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Música y palabras en estado de gracia

La actriz y cantante Julieta Díaz fue la protagonista del encuentro de música y poesía, Persiguiendo a la bestia, que se realizó en el Centro Cultural Kirchner en homenaje a Gabo Ferro. Maxi Curcio estuvo ahí y escribió una bella y justa reseña: “con lucidez y sensibilidad, Julieta, cada vez mejor cantante, interpretó desde las entrañas”.

Fotos: Fede Kaplun

En el Salón de Honor del Palacio Libertad (ex CCK), un nuevo episodio de la segunda temporada del ciclo “Música y Palabras” despliega su identidad sonora y literaria. Este espacio, que combina piezas musicales y literarias, recibió a Julieta Díaz, en voz, y Lautaro Matute, en guitarra y coros, con el encuentro denominado “Persiguiendo a la Bestia”. El título del espectáculo, a modo de homenaje y reconocimiento, remite a la poética del cantautor Gabo Ferro, figura central de una propuesta que incluyó una cuidadosa selección de canciones y poemas que se espejan entre sí.

Durante un itinerario que se extendió a lo largo de una hora, la actriz y cantante alternó la lectura de poemas con la interpretación de canciones propias y ajenas, habitando la tensión entre lo lírico y lo trágico, entre lo tierno y lo brutal. La mixtura elegida propició un territorio híbrido donde el lenguaje supo expandirse, volverse cuerpo, vibración y resonancia. En ese cruce, la palabra dejó de ser solo significante para tornarse vital experiencia sensorial, mérito de los artistas, quienes, sobre el escenario hallaron -gracias a la efectiva combinación de música y literatura- un soporte emocional y rítmico, de enorme densidad, cobijo y profundidad.

El recorrido de la noche unió a corazones rioplatenses y ambas orillas, revisitando a prodigiosas plumas, tanto del campo de la música como de la literatura: Marosa di Giorgio, Ana Prada, Carlos Benavides, Eduardo Darnauchans, Eduardo Larbanois e Idea Villariño, así como a la recordada conductora de TV -también inspirada poeta- Canela, Alfonsina Storni y Flor Monfort. De gusto ecléctico, otros tonos revelaron la belleza que habita en la obra de la recientemente fallecida Paquita la del Barrio, en el poeta místico del siglo XIII Jalaluddin Rumi y en el maestro Roberto Juarroz, cuya ‘invertida expectativa creciendo hacia atrás’, quebró normas, hábitos y formas de mirar.

La palabra, protagonista de la noche, fue instrumento de catarsis: para decir lo que duele, lo que se rompe, lo que no encaja. Hubo en cada una de ellas voluntad de resistirse a mandatos amorosos, sociales o simbólicos. Poetas que, recreados por Díaz, desafiaron los moldes de su época para nombrar el desencanto, y que fueron celebrados con la precisión de una emoción administrada mediante elegancia y prestancia.

Ciertas voces parecen hablarnos desde un paisaje más amplio que el literal, donde lo natural y lo íntimo se confunden. La docena de autores revisitados han construido rasgos inconfundibles, profundamente personales y a la vez capaces de canalizar experiencias colectivas. Voces que se interrogan a sí mismas, de modo honesto y visceral, expresando lo humano en sus contradicciones: amor y desamor, lucha y agotamiento, silencio y grito. En este aspecto, la selección de pasajes poéticos no pudo ser más acertada.

Dentro del segmento cantado, algunas piezas llevaron la firma de Julieta junto al compositor uruguayo Diego Presa —“Beso”, “Rojo”, “Zamba”—, mientras que otras trajeron el pulso inconfundible de Gabo Ferro —“La Fruta que Disfruto”—, eje de un segmento central que culminó con una conmovedora interpretación de “Volví al Jardín”. Agregando calidad a la propuesta, también sonaron “El Tiempo Está Después” de Fernando Cabrera, “Bailar” de Javier Montalto, “Estrella”, de Vítor Ramil y “La Resentida”, de Julia Ferro.

Un hilo conductor de canciones y poemas atravesaron la tarde-noche porteña, unidos por una misma raíz conceptual. Porque ‘persiguiendo a la bestia’ puede ser una manera de nombrar la tarea del creador: intentar apresar lo que escapa, dar forma a lo salvaje. Como metáfora del deseo, el dolor o la verdad; una búsqueda incesante de aquello interno y feroz, una pulsión que habita dentro, difícil de apresar, pero necesaria de enfrentar. El artista, como cazador de lo inefable, tal es su condición, persigue formas, palabras y sonidos que digan lo indecible.

En atenta escuchar, cada espectador pudo atesorar una propuesta estética conmovedora e inmersiva: presenciar una lectura sobre una trama sonora activa cierta sensibilidad donde lo bello convive con lo inquietante, y lo privado se funde con lo colectivo. Con lucidez y sensibilidad, Julieta, cada vez mejor cantante, interpretó desde las entrañas. Fructífero diálogo entre palabra y música, en donde la intérprete no solo persiguió a la bestia: la acarició, la provocó, la reconoció, y, por momentos, la dejó escapar.

author: Maximiliano Curcio

Maximiliano Curcio

Nació en la ciudad de La Plata, Argentina en 1983. Es escritor, docente y comunicador, egresado de la Escuela Superior de Cinematografía

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