Política Cultura deportiva

Panes y peces

Sebastián Giménez, hincha de San Lorenzo, rescata de la historia y el presente algunos rasgos del director técnico de San Lorenzo, Rubén Darío Insúa, entre los que se destacan su amor por el club, su pasión y sabiduría en relación al fútbol, su argentinidad fervorosa y su sensibilidad social.

Mayo de 2022, aguas borrascosas en el club de sus amores y Rubén Darío Insúa que tira el currículum, como quien dice. Fue a una especie de aviso clasificado en que se presentó sin reunir casi ningún requisito de los que habían estipulado los empleadores. No fue el tercero en discordia, fue el sexto, pongámosle. La dirigencia llamaba a otros técnicos, siempre quedaba uno antes que él, parecía. Los directores técnicos con buenos antecedentes huían, no querían saber nada de agarrar la brasa ardiente de un club grande en las últimas posiciones de la tabla y con un presupuesto magro fruto de gestiones desafortunadas, de mínima. El presidente Marcelo Tinelli había huido despavorido poco después de triunfar con un gran porcentaje de votos, como si bailar en el club no fuera tan fácil como en la tele. El último que apague la luz, reza el dicho, como le pasó también después de Sampaoli a la Selección Nacional. Y Scaloni estaba ahí. Y también Rubén Darío Insúa. Tomar el mando y empezar a intentar enderezar el rumbo.

¿De dónde salió ese hombre, que hacía como veinte años los cuervos no lo veíamos?

En mi mesa de luz tengo un Javi, que ustedes se preguntarán qué es. Es un muñequito de San Lorenzo hermoso que me regaló Javier Miguel Eugui, que se dedica a fabricarlos y hacerlos llegar a quien quiera. Me lo regaló con ese corazón azulgrana y recuerdo en la conversación, café de por medio, que me dijo que él todavía jugaba en cancha de once no me acuerdo en qué lugar, dichoso de él, a duras penas yo puedo con un fútbol cinco. Y que en esa cancha jugaba con Rubén Darío Insúa. ¿En serio jugás con el Gallego? Sí, dijo él. Juega con nosotros. No sabés la humildad que tiene, me dijo. Y cómo debe jugar, le guiñé el ojo yo recordando una enseñanza de  mi amigo Miguel, que también juega ese tipo de torneos.

Él me dijo un día: no sabés, el otro día jugamos contra tal ex jugador. Apenas dominaba la bocha, quedaba perfilado. Nos pasaban por arriba, juegan a otra cosa, me dijo mirándome a los ojos. Nosotros ¿me entendés?, intentamos patear la pelota pero ellos juegan al Fútbol. Así, con mayúsculas. Y Javier me dijo: tiene la cancha en la cabeza, una calidad de la gran puta. Y corre con más de sesenta pirulos. Ajá. Un futbolista de otro planeta, un hombre de a pie.

Tiempo después de esa charla es que Insúa volvió del ostracismo a calzarse el buzo de DT de un equipo que se hundía. Vino casi a multiplicar los panes y los peces como Jesucristo, nadie creía en él, lo miraban como a un loco. Cuando le sacaron la foto en las redes sociales firmando el contrato, no faltaron esos comentarios inefables que nos aseguraban a los cuervos el descenso sin escalas hasta la B metropolitana, pongámosle. Ya está, decían algunos. ¿Quién nos va a salvar, este hombre resurgido del arcón del olvido? Y empezó. Que línea de 5, que los equipos se arman de atrás para adelante. Y si adelante hay poco, que no nos hagan goles. Contando porotos como las monedas de una alcancía, como pispeando el saldo de la SUBE. Sumar, sumar. Victorias, empates, empates.

Epa, saca agua de las piedras, comenzaron a comprobar los hinchas. Y algo más importante: el equipo se entrega como poseídos por la fe del profeta junto a la línea de cal con su campera negra, la que él dice orgulloso que se compró en Nazca y Avellaneda. Ese barrio de Flores donde proliferan segundas, terceras marcas, saldos a precios más o menos al alcance del hombre común. Agua de las piedras, multiplica los panes y los peces, administrador de una pobreza rayana en la indigencia del presupuesto del club. Y lo llaman entonces en los programas deportivos, para que comparta sus sensaciones y la fórmula de ese San Lorenzo que hace recrear a los memoriosos, aquéllos camboyanos de fines de los 80, puro esfuerzo y sin agua caliente en el vestuario.

