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“Hay mucho juego literal, absurdo, y eso es lo que produce risas”

Diego Carreño le pone el cuerpo a la obra “La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus”, una comedia que transita su cuarta temporada, y que tiene mucha llegada en estudiantes de las carreras de filosofía y psicología. Kranear conversó con él sobre las razones del éxito, los límites en el uso del humor, su carrera y la realidad del país.

Diego Carreño la viene remando en el teatro hace veinte años y hoy disfruta de un reconocimiento que se explica con dos elementos: perseverancia y talento. Lo suyo es el humor. Con este recurso crea, juega, interpela al espectador, y también a sí mismo. Cree que su uso no tiene límites en el arte, a menos que lo uses contra una minoría. “En ese caso, sos un canalla”, dice. Con esa premisa, tan necesaria para transitar también pasajes de la vida, construyó su presente, conformado, en especial, por “La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus”, una obra que realiza junto a Leandro Aita, y que en este 2025, muy complicado en lo económico, llegó a su cuarta temporada. Es un unipersonal. Diego le pone el cuerpo y Leandro la dirige (durante las dos primeras temporadas, la dirección estuvo a cargo de Gabriel Wolf).

En relación a su formación, no pasó por escuelas ni academias. Solo hizo un curso de actuación con Wolf, integrante del legendario dúo Los Macocos, y como en otros tantos casos, fue la experiencia sobre las tablas las que le dieron espalda para actuar. “Creo que ahí es donde empecé a crecer”, arriesga.  Trabajó bajo la dirección de referentes como Julia Calvo, Claudio Martínez Bel, Leo Maslíah, Sebastián D´angelo y el actual director de la obra, Aita.  Y en la actualidad, con Patricia Palmer.

Diego fue premiado como mejor actor en el Festival Nacional de Teatro de Mar del Plata de 1998 y elegido mejor actor por la obra de su autoría “Hombres Delay” y en el Festival de Humor Engrudo del Teatro Mandril, en 2017. Aparte, escribió las comedias “Tan sólo un gesto” y “Digital Mambo”. El año pasado estrenó “Tan sólo un gesto” con Migue Vigna y Noelia Víttori.

¿Cuáles crees que son las razones que explican que la obra tenga ya cuatro temporadas en cartel?

Creo que se debe a que es una obra distinta, no digo que sea mejor ni peor que la media, pero que aborda juegos con el lenguaje y el desafío de teatralizar figuras retóricas, con humor.  Eso le da un carácter diferencial, y mucho atractivo para gente de Letras, Filosofía y Psicología, que han venido mucho a verla, y se la recomiendan entre ellos.  De cualquier modo, en un proyecto independiente como éste, el motivo fundamental es que se dio un suceso con el boca a boca.

¿Por qué la hipótesis central de la obra es que el lenguaje es un virus?

Yo llegué a esa frase por el tema homónimo de Laurie Anderson, pero luego descubrí que era un planteo que había hecho William Burroughs en el año 1966, en forma de ensayo.  Me gustaba mucho cómo sonaba esa frase, es muy potente, y más allá de que personalmente creo que es absolutamente verdadera, el personaje central toma eso como punto de partida para realizar la tesis que le permitirá recibirse de Licenciado en Letras.

Jugar con las acepciones del diccionario de algunas palabras, dichos, construcciones lingüísticas, produce en los espectadores de tu obra sonrisas y risas. ¿Por qué?

Porque buscamos deconstruir el primer significado de la palabra, o de esos dichos y modismos de nuestro lenguaje.  Hay mucho juego literal, absurdo, y eso es lo que produce risas.

Teatro Picadilly, los miércoles a las 20.30 horas.

¿Se puede trabajar con el humor en cualquier momento y lugar, y con cualquier tema?

Yo creo que sí, pero está en uno hacerlo o no.  Siempre está el tema de los límites del humor.  Yo creo que el humor es una gran herramienta para desafiar al poder o para burlarse de él.  Por eso en la obra nos burlamos de la Iglesia, de algún escritor consagrado, de los catedráticos solemnes y hasta de la moda del stand up. Es decir, creo que el humor se hace hacia arriba, y nunca hacia abajo.  Si hacés humor con las minorías sos un imbécil, o un canalla. 

¿De dónde viene la vocación por el teatro?

Siempre quise ser actor, pero de chico creo que no tenía el valor para enfrentar esa idea.  Era demasiado tímido e introvertido, pensar en ese nivel de exposición me causaba pánico.  Cuando finalmente lo hice fue casi por prescripción médica: estaba haciendo terapia y mi terapeuta me lo aconsejó.  Una vez que empecé me di cuenta de que era lo que había buscado siempre, pero a lo largo de los años, aunque hice algo de cine y televisión, me quedo siempre con el teatro, lo otro me aburre muchísimo.

Hoy, con una carrera ya desarrollada: ¿escribir o actuar?

Actuar, sin dudas.  Es mucho más divertido, y los desafíos son constantes.

En qué quedó el homenaje que estabas escribiendo sobre Leo Maslíah.

Sigo, sigo.  Es mi próximo proyecto como actor, sólo que la continuidad de “La lengua…” no me dejó espacio por ahora.

¿Aparte, estás trabajando en algún proyecto nuevo? 

Sí, con Matías Lodeiro estamos ensayando una obra con dirección de Patricia Palmer, muy pronta a estrenarse. 

¿Cómo ves el país con el gobierno de Milei?

Como una bomba.

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El protagonista de El lenguaje es un virus, se encuentra en una casa de su familia, ubicada en la cima de un cerro, hace 24 años, trabajando en la tesis que le permitirá graduarse como filólogo, un Hombre de Letras, con la que intentará confirmar aquél planteo de William Burroughs del año 1966 en el que afirmaba que “el lenguaje es un virus”. Con esta premisa, el humor atravesará todo el espectáculo, por medio de elementos retóricos como la paradoja y la metáfora.

La obra se puede ver en el Teatro Picadilly, Corrientes 1524, CABA, todos los miércoles a las 20.30 horas.

author: Mariano Abrevaya Dios

Mariano Abrevaya Dios

Director de Kranear. Escritor.

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