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Lo real, lo falso y lo probable
Según hicieron saber los grandes medios de comunicación, a lo largo de la semana pasada se produjeron tensiones dentro del Frente Todos por un retuit de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner a una nota escrita el domingo 12/7 por el periodista-economista Alfredo Zaiat en Página/12. Una semana después, por su parte, el presidente de la Nación otorgó una nota al mismo medio en la que puso paños fríos, sin arrepentirse ni pedir perdón, con una metáfora de esas que parecen una fuga del inconsciente: “en una orquesta yo no puedo pedirle que deje de tocar al del clarinete”.
Como siempre sucede en la era del periodismo de beligerancia y redes sociales, todo lo que se construyó alrededor de las supuestas internas en el oficialismo, contiene algo real, algo falso y algo probable.
El cruce se debió a que en los festejos por el Día de la Independencia, Alberto encabezó un acto la Quinta de Olivos acompañado por Daniel Pelegrina (Sociedad Rural Argentina), Adelmo Gabbi (Bolsa de Comercio) y otros actores patronales. También estuvo Héctor Daer en representación de la CGT y los 24 gobernadores a través de Zoom. Zaiat expresa en su nota que Techint y Clarín, los dos actores más importantes en los aspectos económicos y simbólicos del sector privado argentino, conservan sus patrimonios en el exterior y los invierten en los mercados bursátiles, de modo que las crisis económicas nacionales amplifican sus ganancias, a diferencia de empresas como Arcor, cuyo principal ingreso depende del consumo interno.
De esto se desprende que, si se apuesta por desarrollar la industria argentina, no se debería contar con los actores que presionan para que esto no suceda, como Clarín, Techint y bien podría decirse, la Sociedad Rural Argentina. Zaiat las llama “instituciones conservadoras” porque se benefician con el retraso del desarrollo argentino.
Aparte, Zaiat subraya que Techint y Clarín conducen en lo ideológico al resto de los grupos económicos (el G6). Y se sabe: el hostigamiento al gobierno popular es permanente.
A partir del retuit de CFK, se encendieron debates de distinto orden que se entremezclaron para aportar confusión, la única herramienta que parece tener hoy un sector que teme perder privilegios y se ve abajo en las encuestas.
Peronismo y desarrollismo
Comencemos con lo real.
CFK y Alberto Fernández no son la misma persona. Es de perogrullo, pero necesario aclararlo, porque mientras de un lado intentan horadar con la idea de que Cristina domina al presidente, del otro se empeñan en tapar las diferencias, tarea tan agotadora como estéril.
Alberto Fernández abandonó el segundo gobierno de Cristina a un año de haber asumido y entre las razones políticas se encuentra el modo de relacionarse el gobierno con sectores “fácticos” de la Argentina.
Es conocido que Alberto Fernández se fue después de la “crisis con el campo” y es igual de conocido cómo terminó la relación entre el kirchnerismo y la parte mayoritaria de ese sector que en 2015 financió y se expresó abiertamente a favor del candidato de Cambiemos, Mauricio Macri.
En ese momento Alberto era muy crítico de la relación beligerante entre el gobierno de Cristina y el segmento del sector privado que concentra mayor capital; relación que hacia el final fue también conflictuada con la CGT, con la Iglesia y con una porción del peronismo. Sobre lo distinto que es Máximo de aquella Cristina se bromeó en la reunión que mantuvieron Massa y Máximo Kirchner en la casa de Jorge Brito junto a Mindlin, Bulgheroni y otros grandes empresarios, hace dos semanas, en San Isidro.
A esta cuestión subyace otra, más profunda, que también es una construcción real: la relación entre el peronismo y el desarrollismo. La participación del Estado en empresas estratégicas para el desarrollo es distinto en el Plan Quinquenal de Perón que en los gobiernos desarrollistas. Así como también la “confianza” en la voluntad pocas veces demostrada de la burguesía argentina de producir e invertir y no de bicicletear y fugar divisas.
Es distinta la relación entre el Estado y las patronales. Quiero decir: el peronismo no es desarrollista. A esto podríamos llamarle la “discusión ideológica” dentro del Frente Todos, a veces sobredimensionada, pero también necesaria.
El gabinete de Alberto tiene en Matías Kulfas a un desarrollista al frente del ministerio de Desarrollo Productivo y Miguel Pesce a un desarrollista al frente del Banco Central. En el gabinete de Cristina relucían Amado Boudou, Guillermo Moreno y luego Axel Kicillof; otra historia y otra escuela.
Ocultar estas interesantes discusiones de concepto bajo el paraguas del proyecto es hoy tan dañino como lo fue años atrás.
