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“No hay día que me levante y no le agradezca por aquel gesto que me cambió la vida”

Su rostro de rasgos andinos se hizo muy popular el 1 de marzo de 2013, cuando interpretó el himno nacional en la apertura de las sesiones del Congreso nacional, con el violín que le había hecho llegar el presidente Néstor Kirchner. Hoy forma parte de la militancia que sostiene el Instituto Patria. En una entrevista exclusiva, repasamos su historia y también su presente. Su nombre, Facundo Nolasco, simboliza uno de los ejes centrales del proyecto político kirchnerista: la inclusión social.

Facundo pasa parte de su día en el Instituto Patria (IP) que dirige Cristina Fernández de Kirchner. Forma parte del equipo de fotógrafos y fotógrafas de la institución, y aparte opera la mesa de sonido del auditorio Néstor Kirchner, en el que hay actividades día por medio. Allí fue que hicimos la entrevista. Nos acomodamos en el fondo, bajo un techo vidriado por el que se colaba la luz de de la tarde de un caluroso viernes de finales de abril.

Facundo nació y creció en San Salvador de Jujuy, la capital de la provincia que está bajo el dominio absoluto del misógino y odiador serial Gerardo Morales. En 2002, tenía 7 años. Sus padres estaban con problemas de trabajo. No querían que su único hijo estuviese en casa, o en la calle, sino que ocupase su tiempo con alguna actividad. Fútbol, inglés o música. Se decidió por la tercera opción. Ingresó al Conservatorio Provincial de Música de la provincia. El profesor de primer año les preguntó a los alumnos y alumnas quiénes querían estudiar piano. Varios levantaron la mano. Luego preguntó por la guitarra. Otros tantos hicieron lo mismo. ¿Y violín? Facundo y dos más.

“No sé por qué”, asume ahora, en el patio techado, por el que podemos apreciar un manto de nube, varias de ellas, oscuras. “Nunca había tenido uno en la mano. Ni siquiera había visto uno”, subraya.

El padre de Facundo, docente, había perdido su trabajo. Cobraba unos 150 pesos por el Plan Jefes y Jefas de Hogar. La madre, por su parte, aportaba 700 pesos mensuales por su labor como preceptora en un colegio privado. “Yo era muy consciente de la situación económica por la que estábamos pasando”, cuenta él. “Mi día a día en esa época era a base de polenta, con queso, si había, o con salsa de tomate, y sino arroz con salchichas, que era un lujo. Me acuerdo muy bien de aquella época”, remarca.

Durante el primer año, el profesor le prestó un instrumento. Pero al poco tiempo de empezar el segundo año, le anunció que debería conseguir un violín. O debería cambiar de instrumento. “Pero yo ya me había enganchado”, cuenta. Y se arregló con la media hora que por clase el conservatorio le prestaba uno.

El auditorio Néstor Kirchner del IP luce vacío. Las sillas están apiladas sobre las paredes. El monitor del escenario está apagado. Solo se escuchan algunas voces que desde el hall de adelante. Es una tarde tranquila. Pero el día anterior, el salón estuvo colmado de dirigentes y militantes de decenas de organizaciones gremiales, que a lo largo de la tarde conversaron con Cristina Fernández y los diputados nacionales de Unidad Ciudadana, el trabajador del cuero Walter Correa y la judicial Vanesa Siley. Facundo operó la mesa de sonido y fue testigo privilegiado de uno de los tantos encuentros que se realizan en el instituto.

Facundo tenía 8 años cuando le pidió un violín al entonces presidente Néstor Kirchher.

El 27 de abril de 2003, Facundo acompañó a su padre a votar a Tilcara. El hombre votó a Néstor Kirchner porque era peronista, al igual que su compañera, y ambos conocían muy bien las consecuencias del programa neoliberal que había implementado Carlos Menem. No sabían demasiado del santacruceño, pero metieron su boleta en la urna. Comprobarían que no se habían equivocado el 25 de mayo, al escuchar su discurso de asunción. “Ese día lo vi llorar a mi viejo por primera vez”, recuerda ahora Facundo, que viste remera, jeans y zapatillas, y al que se ve muy cómodo frente al micrófono de periodista.

“A finales de julio mi viejo se entera que el presidente iría a nuestra provincia para participar del ritual de la Pachamama y para declarar Patrimonio de la Humanidad a la Quebrada de Humauaca”, remarca el músico y militante. “Vamos, dijo mi viejo. Mi vieja compartió la idea. Yo también”.

