Minoría intensa y con mucha templanza
La entrevista se realiza en el Centro de Jubiladxs Cultural y de Integración Barrial "Palermo Viejo", en Nicaragua al 4808, esquina Borges, una zona que se destaca por ser un polo gastronómico y comercial en la que los bares, restaurantes, tiendas de ropa y diseño se apiñan una al lado de la otra, con clientes dentro y fuera de los locales, en la que hay dos bicisendas y un tránsito cargado, ruidoso, que no cesa hasta bien entrada la noche. El local es angosto y profundo, limpio y luminoso, y los anfitriones que reciben a Kranear son tres militantes históricos de La Cámpora Palermo: Gonzalo “El Oso” Toyos, María Paz “Pacha” Carreira Griot, y Eleonora Ruberto.
Juntos, y a lo largo de casi dos horas, repasarán la historia de militancia y construcción política que tiene más de diez años, signada por el acompañamiento a las políticas transformadoras de los gobiernos de Néstor y Cristina, la resistencia durante el gobierno de Cambiemos, y el trabajo de acción directa en la calle con los sectores más vulnerados, en una de las comunas más ricas del país, muy refractaria a las banderas del campo nacional en general y al peronismo en particular.
Proceso revolucionario
“Uno volvió a militar de grande”, dice Gonzalo, de 43 años, mientras recuerda con una pizca de melancolía su etapa de estudiante de Sociología, en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, durante la década del 90. Allí participaba de las actividades de la agrupación Manuel Belgrano, un espacio universitario y no peronista, que tenía un trabajo territorial en dos barrios de Moreno, provincia de Buenos Aires: Cuartel quinto y Las catonas. “Una militancia foquista con la que alfabetizábamos y trabajábamos en la organización de las mujeres”, remarca. Montaron una bloquerita -para hacer ladrillos-, y una panadería. “Fueron los antecedentes del movimiento piquetero”, recuerda.
Gonzalo es el único militante nacido y criado en Palermo de todo el armado político local de la organización. Lo dice con orgullo y una amplia sonrisa entre los labios. Su compañera, Elenora, también sonríe. Es la responsable de comunicación de la comuna y también la responsable de la unidad básica. Milita en Palermo hace diez años y juntos tienen un hijo: Amador.
Después del 2001, Gonzalo se replegó, un poco por cuestiones personales pero también por el vacío político que se produjo en el país, y luego llegó Néstor. Primero lo miró de reojo, con desconfianza, pero luego, a partir de los hechos que el pingüino empezó a materializar a pura audacia y coraje, dentro suyo empezó a cocinarse algo desconocido.
El Oso es el responsable político de la organización en la comuna 14.
“Yo no me quiero perder este proceso revolucionario, tendrá las características que tenga que tener, pero las está encaminando el peronismo”, le planteaba a sus amigos. Cuando Kirchner encabezó el acto de recuperación de la ex ESMA, en 2004, no hubo más dudas: se puso la camiseta, tal como lo hicieron tantos otros miles, totalmente desacostumbrados a defender un gobierno, a un Estado que siempre los había repelido ya sea por inacción, ausencia, o represión.
Un par de años después, en un grupo de estudio –ahora de periodismo-, conoció a Pablo Bermúdez, un pibe que ya militaba en La Cámpora (LC). Corría el 2008, y empezó a asistir a las actividades de una Unidad Básica (UB) de Mataderos, que se convertiría en un semillero del que salieron varios compañeros y compañeras que un tiempo después comenzarían a tener responsabilidades políticas dentro de la organización, y la gestión del Estado.
Luego de la muerte de Néstor, un sector de la juventud se sumó de manera masiva a la participación, y muchos de ellos eran de la zona norte de la CABA. Pablo “Tato” Giles, que hoy secunda a Wado De Pedro en la cartera de Interior, y formaba parte de la UB de Mataderos, lo invitó a hacerse cargo de la conducción de ese primer armado de lo que hoy es La Cámpora Palermo.
“Abrimos una básica inmensa, sobre la calle Uriarte 1733, y de entrada éramos sesenta compañeros y compañeras”, recuerda el Oso, que tiene los brazos tatuados, un pañuelo rojo al cuello y un tabaco rubio humeante entre los dedos. “El local había funcionado como peluquería, y de la mano de Fredy, un gran filetero, le pintamos un Néstornauta en la pared vidriada, impresionante. Así desembarcamos en el barrio”.
