos digitales y redes: Ailín Rojas Herrera
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