Y habla Insúa siempre correcto, inclusivo, atento a lo que le preguntan, bastante formal. Pero de repente puede tirar una sorpresa, casi tanta como cuando se le ocurrió que Braida podía ser lateral izquierdo o Campi jugar un rato de cinco. Tira ante una audiencia atónita que Argentina es un país de lujo. Los otros panelistas quedan boquiabiertos, Ruggeri queda desairado como cuando le quebraba la cintura un wing. En el exterior nos admiran refrenda el Gallego: Maradona, Messi, el Papa. Qué rica la comida, qué lindas las playas, qué buena la ropa enumera acompañado del silencio sepulcral de los acostumbrados a reclinarse en sus butacas y sólo escupir críticas ácidas permanentemente.

Describe también una escena, para pavor general, cuando el micro era atorado por manifestantes en el recibimiento desordenado de los campeones del mundo. ¿Vieron eso?, pregunta él. Cuando uno desde abajo hizo jueguito y se la pasaron varios entre ellos la pelota hasta devolverla al micro. Somos campeones del Mundo también un poco por eso, parece refrendar. El fútbol como parte de nuestro ser nacional. Que allá en el Norte pueden incorporar al mejor de todos a su liga, pero si les tirás una pelota a la tribuna te la devuelven con la mano los amantes del basket o el fútbol americano. Nos admiran, reza Rubén Darío Insúa a los cipayos siempre predispuestos admiradores de las mejores ligas del mundo, o las más ricas.

Hace poco, también se puso a opinar sobre la Premier League pero no para criticar a los ingleses, que no hubiera sido mal recibido, sino para afirmar al fútbol argentino. Nosotros somos competitivos, somos el fútbol de los campeones del mundo, los ingleses tienen un solo mundial dijo (y no había VAR, tal vez ni siquiera lo hubieran ganado). Hay que ver si el Manchester City saldría campeón en la liga local, toreó risueño. Habría que verlo en la cancha, donde se ven los pingos de ese partido imposible entre dos ligas. Defendiendo la argentinidad en todo tiempo, a toda hora y en todas partes, como le enseñó su viejo que debía hacer con su querido San Lorenzo. 

En otro de esos paneles a los que lo suelen invitar mientras el equipo encadena resultados impactantes si se lo compara con la pobreza de solemnidad de los medios, estaban hablando de los problemas en la sociedad como en cualquier charla de café. Y el Gallego no come vidrio, reconoce que hay problemas pero tiró un concepto que los circunstantes recibieron con los ojos abiertos: ¿cuál es la solución a estos problemas?, preguntó atrayendo la atención. Y dijo: la distribución del ingreso.

Madre de Dios, algunos se tuvieron que sostener para no derrumbarse en la silla por esa conjunción de palabras que les provoca una especie de alergia. Porque da lugar a un concepto que nos implica a todos. El otro no es pobre por su culpa, sino porque no se redistribuye aunque sea un poco más. Un concepto que parece completamente extraño ahí donde cunde la frivolidad, el éxito y la crítica permanente al país que les da de comer. De distribución del ingreso habla el hombre de la melena de Jesús en su reencarnación pagana, del Che Guevara en el look pero indudablemente pacífico en sus procederes.

Hombre de a pie, volvió del llano para dirigir un club importante, el de sus amores. Pero la campera se la compró en Nazca y Avellaneda. Defiende al fútbol argentino campeón del Mundo tanto como a su San Lorenzo. Y lleva la interpelación a los recintos reservados a panelistas complacientes con las desigualdades y apoltronados en su rol de crítica estéril. Sacando jugo de las piedras, repartiendo incomodidades a veces entre todos como es incómodo para cualquiera ese equipo aguerrido que inventó en la cancha de la nada. Con la azul y roja cruzándole el pecho. Hombre de discurso inclusivo, la única excepción parece ser su debilidad por Lionel Messi. En mi casa está prohibido criticarlo, asevera, si alguien habla mal de él lo echo. Con la celeste y blanca en el corazón.   

author: Sebastián Giménez

Sebastián Giménez

Escritor y trabajador social. Autor del libro Victoria siempre (Editorial Sudestada), y de relatos cuervos y otros libros setentistas.

Sigamos conectados. Recibí las notas por correo.

Suscribite a Kranear

wave

Buscador