El centro de jubilados también funciona como UB, y se llama La Década Ganada, tal como le habían puesto a un local en el que militaron varios años, a la vuelta, del que tuvieron que desprenderse porque el dueño dejó de alquilarlo. En una de las paredes hay unos estantes llenos de libros y en la de enfrente varios posters y fotos de la liturgia kirchnerista. De la cocinita del fondo, Pacha trae un termo con agua para el mate y dos tazas de té.
Aquella primera etapa de militancia se caracterizó por el trabajo territorial en la comuna, pero también por la consigna “Bancando a Cristina”, que en los hechos significaba poner el cuerpo en todos los actos y anuncios oficiales, y también en las movilizaciones del calendario del gobierno popular. Fue también por esos álgidos días de 2011 que El Oso, como responsable político del barrio, fue candidato por el Frente para la Victoria (FPV) en la primera elección de comuneros y comuneras de la Ciudad, e ingresaría en 2012 a la flamante junta comunal, un ámbito institucional novedoso, desde el que representaría los intereses de los votantes del FPV y haría política a favor de la organización. Su mandato terminó en 2015.
En Palermo, El Oso y el resto de los compañeros y compañeras llegaron a tener tres unidades básicas. Y la organización, cinco.
Durante el gobierno de Cambiemos, la militancia de Palermo comenzó a organizar ollas populares y esquema de entrega de viandas
Acción directa, trabajo social y político
“La militancia social fue la herramienta que nos permitió consolidar un armado político en el barrio”, señala El Oso, y menciona dos hitos de trabajo y construcción militante: las ex Bodegas Giol, en la que había una población de treinta familias en estado de extrema vulnerabilidad, y un asentamiento muy precario, de cartoneros, que se había armado contra las vías del ferrocarril San Martín, entre Soler y Honduras, y que algunos medios de comunicación denominaron Villa Hollywood.
Cuando el gobierno de Cristina decide construir el edificio del Ministerio de Ciencia y Tecnología en los terrenos fiscales que habían sido de las Bodegas Giol (una firma que cayó en desgracia con las políticas neoliberales de la década del 90), los militantes de Palermo tuvieron un rol central, gracias a su trabajo territorial previo, en la contención y posterior reubicación de las familias que vivían ahí. “En paralelo, el gobierno de la Ciudad, a cargo de Macri, fogoneaba la mudanza como un desalojo”, recuerda Eleonora, enfundada con un pulóver claro de cuello alto, y bufanda. “Estamos muy orgullosos de que nuestro primer gran hecho político fuera haber trabajado muy fuerte, junto a varias agencias del Estado nacional, para reubicar a esas familias, e incluso hacerles un seguimiento una vez que se habían ido”, apunta El Oso, mientras le da una pitada a su cigarrillo rubio.
Dos años después, la recompensa tendría forma de encuentro y emoción: “Estábamos en la previa de una marcha, en la básica de Piedras, y aparece una piba con una remera de La Cámpora José C. Paz, y me dice ‘vos sos El Oso’, sí le digo, ‘vos no te acordás de mí, yo vivía en las Bodegas Giol’, me recuerda, ‘y cuando vi lo que ustedes hicieron, quise hacer lo mismo, y por eso estoy militando’”.
En el asentamiento que funcionaba en el barrio, atravesado por varias complejidades, la militancia palermitana también realizó un trabajo de asistencia y contención. “Tratamos de aportar a la organización interna de los compañeros, en su tarea de cartoneo, y en ese marco, por ejemplo, sumamos un merendero para los más chicos, primero adentro y luego afuera del asentamiento”, puntea Pacha, abrigada con un saco de lana, luego de pegarle un sorbo a su taza de té, también humeante. “Y lo más importante: les dimos una mano para que puedan formalizarse como cooperativa de recicladores urbanos para que a partir de allí, entre otras ventajas, pasaran a cobrar un cupo como cartoneros de parte del gobierno de la Ciudad, recibieran ropa de trabajo y también bolsones para acopiar la mercadería en la calle”.
El desalojo del asentamiento, finalmente, se realizó en 2016, con el macrismo a cargo de la Ciudad y la Nación. La lucha de la militancia de Palermo, junto a otros actores políticos del barrio, pasó por defender la fuente de trabajo que generaba la planta que los cartoneros tenían en el lugar – la filial Palermo de la Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste-. Ahí había balanzas, carros y mucho material reciclable, ya que al ser una de las comunas más ricas, y de mayor consumo, generaba a diario toneladas de vidrio, cartón, plástico y papel. Eran tan así que a los recuperadores no les hacía falta ir a buscar material a otro barrio, porque en la comuna 14 había suficiente para todos. Trabajaban de lunes a viernes.
