Ciencia Gestión Pública

Misterio y belleza en el mar argentino

La historia de la ciencia y la curiosidad humana no tienen fin, plantea el biólogo Esteban Hasson, maravillado y agradecido por el trabajo que realizaron los científicos del CONICET en el fondo del mar, luego de haber ganado un concurso internacional, y no gracias a las políticas públicas de un gobierno que los trata de ñoquis y parásitos, y que está desmantelando los logros que el sector conquistó durante la Década Ganada.

13 de Agosto de 2025

Por Esteban Hasson (profesor titular de la facultad de Ciencias Exactas de la UBA e investigador del CONICET).

La expedición a las aguas profundas del cañón de Mar del Plata en la que participaron investigadores, becarios y técnicos del CONICET fue un acontecimiento que atrajo la atención de miles de personas, dentro y fuera del país, durante las dos últimas semanas. De la misma participaron científicos que trabajan en Institutos de Investigación del CONICET con sedes en Puerto Madryn, Córdoba, CABA (Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires) y de La Plata (Museo de Ciencias Naturales). La mayoría de los investigadores, sino todos, formados en universidades públicas, presentaron las maravillas que guardan las profundidades de nuestro mar.

Los científicos se embarcaron en la nave Falcor de la fundación Schmidt Ocean Institute, y a algunos ese nombre les hizo volver a la novela La Historia Sin fin, de Michael Ende, y revivir las aventuras de su protagonista, Sebastian, a bordo de un perro volador que hablaba. No solo la nave, el nombre del robot, Subastian, que fue los ojos y las manos de los científicos (y del público) en el escrutinio (con un detalle increíble) de la diversidad biológica que habita nuestro mar fue parte de ese viaje.

La alusión a la Historia Sin Fin es una manera de recordarnos que tanto la historia de la ciencia como la curiosidad humana no tienen fin. La vocación de conocer y ampliar nuestro entendimiento del mundo y el universo que nos rodea es lo que mueve a los científicos. Los de la expedición al talud transmitieron al público su entusiasmo qué les producía la chance de estar frente a un universo nuevo y de especies inéditas para la ciencia.

En los monitores de las computadoras, en los celulares y en la tele se pudieron seguir las transmisiones que, imprevistamente, atrajeron la atención de multitudes, ávidas de ver el desfile de animales tan diversos como bellos.

El trabajo de los investigadores, becarios y técnicos del CONICET fue seguido en vivo por miles de compatriotas.

Un pulpo que nada con aletas que parecen orejas despertó la creatividad del público que lo bautizó: Dumbo. La impúdica estrella de mar con protuberancias que parecen formar un trasero humano, acabó siendo la estrella culona. Cangrejos (o algo parecido) con finas patas de araña que se desplazan como si estuvieran bailando al compás de una música que solo ellos parecen escuchar. Medusas que brillan como faros rojos gracias a la bioluminiscencia. Pulpos transparentes como cristales que ante el menor peligro se desdibujan escondiéndose en el agua. El pez de ojos telescópicos, espinoso, que parece sacado de una película de terror.

Muchos de estos ejemplares generaron la duda del público que pensó que eran imágenes producidas por inteligencia artificial. Nada de eso: son habitantes de las profundidades del mar.

Misterio y belleza que ni siquiera la ciencia ficción pudo imaginar. Misterio y belleza a lo largo de dos maravillosas semanas, en que los científicos desarrollaron su trabajo y, además, lo explicaron a través del canal de youtube de la expedición. Dejaron en claro que su tarea no es misteriosa, y que los impulsa la aventura de conocer nuestros recursos naturales, independientemente del beneficio que puedan darle a nuestra especie. Ciencia pura y básica que ayuda a comprender cómo funciona el mundo que nos rodea.

Las dos semanas que duró la expedición al talud marino, frente a Mar del Plata, logró atraer al público, y entender qué y por qué hacen lo que hacen los científicos. El entusiasmo que transmitieron los investigadores fue contagioso, y expuso la alegría de estar frente a una oportunidad única que llegó luego de haber ganado un concurso internacional que hizo posible participar en la expedición y descubrir habitantes de las profundidades marinas.

Lamentablemente, la alegría y el entusiasmo estuvieron mezclados con la tristeza de la falta de reconocimiento a su trabajo por parte del gobierno nacional. La página oficial del CONICET incluyó en el apartado noticias una mención de la presencia de la institución, a pesar del escaso apoyo que da a su personal. El sistema científico nacional está atravesando una crisis profunda provocada por la falta de fondos. Los organismos estatales (CONICET y Agencia Nacional de Promoción de la Ciencia y la Tecnología) que históricamente han financiado la investigación, sufrieron el recorte de su financiamiento de manera salvaje en el último año y medio. Además, los científicos han visto depreciados sus salarios en más del 30% desde que asumió el gobierno nacional que se jacta de tener como valor excluyente la libertad y que, los maltrata tildándolos de ñoquis y parásitos.

El listado de aportes que nuestra ciencia ha hecho a la sociedad es extenso, pero vale mencionar algunos: el desarrollo por ingeniería genética de semillas de especies cultivadas resistentes a la sequía, el desarrollo de alimentos funcionales, como yogures con probióticos (se puede ver el logo del CONICET en los envases) y harinas enriquecidas, con impacto positivo en la salud, el entrenamiento de abejas con mezclas de aromatizantes que optimizan la polinización de plantas cultivadas, el desarrollo de kits para la detección de enfermedades como el Dengue y el COVID-19, el desarrollo de la primera fábrica de pilas de litio, la construcción de reactores nucleares, de satélites, de radares.

Estos avances los han producido científicos locales, formados en la universidad pública, particularmente durante la Década Ganada, que fue la época de oro del sistema universitario argentino. 

La comunidad científica viene resistiendo el ataque del gobierno de los hermanos Milei.

Las limitaciones del apoyo a la ciencia, que comenzaron a finales de 2015, producto en parte a la depreciación de nuestra moneda, restringieron el acceso a la carrera del investigador científico y redujeron de manera notable el presupuesto del CONICET y de las universidades. Políticas que horadaron el entusiasmo e iniciaron una nueva “fuga de cerebros” durante el gobierno de Macri y que se han profundizado desde diciembre de 2024.

La generación de científicos que alcanzó la madurez durante el período 2003-2015, está presenciando hoy la destrucción de lo construido con el esfuerzo de todos los argentinos, luego de haber disfrutado, en aquel período, de la inversión en ciencia y técnica más alto de nuestra historia. Hacer entender a nuestra sociedad que la universidad pública es sinónimo de movilidad y ascenso social y que la ciencia es fundamental para el desarrollo independiente es tarea pendiente. Sin universidades públicas y sin Ciencia y Técnica, vivir en un país mejor será solo una utopía.

Sigamos conectados. Recibí las notas por correo.

Suscribite a Kranear

wave

Buscador