Poemas argentinos sobre las fiestas
Happy new year (Julio Cortázar)
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
Volver como el tango (Rosina Lozeco)
el árbol de navidad
costó aproximadamente 400 pesos
entre una cosa y la otra
podría haber gastado menos.
hoy cociné milanesas de berenjena
el cielo se puso negro
a las cinco de la tarde.
me seco las lágrimas,
espero que las papas se cocinen
para descargar los nervios haciendo puré
y pienso que si pude hacer todo lo que hice
aunque no haya hecho todo lo que quise
algún trabajo voy a conseguir.
Hablo en nombre del alba (Luis Franco)
Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo.
Es sólo un puro azoro el alba
de una resurrección rasgando su sudario.
El horizonte ofrece su diadema
y el menor soplo asciende a numen.
Un viento aún azul de lejanía
viene en busca del alma velera de los pájaros
que estallan sin demora en un motín de alas,
mientras el cielo empieza a sonar en sus picos
igual que el mar suena en las caracolas.
Navidad, crecimiento. Y lo viviente
con su inmortalidad de cada día.
Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo.
El cielo, el cielo, el cielo
proponiendo el olvido de la tierra
como los ojos de la amada
proponen el olvido de su cuerpo.
Historia Clínica – VII (Maricel Santin)
Antes la abuela repartía los regalos
sentada en el suelo
decía los nombres en voz alta,
cada uno buscaba lo suyo
éramos chicos y no pensábamos
quién habría hecho el gasto.
Antes el abuelo
desde la cabecera
miraba a las mujeres cocinando,
sirviendo las porciones.
Tenía el cuchillo más grande
filosa la mirada
y la última palabra
en cualquier conversación.
Ahora el abuelo duerme,
la abuela en cualquier silla y no le importa
que todos
nos movamos con comida,
los hombres quieren
ocupar la cabecera
compiten en silencio
pero pierden
cuando ayudan a su esposa
a traer una bandeja,
hablamos cualquier tema
que no sea de política
no nos podemos dar el lujo
de pelear entre nosotros
y dejar sola a la abuela
justo en navidad.
Bondiola mechada (Celeste Diéguez)
Y en navidad o año nuevo
siempre el mismo ritual:
ir caminando por el puente viejo
recortado sobre el río cada vez
más podrido pero ante tu mueca ese perfume me gustaba
un olor fuerte, definido, salvaje
de barracas a avellaneda
de avellaneda a barracas
por el borde de fierro íbamos felices
a elegir la carne para la cena
a ese lugar especial en avellaneda
un dato que habíamos conseguido no sé cómo
y parece mentira que tiempo después
cuando ya no estábamos juntos
resulta que mi madre conocía esa carnicería
-Pertenece un famoso frigorífico -me dijo-
uno de los pocos lugares fiables para comprar
carne de calidad en zona sur-
Qué loco pensar que su hija también
peregrinaría llena de esperanza a señalar
tras las vidrieras decoradas
con hojas verdes y tomates cherry
una colita de cuadril
un matambre
un peceto
una bondiola de cerdo mediana y rosada
para mecharla más tarde con ciruelas,
agujerearla despacio por la punta con el cuchillo chico
sin apuro ir entrando con los dedos bien profundo
toda esa información dulce, lista para explotar luego
ya en el horno estremecida por la salsa
agridulce que espesa chorrea por los flancos de la bondiola
dorada y perfecta como un submarino semihundido
a punto de perderse en los misterios de la cocción.
La bondiola va bien con la papa rustica, lavada con cepillo
y hervida con cáscara que se sirve abierta
o en rodajas con un rulo de manteca
bajo una pizca de sal y pimienta negra;
había que encargarse de los vinos
y si estábamos de buenas un champagne,
temprano ya empezábamos a cocinar y a beber
hasta que envueltos en una bruma violeta
al momento de la cena
alguna desavenencia
rodaba por el borde de la fuente
entre la primera pirotecnia y la sospecha
de que en el artificio de la elaboración
radica una forma de complacencia
que emula al amor
pero no logra desplazar del todo esa suave desconfianza
que comenzó a instalarse después de las vacaciones de invierno
y que junto con el mousse de chocolate de caja
empasta este año que empieza de manera incierta.
Diciembre 31, 2001 (Beatriz Vignoli)
Y la vida era esto:
salir a la vereda el treinta y uno
a las doce, ver cómo un vecino
enciende una bengala.
El brazo en alto, inmerso en la luz ígnea.
Un silencio rosado y expectante,
un fuego inmóvil el mundo.
¿Celebra? ¿Pide ayuda? Nada pasa.
Nada llega. Todo al final se apaga.
Pero aquel brazo en alto, aquella duda.
Aquella intensidad.
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