Pacha recuerda que fue en aquel año que la organización, en el barrio, comenzó a trabajar con personas en situación de calle, una problemática mucho más difícil de organizar, porque no hay un lugar fijo sino que hay que ir a las ranchadas, generar un vínculo de confianza, no quedar pegado al 108 –la línea de atención del gobierno porteño- que te da un tecito y se va, y aparte, ponerse a pensar y buscarle una vuelta a las razones por las que esa persona terminó en la calle con todo el entramado social roto.
Por otro lado, los militantes de Palermo, al igual que en el resto de las comunas, también tuvieron que comenzar a organizar ollas populares para darle de comer a la gente que necesitaba una mano. “En el norte del distrito, los que teníamos un trabajo consolidado de lo que era la calle, éramos nosotros”, subraya El Oso.
La olla la montaron en la vereda de la otra UB de LC Palermo, la Cristian “Gringo” Caretti, en Honduras 4473, y con un esquema particular: se cocinaba y cenaba en comunidad, los militantes y las personas que necesitaban un plato de comida (los que estaban en situación de calle y otros que comenzaban a sufrir las consecuencias del plan de exclusión de Cambiemos). Arrancaban a la tarde, y a medida que se iba sumando la gente, cada cual se hacía cargo de alguna tarea: picar verdura, desmenuzar un pollo, revolver y condimentar la olla, poner la mesa, ir a buscar a uno que estaba a la vuelta. “Era un lugar de encuentro, al que complementamos con otras propuestas: un roperito -prendas de ropa-, talleres de oficio –peluquería, carpintería-, confección de currículums y asesoramiento institucional sobre trámites con el Estado -Anses, Pami, Renaper, entre otros-.
En 2019 el Frente de Todos (FDT) ganó las elecciones presidenciales, y luego de la celebración con mucho gusto a alivio, se desató la pandemia del Coronavirus. Sostuvieron la organización de la olla popular, y aparte sumaron un esquema de entrega de viandas, todo en un marco de muchas dificultades, que los obligó a ser muy audaces y creativos.
Eleonora es la responsable de comunicación de la comuna.
Comenzaron a laburar con los Procedimientos Operativos Estandarizados, un método de trabajo con la que socializaban de manera estandarizada las líneas de trabajo con problemáticas relacionadas a la vulneración social. “Había vecinos que nos puteaban por juntar a los necesitados en la cuadra, pero también había otros que luego de reconocernos que no nos habían votado, se sacaban el sombrero por la tarea de asistencia, nos estrechaban la mano y nos entregaban un par de paquetes de fideos”, cuenta Eleonora.
Y El Oso aporta que “durante ese primer tramo de la pandemia, el desafío pasó por no perder territorialidad, ya que lo que sí se perdió fue el contacto físico. En un momento, de catorce responsables, diez estábamos contagiados. Fue un quilombo, porque quedas todo desarticulado, y fue ahí que armamos las Unidades Operativas Territoriales, que eran burbujas de cinco compañeros, que no se cruzaban, cada una con dos responsables, y así garantizamos la presencia en el territorio, y el sostenimiento de esquemas de contención que todos los días eran más necesarios, lamentablemente”.
Con la conformación del FDT, se comenzó a articular con nuevos espacios políticos, y entonces los compañeros y compañeras de Palermo, que ya venían con la experiencia previa de trabajo social en la comuna, se pusieron al frente del esquema de contención. “Teníamos el conocimiento, los fierros y la inserción territorial”, destaca El Oso, y Elenora agrega que “el sujeto que nosotros interpelamos nos reconoce, sabe quiénes somos y que cuenta con nosotros”.
Política de grandes
En el centro de jubilados, durante la semana, se realizan talleres de memoria, para activar la mente, nuevas tecnologías, para familiarizarse en el uso de los celulares, tabletas y otros dispositivos electrónicos, aparte de yoga, danza y canto. “Después del peor momento de la pandemia se sumaron muchos jubilados y jubiladas, porque habían perdido el vínculo de socialización, muy necesario para todos ellos”, retoma Eleonora. “Aparte, a muchas de esas personas mayores durante la pandemia les hicimos un seguimiento”, cuenta Gonzalo, y puntualiza que “fuimos nosotros los que les hacíamos las compras, los acompañábamos a que se vacunen, entre otras tareas”.