El peronismo tiene una doctrina pero gobierna en coalición y la capacidad de hacer converger distintas tradiciones – y distintas “interpretaciones” de la doctrina – ha sido siempre una virtud. No reconocer aquello, intentando ocultar las diferencias, es perjudicial para el peronismo.
En definitiva, este debate político-económico, de concepto y estratégico, enriquece a la política y, más que asustar, debiera ser convocante. Sin dudas, hay otros interesantes debates que aportan los sectores más cercanos a Alberto como la voluntad federalizante o los planes de desarrollo sociourbanos que, en virtud de valorizar la política, debieran amplificarse.
Clarín, JxC y la degradación política
En segundo lugar, lo falso, que es toda aquella información que tiene como único objeto degradar la discusión política. Las noticias tendenciosas, las mentiras, los agravios, las fake news y todo aquello que produce una usina de información comandada por Clarín y un sector de Juntos x el Cambio. La infantil idea de que Cristina doblega a Alberto, que La Cámpora pide la cabeza del Jefe de Gabinete, etc., todo aquello que se fogoneó durante los años del gobierno de Cambiemos para mantener la imagen positiva de Mauricio Macri y que se escurrió como arena entre los dedos por el desastre económico. Hoy, el objetivo es más acuciante y por eso, en medio de una pandemia que se llevó más de medio millón de vidas y está produciendo un daño económico de dimensiones siderales, tanto más despreciable.
Los intentos denodados por desestabilizar al gobierno, expresados hoy claramente en Grupo Clarín y en el sector más beligerante de Juntos x el Cambio liderado por Patricia Bullrich y Fernando Iglesias, son cada día más evidentes.
Dicho más crudamente: el sector duro de Juntos x el Cambio sabe que en las elecciones del año que viene pone más escaños en juego, porque renuevan las elecciones 2017, cuando Cambiemos era gobierno. Parece rudo pero, bievenides a la política, el sector radicalizado del macrismo, en connivencia con algunos sectores mediáticos, se aferran hoy a la esperanza de aumentar la cantidad de muertos y desgastar la negociación con los bonistas (de quienes son voceros) para equilibrar las elecciones del año entrante.
El arte de lo probable
Si la política es el arte de lo posible, también es el arte de lo probable. A diferencia del sector económico, cuyos intereses rígidos evidencian comportamientos esperables, la política es dinámica.
Es probable que Cristina haya elegido a Alberto en un gesto de reconciliación o incluso, de arrepentimiento por su relación con algunos sectores patronales, incluida la CGT. O es probable que Cristina supiera que con Alberto se aseguraba la victoria y aún conserve las insalvables diferencias con aquellos actores. Como también es probable que fuera cierta su reconciliación con Moyano y no así con otros antiguos enemigos. Todo ello es probable. Lo concreto, es que tal hecho político arrancó al gobierno oligárquico del poder y puso nuevamente en la Casa Rosada a un proyecto diverso pero nacional y progresista.
Es probable también que haya entre Alberto y Cristina grandes diferencias estratégicas y es igual de probable que lo de la semana pasada haya estado consensuado para hablarle a todos los públicos, como cuando Alberto fue a Israel para congraciarse con EEUU y CFK recibió en Argentina a los chinos, o como cuando Máximo se reúne con Mindlin y luego los intendentes reclaman estatizar Edesur. Es igual de probable que Alberto crea en las buenas intenciones de Marcelo Mindlin como que Alberto sepa que no tiene más opción que buscar un trato cordial con el dueño de las distribuidoras de energía eléctrica. Veremos qué sucede cuando comiencen a rediscutirse las tarifas.
El problema es, finalmente, pasar horas y horas debatiendo lo probable. Lo probable es un arte en la política pero una desgracia en la discusión mediática. Lo falso es dañino, tiene como único objetivo ensuciar a las personas y al gobierno, pero lo probable distrae la atención incluso de los propios. Mientras las diferencias internas del Frente Todos se mantengan en situación de empate respecto de la dominación de unos sectores sobre otros y el peronismo y el resto de las fuerzas logren traducir eso en una multiplicidad de voces, que puedan convocar públicos diversos, las graves fracturas que señalan los medios serán del orden de lo probable y no de lo verdadero. Si sucede lo contrario, el único beneficiado de “lo real” será Juntos x el Cambio, lo falso será verdadero, y los sectores oligárquicos y financieros que hoy se debaten por ser constructivos o sometidos, serán nuevamente quienes manejen el aparato de gobierno. Lo real, en ese caso, será la degradación del pueblo.
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