Así fue que el 2 de agosto de 2003, padres e hijo hicieron los setenta kilómetros que separan la capital de la provincia con la Posta de Hornillos, en el departamento de Tilcara, para presenciar el acto oficial. “Fue un acto muy chico, casi íntimo”, recuerda Facundo. Los tres Nolasco estaban a quince metros del improvisado palco, junto a unas trescientas personas. “Mi vieja de repente nos dice por qué no le escribimos una carta a Néstor para ver si nos hace llegar un violín”, cuenta el entrevistado. Los varones dijeron que sí. Ahí nomás, entonces, la doña sacó papel de la cartera, y en pocas palabras contó que estaban alquilando, que vivían con dos pesos y que necesitaban un instrumento para el chico de la casa pudiese seguir estudiando música. “Yo pensé que iría mi viejo, pero él me miró y fue muy claro: era yo el que debía acercarle el mensaje familiar al presidente”, reconstruye.

El nene de ocho años, de pelo, piel y ojos oscuros, se escabulló por entre las piernas del público y llegó hasta el estrado. Ahí un hombre del esquema de seguridad, y gesto duro, lo frenó en seco. No se podía pasar. Por favor, le quiero dar un mensaje al presidente, dijo él. No. Cuando ya había desistido, un fotógrafo que había visto la escena, le hizo una mueca. Podía pasar por un costado y llegar al santacruceño. “Llego hasta Néstor, con el papel en la mano, mudo. Él se pone de rodillas, me mira, agarra el papel, lo lee y se lo guarda en el bolsillo del saco. Se besó la mano y me acarició la cara tres veces”, cuenta Facundo.

“Con el tiempo me di cuenta de lo importante que era la sencillez de Néstor, no solo por la actitud que tuvo conmigo, sino con todo lo que hizo como presidente”, apunta Facundo. “No hay día que me levante y no le agradezca por aquel gesto que me cambió la vida”, suma. También reconoce que la convicción y el empuje de su familia fue vital para que los acontecimientos cambiasen para siempre a partir de esa carta.

En la actualidad, Facundo reparte su tiempo en el Instituto Patria, una carrera en la UNDAV y un trabajo en una oenegé que colabora con gente en situación de calle.

Los días de Facundo son largos e intensos. Aparte de militar en el IP, forma parte del Foro Latinoamericano y Caribeño de Juventudes (FLACJ), una plataforma en la que distintas juventudes de la región comparten experiencias e intercambios en materia de cooperación internacional. Hace unos días viajó a Madrid por un encuentro internacional. Vive junto a unos amigos, en Villa Urquiza. Trabaja para la organización no gubernamental Multipolar, que se ocupa de darle contención a personas en situación de calle, por medio de talleres y herramientas que les permitan volver a integrarse al sistema educativo y al mercado laboral.

En diciembre de 2003 los Nolasco recibieron una carta de Presidencia de la Nación. Quedaban notificados de que el pedido del violín lo tenía la cartera de Desarrollo Social. “Yo en esa época estaba jugando al basket, y mi vieja vino al entrenamiento, y al verme me la puso en la mano, llorando”, reconstruye Facundo. En marzo de 2004, les llegó el instrumento a la casa de su tía, la única propietaria de la familia. “Estaba dentro de una caja del Correo Argentino, protegido con afiches de la campaña presidencial de 2003”. Todavía lo tiene, por supuesto. Es italiano y fue construido en 1970.

Dice Facundo: “Cualquier violín hubiese estado bien, porque no era lo que importaba, sino el gesto de haber escuchado a un pibe de ocho años que necesitaba pedirle algo, como hizo con muchas otras personas, y que en definitiva es lo que representa a este proyecto político, que tiene que ver con acercarle al pueblo los recursos del Estado. Ese día la política se tradujo en un violín, pero podría haber sido un trabajo para mis viejos”.

Al poco tiempo recibieron otra carta de la cartera de Desarrollo Social, firmada por la ministra, Alicia Kirchner. Le contaban que el violín era de la fundación Música Esperanza, del pianista tucumano Miguel Ángel Estrella. Facundo terminaría su tecnicatura y su vida transcurriría con bastante normalidad, hasta el 2012, año en el que ingresó a trabajar a la secretaría de Cultura de la provincia, en aquel momento gobernada por el pejotista Eduardo Fellner. Coordinaba el área de comunicación, un rumbo que profundizaría mas tarde.

La directora de “Néstor Kirchner, la película”, Paula De Luque, se enteró de su historia por medio de Alicia Kirchner. Se tomó el primer avión que pudo hasta Jujuy, para entrevistar a Facundo en su casa. Sabía que tenía a mano una de las historias que mejor pintaban al ex presidente. A partir de ahí los acontecimientos se sucedieron uno detrás de otro.

Facundo tocó el violín en el pre estreno de la película, el 18 de noviembre, en el Luna Park, junto a Lito Vitale y Victor Heredia. El acto lo condujo el periodista Carlos Polimeni. Toda la dirigencia del campo nacional y popular ocupó las primeras filas de la platea y miles de militantes desbordaron las tribunas y los alrededores del estadio. Luego lo invitaron al festival internacional de cine de Mar del Plata y también a 678. Su caso era emblemático y sintetizaba el perfil inclusivo del proyecto nacional que gobernaba la Patria.