Eleonora apunta que muchas de las personas mayores que se acercan al centro de jubilados no tienen un vínculo previo con la política, pero que a través del contacto cotidiano con los militantes, y también con sus pares, logran una cercanía y entendimiento con quienes deciden a diario dedicar su vida a la militancia política. Hay otros que ya cuentan con una convicción o militancia previa, y son algunos de ellos los que se suman al Frente de Adultos Mayores de La Cámpora.
Delegada y feminista
Pacha cuenta que en la actualidad siguen teniendo una parte del laburo militante enfocada en las necesidades sociales, por medio de una mesa interinstitucional que se encarga de resolver cuestiones que van desde un subsidio habitacional hasta el trámite de un DNI. “Fuimos formalizando un método de trabajo. Antes lo hacíamos a demanda. Eso se fue sistematizando, ahora resolvemos más integralmente cada una de las situaciones”, describe.
El día martes 21 de junio, con el comienzo del invierno, desde la Mesa de Situación de Calle y Vulnerabilidad Social de La Cámpora CABA, ámbito de militancia del que Palermo forma parte, visitaron a varias personas en situación de calle para entregarles frazadas, bolsas de dormir y ropa de abrigo.
“Yo vengo de una pseudo militancia/activismo”, comparte Pacha cuando Kranear le pide que repase su recorrido. “Trabajaba en televisión, y con mis compañeros armamos una pequeña productora. Yo descreía de la política, era más de izquierda, pero cuando falleció Néstor fui a la Plaza a despedirlo; hubo algo que me atravesaba pero todavía no entendía qué”, reflexiona.
Pacha tiene mandato como comunera hasta 2023.
Con el grupo de la productora tuvieron la idea de armar un bachillerato para la población travesti y trans, y para arrancar, acercarles el programa FINES. La consultaron a la referente Lohana Berkins y les dijo que no, ‘las pibas necesitaban estudiar, no una solución rápida’, les dijo. Ahí fue que junto a otros actores armaron el Bachillerato Popular Trans Mocha Celis (en homenaje a una travesti tucumana). Corría el 2011. Al año siguiente, y a partir de la sanción de la Ley de Identidad de Género, el establecimiento obtuvo reconocimiento oficial de parte de las carteras de Educación de Nación y Ciudad, para que los y las egresadas tuvieran un título oficial. Hoy, diez años después, ‘El Bachi’ sigue siendo una institución modelo de inclusión social.
Pacha se sumó a LC luego de participar de tres actividades junto a los y las militantes de Palermo: una afichada en defensa de la recuperación de YPF, el acto en Vélez con la consigna ‘Ella vendrá’, que convocó el sello Unidos y Organizados, y un acto en José C. Paz, el 26 de julio de 2012, cuando la organización se movilizó a un acto por el aniversario de la muerte de Eva, en que hablaron el intendente Ishii y Cristina. Ella lo recuerda así: “Fue mi bautismo, porque en un momento se produjo un choque con el frente de columna de Ishii, y la cosa se puso re picante, para mí fue fuerte. Fue ahí que empecé a comprometerme desde otro lugar con la militancia”.
“Al año siguiente”, sigue, “yo seguía trabajando en televisión, me vienen a buscar del sindicato y me preguntan si quiero ser delegada. Les dije que yo era orgánica a La Cámpora, y que iba a consultarlo con mi referente político”, cuenta, se ríe, se mira con El Oso. “Lo hablé, y empecé a ser delegada. Ahí tuve otra experiencia, otra formación, interesante, que me puso en contacto con otras personas y realidades. Empecé a dar la discusión desde el feminismo, sin saberme feminista todavía”.
Desde la calle llegan los sonidos de un mediodía de un día laborable, gris, húmedo y frío: motores, bocinas, el rumor de una conversación en la vereda, el equipo de música de un coche. Una jubilada detiene su paso frente a la puerta de vidrio, saluda, y Eleonora sale un momento a saludarla.
El Oso retoma y cuenta que “fue Pacha fue la que introdujo la perspectiva de género en el armado político. Muchos compañeros varones aprendimos de ella”, y también le atribuye la articulación del campo cultural en el distrito: “Había centros culturales pero no una gestión pensada desde la integralidad, y empezamos a pensar la cultura desde una perspectiva más popular”, explica.
Más de diez años tiene de historia la construcción política de los y las militantes de Palermo.
Pacha agradece el reconocimiento con otra sonrisa pero problematiza el eje de la militancia cultural. “El centro cultural tiene potencialidad política pero es una movida muy distinta a una unidad básica o un centro de jubilados, y no la pueden llevar adelante solo militantes, por ejemplo por el factor de la nocturnidad”, plantea. “Una cosa es una feria que te permite laburar mejor el contenido político, y otra un festival a la noche con birra y fernet, dónde capaz alguna bandita puede tirar un mensaje, o decís algo a través de un comunicado, pero no mucho más, y aparte tené en cuenta que si estás en campaña, y un evento termina a las cuatro de la mañana, a las nueve estás volanteando a tu candidato”.
En 2019, Pacha fue electa comunera por el FDT. “Entendíamos que teníamos que encabezar la lista, por la potencia que tiene el armado de LC en el barrio y el trabajo que veníamos haciendo en el territorio. Les compañeres entendían que era importante que la lista la encabezara una mujer”, remarca, y agrega que “también fue una definición que hubiera más mujeres en lugares de decisión y responsabilidades hacia el interior de LC Palermo, y ahora lo ampliamos a los jóvenes”.
El Oso, luego de encenderse otro tabaco, suma algunas definiciones.
“El valor que tiene la presencia de esta organización y de las fuerzas políticas del FDT acá en el barrio, es que exista una voz en disidencia en un distrito muy complejo”, teniendo en cuenta además que “el 60% de la población tiene más de sesenta años y los pibes que militan acá en una buena parte son de la provincia de Buenos Aires, o del interior del país, ya que viven acá porque vinieron a estudiar o trabajar”.
Con respecto al trabajo político del FDT, los tres coinciden en lo favorable que resulta la amplitud y riqueza de la coalición para trabajar en el territorio, cada una desde su especificidad. “Nosotros tenemos un rol más de la calle, de la acción directa, pero nos complementamos con las funciones de los otros espacios”, remarcan.
“Proyectamos la organización a treinta años, tenemos voluntad de poder, y es con esa lógica que hemos formado históricamente a nuestros compañeros y compañeras”, apunta Gonzalo, “para que si un día vuelven a sus pueblos, estén en condiciones de hacer política y armar allá con esa misma impronta”. Y sigue, motivado: “nuestro aporte tiene que ver no solamente con dar testimonio de que existe un proyecto nacional y popular, sino entender que si acá en Palermo nos toca ser una minoría intensa, seamos re intensos, porque acá no te pueden ni ver, pero te tienen respeto. A nadie le sorprende ya que en una esquina de Palermo haya una mesa del Frente de Todos, y menos de La Cámpora”.
“Militamos en un lugar tan hostil y picante, que eso te pone pillo al toque”, suma Eleonora, mientras tira unas fotos de la entrevista con su celular. “Por eso cuando dicen ‘los chetos de Palermo’, yo les diría que vengan a militar acá una semana”.
Para el cierre, Pacha y El Oso abordan un asunto central: la juventud y la política.
“Nos recontra preocupa, y ocupa, que los compañeros jóvenes tengan participación política y definiciones. ¿Qué quieren los pibes? ¿Qué necesitan? ¿Por qué se están acercando a los liberales? ¿Cómo trabajamos eso?”, problematiza Pacha.
“En política es fundamental tener una mirada estratégica, y esa construcción es mucho más fuerte cuando la agarras rápido, de joven”, arranca El Oso. “Es fundamental que esos compañeros se formen lo antes posible y se atengan a la dureza de lo que eso implica”, dispara. “Que se templen, no que se endurezcan, porque endurecerte te mata el alma, y templarte te prepara”, suelta, hace una pausa, y cierra: “sabiendo que nosotros somos hijos de una anomalía política, a la que se llama kirchnerismo, la templanza es lo que transforma, con el golpe, en el fuego, al hierro en espada”.
Luego de un breve silencio, momento en el cual el peso de las últimas palabras queda flotando en el aire, El Oso comparte una última conclusión, luego de meterle una última pitada al filtro del cigarrillo, y con la mirada puesta no en 2023, sino en el 2050: “Nosotros formamos compañeros, compañeras y compañeres para hacer la diferencia”.
En la UB Década Ganada, durante la semana, los y las militantes de Palermo también dan apoyo escolar en un espacio de aprendizaje y contención, tanto para pibes de la primaria como para pibas de la secundaria. En la UB Caretti, por otro lado, aparte de la olla y la entrega de viandas, una vez al mes realizan una charla abierta sobre coyuntura. En junio hicieron dos: una denominada “Precios” y otra “El peronismo es laburo”, siempre con la consigna “El pueblo tiene que saber”.
"A nadie le sorprende ya que en una esquina de Palermo haya una mesa del Frente de Todos, y menos de La Cámpora".
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