El punto máximo de exposición llegó en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso nacional, el 1 de marzo de 2013, cuando lo invitaron a tocar el himno nacional, a un costado del mástil de la Cámara de Diputados. Lo presentó el vicepresidente Amado Boudou y su interpretación fue coreada por la militancia que copó los balcones. También por los miles de compatriotas que habían copado la Plaza de los Dos Congresos. Su historia se esparció en todos los medios de comunicación.

En 2014 Facundo cambió Jujuy por Buenos Aires, ya que el Gobierno nacional lo nombró al frente de la Dirección Nacional de Voluntariado Juvenil, de la flamante subsecretaría de Juventud del Ministerio de Desarrollo Social. Traía la experiencia de la secretaría de Cultura de su provincia y su bagaje como músico. También contaba con su historia personal, íntimamente ligada a la inclusión social del kirchnerismo.

“Me vine con una mochila llena de ropa, otra con libros, y el violín, a la casa de un primo”, recuerda, y menciona entre sonrisas la idea de que Dios atiende en Buenos Aires. Trabajó en el Ministerio hasta el 9 de diciembre de 2015. “Mi rol era articular con todas las organizaciones que tuviesen alguna relación con la juventud”, remarca. Y puntea: “Cáritas, Médicos del Mundo, Red solidaria, Cruz Roja, grupos de Boys Scouts”, entre otros, aparte de organizaciones políticas, y advierte que trabajaron muy bien, con muchos logros institucionales. “El 9 de diciembre de 2015 presenté la renuncia y me fui a la Plaza de Mayo a escuchar a Cristina”, cuenta, y sus ojos negros se humedecen por segunda vez en la entrevista.

Luego vino una etapa de descanso y dispersión. Cruzó el río y se instaló en Uruguay, junto a una pareja, durante un año. “Necesitaba abstraerme de todo”, dice ahora. Volvió en diciembre de 2016 y al poco tiempo consiguió trabajo en un Call Center. Se fue casi enseguida, a una empresa familiar, en la que también trabajó de telefonista. En mayo del año siguiente, se acercó al IP.

Luego de terminar su tecnicatura en música, en Jujuy, en Buenos Aires, mientras le metía palo y palo a la gestión estatal, Facundo estudió dirección de fotografía, para cine. En su provincia, antes de migrar a la Capital Federal, había dado algunos pasos en la carrera de ingeniería y también en la de psicología. En Uruguay había probado un par de materias de la carrera de administración de empresas. En la actualidad está estudiando Gestión, Política y Comunicación en la Universidad Nacional de Avellaneda. “Soy un tipo inquieto, sí, siempre estoy en movimiento”, asume.

Facuando es orgullosamente kirchnerista.

En el IP volvió a encontrarse con Oscar Parrilli, presidente de la entidad. “Lo conocí el 25 de mayo de 2013, cuando el Gobierno lo invitó a tocar en Plaza de Mayo, por el festejo patrio. Luego lo vi algunas veces más en la Casa Rosada y algunos actos”, menciona con todo de admiración. Ahora lo cruza tres o cuatro veces por semana, ya que cumple dos funciones en el espacio para hacer política que Cristina pensó antes de dejar su segunda presidencia: por un lado, opera la mesa de sonido del auditorio del instituto -donde estamos ahora-, en el que se realizan charlas sobre la coyuntura nacional, los jueves, y presentaciones editoriales los martes, aparte de actividades de Cristina Fernández u otros dirigente de Unidad Ciudadana. Por el otro, forma parte del equipo de fotografía del instituto. También hay un ciclo de presentaciones culturales, los miércoles. Aparte, hay por lo menos una docena de comisiones de trabajo del IP, que a veces requieren sonido o fotos. Y también están los talleres de formación de cuadros técnicos que ofrece el Instituto, varios de ellos fuera del edificio, en materia económica, gremial, género, derechos humanos, gestión del Estado.

Antes de cerrar la entrevista le preguntamos por su violín.

“Sigue en mis manos. Ni muerto me lo sacan. Está viejo y debo llevarlo cada tanto a un luthier. Es mi cable a tierra, a pesar de que hoy debido a mis tiempos no estoy integrando ninguna banda o grupo”, cuenta.

También queremos saber de Jujuy, de Morales, Milagro Sala.

Facundo cuenta con pesadez que sus padre están sufriendo la realidad de la provincia, la persecución, la malaria económica, y que a pesar de todo, su padre sigue trabajando en las escuelas rurales y su madre como preceptora, en la escuela de siempre. Y cierra con un comentario de cara al futuro: “Ellos tuvieron una hija, mi hermana, que hoy a sus 13 años ya quiere ser presidenta de su centro de estudiantes”.
author: Mariano Abrevaya Dios

Mariano Abrevaya Dios

Director de Kranear. Escritor.

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